La Casa Corrino (35 page)

Read La Casa Corrino Online

Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La Casa Corrino
13.4Mb size Format: txt, pdf, ePub

Ailric alzó la barbilla y arrugó la nariz.

—En tal caso, Rondo Tuek es una amenaza, pues puede revelar el soborno a las autoridades. No cabe duda de que ya ha hecho planes para traicionaros. ¿No estás preocupado?

Liet no pudo disimular el orgullo de su voz.

—Ese problema ya ha sido solucionado. No hay de qué preocuparse.

Ailric reflexionó durante un largo momento, mientras intentaba distinguir algún matiz en el rostro bronceado de Liet. —Muy bien. Me fío de tus palabras.

Mientras el representante de la Cofradía estudiaba la especia desplegada ante él, Liet le imaginó contando bolsas, calculando el valor. Era una cantidad enorme, pero los fremen no tenían otra opción que tener contenta a la Cofradía. Era especialmente importante mantener el secreto ahora, pues estaban replantando muchas regiones de Dune, para cumplir el sueño ecológico de Pardot Kynes. Los Harkonnen no debían enterarse.

—Aceptaré esto como pago a cuenta de nuestra colaboración continuada —dijo Ailric. Escudriñó a Liet—. Pero nuestro precio se ha doblado.

—Esto es inaceptable. —Liet alzó su mandíbula barbuda—. Ahora no tenéis que pagar a ningún intermediario.

El cofrade entornó sus ojos amarillos, como si ocultara una mentira.

—Me cuesta más reunirme contigo directamente. Además, la presión de los Harkonnen ha aumentado. Se quejan de nuestros actuales satélites, y exigen una vigilancia mejor por parte de la Cofradía. Hemos de buscar excusas cada vez más complejas. Cuesta dinero mantener a raya a los grifos Harkonnen.

Liet lo miró con indiferencia.

—Dos veces es mucho.

—Una vez y media, pues. Tenéis diez días para pagar la cantidad adicional, o nuestros servicios se interrumpirán.

Los compañeros de Liet refunfuñaron, pero él se limitó a mirar al extraño hombre, mientras meditaba sobre el dilema. No se permitió demostrar ira o sorpresa. Tendría que haber sabido que la Cofradía no era más honorable que cualquier otro forastero.

—Encontraremos la especia.

50

Ningún otro pueblo ha dominado tan bien el lenguaje genético como los Bene Tleilax. Estamos en lo cierto al llamarlo «el lenguaje de Dios», pues es Dios quien nos ha infundido tan gran poder.

Escritos apócrifos tleilaxu

Hasimir Fenring había crecido en Kaitain, en el interior del palacio imperial y los ciclópeos edificios gubernamentales. Había visto las ciudades cavernosas de Ix y los monstruosos gusanos de arena de Arrakis, pero nunca había contemplado nada más majestuoso que los talleres de mantenimiento de cruceros en Empalme.

Fenring, cargado con una caja de herramientas y vestido con un mono manchado de grasa, parecía un simple operario de mantenimiento. Si interpretaba bien su papel, nadie se fijaría en él.

La Cofradía Espacial empleaba a miles de millones de personas. Algunas de ellas se encargaban de las monumentales operaciones del Banco de la Cofradía, cuya influencia se extendía a todos los planetas del Imperio. Los inmensos complejos industriales como el taller de cruceros exigían cientos de miles de trabajadores.

Los grandes ojos de Fenring absorbían todos los detalles, mientras el Danzarín Rostro y él caminaban a buen paso por la sala principal entre hordas de obreros, con abarrotadas pasarelas en lo alto y ascensores que subían y bajaban. Zoal había elegido facciones vulgares, lo cual le dotaba de la insípida apariencia de un hombre ordinario, de cara fofa y cejas pobladas.

Pocas personas ajenas a la Cofradía veían alguna vez las entrañas de Empalme. Grúas de acoplamiento se alzaban hacia el cielo, tachonadas de luces esmeralda y ámbar, como estrellas en un cielo nocturno. Las manzanas cuadriculadas de la ciudad se extendían de forma geométrica, un jirón de civilización en mitad de un paisaje carente de todo interés. Antenas cóncavas, que se aferraban como enredaderas a los edificios, captaban las señales electromagnéticas del espacio. Malecones metálicos rozaban los cielos, con vigas maestras rematadas con pinzas dispuestas a sujetar las lanzaderas que llegaban.

Los dos infiltrados se acercaron a una alta arcada que delimitaba una de las zonas de trabajo. Entraron en el complejo, mezclados con los demás obreros. En lo alto colgaba la inmensa forma de uno de los cruceros más grandes jamás construidos, que se remontaba a los últimos días de los Vernius en Ix. Este y un segundo, que también se estaba reparando en órbita, eran las dos únicas naves de Clase Dominic que quedaban, un diseño controvertido que contaba con mayor capacidad de carga, lo cual disminuía los impuestos imperiales.

Pero después de que los tleilaxu conquistaran el planeta, la construcción de nuevos cruceros había caído de manera drástica, debido a los problemas de producción y control de calidad. Como consecuencia, su mantenimiento exigía a la Cofradía cuidados mucho mayores.

Fenring y el Danzarín Rostro subieron a diversos ascensores situados en el casco curvo de la nave, del tamaño de una metrópoli. Ejércitos de trabajadores hormigueaban como parásitos sobre las planchas, precintaban, limpiaban, inspeccionaban el metal. Micro-meteoritos y tormentas radiactivas producían diminutas grietas en la estructura de un casco. Cada cinco años, todos los cruceros pasaban la revisión en los talleres de mantenimiento de Empalme.

Los dos hombres accedieron por un túnel al casco interior de la nave, y por fin a la cavernosa bodega. Nadie les prestó atención. Miles de obreros inspeccionaban y reparaban las abrazaderas de amarre utilizadas por fragatas familiares, transportadores de carga y lanzaderas de pasajeros.

Un ascensor condujo a Fenring y Zoal hasta la zona superior restringida, donde se encontraban los tanques del Navegante. No tardarían en topar con los hombres de seguridad del crucero, y el auténtico reto empezaría.

El Danzarín Rostro miró a Fenring con expresión inescrutable.

—Puedo adoptar la cara de cualquier víctima que elijáis, pero recordad que vos os ocuparéis de matarla.

Fenring llevaba varios cuchillos escondidos en el mono, y sabía utilizarlos muy bien.

—Un simple reparto de responsabilidades, ¿ummm?

Zoal caminaba a buen paso, seguido de Fenring. El Danzarín Rostro se movía con seguridad por los pasillos de techo bajo, escasamente iluminados.

—Los planos indican que la cámara del Navegante está por aquí. Seguidme, y terminaremos enseguida.

Habían estudiado los holoplanos del crucero abandonados en las instalaciones de montaje de Ix, donde las naves habían sido construidas. Como esta gigantesca nave no estaría preparada para despegar hasta dentro de algunas semanas, ningún Navegante ocupaba el tanque, y aún no habían introducido el suministro de especia. La seguridad era mínima todavía.

—Doblemos esa esquina.

Zoal hablaba en voz baja. Extrajo una tablilla riduliana y pasó las páginas de cristal destellante. Un tosco diagrama de los niveles superiores del crucero se iluminó.

Cuando se acercaron a un guardia apostado al final del pasillo, Zoal adoptó una expresión de perplejidad y señaló unas líneas de la tablilla. Fenring meneó la cabeza y fingió disconformidad. Caminaron hacia el guardia, que se puso firmes, con el aturdidor en la cadera.

Fenring alzó la voz cuando se aproximaron más.

—Te repito que no estamos en el nivel correcto. Nos hemos equivocado de sección. Mira aquí.

Dio unos golpecitos sobre las hojas de cristal.

Zoal enrojeció, como si fuera un consumado Jongleur.

—Escúchame, hemos seguido las instrucciones paso a paso. —Alzó la vista, fingió reparar por primera vez en la presencia del guardia—. Vamos a preguntarle.

Avanzó hacia el hombre.

El guardia apuntó el pulgar hacia Fenring.

—Los dos os habéis equivocado de sección. El acceso está prohibido.

Con un suspiro de disgusto, Zoal alzó el dibujo del crucero ante la cara del guardia.

—Bien, ¿puedes orientarnos?

Fenring se acercó por el otro lado.

El guardia estudió la tablilla.

—Ya sé cuál es vuestro problema. Esto no es…

Fenring clavó su largo y delgado puñal entre las costillas del guardia, hasta hundirlo en el hígado. Después, giró la hoja hacia arriba y le perforó los pulmones. Evitó las arterias principales para minimizar la hemorragia, pero la herida era letal.

El guardia jadeó y dio una sacudida. Zoal dejó caer la tablilla y agarró a la víctima. Fenring extrajo el cuchillo y volvió a clavarlo, esta vez bajo el esternón hasta hundirlo en el corazón.

Zoal contempló la cara del guardia cuando acompañó el cuerpo hasta depositarlo en el suelo. Entonces, el Danzarín Rostro se contorsionó. Sus facciones se hicieron líquidas, como si estuvieran hechas de arcilla blanda, y adoptó una nueva cara. Su apariencia era ahora idéntica a la del guardia. Zoal respiró hondo, ladeó la cabeza y miró el rostro del guardia muerto.

—He terminado.

Ocultaron el cuerpo en un cuarto vacío y cerraron la puerta. Fenring esperó a que el Danzarín Rostro se cambiara la ropa por la del guardia asesinado, y a que aplicara esponjas de encimas para disolver las manchas de sangre. A continuación, utilizaron la tablilla riduliana para consultar un plano minucioso de los niveles superiores del crucero, y localizaron un conducto de eliminación de basuras, que desembocaba en la cámara del reactor. Jamás encontrarían las cenizas ionizadas del guardia.

Entraron en la zona de seguridad. El conde llevaba su caja de herramientas, y esta vez adoptó una expresión de profundo desagrado, como si le hubieran asignado una tarea imposible. El impostor saludó a los guardias de los niveles superiores. Consiguieron encontrar una cámara de operaciones situada detrás del tanque del Navegante.

Tal como suponían, el compartimiento de la especia estaba vacío. Fenring sacó a toda prisa los botes de pildoras de amal super-comprimido, tabletas compactas de especia sintética iguales a las de la melange. Bajo esa forma tan potente, la especia se vaporizaría y produciría un fuerte gas, lo bastante espeso para que un Navegante experimentara todo su efecto y encontrara senderos seguros a través del espacio plegado.

Fenring introdujo el contenedor en el compartimiento de la especia, y después pegó una etiqueta de aprobación falsa. Cuando los encargados de la especia vieran que el compartimiento ya estaba cargado, se sorprenderían, pero no se preocuparían demasiado por un exceso de melange. Con suerte, nadie se quejaría.

Los conspiradores salieron con sigilo. Al cabo de una hora, abandonaron los talleres de los cruceros y se dispusieron a llevar a cabo la segunda fase de su plan.

—Espero que sea igual de fácil entrar en la nave que hay en órbita, ¿ummm? —dijo Fenring—. Necesitamos dos naves de prueba para estar absolutamente seguros.

El Danzarín Rostro le miró. La habilidad de Zoal para imitar las facciones del guardia era sobrecogedora.

—Puede que sea necesario algo más que astucia, pero lo lograremos.

Después, agotados pero satisfechos por haber completado la segunda mitad de su misión, se detuvieron bajo el cielo nublado y las luces parpadeantes del espaciopuerto de Empalme. Se escondieron entre cajas de basura amontonadas en el perímetro de la zona de carga. Fenring quería evitar cualquier conversación con obreros de la Cofradía, no fuera que hicieran demasiadas preguntas.

Habría podido contratar a un mercenario o a un comando profesional para llevar a cabo la misión, pero a Fenring le gustaba encargarse del trabajo sucio cuando le interesaba. Así ejercitaba sus habilidades y extraía cierto placer.

Durante un momento de tranquilidad, el conde pensó en su adorable esposa para tranquilizarse. Estaba ansioso por regresar al palacio imperial y enterarse de lo que había hecho. Margot habría llegado a Kaitain días antes.

Zoal interrumpió sus pensamientos.

—Conde Fenring, debo felicitaros por vuestra habilidad. Lo habéis hecho muy bien.

—Una felicitación de un Danzarín Rostro, ¿ummm? —Fenring fingió relajarse, y se apoyó contra una caja metálica oxidada que pronto sería cargada en el crucero—. Gracias.

Vio una mancha borrosa y se lanzó a un lado, justo cuando un destello volaba hacia él, un cuchillo arrojado con mortífera precisión. Antes de que la punta de la primera arma errara el blanco y rebotara contra la caja metálica, el Danzarín Rostro extrajo otro cuchillo oculto de su uniforme.

Pero el conde Hasimir Fenring estaba más que a la altura de su enemigo. Sacó sus cuchillos y adoptó una postura de combate, con expresión feroz, los sentidos y reflejos aguzados al máximo.

—Vaya, pensaba que no estabas adiestrado para luchar.

La expresión del Danzarín Rostro era dura y depredadora.

—También me han adiestrado para mentir, pero parece que no lo bastante bien…

Fenring agarró su cuchillo. Tenía más experiencia en el arte del asesinato de lo que el Danzarín Rostro imaginaba.
Los tleilaxu me han subestimado. Otro error.

A la luz pálida del espaciopuerto, las facciones de Zoal se alteraron una vez más. Sus hombros se ensancharon, su cara se estrechó, sus ojos aumentaron de tamaño, y Fenring vio una aterradora imagen de sí mismo, pero vestido como el Danzarín Rostro.

—Pronto asumiré un nuevo papel como ministro imperial de la Especia y amigo de la infancia de Shaddam IV.

Fenring comprendió la magnitud de la conspiración. El ser se haría pasar por él como confidente del emperador. Aunque Fenring dudaba de que Zoal pudiera engañar mucho tiempo a Shaddam, el Danzarín Rostro solo necesitaba acercarse unos momentos al emperador en privado, para matarle y apoderarse del Trono del León Dorado, siguiendo las órdenes de Ajidica.

Fenring admiró la audacia. Considerando las desastrosas decisiones que Shaddam había tomado en los últimos tiempos, tal vez este replicante no sería una alternativa despreciable.

—Nunca engañarías a mi esposa Bene Gesserit. Margot capta los detalles más sutiles.

Zoal sonrió, un gesto poco habitual de las facciones de Fenring.

—Creo que estoy a la altura de la tarea, ahora que os he observado de cerca.

El Danzarín Rostro atacó, y Fenring paró con uno de sus cuchillos. Las armas entrechocaron de nuevo, y los combatientes utilizaron sus cuerpos como armas, yendo a parar contra las cajas de basura.

Fenring lanzó una patada, con la intención de alcanzar el tobillo de Zoal, pero el impostor la esquivó y asestó una puñalada hacia arriba. Fenring hizo girar su brazo derecho, desvió el cuchillo de su ojo, y después se alejó con celeridad de las cajas.

Other books

A Cowboy's Claim by Marin Thomas
Thornwood House by Anna Romer
The End of the Pier by Martha Grimes
G is for Gumshoe by Sue Grafton