La Casa Corrino (51 page)

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Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La Casa Corrino
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Debido a ese torbellino mental, el príncipe cyborg andaba con paso espasmódico. Gurney oía los crujidos de las piezas mecánicas. Cientos de pasajeros del crucero rescatado hormigueaban por los campos de hierbanegra. Ahora que estaban a salvo, no ahorraban los gruñidos y las protestas, enfurecidos por los inconvenientes. No podrían salir del planeta hasta que la Cofradía diera su permiso.

—«Solo se llega a conocer a Dios gracias a la paciencia» —citó Gurney, un pasaje que su madre solía leer de la Biblia Católica Naranja—. No tienen motivos para retenernos por más tiempo. La investigación ya habrá concluido.

—¿Qué esperan descubrir de pasajeros aislados? ¿Por qué no permiten que nos pongamos en contacto con Leto? ¡Malditos sean!

Rhombur bajó la voz.

—Si pudieras enviar un mensaje al duque, ¿le aconsejarías que retrasara el ataque? —preguntó Gurney, aunque ya sabía la respuesta de Rhombur.

—Nunca, Gurney. Nunca. —Miró hacia la lejanía—. Pero quiero estar allí cuando suceda. Hemos de hacer este trabajo.

Si bien el príncipe había sido el héroe no reconocido del desastre, los representantes de la Cofradía trataban a los dos hombres como cargamento humano vulgar, que sería transferido a otra nave encargada de conducirlos a su destino previo (en teoría, con el módulo de combate intacto). Habían sido retenidos durante un mes en el austero planeta, interrogados sobre cada acontecimiento, cada momento pasado en el crucero extraviado. La Cofradía parecía muy preocupada por el origen de la melange envenenada, pero Rhombur y Gurney no tenían respuestas para ese interrogante.

Como pequeña muestra de protesta, los dos hombres se negaron a afeitarse. La barba de Gurney cubría a duras penas la cicatriz de tintaparra, mientras que la del príncipe ixiano era más espesa y un poco más larga sobre el lado cubierto de piel de su cara.

El edificio gris que albergaba a los visitantes incluía una curiosa mezcla de celdas con barrotes metálicos, oficinas y apartamentos. Había cámaras de vigilancia por todas partes, más o menos disimuladas. Los hombres de la Cofradía no perdían de vista a los pasajeros en ningún momento.

Todos los edificios de esta zona parecían antiguos, y mostraban señales de múltiples reparaciones y alteraciones. Carentes de todo adorno, eran edificios prácticos y funcionales.

Una voz estentórea habló por altavoces ocultos, como si surgiera de todas partes a la vez.

—Todos los pasajeros se hallan en libertad. Dirigíos a la terminal de procesamiento central para disponer el traslado a vuestro destino de origen. —Después de una pausa, la voz añadió, como si leyera un guión—: Lamentamos los trastornos que hayáis padecido.

—Me ocuparé de que carguen nuestro módulo de combate, aunque tenga que llevarlo a hombros —dijo Gurney.

—Creo que yo estoy mejor preparado para esas tareas, amigo mío, en caso necesario.

Rhombur avanzó a grandes zancadas mecánicas hacia la terminal de procesamiento central, dispuesto a volver a casa, al campo de batalla, por fin.

La guerra de liberación de Ix estaba a punto de empezar.

80

Los tleilaxu son seres malvados que salieron reptando de las profundidades más oscuras del charco primigenio. No sabemos lo que hacen en privado. No sabemos qué les motiva.

Informe privado al emperador (anónimo)

Durante semanas, C’tair Pilru y la Bene Gesserit Cristane trabajaron juntos en los subterráneos de Ix. La determinación y entusiasmo de la hermana solo eran comparables al odio que C’tair sentía por los tleilaxu.

C’tair la enseñó a orientarse por caminos secretos para conseguir refugio y comida. Sabía cómo desaparecer en el laberinto de callejones donde no se aventuraban ni los tleilaxu ni los Sardaukar.

Por su parte, Cristane aprendía con rapidez y sus manos eran mortíferas. Aunque su misión consistía en obtener información sobre las actividades investigadoras de los tleilaxu (en especial cualquier mención al misterioso Proyecto Amal y su relación con la especia), aprovechó la oportunidad para ayudar a C’tair en su labor de sabotaje.

—Viste algo en el pabellón de investigaciones —dijo la mujer—. Debo entrar en él y descubrir qué experimentos están realizando los tleilaxu. Esa es mi misión.

Una noche, en un túnel oscuro, capturaron a uno de los invasores para averiguar qué estaba ocurriendo en el complejo de laboratorios, pero el cautivo no reveló nada, pese a las técnicas de interrogación Bene Gesserit más despiadadas y sofisticadas…, tal vez porque no lo sabía. Cristane lo mató con su eficacia acostumbrada.

Más adelante, C’tair asesinó a un burócrata. Se preguntó si su nueva camarada y él tendrían que empezar a apuntar sus respectivos tantos. Con su ayuda, y sabiendo que el príncipe Rhombur llegaba por fin, C’tair no se reprimía. Las llamas de su venganza ardían al máximo.

También sabía que su hermano D’murr había muerto.

Cristane le habló del crucero estrellado en Wallach IX, y también de la segunda nave que había desaparecido en el espacio inexplorado. Estremecido, recordó el último contacto con su hermano, el grito inhumano de desesperación y angustia de D’murr, y después nada. Teniendo en cuenta el dolor que había sentido en el corazón, ya había presentido la pérdida de su hermano gemelo…

Una noche, tendido en su jergón, C’tair se revolvió, incapaz de dormir, herido por todos y por todo lo que había perdido.

Cristane, que respiraba profundamente en la cama contigua, parecía estar meditando. De repente, oyó su voz en la oscuridad.

—Las Bene Gesserit estamos adiestradas para no demostrar emociones, pero comprendo tu sufrimiento, C’tair. Cada uno de nosotros ha sufrido pérdidas.

Sus palabras llenaron las sombras que les separaban.

—De niña me crié en Hagal, huérfana en muchos sentidos. Mi padrastro abusó de mí, me hizo daño…, y la Hermandad dedicó muchos años a curar mis heridas, a cerrar mis cicatrices, a convertirme en lo que soy.

Hablaba con voz tensa. Jamás había hablado de esas cosas con un hombre. Cristane ignoraba por qué, pero por una vez en su vida, deseaba que alguien la conociera.

Cuando C’tair se acostó en su cama, permitió que pasara un brazo alrededor de sus hombros rígidos. C’tair no estaba seguro de sus propias intenciones, pero había pasado mucho tiempo desde que había bajado la guardia, incluso por un momento. Cristane permaneció inmóvil. Su piel era sensual, pero intentó no pensar en ello. La mujer podría haberle seducido con facilidad, pero no lo hizo.

—Si descubrimos una manera de entrar en el pabellón de investigaciones, ¿existe alguna posibilidad de que podamos ayudar a Miral? —preguntó C’tair en la penumbra— Aunque solo sea para acabar con su sufrimiento.

—Sí…, siempre que podamos entrar.

Le dio un beso breve y seco, pero la mente de C’tair ya estaba concentrada en Miral y en la efímera relación que habían tenido antes de que se la arrebataran con tanta crueldad…

La hermana se detuvo ante la puerta protegida. Al otro lado de las barreras de bioescáneres se extendía la galería central del complejo de laboratorios, con su techo alto en el que se entrecruzaban pasarelas y las interminables hileras de tanques en el suelo. Si conseguía infiltrarse en el pabellón, Cristane sabía que debería matar a la Bene Gesserit cautiva para liberarla de sus padecimientos.

C’tair había vestido a Cristane con ropas tleilaxu robadas, y tratado su rostro y manos con productos químicos que habían teñido de gris su piel.

—Ahora eres tan horrible como ellos.

Por suerte, nadie les hizo preguntas en los pasillos. Ella podía imitar su acento gutural, pero solo sabía unas pocas palabras de su idioma secreto.

Cristane empleó sus más sofisticadas habilidades Bene Gesserit para adoptar su química interna corporal, de manera que el rudimentario bioescáner la identificara como un tleilaxu. Respiró hondo y penetró en la estática anaranjada del campo de energía, con el fin de intentar acceder al laboratorio.

Su piel hormigueó cuando sondas celulares la examinaron. Al cabo de poco, se sintió liberada y avanzó. Se encaminó hacia un lado con pasos rápidos. Sus ojos absorbieron los horripilantes detalles de los extraños tanques, experimentos que los tleilaxu estaban llevando a cabo con cuerpos femeninos. La atmósfera estaba impregnada del olor a la melange agria procedente de la carne torturada.

De repente, una alarma retumbó en las paredes. La puerta del bioescáner lanzó destellos anaranjados. Cristane había confundido al aparato el tiempo suficiente para entrar, pero ahora estaba atrapada dentro del laboratorio.

Corrió a toda velocidad, mientras paseaba la vista de un rostro femenino a otro. Cristane descubrió por fin la forma abotargada, los restos espantosos de Miral Alechem. Oyó voces tleilaxu nerviosas a su espalda, chillidos agudos, y pasos escurridizos. También había oído los pasos más contundentes de botas Sardaukar y gritos militares.

—Perdóname, hermana.

Cristane colocó un disco explosivo bajo un omóplato de Miral, oculto entre los tubos que la mantenían con vida. Después, la Bene Gesserit pasó entre dos tanques de axlotl, llegó a otro pasillo y corrió a toda velocidad.

Tantas mujeres, tantos rostros sin alma…

Guardias Sardaukar le cortaron el paso. Cristane huyó en otra dirección, al tiempo que arrojaba más discos explosivos de acción retardada. Sabía que era una táctica desesperada para ganar tiempo. Se preparó para luchar hasta la muerte, incluso con los Sardaukar. Quizá podría matar a unos cuantos.

C’tair se habría sentido orgulloso de ella.

Un aturdidor alcanzó a Cristane en la columna vertebral. Cayó de espaldas, sin poder moverse…

Cuando los soldados del emperador se acercaron, una explosión estremeció el aire, desintegró a Miral Alechem y toda la sección de tanques de axlotl que la rodeaban. Después de que los incendios se multiplicaran y el humo se espesara, los sistemas de extinción de incendios lanzaron productos químicos secos, como una niebla siniestra. Cristane, paralizada, apenas veía nada.

Los ojos oscuros y penetrantes de un amo tleilaxu la escudriñaron. El ser se estremecía de rabia.

—Has destruido mi mejor tanque de axlotl, el que más necesitaba.

La Hermandad había adiestrado a Cristane, lo suficiente para comprender algo del idioma gutural. Las tonalidades, las expresiones de sus rostros grisáceos, proporcionaban los datos restantes.

—Cuatro tanques han sido destruidos, amo Ajidica —dijo otro tleilaxu con voz aflautada.

Cristane se estremeció, incapaz de hablar. Al menos, había liberado a una hermana y a varias mujeres más de la degradación.

El amo se inclinó y tocó la piel maquillada de Cristane.

—No es uno de los nuestros.

Los guardias rasgaron sus vestiduras, y revelaron la forma esbelta de Cristane.

—¡Una hembra!

Ajidica manoseó sus firmes pechos, mientras pensaba en someterla de inmediato a torturas horrísonas por haber destruido su tanque de axlotl especial, el único que había producido ajidamal. Pero ahora ya tenía más.

—Una hembra fuerte en edad fértil, investigador jefe —dijo uno de sus ayudantes—. ¿La colgamos?

Ajidica pensó en los poderosos agentes biológicos y productos químicos destructores de la personalidad que podía utilizar.

—De entrada procederemos a interrogarla, antes de lastimar en exceso su mente. —Se inclinó sobre Cristane y susurró—: Sufrirás lo indecible por esto.

Cristane sintió que alguien la levantaba y movía. La atmósfera hedía a especia agria. Mientras yacía indefensa, ordenó a su cuerpo que descompusiera y analizara los componentes gaseosos del aire del laboratorio.

La especia… No, no es melange auténtica… Es otra cosa…

Manos fuertes la conectaron a un aparato bombeador sobre una mesa vacía. Se preguntó durante cuánto tiempo permanecería consciente. Como Bene Gesserit, era capaz de resistir a drogas y venenos, al menos durante un tiempo.
¡Victoria en Ix!
Se aferró a las palabras que C’tair le había transmitido, deseó gritarlas en voz alta, pero no podía hablar.

Cristane sintió que se disolvía en el diabólico mecanismo tleilaxu, y aprendía secretos que jamás habría querido descubrir…

81

En la Vieja Tierra, la monarquía murió debido a que la velocidad del transporte aumentó y, en consecuencia, el globo se hizo más pequeño. La exploración espacial aceleró el proceso. Para la gente solitaria, un emperador es como un faro y un símbolo de unidad. Se vuelven hacia él y dicen, «Fijaos: Él nos convierte en uno. Nos pertenece a todos, y todos le pertenecemos a Él».

Comentarios tleilaxu, autor desconocido

Los dedos de Fenring se crisparon cuando pensó en el traicionero Ajidica y en su Danzarín Rostro asesino, pero antes de regresar a Ix, tenía que solucionar otros desastres en Kaitain.

Los causados por Shaddam.

La biblioteca legal privada del emperador no contenía videolibros, textos, rollos ni opiniones escritas. Sin embargo, con siete mentats y cinco técnicos legales, Fenring y Shaddam tenían acceso instantáneo a más información de la que podría encontrarse en un edificio que tuviera diez veces su tamaño. Solo tenían que clasificar todos los datos para espigar los temas relevantes.

Shaddam IV había formulado su pregunta con actitud arrogante, y ahora los mentats estaban en silencio ante él, mientras consultaban volúmenes de conocimiento en sus mentes. Sus labios brillaban debido a las generosas dosis de zumo de safo. Sus ojos estaban clavados en la lejanía. Los técnicos legales estaban preparados para grabar cualquier cláusula o precedente que citaran.

En un rincón de la habitación, una estatua de alabastro gigantesca que representaba a un caballo de mar retorcido escupía un chorro de agua desde su boca de piedra. El ruido de la fuente era lo único que se oía en la estancia.

Fenring empezó a pasear con impaciencia ante el hipocampo.

—Por lo general, el procedimiento habitual consiste en obtener una opinión legal antes de hacer algo susceptible de provocar una rebelión en todo el Imperio, ¿ummm? Esta vez, no disponéis de una recompensa en forma de melange que entregar a la Cofradía y la CHOAM.

—Encontramos una excusa perfecta para la utilización de armas atómicas, Hasimir. También encontraremos una manera de explicar lo de Beakkal.

—Ah, de modo que no estáis obligado por la Gran Convención porque vuestra plaga ataca a las plantas en lugar de a las personas ¿ummm? ¡Absurdo!

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