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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Intrépido (33 page)

BOOK: Intrépido
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Rione no adoraba a Geary y probablemente no se sorprendería demasiado si escuchara las preocupaciones del capitán. Es más, hasta podría tener algún buen consejo que darle, ya que hasta el momento a Geary le había impresionado para bien su capacidad de raciocinio. Con todo, seguía sin saber hasta dónde se podía fiar de la copresidenta de la República Callas. Lo último que le hacía falta era contarle sus secretos a una política capaz de canjearlos por cualquier ventaja que pudiera lograr a cambio de revelarlos.

Nadie con quien poder hablar, nadie con quien poder compartir la carga del poder.

Bueno, aquello no era del todo cierto. De hecho, había alguien a quien le debía una conversación. Anda que estoy yo bueno. Me pongo a hablar de honrar a nuestros antepasados cuando ni siquiera yo les he presentado mis respetos desde que me despertaron de mi hibernación de supervivencia.

Geary solicitó que se le facilitasen indicaciones para dirigirse hacia la zona derecha del
Intrépido
. pues estaba seguro de que aunque todo lo demás pudiera haber cambiado, aquel debía de seguir siendo el sitio que estaba buscando dentro de la nave. Y allí estaba. El capitán comprobó la hora para asegurarse de que la zona no iba a estar atestada de gente en ese momento y se levantó de la silla, se alisó el uniforme, respiró hondo y se dirigió a la zona ancestral.

Dos pisos más abajo y cerca del eje central del
Intrépido
se alzaba el lugar al que Geary se dirigía, ubicado en una de las zonas más protegidas de la nave. Geary se detuvo en el exterior de la escotilla que daba paso a la zona ancestral y dio gracias por que no hubiera nadie allí presente viéndolo entrar. Acto seguido empujó la escotilla y se encontró de frente con una serie de pequeñas habitaciones que le resultaban reconfortantemente familiares. Geary escogió al azar una que no estaba ocupada, cerró con cuidado la puerta insonorizada y después se sentó en el tradicional banco de madera que estaba frente al pequeño estante en el que solo quedaba una única vela. El capitán cogió el encendedor del estante, alumbró la candela y después se sentó a observarla en silencio durante un rato.

Al final, soltó un suspiro.

—Distinguidos antepasados. Les pido disculpas por haber tardado tanto en venir —se excusó Geary, hablando con los espíritus que supuestamente habían sido atraídos por la luz y la calidez de la vela—. Debí haber rendido honores a mis antepasados hace algún tiempo, pero como estoy seguro que ya saben, he estado algo ocupado. Y he estado solventando muchas cosas a las que nunca pensé que me tendría que enfrentar. Sé que no es excusa, pero espero que acepten mis disculpas.

Geary hizo una pausa.

—Tal vez se pregunten dónde he estado todo este tiempo. Tal vez lo sepan ya. Tal vez Michael Geary ya se haya unido a ustedes a estas alturas si, como me temo, acabó falleciendo en su nave. Permítanme decirles que se pueden sentir orgullosos de su actuación. Por favor, díganle que me hubiera gustado compartir más momentos con él.

»Han pasado muchas cosas desde la última vez que hablé con ustedes. Ha habido muchos cambios. La mayoría de ellos, si no todos, parecen haber sido para peor. Así lo creo yo, vamos. No puedo fingir que no necesito todos los consejos y todo el consuelo que pueda obtener en estos momentos. Les agradeceré cualquier cosa que me puedan proporcionar. Gracias por cualquier ayuda que nos hayan podido proporcionar para permitirnos llegar hasta aquí.

Geary volvió a hacer una nueva pausa, preguntándose, y no era aquella la primera vez que lo hacía, por qué el hablar con sus antepasados casi siempre le acababa reconfortando. El capitán nunca se habría descrito a sí mismo como un fervoroso creyente de ninguna clase, pero así y todo siempre le daba la sensación de que en esas ocasiones había alguien que lo escuchaba. Además, si un hombre no puede confiar ciegamente en sus antepasados, ¿de quién se puede fiar entonces?

—Esto es muy difícil. Lo estoy haciendo lo mejor que puedo, pero no estoy completamente seguro de que con esto sea suficiente. Hay un montón de gente que depende de mí. Algunos de ellos van a morir. No puedo fingir que algo así simplemente no va a ocurrir. Incluso si de algún modo logro hacer absolutamente todas las cosas bien, será inevitable perder algunas naves antes de que esta flota regrese a casa. Así que si cometo algún error… —Geary se detuvo, pensando en el
Resistente
—. Si cometo más errores, muchas de estas personas podrían acabar muertas.

»Queda mucho camino por recorrer hasta llegar al espacio de la Alianza. Ni siquiera puedo estar seguro de qué es lo que nos vamos a encontrar si logramos regresar hasta allí. Con suerte, podré arrastrar a suficientes naves de la flota de los Mundos Síndicos detrás de nosotros como para que no puedan explotar nuestra derrota en el sistema interior síndico. Pero no tengo manera alguna de saber si los síndicos habrán salido a por la Alianza haciendo uso de la ventaja conseguida después de su victoria y tras dejarnos aquí atrapados, no al menos hasta que estemos lo suficientemente cerca de casa como para tener alguna opción de conseguir datos que los servicios de Inteligencia hayan recabado de manera relativamente reciente.

Geary hizo una nueva pausa.

—No es que esté preocupado por lo que me pueda pasar a mí. Tengo la sensación de que debería haber muerto hace un siglo. Pero no puedo sucumbir a esa sensación porque sí que me preocupa lo que le pase a la gente que ha depositado tanta fe en mí. Por favor, ayúdenme a tomar las decisiones correctas y a hacer las cosas bien para que pierda la menor cantidad de naves y de tripulantes posible. Juro que intentaré con todas mis fuerzas hacer lo correcto por ustedes y por los que siguen con vida.

Geary permaneció sentado durante un rato más todavía, observando cómo ardía la vela, y después se acercó hasta ella, apagó la llama con un soplido, se levantó y salió caminando de la habitación.

Al abandonar la zona, varios tripulantes lo vieron salir. Geary movió la cabeza a modo de saludo mientras ellos lo observaban como sobrecogidos. Joder, yo tendría que ser uno de esos antepasados muertos con los que habla la gente en lugar de un hombre de carne y hueso que va caminando por estos pasillos. Y ellos lo saben.

Pero los tripulantes no actuaban como si hubieran visto a alguien que no encajaba en aquel lugar. Un par de ellos lo saludaron con la rigidez torpe de quien acaba de aprender a hacer el gesto. Geary se encontró a sí mismo sonriendo al devolver los saludos. Entonces se percató de cómo un fogonazo de pavor atravesaba los ojos de los otros dos tripulantes y su sonrisa se desvaneció. Su propia gente no debería tenerle miedo.

—¿Algo va mal? —indagó Geary.

El tripulante al que dirigió la pregunta se puso blanco.

—N…no, señor —balbuceó el tripulante.

Geary se quedó mirando a aquel hombre un momento.

—¿Está seguro? Parece preocupado por algo. Si necesita que lo hablemos en privado, tengo algo de tiempo —instó el capitán.

El hombre seguía buscando una respuesta cuando su acompañante se aclaró la garganta para tomar la palabra.

—Señor, no es nada que nos incumba —explicó.

—¿De veras? —Geary miró a su alrededor, escrutando el desasosiego de los demás—. Me gustaría saber qué los preocupa de todas formas.

La mujer también palideció ligeramente, pero después volvió a intervenir, esta vez con voz entrecortada.

—Es solo verlo aquí. La gente hace comentarios —farfulló.

—¿Comentarios? —Geary trató de no fruncir el ceño. No le gustaba hacer de su fe un espectáculo público, pero esto parecía ir más allá—. ¿Qué tipo de comentarios?

Uno de los tripulantes que lo había saludado le respondió mientras lanzaba a sus atemorizados compañeros una mirada de hastío.

—Señor, nadie lo había visto aquí desde que, esto, desde que lo recogimos. Y desde que abandonamos el sistema interior síndico, así que, bueno, la verdad, señor, había gente que creía que tal vez lo que había ocurrido allí tenía algo que ver con el hecho de que no se hubiera prodigado por aquí.

Geary esperaba que su apariencia no revelase lo molesto que se sentía en realidad por la vaguedad de aquella explicación.

—¿Con qué en concreto? —Entonces se le encendió la bombilla—. Se refiere al
Resistente,
¿verdad? —La expresión de los tripulantes le sirvió de respuesta mejor que cualquier palabra que hubieran podido articular—. Pensaban que todo se debía a que mi resobrino probablemente hubiera muerto a bordo del
Resistente.

Geary bajó la vista, pues por un momento no deseó mirar a los demás, y meneó la cabeza.

—¿Creían que tenía miedo de venir aquí y tener que enfrentarme a él? ¿Enfrentarme a qué? —Geary levantó la cabeza y una vez más pudo leer la respuesta en sus rostros—. No sé cuánto saben de toda esta historia, pero el capitán Michael J. Geary se ofreció como voluntario para retrasar al
Resistente
y contener a los síndicos. Si no lo hubiera hecho, es probable que me hubiera visto obligado a ordenárselo, pues esa habría sido mi responsabilidad, pero yo no di tal orden. No tuve que hacerlo. Tanto él como su tripulación se sacrificaron voluntariamente por todos nosotros.

A juzgar por sus rostros, Geary se dio cuenta de que aquello era algo que desconocían. Estupendo. Así que habían estado pensando que fui yo mismo el que mandé a mi propio resobrino hacia la muerte. La putada de todo esto es que hubiera podido darse el caso de que me viera obligado a hacerlo.

—No tengo nada que temer a la hora de ponerme cara a cara con mis antepasados. Nada más que cualquiera de los demás, supongo. Han pasado muchas cosas. Esa es la razón por la que no he bajado aquí antes —explicó Geary.

—Por supuesto, señor —replicó un tripulante de inmediato.

—Usted no le tiene miedo a nada, ¿verdad, señor? —preguntó otro azorado.

Uno de mis admiradores, pensó Geary. ¿Y cómo contesto yo a una pregunta así?

—Como cualquier otro, mi único miedo es no hacerlo lo mejor que sé. Y me sirve para no dejar de tener los pies en la tierra. —Geary sonrió de oreja a oreja para dar a entender que era un chiste y los tripulantes se rieron como si les hubieran dado permiso para ello. Ahora lo único que tenía que hacer era desembarazarse de la conversación todo lo rápido que pudiera sin que aquello resultase demasiado obvio—. Discúlpenme por haberlos distraído de sus ocupaciones.

Los tripulantes ofrecieron toda una retahíla de respuestas haciéndole ver que la culpa era suya y después le abrieron paso. En ese momento se dio cuenta de que los dos tripulantes que hasta hace nada estaban tan preocupados parecían ahora mucho más cómodos en su presencia. Para su sorpresa, se dio cuenta de que él también se sentía más cómodo a su lado. Quizá, a su manera, Geary se había estado haciendo el remolón a la hora de afrontar lo que le había pasado al
Resistente;
pero, al confesar abiertamente sus sentimientos a los demás, en cierto modo parecía haberlo aceptado.

Geary caminó hacia su camarote con la sensación de que las cargas que pesaban sobre él eran, por un instante, más ligeras.

—Capitán Geary, ¿puedo hablar en privado con usted?

Geary cerró la ventana sobre la que estaba trabajando, una de las simulaciones que quería que la flota utilizara a modo de práctica para la batalla una vez que llegara a Kaliban. Se trataba de un programa antiguo, uno de cuyos primeros precursores había estado familiarizado Geary hacía ya mucho; pero incluso esta versión mucho más novedosa no había sido actualizada desde hacía un tiempo. Geary quería que los parámetros de la simulación coincidieran con el estado actual de la flota y con las capacidades de la flota síndica a día de hoy, que él mismo había sido capaz de comprobar. Con todo, seguía quedando tiempo de sobra para terminar aquella tarea antes de que la flota llegase a Kaliban, mientras que resultaba evidente que la capitana Desjani estaba restando tiempo de sus obligaciones como oficial al mando del
Intrépido
para hablar con él ahora mismo.

—Por supuesto —concedió Geary.

Desjani hizo una pausa como si estuviese ordenando sus ideas.

—Sé que esto ocurrió hace casi una semana, pero si le soy sincera esperaba que me dijera por qué optó por poner a salvo a los tripulantes de los buques mercantes síndicos. Comprendo sus teorías al respecto de cómo tratar a los prisioneros, pero esos individuos no estaban de uniforme. Su atuendo era civil. Lo que los convertía en saboteadores, como mínimo, y esa gente no puede beneficiarse del derecho de la guerra. —Parecía que Desjani había terminado, pero se apresuró a añadir una frase más—. No estoy cuestionando su decisión, por supuesto.

—Capitán Desjani, doy por descontado que acudirá a preguntarme cuando no entienda por qué hago alguna cosa. En esos casos tal vez usted sepa algo que yo no sé y, en cambio, debería saber. —Geary puso los ojos en blanco por un momento y se acarició la frente en un intento por aliviar la tensión que manaba de su interior—. Tiene usted razón, por supuesto, cuando afirma que no estábamos obligados a intentar salvar las vidas de esa gente. De hecho, podríamos haberlos ejecutado a todos ellos y no tendríamos que responder ante nadie, pues sería legítimo. —Su amplia sonrisa se torció—. No es que me lo haya preguntado directamente, pero yo se lo contestaré de todas formas. Estoy seguro de que sus antepasados y los míos no nos habrían mirado con desaprobación si hubiésemos tratado a esos síndicos con mucha más severidad, ni si les hubiéramos dejado secuelas más permanentes.

Geary pudo ver cómo la sorpresa inundaba los ojos de Desjani.

—¿Entonces, por qué, señor? Su plan era matar a muchos de nuestros tripulantes y destruir o inutilizar parte de nuestras naves, y pretendían hacerlo además en un ataque por la espalda y disfrazados de civiles. ¿Por qué mostrar piedad con ellos? —interrogó Desjani.

—Esa es una pregunta muy cabal. —Geary suspiró y movió la mano hacia el paisaje estelar que seguía visualizándose en una de las paredes—. Podría decirse que en ocasiones al alma le sienta bien mostrar piedad cuando esta ni se exige ni se espera. No sé usted, pero a veces creo que mi alma precisa de toda la ayuda que le pueda conseguir. —Desjani pareció momentáneamente aturdida, pero después sonrió como si hubiese llegado a la conclusión de que Geary estaba bromeando—. Pero esa no es ni mucho menos la única razón —continuó el capitán—. Tenía motivos muy prácticos para dejarles marchar.

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