La espada oscura (53 page)

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Authors: Kevin J. Anderson

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La espada oscura
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—Oh... Pero... Eh... Amo Han... —farfulló Cetrespeó. —Los veo —dijo Han—. Ya se apartarán.

Los cazas TIE mantuvieron su posición sin dejar de disparar. Los escudos delanteros del
Halcón
empezaron a debilitarse, pero Han siguió avanzando por el mismo vector..., lanzándose sobre los cazas imperiales. Luke y Leia continuaron disparando desde sus puestos respectivos, eliminando cazas TIE con sus andanadas.

—Huuuuum... Por favor, ¿tendríais la bondad de quitaros de en medio? —murmuró Han.

Los cazas TIE se hicieron a un lado en el último momento, desviándose en una serie de maniobras tan frenéticas que dos de ellos colisionaron mientras los otros perdían el control y empezaban a dar tumbos por el espacio. El
Halcón
atravesó la formación defensiva a toda velocidad y entró en contacto con la atmósfera de la luna selvática para iniciar un rápido descenso hacia las copas de los árboles.

Sobrevolaron la jungla. Nubes de humo negro brotaban de los incendios esparcidos por entre los árboles. Franjas enteras de selva habían quedado devastadas e incineradas allí donde los potentes haces de las baterías turboláser habían caído desde la órbita de ataque elegida por Daala.

Calista se volvió hacia Luke y le puso la mano en el brazo cuando éste salió del pozo artillero del
Halcón
con una traviesa sonrisa de muchacho en los labios.

—Había pasado mucho tiempo desde la última vez en que hice eso. —Pero la sonrisa se desvaneció enseguida—. La Academia Jedi debe de estar siendo atacada. Tenemos que ir allí.

—Lo sé —replicó Calista—. Ya se lo he dicho a Han.

—¡Eh, voy lo más deprisa que puedo! —gritó Han desde la cabina. Leia fue a reunirse con él—. Tienes muy buena puntería, Leia —dijo Han.

—El que los imperiales nos estén utilizando como blancos de práctica supone un gran incentivo —respondió Leia.

Dos cazas TIE aparecieron por encima de las copas de los árboles, y empezaron a disparar contra el
Halcón
desde los lados.

—Estos tipos no se rinden nunca, ¿verdad? —masculló Han.

Lanzó uno de sus proyectiles detonadores directamente contra un caza TIE, cuyo piloto obviamente esperaba una represalia mediante el cañón láser. El caza TIE intentó virar, pero el sensor colocado en la punta del proyectil centró su mira en uno de los paneles de dirección y estalló, haciendo que los restos del aparato imperial salieran despedidos en un loco girar. por el cielo.

El segundo caza TIE, que al parecer no deseaba seguir adelante con el enfrentamiento, subió a toda velocidad hasta quedar fuera del radio de alcance del armamento de Han. La maquinaria de asalto de superficie avanzaba por debajo del
Halcón
, hileras de caminantes de exploración y enormes fortalezas volantes que peinaban la jungla y se dirigían hacia el Gran Templo.

—Tenemos que averiguar si los estudiantes están a salvo —dijo Luke. Han miró a su alrededor.

—Bueno, tal, vez podríamos meterlos en el
Halcón
y llevarlos a un lugar seguro.

—Creo que no nos vamos a ir de Yavin 4 —replicó Luke mientras contemplaba a Han con expresión ensombrecida.

—¡Pero eso es una locura, Luke! —exclamó Han.

—Oye, si sólo es una cuestión de supervivencia, entonces mis estudiantes Jedi probablemente estarían más seguros dividiéndose en pequeños grupos y dispersándose por la jungla que a bordo del
Halcón
—dijo Luke—. No te lo tomes como un insulto a tus habilidades de pilotaje, Han, pero si evacuamos a los estudiantes Jedi en el
Halcón
, un solo disparo bien dirigido del Destructor Estelar de la almirante Daala acabaría con prácticamente todos los Caballeros Jedi de la Nueva República. No puedo correr ese riesgo. Lucharemos aquí. Puedes irte. Ve a buscar ayuda, o quédate y toma parte en algunas de las batallas de superficie. Pero los Jedi no se van a marchar de Yavin 4.

—De acuerdo, de acuerdo —dijo Han—. Aun así, creo que antes deberíamos averiguar cuál es la situación.

—Bueno, si quieren saber mi opinión, creo que yo preferiría que intentáramos escapar —dijo Cetrespeó.

—Cállate, Cetrespeó —dijo Leia.

—¿Por qué que nadie escucha nunca mi opinión? —se quejó el androide dorado.

Han posó el
Halcón
al lado de una lanzadera imperial que había descendido delante del Gran Templo. Los restos de un caminante medio aplastado estaban esparcidos allí donde empezaba la jungla. Unos cuantos árboles ardían en los alrededores, e incluso el gran templo massassi daba la impresión de haber cambiado: estaba ennegrecido por los ataques aéreos, aunque parecía conservar su solidez estructural.

Luke esperaba que los estudiantes Jedi se hubieran refugiado dentro de la pirámide o que hubieran ido a esconderse en la jungla.

La rampa del
Halcón
sobresalió del casco y Luke y Calista fueron los primeros en bajar corriendo por ella, seguidos rápidamente por Han, Leia y Chewie. Erredós bajó rodando por la rampa, emitiendo nerviosos sonidos electrónicos. Cetrespeó se quedó inmóvil en el comienzo de la rampa, como si no supiera qué hacer.

—Quizá deberíamos quedarnos aquí, Erredós..., para defender la nave, ya sabes —dijo.

Pero el pequeño androide electromecánico replicó con una seca reprimenda electrónica.

Luke y Calista corrieron hacia el templo. La pesada puerta horizontal del hangar subió un par de metros, y una silueta apareció en el hueco mientras el atronar de la batalla seguía a su alrededor.

Kyp Durron salió a la luz del sol, sosteniendo en sus brazos el ennegrecido y flácido cuerpo de Dorsk 81. Calista y Luke dejaron escapar un jadeo ahogado.

—Había diecisiete Destructores Estelares más —dijo Kyp con voz enronquecida y llena de cansancio mientras los otros estudiantes Jedi iban apareciendo detrás de él—. Trabajamos juntos, y unimos nuestras capacidades mediante la Fuerza. Dorsk 81 nos guió. Concentró el poder dentro de su cuerpo. Nos libró de los otros Destructores Estelares..., pero el hacerlo le costó la vida.

Otro caminante de exploración imperial entró en el claro con un rechinar metálico y un estrépito de árboles aplastados y dirigió sus cañones desintegradores hacia el grupo de Caballeros Jedi. Pero antes de que pudiera hacer ni un solo disparo, un haz de llamas surgió rugiendo de uno de los pozos artilleros del
Halcón
y destruyó al caminante imperial con una gran explosión. Su humeante cabeza trapezoidal quedó inmóvil en un profundo cráter, indicando el lugar donde se había sentado el piloto.

Un instante después un Cetrespeó muy nervioso salió de la nave y se detuvo en el comienzo de la rampa de abordaje.

—¡Lo hice! Oh, cielos, ¿han visto eso? Dije que defendería la nave. ¡Oh, cielos, he disparado contra un caminante imperial! De todas maneras, puedo asegurarles que yo no tenía ninguna intención...

Erredós lanzó un estridente zumbido de triunfo.

Calista se volvió hacia Kyp.

—Ahora no tenemos tiempo para llorar la pérdida de Dorsk 81 —dijo. —Era un Jedi —murmuró Kyp—. Era un Caballero Jedi...

—Todos lo sois —dijo Luke—. Vamos... Tenemos que defender la Academia Jedi.

Oyeron más estrépito en la jungla: explosiones, zumbidos de maquinaria que se iban aproximando a medida que los vehículos de asalto de superficie convergían sobre su objetivo principal...

Han llamó a Leia y Chewbacca con un gesto de la mano.

—Venga, volvamos al
Halcón
—dijo—. Repartiremos nuestras armas.

Luke y Calista fueron hacia los estudiantes Jedi y se dispusieron a tomar parte en la batalla.

Capítulo 51

—Podemos desplegarnos y atacar a los imperiales —dijo Luke, mirando a los estudiantes Jedi que se habían congregado delante del Gran Templo.

Las tropas de asalto mecanizadas seguían atravesando la jungla en un estrepitoso avance, disparando contra objetivos imaginarios. Erredós fue hacia la puerta abierta del Gran Templo, y desapareció entre las negras sombras del hangar.

—Estarán aquí dentro de un momento —siguió diciendo Luke—. Si conseguimos dispersarnos por la jungla, podremos caer sobre ellos en una serie de ataques por sorpresa.

Tionne estaba preocupada.

—Son muchos más que nosotros, y su potencia de fuego es muy superior —dijo.

—Sí —dijo Kirana Ti, con el rostro lleno de una sombría solemnidad—, pero podemos escondernos mejor de lo que pueden hacerlo ellos.

—Y somos Caballeros Jedi —añadió Kam Solusar—. Ellos no son más que imperiales.

Luke sonrió al ver lo seguros que estaban de sí mismos.

—Quizá deberías ir a bordo del
Halcón
con Han y Leia, Calista —dijo—. Allí estarías más segura.

Calista respondió con una vigorosa sacudida de la cabeza, y sus cortos cabellos color rubio malta ondularon en la húmeda atmósfera de la jungla. —Ni lo sueñes. Me quedaré contigo.

Luke le sonrió con cariñosa dulzura.

—De acuerdo. Te protegeré con mis poderes Jedi..., pero procura no alejarte de mí.

La joven frunció el ceño ante aquel repentino recordatorio de su incapacidad para usar la Fuerza, pero eso no impidió que su rostro siguiera iluminado por una salvaje determinación. Calista tenía su espada de luz, y Luke activó su hoja de energía verde amarillenta. Kirana Ti empuñó el arma de Gantoris, cuya hoja brillaba con una cegadora claridad color blanco amatista. Kyp también empuñó su arma. Algunos de los estudiantes Jedi que llevaban menos tiempo en Yavin 4 cogieron los desintegradores que Kyp había sacado de la lanzadera imperial robada.

Luke alzó su espada de luz.

—¡Que la Fuerza os acompañe, Caballeros Jedi! —gritó.

Los estudiantes se dispersaron y desaparecieron en la espesura de la jungla.

Kirana Ti procuró mantenerse cerca de Streen mientras las lianas empapadas y la maleza se enroscaban a su alrededor. Formaban una pareja bastante extraña, pero el algo perturbado ermitaño de Bespin era su amigo. Kirana Ti era alta, fuerte y musculosa, y podía ser una guerrera temible incluso sin utilizar la Fuerza. Streen, en cambio, siempre estaba distraído y un poco alejado de todo, y lo que más deseaba en el mundo era estar solo. Kirana Ti aceptaba al anciano tal como era. Sabía que Streen podía llegar a desplegar un enorme poder cuando se sentía lo suficientemente seguro de sí mismo para acceder a su potencial oculto. Juntos formaban un excelente equipo.

Las máquinas de asedio imperiales avanzaban ruidosamente hacia ellos: era otro pelotón de desgarbados caminantes de exploración que se abría paso a través de la espesura. Los caminantes disparaban contra los árboles que se interponían en su camino, derribando gruesas ramas y arrancando las masas de lianas que se enredaban en sus enormes y pesadas patas articuladas.

—No se están esforzando demasiado en no hacer ruido —dijo Kirana Ti—. Es una mala táctica... Demuestra un peligroso exceso de confianza.

—¿Cuál es su plan? —preguntó Streen, retorciéndose nerviosamente de un lado a otro—. ¿Cuál es nuestro plan? ¿Hay alguien que tenga un plan? Deberíamos hacer planes.

La guerrera de Dathomir buscó refugio entre las sombras de un matorral y tiró de Streen para que la siguiese mientras contemplaba con los ojos entrecerrados a los caminantes que se aproximaban. El sudor le perló la frente, y Kirana Ti se lo quitó con el dorso de la mano. Después aferró con más fuerza la empuñadura de su espada de luz.

—Los imperiales no esperaban mucha resistencia de un puñado de estudiantes, así que no están organizados. No es más que una acometida salvaje con montones de armas y ningún plan.

—No hay ningún plan —corroboró Streen, asintiendo vigorosamente.

Un par de caminantes entraron en el claro.

—¡Yo me ocuparé de esos dos! —anunció Streen, levantándose de un salto antes de que Kirana Ti pudiese impedírselo.

El ermitaño de Bespin salió corriendo de la espesura para quedar totalmente expuesto ante las dos máquinas exploradoras de cabeza cuadrada.

—¡Streen! —gritó Kirana Ti.

Los dos caminantes hicieron girar sus voluminosas cabezas y dirigieron sus armas hacia Streen, pero el anciano levantó los puños en el aire y dejó escapar un potente grito mientras impulsaba los brazos hacia adelante en un brusco movimiento de barrido, utilizando la Fuerza para impulsar un incontenible ariete de viento.

Kirana Ti quedó asombrada ante la rapidez con la que Streen concentraba su mente en la Fuerza, canalizando sus pensamientos con toda exactitud hacia lo que quería hacer, y dejaba en libertad sus poderes después. O quizá Streen ni siquiera se concentraba..., y ésa era la razón de su inusual fortaleza.

Los dos transportes de exploración se derrumbaron hacia atrás como si hubieran sido golpeados por una mano gigantesca, y rodaron por el suelo hasta que acabaron chocando con el tronco de un viejo árbol massassi, aplastados por la Fuerza.

Streen se restregó las manos.

—Ya está —dijo, y después se volvió hacia Kirana Ti y le dirigió una sonrisa torcida.

Un tercer caminante de exploración surgió de la jungla y esta vez Kirana Ti reaccionó con gran rapidez. La guerrera de Dathomir activó su espada de luz y saltó hacia el transporte blindado de dos patas. Lanzó un mandoble lateral con la resplandeciente hoja blanco purpúrea, y seccionó una pata metálica a la altura de la rodilla. El caminante de exploración se derrumbó hacia un lado, y Kirana Ti se apartó de un salto para que no le cayera encima.

El piloto disparó sus cañones láser mientras la máquina caía, pero los haces de energía fallaron el blanco y se limitaron a incinerar las gruesas ramas de los árboles. Los animales escondidos que habían estado agazapados entre la maleza emprendieron una veloz huida, chillando y graznando mientras escapaban por entre los restos medio podridos de la selva.

Kirana Ti abrió la escotilla blindada del caminante de exploración con un golpe de su espada de luz. El soldado imperial que había dentro estaba intentando librarse de las tiras de su arnés de seguridad y ya alargaba la mano hacia su pistola desintegradora..., pero Kirana Ti lo atravesó con la hoja llameante de la espada de luz. El soldado dejó escapar un corto grito, y después el agujero chisporroteante que apareció en su pecho impidió que emitiera más sonidos.

Kirana Ti subió de un salto a la estructura humeante del caminante de exploración, como una guerrera que acabara de vencer a un monstruo. Streen se había quedado inmóvil y estaba contemplando los dos vehículos que había destruido.

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