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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Intrépido (34 page)

BOOK: Intrépido
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—¿Motivos prácticos? —Desjani apartó la vista de Geary y la dirigió hacia el paisaje estelar.

—Ajá
—Geary se encorvó hacia delante y señaló a las estrellas que aparecían allí representadas—. Lo que ocurrió aquí se va a escuchar en todos los demás sistemas síndicos tarde o temprano. Habrá una versión oficial, claro, que dirá que la flota de la Alianza estaba planeando arrasar cualquier vestigio de vida en el sistema Corvus y que fue solo la gallardía de los defensores síndicos la que impidió que se cumplieran sus propósitos. Pero eso lo iban a contar independientemente de lo que hiciéramos.

»Sin embargo, ni siquiera los síndicos son capaces de lograr que las versiones no oficiales circulen por ahí. ¿Y qué cree que van a escuchar los habitantes síndicos de otros sistemas por el boca a boca? Que no tratamos de bombardear ninguna ciudad. Por supuesto, podrían pensar que eso se debe a que no tenemos tiempo. Pero también escucharán que tratamos a sus gentes de manera intachable cuando los hacemos prisioneros. Que, cuando tenemos la posibilidad de hacer lo que queremos con ellos, respetamos las vidas de cualquier síndico que cae en nuestras manos.

Por el rostro de Desjani asomó un resquicio de duda.

—Seguramente a los síndicos todo eso les dé lo mismo. Probablemente lo verán como un síntoma de debilidad —apuntó la capitana.

—¿Ah sí? —Geary se encogió de hombros—. Es posible. Es posible que todo lo que pudiéramos haber hecho hubiera sido visto como un signo de debilidad. Recuerdo que una vez me contaron que si se maltrataba a un prisionero, aquello sería interpretado como un síntoma de que éramos demasiado débiles como para ceñirnos a las normas, de que estábamos demasiado asustados como para arriesgar cualquier posible ventaja que tuviéramos.

—¿De verdad? —Desjani lo miró sin ocultar su sorpresa.


Ajá.
—Geary dejó que sus pensamientos despegaran de allí por un momento y se posaran sobre el recuerdo de una sala y una conferencia muy lejana en el tiempo y en el espacio—. Eso es lo que me enseñaron, que ceñirse a las normas transmitiría una sensación de fortaleza y confianza. Supongo que es discutible. Pero en términos prácticos y a día de hoy, creo que, como mínimo, habrá alguien, en alguna parte, que pueda dispensar a los prisioneros de la Alianza un trato mejor como consecuencia de lo que hicimos nosotros. Y lo que es más importante para nosotros ahora mismo, puede que haya alguien contra el que nos tengamos que enfrentar que ya no tenga tanto miedo de rendirse en lugar de luchar hasta la muerte. Esa gente va a escuchar que el trato que dispensamos a los combatientes que se rinden es correcto, que evitamos infligir daño alguno sobre los civiles, que no dejamos un rastro de destrucción a nuestro paso por el sistema Corvus, que incluso cuando se nos provocó sin que mediase provocación por nuestra parte, nuestra única respuesta fue dirigida contra quienes ordenaron que nos atacaran por la espalda. En algún punto del camino, alguien del que puede que necesitemos algo alguna vez tal vez recuerde esto.

Desjani volvía a parecer confundida de nuevo.

—Puedo entender hasta qué punto eso podría darnos una ventaja la próxima vez que tratemos de conseguir suministros cuando pasemos por otro sistema síndico. Pero siguen siendo síndicos, capitán Geary. No van a cambiar su manera de actuar por el hecho de que nosotros obremos de un modo diferente.

—¿Ah no?. Supongo que es posible que sus líderes no. Entre usted y yo, todos los líderes síndicos que me he encontrado hasta el momento me parecen detestables. —Desjani sonrió abiertamente, sin duda reconfortada por la declaración de Geary—. Pero estoy seguro de que a cualquiera que oiga hablar de esta flota, o que la vea actuar, no le cabrá duda alguna de que no somos débiles. Sabrán que optamos por no cometer ciertos actos que podríamos haber cometido. —Geary miró a las estrellas y volvió a sentir un ramalazo gélido en su interior al pensar en el siglo de tiempo y acontecimientos que lo separaban de Desjani—. Que nuestros antepasados me asistan, Tanya, la población síndica es humana, también. Ellos tienen que estar sintiéndose igual de oprimidos por esta guerra. Tienen que estar hartos de enviar a sus hijos e hijas y maridos y esposas a morir en un conflicto que parece no tener fin. —Geary miró directamente hacia Desjani—. Asumámoslo, no tenemos mucho que perder dejando que el síndico de a pie sepa que nos comportamos de manera justa con ellos.

—¿Y qué me dice de los fanáticos que estaban ansiosos por morir? Seguramente volverían a hacer un intento parecido sin dudarlo.

—Es posible —aceptó Geary—. Pero partieron pensando en que tendrían una muerte gloriosa. En lugar de eso, regresaron a casa inconscientes y se encontraron con que sus naves habían sido utilizadas para destrozar sus propias bases. No hay nada glorioso en una cosa así. Es más, algunos de ellos encontraron incluso la muerte a manos de su propia gente. Tal vez eso haga que el próximo equipo de suicidas voluntarios muestren algo menos de entusiasmo. Cuando alguien está preparado para morir, matarlo no hace sino colmar sus propias expectativas. No me entienda mal, no dudaría en satisfacer su deseo llegado el caso, pero lo haría según mis reglas. No quiero que sus muertes sirvan de inspiración a nadie.

Desjani sonrió lentamente.

—Usted frustró el plan síndico de golpear de nuevo a esta flota y frustró el deseo de algunos fanáticos de morir en su intento de atacarnos. Ninguno de ellos consiguió lo que quería —resumió Desjani.

—No. —Geary volvió a mirar hacia las estrellas, preguntándose entre cuáles de ellas se encontrarían ahora los elementos principales de la flota síndica y hacia dónde se dirigían tales fuerzas en su intento por encontrar y destruir a la flota de la Alianza—. Si desean tanto morir por nuestra culpa, tendrán que buscarse otra oportunidad. Y si se da el caso, les daremos esa satisfacción. Pero bajo nuestras condiciones.

8

Nada.

Los tripulantes de la flota salieron del espacio de salto completamente alertas, preparados para lo peor, conscientes de que podrían encontrarse con campos de minas en su camino y de que podría haber incluso una flota síndica justo detrás de las minas. Sabían que podrían tener que pelear para abrirse paso entre esa flota si querían sobrevivir un día más. Pero únicamente el vacío saludó las nerviosas exploraciones de los sistemas de apuntado de la Alianza.

El sistema estelar Kaliban, hasta donde se sabía a raíz de los datos proporcionados por los mejores instrumentos que se encontraban a disposición de la Alianza, estaba completamente inerte. No se veía nada con vida por allí, ninguna nave en movimiento; ni se podía detectar aparato alguno, ni siquiera en modo de ahorro de energía, que emitiese la más imperceptible señal de calor. Allí había vivido gente hacía tiempo, pero ahora todo lo que había en Kaliban estaba frío, todo lo que había en Kaliban permanecía en silencio.

—No hay minas, demos gracias a nuestros antepasados —exclamó Desjani exultante—. Eso significa que no se esperaban para nada que viniéramos aquí. Se les ha adelantado, capitán Geary.

Supongo que sí. —La falsa modestia no tiene sentido. Si vinimos aquí fue porque yo lo dije y únicamente porque yo lo dije—. Kaliban está bastante muerto ahora mismo, ¿no?

—Nunca ha sido un lugar con mucha vida, la verdad —matizó Desjani.

Cinco planetas, dos de los cuales eran tan pequeños que apenas podrían ser considerados como tal. Todo era hostil para la vida humana porque las temperaturas o bien eran demasiado bajas o bien demasiado altas, por no mencionar que o no había atmósferas o, si las había, resultaban tóxicas. A eso se le sumaba el surtido habitual de rocas y bolas de hielo, si bien ni siquiera esas parecían muy numerosas o destacables en comparación con otros sistemas. Con todo, la gente había construido casas aquí. Kaliban no tenía nada de especial, excepción hecha de que la gravedad que proporcionaba su estrella permitía que funcionasen los puntos de salto. Geary podía imaginarse con facilidad la historia del hombre en el sistema Kaliban, porque era algo que se repetía sistemáticamente en un montón de sitios más.

Las naves se habían visto forzadas a pasar por Kaliban para llegar a otros sitios antes de la aparición de la hipernet. Y como pasaban naves, se había construido un astillero, o dos o tres para poder hacer frente a alguna urgencia y para proporcionar repuestos o servicios de mantenimiento a las naves que pasaban por allí, amén de otros servicios a las naves que se quedaban en el sistema para transportar tanto a los trabajadores como a sus familias. Los astilleros y las familias precisaban de algunos servicios, así que habían aparecido pequeñas ciudades en unos pocos lugares. Enterradas bajo el suelo de un mundo hostil o incrustadas en algún asteroide de cierto tamaño, aquellas instalaciones proporcionaban las cosas que siempre se habían proporcionado en las pequeñas ciudades. Algunas de las naves que pasaban por allí llevaban pasajeros o carga destinada a quedarse en Kaliban. Y, por supuesto, había minas para obtener materias primas allí mismo en lugar de tener que transportarlas desde otra estrella, y gente trabajando en las minas, y un gobierno local para mantener las cosas bajo control, y representantes de la autoridad central síndica para mantener al gobierno local bajo control.

El resto, Geary solo lo sabía por lo que había escuchado. Con la aparición de la hipernet las naves ya no tenían que pasar por Kaliban, ni por un sinfín de sistemas como Kaliban. Los astilleros habían tenido que cerrar, pues su medio de vida se había ido reduciendo poco a poco y, sin esos trabajos, las pequeñas ciudades habían comenzado a perecer. Una vez llegados hasta ese punto, no quedó razón alguna para ir a Kaliban, de no ser por los puntos de salto. Y lo que estaba claro era que ahora ya no había ningún motivo para quedarse en Kaliban.
¿Cuántos años aguantarían los últimos bastiones de la resistencia? Quizá no tantos. En un sistema síndico, todo el mundo trabajaría como empleado de alguna empresa, y las empresas recortan las pérdidas mucho antes de que a la mayoría de la gente le entren ganas de rendirse a título individual. Ahora ya no queda nadie. Todas las instalaciones que se pueden ver por aquí están frías. No hay uso de energía, ni sistemas medioambientales en funcionamiento. Lo han cerrado todo. Supongo que la última persona que salió de Kaliban se acordó de apagar la luz.

Si la vara de medir fuera la esperanza de vida de una estrella, la presencia humana en Kaliban había durado un abrir y cerrar de ojos absolutamente imperceptible. Por alguna razón, ver aquello y ser consciente de la situación de aquel sistema le devolvió a Geary aquella sensación gélida en su interior.

Acto seguido se sacudió aquella sensación de encima. Si había algo que todo tripulante aprendía enseguida era que todo lo que rodeaba al espacio era inhumano. Su vasta extensión, su vacío, la muerte que escondía en todas partes excepto en aquellos lugares muy, muy pequeños en medio del vacío en los que los humanos podían caminar sobre la superficie de un planeta con el viento golpeándoles la cara desnuda y con la posibilidad de respirar. «No es malo ni bueno», rezaba un dicho antiguo, «simplemente es».

«El espacio es demasiado grande para nosotros y a sus ojos solo duramos lo que un breve pestañeo», le dijo un día un antiguo jefe a Geary cuando él era tan joven que casi le dolía recordarlo. «Un día, sea el que sea, podría llevársete a ti, porque aunque no le importamos, nos matará en un instante si tiene la posibilidad. Entonces, si las oraciones que dirigiste a las estrellas obtienen respuesta, conseguirás vivir para siempre rodeado por su luz y su calor. Si no, más te vale haber aprovechado bien la vida que tuviste. A propósito, ¿te he hablado en alguna ocasión de la vez que mi vieja nave visitó Virago? Esa sí que fue una buena fiesta.»

Geary se dio cuenta de que estaba sonriendo, recordando a aquel viejo jefe suyo y las historias, a menudo extravagantes, que contaba.

—Capitana Desjani, tengo intención de poner la flota a orbitar en torno a Kaliban. Por favor, hágame saber si tiene usted alguna recomendación especial concerniente a la órbita exacta —pidió Geary.

Desjani lo miró medio sorprendida.

—¿Vamos a quedarnos aquí? —inquirió.

—El tiempo suficiente como para ver qué clase de equipamiento y de materiales podrían haber dejado abandonados los síndicos. —Geary había estado revisando el estado de las naves de la flota durante el salto desde Corvus y no le había alegrado mucho ver cómo algunas naves se estaban quedando tan solo con lo básico. Todavía no había nadie acercándose al punto crítico, pero tampoco estaban para nada cerca de casa. Y había otra cosa que Geary tenía que hacer y para la que precisaba que las naves estuvieran en espacio normal. Algo que tenía que hacer antes de que la flota se dispusiese a librar una nueva batalla.

Desjani asintió con la cabeza.

—Menos mal que quedaban reservas de comida en la base síndica de Corvus. No parece muy probable que vayamos a encontrar mucha comida por aquí —señaló la capitana.

—Estoy de acuerdo. —Geary examinó las opciones que se le presentaban y después ordenó a sus naves que redujeran la velocidad hasta la centésima parte de la velocidad de la luz para permitir que la flota de la Alianza se adentrase lentamente hacia el interior del sistema Kaliban. Eso daría tiempo para evaluar los datos que obtuvieran los sensores de la flota acerca de las instalaciones síndicas clausuradas en ese sistema. Tiempo suficiente para saber qué se podían haber dejado los síndicos por allí que pudiera resultarle útil a su flota. Y tiempo para hablar con los comandantes de sus naves.

En ese momento llamó el capitán Duellos.

—Recomiendo situar cruceros de batalla otra vez a la salida del punto de salto para protegerlo —sugirió Duellos.

Geary meneó la cabeza.

—Esta vez no. Quiero que la flota permanezca unida. No podemos adoptar una posición para explotar al máximo lo que hayan abandonado los síndicos en este sistema y otra posición para mantener una fuerza de vigilancia en la salida del punto de salto —explicó Geary.

—Muy bien, capitán Geary —admitió Duellos.

Desjani le lanzó al capitán una mirada difícil de descifrar.

—A Duellos nunca le gustó el almirante Bloch, ya sabe a qué me refiero —desveló la capitana.

—No lo sabía —reconoció Geary.

—No tenía la sensación de que Bloch tomase las decisiones muy inteligentes. Resulta interesante ver cómo Duellos acepta sus decisiones con tanta predisposición —agregó Desjani.

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