Read La divina comedia Online

Authors: Dante Alighieri

Tags: #clásicos

La divina comedia (44 page)

BOOK: La divina comedia
5.39Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

que la tormenta que tanto se espera,

donde la popa está pondrá la proa,

y así la flota marchará derecha;

y tras las flores vendrán buenos frutos.

CANTO XXVIII

Luego que contra la vida presente

de los ruines mortales, me mostró

la verdad quien mi mente emparaísa,

cual la llama de un hacha en un espejo

ve quien con ella por detrás se alumbra,

antes de que la vea o la imagine,

y atrás se vuelve para ver si el vidrio

le dice la verdad, y ve que casa

con ella cual la música y su texto;

de igual forma recuerda mi memoria

que hice mirando a los hermosos ojos

donde hizo Amor su cuerda para herirme.

Y al volverme y al golpear los míos

lo que en aquellos cielos aparece,

cada vez que en sus giros se repara,

vi un punto que irradiaba tan aguda

luz, que la vista que enfocaba en ella

por tan grande agudeza se cerraba;

y la estrella que aquí menor parece,

luna parecería junto a ella,

si se pusieran una junto a otra.

Acaso tanto cuanto cerca vemos

de su halo la luz que lo desprende

cuando son más espesos sus vapores,

distante de ese punto un círculo ígneo

giraba tan veloz, que vencería

el curso que más raudo el mundo ciñe;

y aquél era por otro rodeado,

y de un tercero aquél, y éste de un cuarto,

de un quinto el cuarto, y por un sexto el quinto.

El séptimo seguía tan extenso

sobre ellos, que de Juno el emisario

abarcarlo del todo no podría.

Y el octavo, y el nono; y cada uno

más lento se movía, cuanto estaba

en número del uno más distante;

y una más clara llama desprendía

el más cercano de la lumbre pura,

pues más, yo creo, de ella participa.

Al verme preocupado mi señora

y sorprendido, dijo: «De ese punto

depende el cielo y toda la natura.

Ve el círculo que está de él más cercano;

y sabrás que tan rápido se mueve

por el amor ardiente que le impulsa.»

«Si estuviera dispuesto —dije el mundo

con el orden que veo en estas ruedas,

satisfecho me habría lo que dices;

mas el mundo sensible nos enseña

que las vueltas son tanto más veloces,

cuanto del centro se hallan más lejanas.

Por lo cual, si debiera terminarse

mi desear en este templo angélico

que sólo amor y luz lo delimitan,

aún debiera escuchar cómo el ejemplo

y su copia no marchan de igual modo,

que en vano por mí mismo pienso en ello.»

«Si tus dedos no son para tal nudo

suficientes, no debes extrañarte,

¡tan difícil lo ha hecho el no intentarlo!»

Dijo así mi señora; y luego: «Atiende

si es que quieres saciarte, a lo que digo;

y sobre estas cuestiones sutiliza.

Las esferas corpóreas son más amplias

o estrechas según sea la virtud

que se difunde por todas sus partes.

Da una bondad mayor mayores bienes;

y a un bien mayor contiene un mayor cuerpo,

siendo sus partes igual de perfectas.

Así pues este círculo que arrastra

todo el otro universo, corresponde

con aquel que más ama y que más sabe:

y si aplicaras pues a la virtud

tus medidas, y no a las apariencias

de los seres que en círculo se muestran,

la proporción perfecta admirarías

de más con más, y de menor con menos,

cada cielo, con cada inteligencia.»

Como se queda espléndido y sereno

el aéreo hemisferio cuando sopla

Bóreas con su mejilla más suave,

y se disuelven y limpian las brumas

que le turbaban, y sonríe el cielo

con las bellezas todas de su corte;

así hice yo, después que mi señora

tan claro respondió, y como en el cielo

brilla una estrella supe la verdad.

Y cuando terminaron sus palabras,

no de otro modo el hierro centellea

candente, cual los círculos hicieron.

Su incendio cada chispa propagaba;

y tantas eran, que el número de ellas

más que el doblar del ajedrez subía.

Yo escuchaba hosanar de coro en coro

al punto fijo que los tiene ubi

y siempre los tendrá, en que siempre fueron.

Y aquella que las dudas de mi mente

sabía, dijo: «Los primeros círculos

te muestran Serafines y Querubes.

Tras sus vínculos siguen tan aprisa

por parecerse al punto cuanto puedan;

y tanto pueden cuanto están más altos.

Esos amores que en torno se encuentran,

llámanse Tronos del poder divino,

y acaba en ellos el primer ternario;

y deberás saber que todos gozan

cuando se profundiza su mirada

en la verdad que aquieta el intelecto.

De aquí se puede ver cómo se funda

la beatitud en el acto de ver,

no en el de amar, que detrás de aquél viene;

y del ver son los méritos medida,

que genera la gracia y buen deseo:

así es como sucede grado a grado.

El siguiente ternario que florece

en esta sempiterna primavera

que nocturno carnero no despoja,

perpetuamente «Hosanna» jubilea

en triple melodía, por los tres

órdenes de alegría en que se enterna.

En esa jerarquía hay otras diosas:

Dominaciones, y después Virtudes;

de Potestades es el tercer orden.

Luego en los dos penúltimos festejos

Principados y Arcángeles dan vueltas;

todo el último de ángeles dichosos.

Estos órdenes miran a lo alto,

y abajo tanto influyen, que hacia Dios

son arrastrados y de todo arrastran.

Y Dionisio con tanto deseo

a contemplar se dedicó estos órdenes

que como yo, los nombra y los distingue.

Pero de él se apartó luego Gregorio;

y en cuanto abrió los ojos en el cielo

de sí mismo por esto se reía.

Y si mostrado fue tanto secreto

por un mortal, no quiero que te admires:

porque se lo enseñó quien vio aquí arriba,

y otras muchas verdades de este mundo!»

CANTO XXIX

Cuando uno y otro hijo de Latona,

por debajo de Libra y del Carnero,

son límites los dos de un horizonte,

cuanto hay desde el momento de equilibrio

hasta que el uno u otro de aquel cinto,

cambiando de hemisferio, se desata,

tanto, la risa pintada en su rostro,

muda estuvo Beatriz mirando fijo

el punto que me había derrotado.

Dijo después: «Diré, sin que preguntes,

lo que quieres oír, porque lo he visto

donde convergen todo quando y ubi.

No por acrecentar sus propios bienes,

que es imposible, mas porque su luz

pudiese, en su esplendor decir "Subsisto",

allí en su eternidad, fuera de toda

comprensión y de tiempo, libremente,

se abrió en nuevos amores el eterno.

No es porque antes ocioso estuviera;

pues ni después ni antes precedió

el discurrir de Dios sobre estas aguas.

Forma y materia, ya puras o juntas,

salieron a existir sin fallo alguno,

como de arco tricorde tres saetas.

Y como en vidrio, en ámbar o en cristales

el rayo resplandece, de tal modo

que el llegar y el lucir es todo en uno,

de igual forma irradió el triforme efecto

de su Sir a su ser a un tiempo mismo

sin que hubiese ninguna diferencia.

Concreado fue el orden y dispuesto

a las sustancias; y del mundo cima

fueron aquellas hechas acto puro;

a la potencia pura puso abajo;

la potencia y el acto, en medio, atadas

tal nudo que jamás se desanuda.

Jerónimo escribió que muchos siglos

antes fueron los ángeles creados

de que el resto del mundo fuera hecho;

mas en muchos parajes que escribieron

los inspirados, se halla esta verdad;

y si bien juzgas te avendrás a ello;

y en parte la razón también lo prueba,

pues no admite motores que estuviesen

sin su perfecto estado mucho tiempo.

Ya sabes dónde y cuándo estos amores

y cómo fueron hechos: ya apagados

tres ardores ya están en tu deseo.

Hasta veinte, contando, no se llega

tan pronto, como parte de los ángeles

turbó el más bajo de los elementos.

La otra quedóse, y dio comienzo el arte

que puedes ver, y con tanto deleite,

que de sus giros nunca se ha apartado.

La ocasión de caer fue la maldita

soberbia de quien viste que oprimían

las pesadumbres todas de este mundo.

Esos que ves aquí fueron humildes,

admitiendo existir por la bondad

que a tanto conocer hizo capaces:

por lo que fue su vista acrecentada

por méritos y gracia iluminante,

y tienen voluntad constante y plena;

y no quiero que dudes, mas que sepas,

que recibir la gracia es meritorio

según como el afecto la recibe.

Por lo que a este colegio se refiere

ya comprendes bastante, si entendiste

lo que te dije, ya sin otra ayuda.

Mas como en las escuelas de la tierra

se enseña que la angélica natura

es tal que entiende, que recuerda y quiere,

aún te diré, para que pura sepas

la verdad, que allí abajo se confunde,

porque equivocan los significados.

Estas sustancias, desde que gozaron

de la cara de Dios, no apartan de ella

la mirada, a quien nada está escondido:

Así pues no interceptan su mirada

nuevos objetos, y no necesitan

recordar con conceptos divididos;

y así allá abajo, sin dormir, se sueña,

creyendo y no creyendo en lo que dicen;

pero éstos tienen más vergüenza y culpa.

Vais por distintas rutas los que abajo

filosofáis: pues que os empuja tanto

el afán de que os tengan como sabios.

Y aún esto es admitido aquí en lo alto

con un rigor menor que si se olvida

la sagrada escritura o se confunde.

No meditáis en cuánta sangre cuesta

sembrarla allá en el mundo, y cuánto agrada

el que con ella humilde se conforma.

Por la apariencia pruebas dan de ingenio

y de imaginación; y quien predica

dase a esto y se calla el Evangelio.

Que se volvió la luna, dice el uno,

en la pasión de Cristo, y se interpuso

para ocultar la luz del sol abajo;

y otro que por sí misma se escondió

la luz, y que en la India y en España

hubo eclipse lo mismo que en Judea.

No hay en Florencia tantos Lapi y Bindi

cuantas fábulas tales en un año,

aquí y allá en los púlpitos se gritan:

y así las ovejuelas, que no saben,

vuelven del prado pacidas de viento,

y que el daño no vean no es excusa.

No dijo a su primer convento Cristo:

"Id y patrañas predicad al mundo";

sino les dio cimientos de certeza;

y ésta sonó en sus bocas solamente,

de modo que luchando por la fe

del Evangelio escudo y lanza hicieron.

Y ahora con bufonadas y con trampas

se predica, y con tal que cause risa,

la capucha se hincha y más no pide.

Mas tal pájaro anida en el capuz,

que si lo viese el vulgo, allí vería

qué indulgencias tendrá confiando en ése:

que en la tierra acrecientan la estulticia,

de tal manera que, sin prueba alguna

de su certeza, corren tras de ellas.

Esto engorda al cebón de San Antonio,

y a otros muchos más cerdos todavía,

que pagan con monedas no acuñadas.

Mas como es larga ya la digresión,

vuelve los ojos a la recta vía,

y se abrevien el tiempo y el camino.

Esta naturaleza tanto aumenta

en número al subir, que no hay palabras

ni conceptos mortales que las sigan;

y si recuerdas lo que se revela

en Danïel, verás que en sus millares

y millares su número se esconde.

La luz primera que toda la alumbra,

de tantas formas ella en sí recibe,

cual son las llamas a las que se une.

Y así, al igual que al acto que concibe

sigue el afecto, de amor la dulzura

ardiente o tibio en ella es diferente.

Ve pues la excelsitud y la grandeza

del eterno poder, puesto que tantos

espejos hizo en que multiplicarse,

permaneciendo en sí uno como antes.

CANTO XXX

Acaso a seis mil millas de distancia

hierve aquí la hora sexta, y este mundo

horizontal reclina ya la sombra,

cuando el centro del cielo, tan profundo,

se pone de tal forma, que en el fondo

van desapareciendo las estrellas;

y cuando se adelanta la sirviente

clarísima del sol, apaga el cielo

una por una hasta la más hermosa.

No de otro modo el triunfo que se goza

en torno al punto que antes me cegara,

creyéndolo incluido en lo que incluye,

se apagó poco a poco de mi vista;

por lo cual el amor y el no ver nada

me hicieron que a Beatriz volviera el rostro.

Si cuanto de ella he dicho hasta el presente

fuese encerrado todo en una loa,

poco sería a conseguir mi intento.

La belleza que vi no sobrepasa

solamente a nosotros, mas yo creo

que sólo su creador la goce entera.

Vencido me confieso en este paso

más que nunca en un punto de su obra

fue superado el trágico o el cómico:

pues, como el sol la vista menos firme,

así el recuerdo de su dulce risa

a mí mismo me priva de mi mente.

BOOK: La divina comedia
5.39Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Zero by Jess Walter
The Cyclops Conspiracy by David Perry
F*cking Awkward by Taryn Plendl, AD Justice, Ahren Sanders, Aly Martinez, Amanda Maxlyn, B.A. Wolfe, Brooke Blaine, Brooke Page, Carey Heywood, Christine Zolendz
Olympus Mons by William Walling
Chastity by Elaine Barbieri
The Algebraist by Iain M. Banks
Torment by Jeremy Seals
No Place to Die by James L. Thane