A pesar de que el hombre común pueda aprender a mentir con más facilidad, dudo que pueda hacerlo a la perfección, especialmente en encuentros frente a frente. Hay muchas señales no-verbales que operan en un nivel subliminal —desde el juego de las palmas de las manos hasta el movimiento en micro-sintonía con los mínimos gestos faciales— y las señales subliminales, en su mayoría, no se pueden controlar conscientemente. Hay personas que pueden coordinar deliberadamente el comportamiento de su rostro, sus manos, sus ojos y el cuerpo, al mismo tiempo que mantienen una conversación inteligible. Uno se pregunta si esta capacidad no estará ligada a la habilidad de mentir y convencerse a sí mismo, más que la capacidad de controlar conscientemente el lenguaje corporal.
En abierto contraste, frente a los que ven la "comunicación no-verbal" como un medio de aprender a mentir con mayor facilidad, existe la tendencia entre los legos a verla como "curalotodo"; si la gente pudiera realmente aprender a comunicarse entre sí, se cerraría el abismo generacional, se disiparían las tensiones raciales y todos seríamos más felices y libres. Desgraciadamente, las motivaciones y relaciones humanas son más complicadas y su cura no es tan simple. Realmente parece verdad que el hombre de bien se sentirá más confiado e interesado en saber que existen diferencias culturales en el código corporal y que éstas son las culpables de un sentimiento de incomodidad al enfrentarse con individuos de otras razas o culturas. Pero el verdadero hipócrita es difícil de influenciar. La hipocresía tiene raíces profundas, basadas generalmente en temores y deseos que rara vez se expresan abiertamente; se basa en la necesidad de dominar a otros, que sirvan de blanco para sus odios y sus temores y en la necesidad de sentirse superior. El solo hecho de aclarar ciertos puntos en presencia física de terceros, le hará poca impresión a un individuo de esta clase.
Sin embargo, sería tan poco inteligente subestimar como sobreestimar la potencialidad de los estudios de la comunicación humana. En cierto modo ya comienzan a modificar nuestra manera de pensar y, presumiblemente, en el futuro, continuarán haciéndolo. Los especialistas en lenguaje aprenderán junto con la gramática y el vocabulario de un idioma extranjero, su cinesis, y ya se están haciendo intentos de enseñar los distintos emblemas —vocabulario gestual específico— de cada idioma y cultura en particular.
Los arquitectos y diseñadores de ciudades son cada vez más conscientes de la reacción del hombre al espacio que lo rodea. Tienen una tendencia a diseñar edificios más cómodos y ciudades más habitables. Las investigaciones acerca de lo que Edward Hall llama el micro-espacio han llevado a un campo de investigación nuevo —la psicología ambiental—. Dentro de los límites de lo que estamos dispuestos a gastar —en investigación y desarrollo— ésta podría llegar a ser una nueva ciencia importante e influyente.
Al hacerse posible la comparación de los gestos mínimos del hombre con los de otros primates, podremos comprender mejor la evolución y la verdadera naturaleza del ser humano. De la filmación de películas y su adecuado análisis, se podrá aprender mucho acerca del desarrollo correcto de los niños y sus relaciones familiares.
Pero, ¿qué representa la nueva investigación no-verbal para el individuo?
Durante los dos años que he estado en estrecho contacto con ella, he logrado descubrir que ciertas partes del lenguaje corporal constituyen algunas veces todo un argumento. Recuerdo, por ejemplo, una vez que viajé en ascensor con un caballero distinguido de edad madura, al que conocía sólo de vista. A pesar de que nunca me había dirigido la palabra, en esta oportunidad inició una conversación. Más tarde me di cuenta de que en realidad había sido yo la que le había dado pie para ello. Al entrar en el ascensor, en lugar de mantenerme con la vista fija hacia adelante y frente a la puerta, me había deslizado hasta un rincón de manera que mi cuerpo estaba dirigido hacia el caballero. A pesar de que en realidad no lo miré, aparentemente mi posición fue índice suficiente para él. Desde entonces, he utilizado en algunas oportunidades la dirección de mi cuerpo como una triquiñuela para iniciar una conversación. No obstante, me considero una principiante que sólo conoce una docena de palabras de un nuevo lenguaje; las empleo tentativamente a veces, esperanzada y ansiosa, pero en realidad no confío en lograr resultados espectaculares y siempre me siento sorprendida y encantada cuando la gente me comprende. Sé que estoy muy lejos —como dice Ray Birdwhistell— de poder "comunicarme exprofeso".
Lo que realmente he logrado mejor hasta hoy es descifrar mi propio comportamiento. En medio de una conversación, descubro que estoy compartiendo cómodamente posiciones con un amigo o que acabo de pasar la mano por mi cabello, en un gesto de atildamiento y colocando las palmas hacia arriba; o me doy cuenta de que he tratado de evitar la mirada de alguien o que me estoy echando hacia atrás mientras me protejo con los brazos cruzados. Otras veces, me he encontrado repitiendo como un eco ciertas frases o gestos, tomando ritmos ajenos y escondiéndome por los rincones debido a diferentes motivos.
También logro captar señales acerca del comportamiento de otras personas, pero soy cauta en su interpretación. La comunicación humana es extremadamente compleja —no tiene reglas fijas y simples— y en ausencia de tales reglas, sé que yo, como tantas otras personas, tendré una tendencia a ver solamente lo que quiero ver y prestar atención a lo que considero conveniente saber. Por otra parte, ahora, cuando siento un súbito "ataque de intuición" —un claro sentimiento de que he descubierto realmente cómo reacciona una persona o los fines que persigue— me dejo llevar por él, especialmente si puedo señalar algunos de los emblemas corporales en que está basada esa intuición.
Tal vez, lo mejor que se pueda decir de las comunicaciones no-verbales, desde el punto de vista de un lego, es que resulta muy entretenido estudiarlas. Las personas son enorme y bellamente sensibles a otras personas, sin ser siquiera conscientes de ello. Cuando comienzan a moverse al unísono, cuando son atrapadas en un fluir de palabras y movimientos comunes, se transforman en un sistema de respuestas altamente afinado. A medida que aumenten nuestros conocimientos sobre este tema, y crezca nuestra sensibilidad, encontraremos fuentes de placer, entendimiento y relaciones compartidas que en este momento sólo podemos presentir.
Para escribir este libro tuve la ayuda de una gran cantidad de personas. El profesor Erving Goffman, por ejemplo, me inició en el camino de su publicación, durante una entrevista en la que me proporcionó un panorama general sobre este tema. El profesor Ray L. Birdwhistell fue muy generoso con su tiempo y sus sugerencias como lo fueron también los doctores Adam Kendon, Albert Scheflen, y Paul Ekman; las señoras Martha Davis e Irmgard Bartenieff, el profesor William Condon, y los doctores Eliot Chapple y Paul Byers.
Además otras personas me ayudaron considerablemente; respondieron mis interrogantes, me enviaron documentación o me dijeron donde podía encontrarla. Por eso quiero expresar mi gratitud al doctor Christopher Brannígan, a los profesores Edward Cervenka, Starkey Óuncan (h), Ralph Exime, Edward T. Hall, Eckhard H. Hess, Carroll E. Izard, y Sidney Jourard; a los doctores Augustus F. Kinzel y Robert E. Kleck; al profesor George F. Mahl; al doctor Melvin Schnapper; a los profesores Thomas A. Sebeok, Robert Sommer, Silvan Tomkins y Henry Truby; y finalmente a los doctores lan Vine y Harry Wiener.
A Mamu Tayyabkhan y también a Karen Davis que leyeron el manuscrito pacientemente y que fueron mis críticos más duros y mis más calurosos defensores. A Joan Fredericks que, en el punto crucial, me benefició con su experiencia de editora y su consejo.
Por último, mi especial agradecimiento a Rebecca y Jeffrey Uavis, que de tanto en tanto consintieron cariñosamente en atenderse mutuamente y me dejaron más tiempo libre para trabajar.
Flora Davis