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Authors: Elizabeth Kostova

La Historiadora (69 page)

BOOK: La Historiadora
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En cualquier caso, según el relato de Stefan, algunos hombres de Vlad III continuaron siéndole fieles, pues se arriesgaron a transportar el cadáver a Snagov. Durante mucho tiempo se creyó que el cadáver decapitado había sido enterrado en la iglesia de Snagov, delante del altar.

Si hay que conceder crédito al relato de Stefan el Errabundo, el cuerpo de Vlad III fue transportado en secreto desde Snagov hasta Constantinopla, y de allí a un monasterio llamado Sveti Georgi, en Bulgaria. El propósito de esta deportación, y la naturaleza del «tesoro» que los monjes estaban buscando, primero en Constantinopla y después en Bulgaria, no está claro. El relato de Stefan afirma que el tesoro habría «acelerado la salvación del alma de este príncipe», lo cual indica que el abad debía considerarlo necesario desde un punto de vista teológico. Es posible que buscaran alguna reliquia en Constantinopla que hubiera sobrevivido a las conquistas latina y otomana. Cabe la posibilidad de que no hubiera querido aceptar la responsabilidad de destruir el cadáver en Snagov, o de mutilarlo de acuerdo con las creencias sobre la protección contra los vampiros, o de correr el riesgo de que esto fuera llevado a cabo por los aldeanos. Esta renuencia debe considerarse normal, teniendo en cuenta la posición social de Vlad y el hecho de que a los miembros del clero ortodoxo se los disuadía de participar en mutilaciones corporales.

Por desgracia, no se ha encontrado ningún lugar en Bulgaria donde se hallen enterrados los restos de Vlad III, y hasta el emplazamiento de la institución denominada Sveti Georgi, al igual que la del monasterio búlgaro de Paroria, se desconocen. Debió de ser abandonado o destruido durante la era otomana, y la «Crónica» es el único documento que arroja luz sobre su emplazamiento general. La «Crónica» afirma que recorrieron una breve distancia («no mucho más lejos») desde el monasterio de Bachkovo, situado a unos cincuenta y seis kilómetros al sur de Asenovgrad, a orillas del río Chepelarska. Es evidente que Sveti Giorgi se hallaba en la zona sur del centro de Bulgaria. Esta zona, que incluye gran parte de los montes de Ródope, se contó entre las últimas regiones búlgaras conquistadas por los otomanos. Algún territorio muy escabroso de esta parte jamás cayó por completo en manos de los invasores. El hecho de que Sveti Georgi se encontrara en estas montañas explicaría parcialmente por qué fue elegido como lugar de descanso, relativamente seguro, de los restos de Vlad III.

Pese a que la «Crónica» afirma que se convirtió en centro de peregrinación después de que los monjes de Snagov se instalaran, Sveti Georgi no aparece en otras fuentes documentales importantes del período, ni en posteriores, lo cual podría indicar que desapareció o fue abandonado poco después de la partida de Stefan. No obstante, sabemos algo de la fundación de Sveti Georgi gracias a una única copia de un typikon conservado en la biblioteca del monasterio de Bachkovo. Según este documento, Sveti Georgi fue fundado por Georgios Comneno, primo lejano del emperador bizantino Alexis I Comneno, en 1101. La «Crónica» de Zacarías afirma que había «pocos y viejos» monjes cuando llegó el grupo de Snagov. Cabe suponer que esos escasos monjes habían respetado el régimen esbozado en el typikon, al que se sumaron los monjes valacos.

Vale la pena resaltar que la «Crónica» subraya el viaje de los valacos a través de Bulgaria de dos formas diferentes: describiendo con cierto detalle el martirio de dos de ellos a manos de oficiales otomanos y tomando nota de la atención dispensada por la población búlgara a su recorrido a través del país. No hay forma de saber el motivo de que los otomanos, en general tolerantes con las actividades religiosas cristianas en Bulgaria, consideraran a los monjes valacos una amenaza. Stefan informa por mediación de Zacarías que sus amigos fueron «interrogados» en la ciudad de Haskovo antes de ser torturados y asesinados, lo que sugiere que las autoridades otomanas creían que se hallaban en posesión de información políticamente sensible de algún tipo. Haskovo se encuentra en el sudeste de Bulgaria, una región bajo férreo dominio otomano desde el siglo XV. Lo más extraño es que a los monjes mártires se les aplicaran los castigos tradicionales otomanos por robo (amputación de manos) y por fuga (amputación de pies). La mayoría de los mártires que murieron a manos de los otomanos fueron torturados y asesinados con otros métodos. Estas formas de castigo, así como el registro de la carreta de los monjes, descrito por Stefan en su relato, dan a entender que las autoridades de Haskovo los acusaron de robo, aunque al parecer fueron incapaces de demostrar su acusación.

Stefan informa de la amplísima atención dispensada por el pueblo búlgaro a lo largo de la ruta, lo cual habría podido despertar la curiosidad de los otomanos. Sín embargo, tan sólo ocho años antes, en 1469, las reliquias de Sveti Ivan Rilski, el ermitaño fundador del monasterio de Rila, habían sido trasladadas desde Veliko Trnovo hasta una capilla de Rila, una procesión presenciada y descrita por Vladislav Gramatik en su «Narración del transporte de los restos de Sveti Ivan». Durante el traslado, oficiales turcos toleraron la atención dispensada por los aldeanos búlgaros a las reliquias, y el viaje se convirtió en un importante elemento unificador y simbólico para los cristianos búlgaros. Es probable que Zacarías y Stefan conocieran el famoso viaje de los huesos de Ivan Rilski, y es posible que Zacarías hubiera visto en Zougraphou alguna documentación escrita hacia 1479.

Esta temprana (y muy reciente) tolerancia de una procesión religiosa similar a través de Bulgaria es lo que convierte en muy significativa la preocupación por el viaje de los monjes valacos. El registro de su carreta (tal vez efectuado por oficiales de la guardia de algún bajá local) indica que cierta información sobre el propósito de su viaje había llegado a oídos de las autoridades otomanas de Bulgaria. No cabe duda de que dichas autoridades no habrían estado nada ansiosas por albergar en Bulgaria los restos de uno de sus enemigos políticos más encarnizados, ni por tolerar la veneración de dichos restos. Lo más desconcertante, no obstante, es el hecho de que al registrar la carreta no se encontrara nada, pues el relato de Stefan menciona más adelante el entierro del cadáver en Sveti Georgi. Sólo podemos especular acerca de cómo habría podido esconderse todo un cadáver (aunque decapitado), si en verdad transportaban uno.

Por fin, un punto interesante tanto para historiadores como para antropólogos es la referencia de la «Crónica» a las opiniones de los monjes de Snagov relativas a las visiones que tuvieron en la iglesia. No se pusieron de acuerdo sobre lo que había sucedido con el cadáver de Vlad III mientras lo velaban, y mencionaron diversos métodos tradicionales citados como base para la transformación de un cadáver en un muerto viviente (un vampiro), lo cual indica que creían en la posibilidad de que eso sucediera. Algunos creían haber visto un animal saltando sobre el cadáver, y otros que una fuerza sobrenatural en forma de niebla o viento había penetrado en la iglesia y provocado que el cadáver se incorporara. El caso del animal está ampliamente documentado en las leyendas populares de los Balcanes sobre la génesis de los vampiros, al igual que la creencia de que los vampiros pueden convertirse en niebla o bruma. Los monjes debían conocer la notoria sed de sangre de Vlad III, así como su posterior conversión al catolicismo en la corte del rey húngaro Matías Corvino, la primera porque era famosa en toda Valaquia y la segunda porque debía preocupar a la comunidad ortodoxa de allí (sobre todo en el monasterio favorito de V1ad, cuyo abad debía ser su confesor).

Los manuscritos

La «Crónica» de Zacarías se conoce a través de dos manuscritos, Azos 1480 y R.VII.132. A este último se lo conoce también con el nombre de la «Versión Patriarcal». Azos 1480, un manuscrito incuarto redactado en escritura semiuncial, se conserva en la biblioteca del monasterio de Rila, en Bulgaria, donde fue descubierto en 1923. Primera de las dos versiones de la «Crónica», fue escrita casi con toda seguridad por el propio Zacarías en Zographou, probablemente a partir de notas tomadas junto al lecho de muerte de Stefan. Pese a la afirmación de que «tomó nota de cada palabra», Zacarías debió escribir su copia después de trabajar mucho en la redacción. Refleja un refinamiento de estilo que no pudo ser producto del momento, y sólo contiene una corrección. Este manuscrito original debió conservarse en la biblioteca de Zographou al menos hasta 1814, puesto que el título se menciona en una bibliografía de manuscritos de los siglos XV y XVI guardados en Zographou con fecha de aquel año. Reapareció en Bulgaria en 1923, cuando el historiador búlgaro Atanas Angelov lo descubrió oculto en la cubierta de un tratado del siglo XV sobre la vida de san Jorge (Georgi 1364.21) en la biblioteca del monasterio de Rila. Angelov comprobó en 1924 que no existía ninguna copia en Zographou. No se sabe muy bien cuándo o cómo viajó este original desde Azos a Rila, si bien la amenaza de incursiones de piratas contra Azos durante los siglos XVIII y XIX tal vez haya influido en su traslado (y en el de numerosos documentos y objetos de incalculable valor) desde la Montaña Sagrada.

La segunda y única copia más conocida de la versión de la «Crónica» de Zacarías (R.VII.132, o la «Versión Patriarcal») se guarda en la biblioteca del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, y los métodos paleográficos fijan su antigüedad a mediados o finales del siglo VVI. Es probable que se trate de una versión posterior de una copia enviada al Patriarca por el abad de Zographou, en tiempos de Zacarías. Se supone que el original de esta versión acompañaba a una carta del abad dirigida al Patriarca, en la que alertaba a éste de la posibilidad de una herejía en el monasterio búlgaro de Sveti Georgi. La carta ya no existe, pero es probable que por razones de eficacia y discreción el abad de Zographou pidiera a Zacarías que volviera a copiar su crónica para entregarla a Constantinopla, mientras el original permanecería en la biblioteca de Zographou. Entre cincuenta y cien años después de acogerla, la biblioteca del Patriarca todavía consideraba lo bastante importante la «Crónica» para conservarla mediante el expediente de volver a copiarla.

La «Versión Patriarcal», además de ser una probable copia posterior de una misiva enviada desde Zographou, difiere de Azos 1480 en otro aspecto importante: elimina parte del fragmento que reproduce lo que los monjes que velaban en la iglesia de Snagov afirmaron haber presenciado, en especial desde la frase «Un monje vio un animal» hasta la frase «el cadáver decapitado del príncipe se removió e intentó incorporarse». Es posible que este párrafo haya sido eliminado en la copia posterior con la intención de ocultar a los usuarios de la biblioteca patriarcal información innecesaria sobre la herejía descrita por Stefan, o tal vez para minimizar el contacto con supersticiones sobre el origen de los muertos vivientes, un conjunto de creencias a las que la administración eclesiástica se oponía. Es difícil fechar la «Versión Patriarcal», aunque casi con toda seguridad se trata de la copia que consta en el catálogo de la biblioteca patriarcal desde 1605.

Una última similitud, sorprendente y desconcertante, existe entre los dos manuscritos conservados de la «Crónica». Ambos fueron arrancados por una mano anónima más o menos en el mismo momento de la historia. Azos 1480 termina con «descubrí», mientras la «Versión Patriarcal» continúa con «que no era una epidemia normal, sino», y ambas han sido mutiladas pulcramente después de una línea completa. Se supone que lo eliminado es la parte del relato de Stefan que documenta una posible herejía, o alguna otra desgracia, aparecida en el monasterio de Sveti Georgi.

Una pista de la fecha de este atentado tal vez se encuentre en el catálogo de la biblioteca antes mencionado, que califica la «Versión Patriarcal» de «incompleta». Por consiguiente, podemos suponer que el final de esta versión fue arrancado antes de 1605. Sin embargo, es imposible saber si los dos actos de vandalismo tuvieron lugar en el mismo período, si uno inspiró el otro a un lector mucho más tardío, o hasta qué punto eran similares los finales de ambos documentos. La fidelidad de la «Versión Patriarcal» al manuscrito de Zographou, con la excepción del párrafo del velatorio mencionado antes, indica que la historia debía terminar igual, o al menos de una forma muy parecida, en las dos versiones. Además, el hecho de que la «Versión Patriarcal» fuera mutilada, pese a la eliminación del párrafo que habla de los acontecimientos sobrenaturales acaecidos en la iglesia de Snagov, apoya la idea de que terminaba con una descripción de la herejía o brote maligno de Sveti Georgi. Hasta la fecha no se ha encontrado otro ejemplo, entre los manuscritos medievales de los Balcanes, de mutilación sistemática de dos copias del mismo documento separadas por cientos de kilómetros de distancia.

Ediciones y traducciones

La «Crónica» de Zacarías de Zographou ha sido publicada dos veces con anterioridad. La primera edición fue una traducción griega, con un breve comentario, incluida en la Historia de las iglesias bizantinas, de Xanthos Constantinos, de 1849. En 1931 el Patriarcado Ecuménico imprimió un folleto del original eslavo. Atanas Angelov, quien descubrió la versión de Zographou en 1923, pensaba publicarlo con abundantes comentarios, pero su muerte en 1924 truncó el proyecto. Algunas de sus notas fueron publicadas a título póstumo en
Balkanski istoricheski pregled,
en 1927.

LA «CRÓNICA» DE ZACARÍAS DE ZOGRAPHOU

Esta historia me la contó a mí, Zacarías el Penitente, mi hermano en Cristo Stefan el Errabundo de Tsarigrad. Llegó a nuestro monasterio de Zographou en el año 6987 [1479]. Nos relató los extraños y maravillosos acontecimientos de su vida. Stefan el Errabundo tenía cincuenta y tres años de edad cuando llegó a nosotros, un hombre sabio y piadoso que había visto muchos países. Demos gracias a la Santa Madre por haberle guiado hasta nosotros desde Bulgaria, adonde había ido con un grupo de monjes desde Valaquia y padecido muchos sufrimientos a manos del turco infiel, además de haber presenciado el martirio de dos de sus amigos en la ciudad de Haskovo. Sus hermanos y él transportaron unas reliquias de maravilloso poder a través de los países infieles. Con estas reliquias se internaron en las tierras de los búlgaros y se hicieron famosos en todo el país, de modo que los hombres y mujeres cristianos salían a los caminos cuando pasaban para hacerles reverencias o besar los costados de la carreta. Y estas reliquias fueron transportadas al monasterio llamado de Sveti Georgi y expuestas a la adoración. Aunque el monasterio era pequeño y retirado, acudieron muchos peregrinos que venían de los monasterios de Rila y Bachkovo, o del sagrado Azos. Pero Stefan el Errabundo era el primero que había estado en Sveti Georgi, según supimos después.

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