Ya en los túneles de acceso, dedicó una amplia sonrisa a un oficial Sardaukar que corría hacia él, con su uniforme negro y gris de comandante desaliñado.
—No os esperábamos, conde Fenring.
El joven comandante de las legiones imperiales, Cando Garon, levantó un brazo como para saludar al ministro de la Especia. Sin embargo, Fenring aferró la gruesa mano del oficial y la sacudió con la mano enguantada que había utilizado para estrangular al buhonero.
—Nunca deberíais esperarme, comandante Garon, pero siempre deberíais estar preparado para recibirme, ¿ummm?
El soldado aceptó la leve reprimenda con elegancia y se volvió para acompañar al agente del emperador hasta las instalaciones de investigación.
—Por cierto, comandante, vuestro padre se encuentra bien. El Supremo Bashar está llevando a cabo el trabajo más importante de su carrera.
El joven Garon enarcó las cejas.
—¿De veras? Aquí estamos aislados, y rara vez recibo noticias de él.
—Sí, ummm, el emperador le mantiene ocupado destruyendo planetas. Zanovar ha sido su última obra. No queda ni un alma viviente.
Fenring esperaba alguna reacción, pero el joven comandante se limitó a asentir.
—Mi padre siempre es minucioso. Tal como ordena Shaddam. Haced el favor de darle recuerdos de mi parte cuando regreséis a Kaitain.
Un vehículo sobre raíles privado les condujo a través de la metrópoli subterránea.
—He venido para asistir a una nueva serie de pruebas. ¿El investigador jefe está preparado para empezar? Tenía que tomar ciertas, ummm, medidas.
Garon iba sentado muy tieso en su asiento.
—Tendremos que preguntarle. Hasta el momento, señor, la producción de especia sintética marcha muy bien. El investigador jefe parece muy entusiasmado y satisfecho. —Garon mantenía la vista clavada en el frente, y muy pocas veces miraba a su acompañante—. Con extrema generosidad, ha proporcionado muestras de especia sintética a mí y a mis hombres. Da la impresión de que es un éxito completo.
Esto sorprendió a Fenring. ¿Qué estaba haciendo Ajidica, probando amal con las legiones Sardaukar sin autorización?
—La sustancia aún no ha recibido la aprobación definitiva, comandante.
—No se han observado secuelas negativas, señor. —Estaba claro que el comandante Sardaukar no estaba dispuesto a rechazar posteriores suministros de la droga para él y sus hombres—. Ya he enviado un mensaje al emperador, y creo que está complacido con nuestros logros. El amal potencia en gran medida nuestro vigor y eficacia. Mis soldados están muy satisfechos.
—La satisfacción no está incluida en vuestra misión, ¿verdad, ummm?
Cuando el vehículo se detuvo en el complejo de investigaciones, un silencioso Garon le acompañó al interior, aunque Fenring lo había visitado muchas veces. Era como si hubieran ordenado al oficial Sardaukar que le vigilara.
Pero cuando Fenring entró en la oficina principal, se detuvo sorprendido. El comandante Cando Garon estaba al lado de un sonriente Ajidica. Fenring miró al hombre que le escoltaba: eran idénticos, hasta el último detalle.
—Garon, os presento a Garon —dijo el investigador jefe.
El oficial que había al lado de Ajidica se adelantó para estrechar la mano de su duplicado, pero el Sardaukar que había acompañado a Fenring (el verdadero Garon, sin duda), no quiso participar en la charada. Retrocedió para evitar todo contacto con el impostor.
—Un simple Danzarín Rostro. —Ajidica exhibió la dentadura cuando sonrió—. Podéis retiraros, comandante. Gracias por acompañar al conde Fenring.
El soldado se marchó, con el ceño fruncido.
Ajidica enlazó las manos, pero no invitó al conde a sentarse en el perrosilla que había junto al escritorio. De todos modos, Fenring tomó asiento, mientras miraba con suspicacia al falso Sardaukar.
—Hemos estado trabajando día y noche, conde Fenring, con tal de producir cantidades industriales de amal. Todas las dificultades se han solucionado, y la nueva sustancia funciona a las mil maravillas.
—Así que vos también consumís, ¿ummm? Y también habéis repartido a los Sardaukar del emperador. Habéis rebasado los límites de vuestra autoridad, investigador jefe.
—Es un privilegio de mi autoridad como jefe de las investigaciones sobre el amal —replicó Ajidica, con un brillo en los ojos—. El emperador me encargó la misión de desarrollar un sustituto de la melange perfecto. Lo cual no puede lograrse sin hacer pruebas.
—Pero no con los hombres del emperador.
—Están más despiertos que nunca. Más fuertes, más enérgicos. Debéis de conocer el viejo dicho, «las tropas felices son tropas leales». ¿Verdad, comandante Garon?
El replicante, sin hacer apenas ruido, adoptó la apariencia de Ajidica, pero vestido con un uniforme Sardaukar que le venía grande. Después, se metamorfoseó en el emperador Shaddam Corrino, con lo cual las prendas se ajustaron a su forma. El movimiento de músculos y piel era desconcertante, y el parecido asombroso. El cabello rojizo y los ojos verde oscuro eran perfectos, así como la expresión facial de desagrado apenas contenido. Hasta la voz del emperador, cuando anunció en tono autoritario:
—Llamad a mis Sardaukar. ¡Que maten a toda la gente del laboratorio!
A continuación, la nariz del emperador creció, hasta semejar una zanahoria de Poritrin. Mientras Ajidica sonreía a su creación, el Danzarín Rostro cambió de nuevo, y esta vez adoptó la forma de un cofrade mutado. Partes de su cuerpo deforme se tensaron y rasgaron las ropas.
—Conde Fenring, os presento a Zoal, el acompañante que pedisteis para una prueba de navegación de un crucero. Con él, podréis burlar la seguridad de la Cofradía Espacial en Empalme.
Fenring, fascinado y ansioso, dejó a un lado sus preocupaciones.
—¿Y este Danzarín Rostro tiene claro que yo estoy al mando de la misión? ¿Que mis órdenes no pueden ser discutidas?
—Zoal es muy inteligente y posee muchas aptitudes —dijo Ajidica—. No está adiestrado para matar, pero seguirá todas las demás instrucciones, sin la menor vacilación.
—¿Cuántos idiomas hablas? —preguntó Fenring.
—¿Cuántos deseáis, señor? —preguntó Zoal, con un acento que Fenring fue incapaz de identificar. ¿Tal vez el leve tono nasal de Buzzell?—. Asimilaré todo lo que necesitemos, pero tengo prohibido llevar armas.
—Así está programado en los Danzarines Rostro —añadió el jefe de investigaciones.
Fenring frunció el ceño, sin creerlo del todo.
—En tal caso, yo en persona me encargaré de la violencia, ¿ummm? —Contempló al ser artificial de arriba abajo, y después se volvió hacia el investigador jefe—. Parece que es justo lo que yo necesitaba. Hasta el momento, las pruebas son muy positivas, y el emperador arde en deseos de proceder. En cuanto comprobemos que los Navegantes pueden utilizar amal, nuestro sustituto de especia estará preparado para ser distribuido a lo largo y ancho del Imperio.
Ajidica tamborileó con los dedos sobre una mesa.
—Tal prueba es una pura formalidad, conde. El amal ya ha sido probado a mi entera satisfacción.
Secretos y más secretos. En privado, Ajidica había continuado experimentando visiones mesiánicas en las que conducía a inmensas fuerzas militares contra las Grandes Casas infieles.
Zoal tenía muchos hermanos, Danzarines Rostro que se cultivaban en tanques de axlotl, seres mutantes leales solo a él y a su grandioso plan secreto. Ya había enviado a más de cincuenta Danzarines Rostro a planetas inexplorados y establecido cabezas de playa para su futuro imperio. Algunas de estas naves habían atravesado los límites del universo conocido, con el fin de descubrir otras formas de diseminar la influencia de Ajidica. El proceso sería largo…
El conde Fenring empezó a describir su complicado plan para entrar en Empalme subrepticiamente. Zoal escuchaba, concentrado en los detalles. A Ajidica le daba igual.
El Danzarín Rostro tenía órdenes superiores. Cuando llegara el momento, sabría muy bien lo que debía hacer.
Afirma tus principios con agresividad.
S
HADDAM
C
ORRINO
IV,
Infundiendo vigor al nuevo Imperio
De todos los deberes de estado que el emperador Shaddam tenía que soportar, las ejecuciones eran el menos desagradable, al menos en su estado de ánimo actual.
En el centro de la plaza de las Peticiones, estaba sentado en su trono incrustado de joyas, tan elevado que parecía un sacerdote posado sobre un zigurat ceremonial. El sol brillaba en el cielo azul, un tiempo perfecto para el emperador, días soleados para todo el Imperio.
La siguiente víctima fue arrastrada cubierta de cadenas hasta la base de un cubo negro de granito rugoso, junto a varios cadáveres. Los guardias del emperador habían empleado diversos métodos de ejecución: garrote vil, decapitación con láser, acuchillamiento de precisión, desmembración, destripación, y hasta un puño envuelto en un guante de púas que se hundía bajo las costillas para arrancar un corazón palpitante. A cada muerte, el gentío aplaudía, como era de rigor.
Guardias uniformados flanqueaban los peldaños del estrado. El emperador había querido apostar todo un regimiento alrededor de la plaza, pero al final no se había decidido. Incluso después del audaz intento de asesinato de Tyros Reffa, no deseaba demostrar el menor nerviosismo. Shaddam IV no necesitaba más que una guardia de honor y escudos centelleantes alrededor de su trono.
Soy el emperador legítimo, y mi pueblo me ama.
Lady Anirul estaba sentada a su izquierda en una silla de respaldo alto, sobre un peldaño más bajo, una posición claramente inferior. Había insistido en que la vieran con su marido, pero él había descubierto cómo dar al traste con sus intenciones, colocando las sillas de modo que subrayaran la escasa importancia de su esposa en el orden imperial. Ella se había dado cuenta, pero no protestaba.
Como símbolo mortífero del estado, Shaddam sostenía el bastón coronado con el globo de luz de múltiples facetas, la misma arma asesina que Reffa había empleado durante la obra. Los especialistas de armamento del emperador se habían quedado muy intrigados por el ingenioso artefacto. Su gente había recargado la fuente de energía, y tenía la intención de utilizarlo para ver el efecto que causaba.
Mientras Shaddam estudiaba su nuevo juguete, el siguiente delincuente fue ejecutado por un soldado. El emperador alzó la vista justo cuando la víctima se desplomaba sobre el suelo de piedra. Frunció el ceño, decepcionado, y se reprendió por no prestar más atención. A juzgar por la sangre que manaba de la garganta del hombre, Shaddam supuso que le habían cortado la laringe y la tráquea, una especialidad Sardaukar.
La multitud se impacientó, presintiendo que se avecinaba algo más interesante. Ya habían presenciado veintiocho ejecuciones en cuatro horas. Algunos actores de la compañía teatral Jongleur habían demostrado su talento con súplicas de compasión y alegaciones de inocencia. De hecho, les había creído, pero daba igual. Había sido un espléndido drama, antes de que los Sardaukar acabaran con ellos con métodos diabólicos.
Durante las últimas semanas, después de la conmoción provocada por el ataque de Reffa contra el palco imperial, Shaddam había aprovechado su oportunidad. Había ordenado la detención de cinco políticos enemigos, ministros y embajadores poco colaboradores que habían traído noticias desagradables, o no habían convencido a sus líderes de que se plegaran a los edictos imperiales, y les había implicado a todos en la conspiración para asesinarle.
Hasimir Fenring habría admirado las complejidades de los planes de Shaddam, las retorcidas maquinaciones políticas. Pero el conde se hallaba en Ix, preparando los detalles de la producción a gran escala y distribución del amal. Fenring había insistido en participar en la prueba definitiva, con el fin de comprobar que los efectos de la sustancia artificial eran idénticos a los de la melange auténtica. Shaddam prestaba escasa atención a los detalles, solo se preocupaba de los resultados. Hasta el momento, todo parecía ir sobre ruedas.
En su opinión, había aprendido a tomar decisiones sin la colaboración, o la intromisión, de Fenring.
Al recordar que, años antes, el vizconde Moritani había hecho caso omiso de la orden imperial de hacer las paces con Ecaz, Shaddam había añadido el embajador grumman a la lista de criminales condenados (para sorpresa del embajador). Había sido fácil falsificar pruebas «concluyentes», y todo acabó antes de que la Casa Moritani pudiera protestar.
Sería difícil domeñar la destructiva influencia del vizconde, pese a las tropas de pacificación Sardaukar que el emperador había apostado en Grumman para atajar la inminente disputa con la Casa Ecaz. El vizconde aún se rebelaba de vez en cuando, pero tal vez este mensaje le contendría un tiempo más.
Un par de Sardaukar condujeron al embajador grumman hasta el centro de la plaza. El prisionero llevaba los brazos atados a la espalda, y le habían inmovilizado las rodillas para que no las pudiera doblar. El condenado pronunció su último discurso ante el cubo negro de granito, muy poco inspirado, pensó Shaddam. El emperador, impaciente, alzó una mano, y un soldado abrió fuego con un fusil láser, que partió el cuerpo en dos desde la ingle hasta la coronilla.
Shaddam, complacido hasta el momento con la siniestra diversión, se reclinó en el trono, a la espera del espectáculo más importante del día. El rumor procedente de la muchedumbre se intensificó.
Como emperador Padishah, el «sha de todos los shas», esperaba que le trataran como a un líder reverenciado. Su palabra era ley, pero cuando sorpresas como Tyros Reffa se interponían en su camino, no se tranquilizaba con facilidad. Había llegado el momento de apretar más los tornillos, para dar ejemplo.
Shaddam giró el bastón para que la luz del sol se reflejara en el globo luminoso facetado. Golpeó con el extremo inferior el peldaño de delante. Lady Anirul no se inmutó, con la vista clavada en el frente como perdida en sus pensamientos.
El público vio que el Supremo Bashar Zum Garon entraba en la plaza con Tyros Reffa, el hombre que afirmaba ser hijo de Elrood. Dentro de unos momentos, ese problema también estaría solucionado.
Lady Anirul habló desde su silla con un susurro, de forma que sus palabras llegaran a Shaddam sin necesidad de alzar la voz.