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Authors: Ava McCarthy

Jugada peligrosa (10 page)

BOOK: Jugada peligrosa
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Harry dio un trago.

—Mira, siento mucho todo ese asunto de Ashford. —Respiró hondo—. Y también lo de antes, cuando no estaba muy comunicativa contigo. A veces me pasa.

Dillon estaba ocupado con su sándwich.

—No te preocupes, no tienes por qué explicármelo todo si no quieres.

Harry suspiró. Ahora podía contárselo.

—Es por mi padre. Creo que tiene algo que ver con esto.

Dillon frunció el ceño.

—¿Con qué? ¿Con el asalto a tu apartamento?

—Con todo.

—¿Con el tipo de la estación también? Es de locos. ¿Por qué?

—Por las palabras que dijo. La operación Sorohan, el dinero. Todo apunta hacia mi padre.

—No lo capto.

Harry le miró fijamente.

—La operación Sorohan es la que le explotó a mi padre en las manos y lo llevó a la cárcel.

La expresión de Dillon indicó que empezaba a entenderlo todo.

—Oh, ya veo. Pero ¿qué...?

Harry negó con la cabeza.

—No me preguntes nada más, aún no lo comprendo. Ya sabes cómo me pongo con el tema de mi padre.

Dillon volteó los ojos.

—Sí. Irritable.

Ella sonrió y se encogió de hombros.

—Bueno, sí.

—¿Se lo has comentado a la policía?

Harry se acordó del silencioso agente que había estado en su apartamento aquella tarde. Negó con la cabeza.

—No puedo. A lo mejor reabren la investigación si saco el tema.

—Bueno, él ya está en la cárcel. ¿Qué más pueden hacerle?

Harry dejó su sándwich. Se había quedado sin hambre de repente.

—Va a salir ya.

—Pensaba que debía cumplir ocho años.

—Reducción de condena. —Harry hablaba como si se le estuviera cerrando la garganta—. Puede quedar en libertad en cualquier momento.

Dillon parecía seguir el hilo.

—Así que si reabren el caso, ¿la reducción podría quedar aplazada?

—O anulada.

Hubo un silencio. Sentía los ojos de Dillon clavándose en ella.

—Escucha, tienes que hablar con tu padre —dijo—. Hace meses que te lo recuerdo.

Harry negó con la cabeza y se quedó mirando fijamente la copa. La cogió con la mano ahuecada e hizo girar el líquido dorado de su interior.

—Cuando era niña, creía que él era fantástico. Hacía promesas maravillosas, y las que cumplía eran realmente mágicas. —Trazó una marca con la uña que atravesó las estrías del cristal tallado al diamante—. Casi compensaban las decepciones por las promesas que olvidaba.

—Todo indica que los dos estabais muy unidos.

Harry sonrió.

—A mi hermana Amaranta le preocupaba. Cuando yo tenía cinco años, me explicó que nuestros padres me encontraron en la calle cuando era un bebé. Me aseguró que pensaron en quedarse conmigo durante un tiempo pero, más tarde, decidieron venderme a los vecinos.

Dillon rió.

—La típica broma de hermana mayor.

—El problema fue que la creí. Durante meses me sentí una intrusa en mi propio hogar. Además, mi madre se mostraba distante conmigo por otros motivos, lo cual no ayudó. Al final se lo solté todo a mi padre y me lo aclaró. Supongo que, desde entonces, lo consideré como una especie de aliado.

Dillon tomó un sorbo de brandy.

—¿Y todo cambió cuando lo detuvieron?

Negó con la cabeza.

—Me cansé mucho antes de eso. Cuando sufres constantes decepciones acaba por afectarte. Su ingreso en prisión significó una especie de final. —Se encogió de hombros y sonrió—. No podemos elegir a nuestros padres, ¿verdad?

—Supongo que no, aunque en mi caso se puede decir que mis padres me eligieron a mí.

Harry arqueó las cejas.

—Me adoptaron —explicó—. Mis padres adoptivos no podían tener hijos, así que me acogieron de bebé. Pero cuando tenía dos años mi madre quedó embarazada milagrosamente.

—No digas más. Se centraron en su hijo biológico y eso te creó un montón de complejos.

Dillon hizo una breve pausa.

—Puede que durante un tiempo. Desde luego, sé lo que es sentirse como un forastero en tu propia casa. —Se encogió de hombros—. Pero después intentaron arreglarlo y acabaron por compensármelo excesivamente. Recibí toda su atención y mi hermano fue el que se convirtió en un acomplejado. Al final, perdió el norte: drogas, cárcel y todo eso.

Harry bebió un trago de brandy. No sabía muy bien qué decir.

—Por lo visto, los dos tenemos familias con un pasado turbio.

—Eso parece.

Harry extendió el brazo para mostrar la habitación.

—Bueno, no te ha afectado. Mira esta casa. Es alucinante.

A Harry le empezaron a zumbar los oídos y se preguntó si estaría algo borracha.

—No está mal.

Dillon tenía aspecto de estar satisfecho de sí mismo. Harry recorrió la estancia con la mirada.

—Por cierto, parece que pasas la mayor parte de tu tiempo aquí.

Su sonrisa se desdibujó ligeramente.

—No cuando tengo invitados, o sea, casi todo el tiempo. Cuando estoy solo, me permite aislarme del mundo. Muros altos, verjas electrónicas... Si hay algo que el dinero puede comprar, es la intimidad.

—O el aislamiento —apuntó Harry, e inmediatamente se arrepintió.

Dillon frunció el ceño y se levantó.

—Vamos, pareces agotada. Deberías descansar un rato.

Tomó su mano y la ayudó a levantarse. Ella se quedó un momento mirándole cara a cara, sólo a unos centímetros de él, con el calor de sus cuerpos mezclándose. Dillon dio media vuelta y se dirigió hacia las cristaleras al otro lado de la habitación haciéndole señas para que le siguiera.

—Pero antes quiero enseñarte algo.

Capítulo 14

Lo primero que notó Harry al cruzar la puerta fue un penetrante aroma que le recordaba al de los árboles de Navidad. Flotaba en el aire como el que desprenden los eucaliptos, y al momento le despejó la cabeza.

Entornó los ojos y esforzó la vista hasta que se adaptó a la penumbra. Entonces lo distinguió. Totalmente negro, en el centro de la superficie del césped, se alzaba un gigantesco muro de seto de unos tres metros y medio, más ancho que un campo de fútbol.

—¡Dios mío! —exclamó Harry—. ¿Es un laberinto?

Mientras hablaba, la luz de la luna traspasó las nubes y le permitió apreciar aquella densa plantación de hoja perenne en forma de enorme rectángulo cercado que se extendía tanto a lo largo como a lo ancho. Debía de haber más de media hectárea de setos allí fuera.

—¿A que es impresionante? —dijo Dillon—. Los anteriores propietarios lo plantaron hace veinte años. Tenía que hacerme con él. Vamos, deja que te lo enseñe.

Empezó a caminar con decisión por el césped; sus pasos se escuchaban levemente sobre la hierba seca. Harry lo siguió y se detuvo enfrente de una bandera triangular de color rojo que indicaba la entrada al laberinto. Como siempre que ponía a prueba su sentido de la orientación, estaba muy confusa.

—Me siento como si tuviera que sacar un seis para empezar —afirmó.

Dillon rió.

—Apresúrate, antes de que deje de brillar la luna. Quiero mostrarte lo que construí en el centro.

Lo siguió hacia dentro. Aquella aromática fragancia a conífera se tornó más intensa en el interior del laberinto. A su alrededor se alzaban unos setos curvados e imponentes. El agreste camino arcilloso era bastante estrecho, así que se vieron obligados a caminar en fila.

Dillon tomó un giro cerrado a la izquierda y Harry se apresuró para no perderse. El camino dibujaba un pronunciado arco, y de repente Dillon desapareció. La luz de la luna era cada vez más débil y a Harry le escocía la piel. Aceleró el paso.

—¿Y qué haces si alguien se pierde aquí? —gritó.

—Le guiamos desde la atalaya. —Se le oía cerca, a un metro más o menos—. Domina todo el laberinto. Pero si te pierdes, limítate a seguir la regla de la mano izquierda.

—¿El qué?

Harry siguió el mismo camino sin dejarse tentar por los giros a la izquierda o a la derecha.

—Pon la mano izquierda en el seto, sigue el muro y continúa andando. Acabarás saliendo.

En aquel momento, la luz de la luna ya había desaparecido por completo y los setos se convirtieron en muros negros. Harry avanzó las manos para tomar a tientas las curvas sin visibilidad.

—No te preocupes, parece peor de lo que realmente es —aseguró Dillon—. En gran parte, es sólo una ilusión óptica.

Harry titubeó al caminar. Ilusión óptica. Aquellas palabras hicieron saltar una chispa en su cabeza, y de repente le asaltó la imagen de los doce millones de euros en su cuenta bancaria.

—¿Qué quieres decir?

—Los caminos están diseñados para conducir a las personas por la ruta equivocada. Artimañas psicológicas. —Se le oía a unos tres o cuatro metros, pero Harry no sabía si a la derecha o a la izquierda—. Por ejemplo, la gente tiende a evitar los caminos que parecen retroceder. Cosas así.

Harry intentó establecer alguna relación entre todo aquello y su cuenta corriente. ¿Podía tratarse de alguna clase de trampa? Una parte de su cerebro había trazado una conexión entre los dos temas, pero desconocía la razón.

Se escucharon unos pasos sobre el barro por detrás. Frunció el ceño. ¿Dillon la había rodeado? Se volvió, pero lo único que vio fue el espeso seto. Un escalofrío le recorrió la espalda y se dispuso a acelerar el paso.

—¿Conoces la historia del rey Minos y el Laberinto?

La voz de Dillon se hacía cada vez más imperceptible.

—¿El rey qué?

—Una antigua leyenda griega. El rey Minos de Creta construyó una edificación laberíntica con calles y encrucijadas, el Laberinto. Lo utilizó como una prisión para el Minotauro.

En la oscuridad, percibió la fuerte respiración de alguien a sus espaldas. Lanzó una mirada pero sólo pudo distinguir el seto. ¿Dónde diablos estaba Dillon?

—¿Minotauro?—gritó.

Le desagradó aquella nota de pánico en su voz.

—Un monstruo que come hombres, mitad humano y mitad toro.

Echó a correr por el estrecho camino. Oía los pasos por detrás más fuertes y más rápidos; la respiración se aceleraba. Harry se giró de nuevo y miró con detenimiento el oscuro camino vacío.

—¿Dillon? ¿Eres tú?

Silencio. Una paloma torcaz arrullaba en lo alto. Los pasos se habían detenido. ¿Habrían sido imaginaciones suyas?

—¿Harry?

Empezó a dar vueltas al escuchar la voz de Dillon y aguzó el oído para localizarlo. Estaba lejos, a la izquierda.

—¡Espérame ahí! —Tambaleándose, Harry tomó una curva—. Sigue hablando para que pueda encontrarte.

—¿Estás bien?

—¡Sigue hablando! —Arrancó a correr con el corazón desbocado—. Continúa con la historia del Minotauro.

—De acuerdo. Bien, el rey encerró al Minotauro en el centro del Laberinto y cada año sacrificaba a siete jóvenes y siete muchachas en aquel lugar. —Su voz se escuchaba con más intensidad, debía de estar muy cerca—. Se perdían dentro, y al final el Minotauro los acababa devorando.

Se oyeron unos pasos pesados que seguían el camino que había recorrido. Harry soltó un grito ahogado. Dobló una esquina; estaba mareada por la desorientación. El sonido de un jadeo irregular a su espalda rasgaba la oscuridad. El camino empezó a describir una espiral con curvas tan cerradas que sólo podía ver lo que tenía a unos centímetros por delante. Algo cálido y húmedo le tocó el hombro por detrás. Harry chilló, se lo quitó de encima y se puso a correr más deprisa.

—¿Te encuentras bien? —Escuchaba a Dillon en algún lugar al frente—. ¡Quédate dónde estás, voy a buscarte!

Harry salió dando tumbos de la espiral y fue a parar a un cruce. ¿Izquierda o derecha? Aquellas pisadas parecían de algún animal. «Un monstruo que come hombres, mitad humano y mitad toro.» Borró aquella imagen de su mente y escogió la bifurcación a la izquierda. El laberinto la condujo hasta otro serpenteante vórtice.

Se abrió paso por el camino apoyándose en los setos, cuyas rugosas ramas le cortaban las palmas de las manos. Una rama se partió y ella tropezó; su débil rodilla no le respondía. Se oía a alguien moverse y resoplar entre los setos, detrás de ella. Consiguió ponerse de pie, pero la cabeza le daba vueltas.

Apartó la mirada del sinuoso camino y se concentró en el seto. Agarrándose a los troncos leñosos, recorrió con dificultad las tortuosas curvas. De pronto, aquella espiral se detuvo y Harry, haciendo eses, entró en un tramo de camino más ancho. Ganó velocidad y, al girar en la primera esquina, chocó contra el pecho de alguien y gritó.

—¡Harry!

Dillon la cogió de los hombros.

El corazón le golpeaba el pecho. Se agarró a él.

—Hay alguien ahí, viene corriendo.

El escrutó con la mirada hacia el camino que la había conducido hasta allí. Aquel murmullo y el resoplido se oían más cerca que nunca. De repente, se hizo el silencio.

—¿Qué diablos...?

Dillon la apartó de delante y dio un paso hacia el lugar de donde provenía el ruido.

Harry le tiró del brazo.

—¡No!

¿Qué se escondía detrás de aquellos setos?

Dillon la miró y volvió la vista hacia el laberinto. Parecía dubitativo. Finalmente, le cogió la mano.

—Por aquí.

La llevó por un estrecho camino y se sumergieron en una serie de curvas aleatorias, o al menos eso creyó Harry, que corría detrás de él por el zigzag del laberinto; Dillon nunca titubeaba al orientarse. Las ramas le raspaban los brazos y la cara cuando se topaba con los setos. Entonces, el camino se enderezó y encontraron una abertura en el muro. La atravesaron juntos y salieron del laberinto. Dillon tiró de ella por el césped. Harry echó un vistazo hacia atrás, en dirección a aquel gigantesco seto que se erigía como una fortaleza negra. Siguió a Dillon alrededor de la casa hasta donde estaba aparcado el Lexus.

Capítulo 1
5

Leon giró el sobre y lo examinó. Era fino y blanco, con la palabra «PERSONAL» impresa sobre el marco de celofán que encuadraba su dirección postal. Se trataba de la clase de sobre que normalmente hubiera tirado en algún rincón junto con el resto de facturas impagadas, pero en esta ocasión existía una importante diferencia: la carta era para Harry Martínez.

Se hundió en el raído sofá y empezó a darse golpecitos en una mano con el sobre. Las cortinas de su habitación estaban cerradas aunque casi era mediodía, y el ambiente olía a sábanas añejas y patatas fritas.

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