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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Intrépido (13 page)

BOOK: Intrépido
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Geary asintió con la cabeza.

—A los líderes síndicos siempre les ha preocupado la posibilidad de que hubiera revueltas dentro de sus mundos. ¿Fue por eso por lo que nos atacaron cuando lo hicieron? ¿Fue porque hacer que la Alianza dejase de ser una alternativa atractiva y se convirtiese en una amenaza de guerra era la única manera de mantener a su propio pueblo bajo control? —inquirió Geary.

En esta ocasión Desjani frunció levemente el ceño y después se volvió a encoger de hombros.

—Supongo, señor. Para ser sinceros, la guerra empezó hace mucho tiempo. La verdad es que nunca he estudiado las circunstancias exactas. Lo único que nos importa a mí y al resto de la Alianza a día de hoy es, por supuesto, que los síndicos lanzaron un ataque sobre nosotros sin que mediara provocación. O, mejor dicho, sobre nuestros antepasados. No podemos permitir que obtengan ningún beneficio de aquello —desafió Desjani.

—¿Acaso lo han obtenido? —incidió Geary.

—No hasta donde yo sé —repuso Desjani con una sonrisa feroz que acabó diluyéndose—. Ni nosotros tampoco, no hace falta que lo diga.

—Nadie se está beneficiando de la situación y nadie puede vencer. ¿Por qué no acabar con esto, entonces? Negocien —sugirió Geary.

La cabeza de Desjani se irguió de repente y se quedó con la mirada clavada en Geary.

—¡No podemos! —exclamó.

—Pero si ni la Alianza ni los síndicos pueden ganar…

—¡No podemos fiarnos de ellos! —repitió Desjani—. No van a respetar ningún pacto. Usted lo sabe. ¡El ataque que usted fue capaz de repeler hace tanto tiempo fue una agresión por sorpresa, una puñalada trapera sin que mediara provocación! No. —Desjani meneó la cabeza, esta vez con furia—. Es imposible negociar con criaturas como las de los Mundos Síndicos. Es preciso aplastarlas para que su maldad no se expanda más allá, para que no acabe segando la vida de más inocentes. Cueste lo que cueste.

Geary volvió a mirar hacia el exterior, pensando en cómo un siglo de guerra podía afectar no solo a las economías, sino también a la mentalidad de la gente. Supongo que Desjani está en lo cierto cuando dice que las razones por las que los síndicos atacaron hace un siglo ya no son tan importantes. Pero tendré que tratar de acordarme de mirarlo en algún momento, tratar de descubrir qué razones exactas causaron esta guerra en lugar de quedarme simplemente en la naturaleza inmoral de los líderes síndicos. No es que los síndicos no se hayan mostrado ya capaces de cometer actos horribles. El almirante Bloch podría, ciertamente, atestiguar lo fútil que resulta negociar con ellos. Pero si ningún bando puede ganar y ningún bando va a negociar, eso nos condena a todos, buenos o malos, a una guerra interminable. Geary volvió a mirar a Desjani y vio que ella lo observaba con una mezcla de seguridad y calma. No me queda más remedio que estar de acuerdo con ella, ¿no soy yo acaso el legendario
Black Jack
Geary?

Como si le estuviera leyendo la mente, la capitana Desjani asintió en ese momento.

—Ya ve usted lo importante que es que regresemos a casa. El ataque en suelo síndico podía haber sido el medio para que finalmente inclinásemos la balanza a nuestro favor. Ha fracasado, es cierto, pero si podemos devolver la llave hipernética de los síndicos a casa y duplicarla, los síndicos se verán abocados a una situación imposible. Tendrán que desactivar su propia hipernet o saber que podemos usarla contra ellos en cualquier momento y en cualquier punto de la red —argumentó Desjani.

Geary respondió asintiendo con la cabeza.

—Y si desactivan su hipernet, la Alianza podría desplazar unidades mucho más rápido que los síndicos, tanto que seríamos capaces de concentrar unidades una y otra vez, aplastando por ende a los síndicos, ya que ellos se verían obligados a reunir a sus fuerzas de manera mucho más embarullada y esta desorganización les impediría sistemáticamente atraparnos. Sería una ventaja enorme aunque solo fuera por eso —aseveró Geary—. Solo puedo pensar en la ventaja económica que supondría para la Alianza conseguir algo así. ¿Por qué se iban a arriesgar entonces a entregarnos una de sus llaves?

Desjani puso mala cara.

—Desde su punto de vista, el plan probablemente parecía infalible. Nos ponían el cebo del sistema local de los síndicos, nos ofrecían una llave a través de un supuesto traidor y finalmente nos atrapaban tan lejos de casa que no teníamos posibilidad de escape —Desjani sonrió de oreja a oreja—. Lo que no sabían es que lo teníamos a usted.

Oh, por todas las estrellas. Pero ahora que ha sacado el tema…

—¿Cómo me encontraron, después de todo este tiempo? ¿Por qué nadie me encontró antes? —interrogó Geary.

Las preguntas ya se le habían pasado por la cabeza antes, pero nunca había querido saber las respuestas, porque no le apetecía escarbar en la secuencia de sucesos que lo había separado de su propio tiempo y lo había dejado allí en medio de aquellos extraños que ahora le resultaban tan familiares.

Desjani tecleó algo sobre la mesa pequeña que los separaba y, acto seguido, apareció una pantalla virtual con una representación de los sistemas estelares.

—¿Sabía usted que podía hacer esto? Su última batalla… Discúlpeme, lo que creímos que había sido su última batalla, tuvo lugar aquí. —Desjani señaló una estrella que no tenía nada de especial—. Grendel.

Geary asintió con la cabeza y deslizó su propio dedo a lo largo de una línea de estrellas.

—Era parte de una ruta de tránsito estándar. Por eso mi convoy se movía por esa zona —aclaró Geary.

—Eso es. Pero también era una zona próxima al espacio síndico, razón por la cual el convoy tenía una escolta rutinaria, ¿verdad? —Geary asintió y Desjani movió la mano para indicar las estrellas que había más allá—. Los síndicos podían saltar directamente al sistema Grendel. Y eso fue lo que hicieron cuando lo atacaron a usted.

La capitana se quedó sentada y en silencio un rato.

—Después de aquello —prosiguió Desjani—, bueno, por lo que yo sé, el sistema fue arrasado, pero había fuerzas síndicas entrando y saliendo constantemente, con la esperanza de atrapar más naves. Todo lo que se hiciera tenía que desarrollarse en condiciones de combate, por lo que las batallas acumuladas fueron dejando más y más desechos por todo el sistema. Finalmente, se abandonó Grendel de manera efectiva, a excepción de algunos sistemas automatizados de alerta temprana que se dejaron allí para informarnos en caso de que los síndicos volvieran a pasar por aquel lugar. Simplemente tenía más sentido saltar sin riesgo a través de Beowulf, Caderock y Rescat que jugársela a través de Grendel. —Desjani volvió a encogerse de hombros—. Y una vez que apareció la hipernet, nadie volvió a necesitar aquello.

Geary se quedó mirando la pantalla virtual y el frío pareció colarse a través de los muros que lo rodeaban mientras él pensaba en las décadas que su cápsula de supervivencia había pasado dando tumbos por el espacio en un sistema que solo estaba lleno de los desperdicios ocasionados por la guerra.

—Pero el caso es que volvieron a pasar por allí —precisó Geary.

—Sí. Necesitábamos saltar a un sistema síndico en el que hubiese una de sus puertas hipernéticas y Grendel ofrecía un punto de salto perfecto. Aislado, tranquilo, vacío. —Desjani deslizó un dedo suavemente a través de la representación de la estrella solitaria—. Nuestros sensores son mejores, tienen una sensibilidad mayor de la que solían tener. Detectaron la batería que estaba siendo usada en su cápsula de supervivencia, así como la minúscula cantidad de calor que generaba. Podía tratarse de un escape procedente de una nave espía no tripulada de los síndicos, así que decidimos ponernos a investigarlo. —Desjani apretó los labios—. Las estimaciones de los médicos de la flota indicaban que a usted le quedaban solo unos pocos años más de vida, como mucho, antes de que la batería de la cápsula se agotase.

El frío se apoderó de Geary, amenazando con congelarle la respiración en la garganta.

—Eso no lo había oído —repuso Geary.

—Se supone que las cápsulas no pueden mantener a nadie vivo durante tanto tiempo, ya sabe. La única razón por la que la suya consiguió hacerlo durante todos esos años fue porque usted era el único que había a bordo. Con que hubieran quedado solo dos supervivientes que hubieran tenido que nutrirse de esa batería para sustentar su hibernación…

—Qué suerte la mía —completó Geary.

Desjani tenía los ojos clavados en él otra vez.

—Muchos creen que no es una simple cuestión de suerte, capitán Geary —agregó Desjani—. Han tenido que confluir un montón de circunstancias para que usted acabase estando con vida dentro de esta nave justo cuando la Alianza lo necesitaba. Justo cuando nosotros lo necesitábamos.

Estupendo. Más pruebas para aquellos que quisieran creer que las estrellas me habían mandado para… ¿para hacer qué? ¿Están solo esperando que lleve a esta flota a salvo a casa o ese es el principio de sus sueños?

¿Cómo les voy a decir lo contrario? ¿Y qué pasará cuando se enteren de que soy un hombre perfectamente falible al que el destino le ha jugado un montón de malas pasadas?

Geary se dio cuenta de que Desjani lo miraba con preocupación.

—¿Qué? ¿Ocurre algo? —preguntó Geary.

—¡No! Es solo que… llevaba usted en silencio mucho rato, con la mirada perdida. Me estaba preocupando un poco —se justificó Desjani.

A Geary se le debían de estar empezando a pasar los efectos de la última tanda de medicamentos. O eso, o los últimos acontecimientos simplemente habían desbordado las capacidades de los fármacos.

—Supongo que necesito descansar un poco —reconoció Geary.

—No hay ninguna razón para que no lo haga ahora mismo. Tardaremos tres semanas en realizar el tránsito hasta Corvus. Tiene tiempo de sobra para recuperarse. —Desjani se sintió culpable por un momento—. Los médicos de la flota quieren volver a verlo lo antes posible. Se suponía que debía decírselo yo.

Claro que querrán. ¿Pero me irá mejor si me voy a descansar y paso de ellos o debería ir a buscarlos?

—Gracias. Y gracias por todo lo demás, Tanya. Me alegro de estar en el
Intrépido
—indicó Geary.

Era sorprendente cómo una sonrisa podía transformar el rostro de la capitana Desjani.

—Lo mismo digo, capitán Geary.

Geary se quedó sentado unos minutos después de que Desjani abandonara la estancia, incapaz de recobrar la energía física o mental necesaria para hacer nada más. Tres semanas hasta llegar a Corvus. No era tanto, pero podía convertirse en una eternidad para una flota de naves cuyo futuro hasta hacía nada parecía confinado a extinguirse en una hora.

Alguien había hecho la cama en algún momento y aquello le ahorró a Geary el dilema de decidirse entre pedir ayuda para que le pusieran sábanas nuevas o dormir directamente sobre las sábanas del almirante Bloch. El capitán durmió durante un buen rato, si bien el descanso no fue todo lo reparador que hubiera sido deseable. Durante los breves períodos de vigilia que se intercalaron a lo largo de su descanso, Geary se dio cuenta de que había estado soñando con algo intensamente y, sin embargo, no era capaz de recordar del todo de qué trataban aquellos sueños.

Finalmente se acabó levantando, porque el ruido atenuado del exterior, provocado por las rutinas del trabajo cotidiano a bordo del
Intrépido
. no lo dejaba dormir, y eso que la habitación estaba bastante bien insonorizada. Geary dio gracias por sentirse con más fuerzas y empezó a hurgar entre los compartimentos, tratando de ignorar cualquier cosa que tuviese pinta de haber sido un efecto personal del malogrado almirante Bloch. En su búsqueda se encontró con algunas barras de racionamiento sin abrir que, a juzgar por su apariencia, parecían cronológicamente tan viejas como él mismo.

Con todo, tampoco era como si en ese momento tuviera muchas ganas de ponerse a paladear una buena comida, así que las barras de racionamiento bastaron para hacer las veces de un desayuno frugal.

¿Y después qué? Ahora ya se podía permitir el lujo de tener tiempo. La flota de la Alianza iba a estar surcando el espacio de salto durante semanas, así que podía dedicarse a intentar descubrir más cosas sobre lo que había ocurrido desde que se metió en aquella cápsula de supervivencia y empezó su largo sueño. Por lo que había visto y oído hasta ahora, gran parte de la historia reciente no era demasiado halagüeña, pero tenía que conocerla si quería entender a esos extraños al mando de los cuales se había visto en un abrir y cerrar de ojos.

En sus manos cayó una versión moderna del
Manual del Tripulante
y, con el paso de las hojas, Geary pudo comprobar que en su interior había lo que parecía ser una versión condensada bastante cabal de la historia que relataba los acontecimientos que habían tenido lugar desde su «última batalla».

Geary echó un vistazo rápido al relato de lo que se suponía que había sido su último combate. Nunca se había sentido cómodo escuchando siquiera loas rutinarias hacia su persona, así que la idea de leer una versión escrita que rindiese pleitesía a sus actos lo ponía casi enfermo. Sobre todo cuando hasta oficiales con experiencia y una cabeza bien amueblada como la capitana Desjani parecían creer que las estrellas habían enviado a Geary de vuelta para que se convirtiese de algún modo en el salvador de la Alianza.

Pero, en cuanto empezó a ojear la historia de «La última batalla de
Black Jack
Geary» se detuvo a mirar la fecha. Hacía casi cien años. A mí me da la sensación de que todo ha ocurrido hace menos de dos semanas. Lo recuerdo con nitidez. Recuerdo aquella batalla y aquella gente de mi tripulación, recuerdo como me metí en la cápsula de supervivencia mientras mi nave quedaba reducida a cenizas y la muerte me sobrevolaba por encima de los hombros. Fue tan solo hace dos semanas. Esa es la sensación que me da a mí.

Todos están muertos. Los que murieron en mi nave y los que consiguieron huir. Todos están igual ahora. Y hasta los hijos de los que sobrevivieron están muertos, también. Yo soy lo único que queda de aquello.

Geary agachó la cabeza y durante un buen rato en su cabeza no hubo lugar para otra cosa más que no fuese una pena enorme.

Al final, Geary llegó al término de aquel repaso histórico y se dio cuenta de que era poco más que una sucesión de interpretaciones positivas de batallas perdidas y ganadas. Hasta lo que a los ojos de Geary se antojaban derrotas parecían ser, de algún modo, algo que entraba dentro de los cálculos, una parte más dentro de un plan maestro superior. Lo que le había contado la capitana Desjani, la historia del punto muerto en el que llevaban estancados ambos bandos varias décadas, resultó ser algo obvio cuando Geary se esforzó por leer entre líneas. A medida que la historia se iba acercando al presente, el relato parecía hasta estridente de puro patriótico, una señal que a Geary le pareció evidenciar claramente que la moral de sus tropas no estaba en su mejor momento.

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