Read La máquina de follar Online

Authors: Charles Bukowski

Tags: #Erótico, Humor, Relato

La máquina de follar (17 page)

BOOK: La máquina de follar
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la gente miraba a una tía de minifalda cortísima. ¡pero CORTA de veras! y era joven y con clase. comprobé. demasiado. una dormida' me costaría cien. decía que trabajaba de camarera en un sitio. yo volví al mío con mi ropa andrajosa y ella se fue a la barra y se pagó su propia bebida.

tomé otro café.

le había dicho a John el Barbas la noche anterior que el Hombre suele pagar cien veces más por un polvo de lo que vale, de todos modos. yo no. los demás sí. la de la minifalda valía unos ocho dólares. sólo me aumentaba unas trece veces su valor. buena chica.

me puse a la cola para la apuesta siguiente. con el tablero a cero. la carrera estaba a punto de terminar. el chico gordo que había delante de mí parecía dormido. no parecía que quisiese apostar. «vamos, apueste y muévase», dije. parecía atascado en la ventanilla. se volvió lentamente y le eché a un lado, metiéndole el codo, le saqué de la ventanilla. si me decía algo, le pensaba atizar. la resaca me había puesto nervioso. aposté veinte ganador a Scottish Dream, un buen caballo, aunque temía que Craine no lo montara bien. no le había visto una buena carrera. así que, en fin... se lo merecía. salieron y un 18 por 1 le pasó en la recta final. quedó el segundo. el precipicio estaba cada vez más cerca. miré a la gente. ¿qué hacían ellos allí? ¿por qué no estaban trabajando? ¿cómo hacían? había unos cuantos ricos en el bar. ellos no estaban preocupados, pero tenían esa mirada mortecina especial del rico que llega cuando el espíritu de lucha se esfuma de ellos y no queda nada que lo sustituya... ningún interés, sólo ser ricos. pobres diablos. sí. ja, jajajá, ja. no bebía más que agua. estaba seco, seco. enfermo y seco. y descolgado. para el arrastre. acorralado otra vez. qué deporte aburrido. se acercó a mí un hispano bien vestido que olía a asesinato e incesto. olía como una tubería de cloaca atascada. —dame un dólar —dijo. —vete a la mierda —dije yo, muy tranquilo. se volvió y se acercó al siguiente. —dame un dólar —dijo. tuvo su respuesta. se había topado con un duro de Nueva York. —dame tú diez, pijotero —le dijo el duro. paseaba por allí otra gente, timados por el Dream. quebrados, furiosos, angustiados. machacados, mutilados, engañados, cazados, estafados, atrapados. jodidos. volverían a por más si consiguieran algo de dinero. ¿yo? yo iba a empezar a robar carteras o a hacerme macarra, algo así. la carrera siguiente no fue mejor. llegué otra vez segundo, Jean Daily me fastidió con Peper Tone. empecé a convencerme de que todos mis años de experiencia en las carreras (tantas horas nocturnas de estudio) eran pura ilusión. demonios, eran sólo animales y tú los soltabas y pasaba algo. habría estado mejor en mi casa oyendo algo muy cursi (Carmen en inglés) y esperando a que el casero me echara a patadas. en la quinta carrera volví a quedar segundo con Bobbijack, me ganó Stormy Scott N. la elección obvia era Stormy, sobre todo porque tenía el mejor jinete, Farrington, y había cerrado con once cuerpos en su última carrera. segundo otra vez en la sexta. con Shotgun, un 1 buen precio a 8 por 1. y se fueron con él, Peper Streak le ganó. rompí el boleto de diez dólares. quedé el tercero en la séptima y fueron 50 dólares. En la octava tenía que elegir entre Creedy Cash y Red Wave. me quedé al final con Red Wave, y naturalmente, ganó Creedy Cash a 8 por 5, con O'Brien. lo que no fue ninguna sorpresa... Creedy había ganado ya 10 de 19 aquel año. se me había ido la mano con Red Wave y ya eran 90 pavos. fui a los urinarios a echar una meada, allí estaban todos dando vueltas, dispuestos a matar, a robar carteras. una multitud remota y maltratada. pronto saldrían, terminado ya todo. vaya vida... familias rotas, trabajos perdidos, negocios perdidos. locura. pero pagaba impuestos al buen estado de California, amigo. un siete u ocho por ciento de cada dólar. parte de eso construía carreteras. pagaba policías para amenazarte. construía manicomios. alimentaba y pagaba al gobierno. un tiro más. aposté por un jaco de once años, Fitment, un caballo que la había armado en su última carrera, terminó a trece cuerpos contra seis mil quinientos apostadores, y que corría ahora contra un par de doce mil quinientos y un ocho mil. había que estar loco, y además aceptando sólo 9 por 2. aposté diez ganador a Urrall, a 6 por 1, como apuesta de compensación y aposté cuarenta ganador a Fitment. Eso me hundía ciento cuarenta pavos en el agujero. cuarenta y siete años y aún correteando por el País de las Hadas. atrapado como el palurdo más imbécil. salí a ver la carrera. Fitment iba a dos largos al doblar la primera curva, pero corría bien. no te hundas, queridito, no te hundas. al menos concédeme una carrerita, sólo una. para qué quieren los dioses cagar siempre sobre el mismo individuo: yo. que todos tengan su oportunidad. es bueno para su resistencia. estaba oscureciendo y los caballos corrían entre la nieve. Fitment se lanzó a la cabeza al enfilar la pista opuesta a la recta final. hacía una carrera tranquila. pero Meadow Hutch, el favorito 8 por 5 dio la vuelta y se colocó delante de Fitment. corrieron así por la primera curva y luego Fitment avanzó, alcanzó a Meadow Hutch, lo igualó y lo dejó atrás. bien, hemos liquidado al favorito 8 por 5, ahora sólo quedan otros ocho caballos. mierda, mierda, no le dejarán, pensé. saldrá alguno del grupo. un alivio. los dioses no me lo concederán. volvería a mi habitación y me tumbaría en la oscuridad con las luces apagadas, mirando al techo, preguntándome qué significaba todo aquello. Fitment estaba a dos cuerpos en la recta final y yo esperaba. parecía una recta muy larga. Dios mío, ¡qué larga ERA! ¡qué LARGA!

no podrá ser. no puedo soportarlo. qué oscuro está.

ciento cuarenta pavos menos. enfermo. viejo. imbécil. desgraciado. verrugas en el alma.

las jóvenes duermen con gigantes de inteligencia y cuerpo. las chicas se ríen de mí cuando voy por la calle.

Fitment. Fitment.

mantenía los dos cuerpos. seguía. quedaron a dos cuerpos y medio. nadie se acercó más. maravilloso. una sinfonía. sonreía hasta la niebla. le vi llegar a la meta y luego me acerqué y bebí un poco más de agua. cuando volví habían puesto el precio: 11,80 dólares por 2. había ganado 40. saqué la pluma y calculé. ingreso: 236 dólares, menos mis 140. un beneficio de 96. Fitment. amor. niño. amor. caballo florido.

la cola de los diez dólares era larga. fui a los lavabos, me chapucé la cara. había recuperado el ritmo otra vez. salí y busqué los boletos.

¡sólo encontraba TRES boletos de Fitment! ¡había. perdido uno en algún sitio!

¡aficionado! ¡imbécil! ¡majadero! me sentía enfermo. un boleto de diez pavos valía cincuenta y nueve dólares. volví sobre mis pasos. recogiendo boletos. ninguno del número 4. alguien había cogido mi boleto.

me puse a la cola, buscando en la cartera. ¡pedazo de burro! luego, encontré el otro boleto. se había deslizado por detrás de una abertura de la cartera. era la primera vez que me pasaba. .cartera de mierda!

cobré mis 236 dólares. vi a Minifalda buscándome. ¡oh, no no no no NO! me largué en el ascensor, compré un periódico, esquivé a los conductores del aparcamiento, llegué al coche.

encendí un puro. bueno, pensé, no hay por qué negarlo: simplemente un genio no puede perder. con esta idea encendí mi Plymouth del 57. conduje con gran cuidado y cortesía. Tarareé el concierto en D mayor para violín y orquesta de Pedro Ilych Tchaikovsky. había inventado un pasaje verbal que abarcaba el tema principal, la melodía principal: cuna vez más, volveremos a ser libres. oh, una vez más, volveremos a ser libres, libres otra vez, libres otra vez...».

salí entre los furiosos perdedores. los fracasados. lo único que les quedaba eran aquellos coches de seguro caro y aún sin pagar. se desafiaban y se arriesgaban a la mutilación y al asesinato, zumbando, acuchillando, sin ceder ni un centímetro, me desvié en Century. se me paró él coche justo en la salida, y bloqueé detrás a otros catorce. pisé en seguida el pedal, hice un guiño al policía de tráfico, luego le di a la puesta en marcha. engranó y salí, continué a través de la niebla. Los Angeles no era, en realidad, mal sitio: allí un buen sinvergüenza siempre podía salir adelante.

El gran juego de la yerba

la otra noche estaba en una reunión, cosa que suele resultarme desagradable. soy ante todo un solitario, un viejo curda que prefiere beber solo, con algo de Mahler o Stravinsky en la radio quizás. pero allí estaba yo con las masas chifladas. no daré la razón, porque ésa es otra historia, puede que más larga, quizás más confusa, pero allí de pie, solo, tomando mi vino, oyendo a los Doors o los Beatles o los Airplane mezclados con todo el rumor de las voces, comprendí que necesitaba un cigarrillo. estaba desconectado. suelo estarlo. así que vi a dos de esos jóvenes cerca, braceando y moviéndose. cuerpos sueltos, cuellos doblados, dedos de las manos sueltos... en resumen, como goma, girones de goma que se estiraban y se encogían y se fragmentaban.

me acerqué.

—eh, ¿tenéis alguno de vosotros un cigarro?

esto realmente puso a saltar la goma. me quedé allí mirando y ellos volvieron a bracear y a agitarse.

—¡nosotros no fumamos, hombre! pero HOMBRE, nosotros no... fumamos. cigarrillos.

—que no hombre, nosotros no fumamos, eso es, no, hombre. flop flop flip flap. goma.

—¡nosotros vamos a M-a-li-buuuú, hombre! ¡sí, nosotros vamos a Malll-i-buuú! ¡que sí, a M-a-li-buuuuú!

—¡que sí, hombre!

—¡que sí, hombre! —¡que sí!

flip flap. o flop flop. no podían decirme sencillamente que no tenían un cigarrillo. tenían que soltarme su publicidad, su religión: los cigarrillos eran para novatos. ellos se iban a Malibú, a una cabaña y quemaban un poco de yerba. me recordaban, en cierto modo, a las viejas que venden en una esquina «La Atalaya» de los testigos de Jehová. toda, la tropa del LSD, el LST, la marihuana, la heroína, el ,hashish, el jarabe para la tos, sufre del prurito «Atalaya»: tienes que estar con nosotros, hombre, si no te quedas fuera, estás muerto. esta propaganda es una constante y similar OBLIGACION de todos los que le dan al asunto. no es raro que los detengan: no pueden usarlo tranquilamente para su placer; tienen que DEMOSTRAR que están en el rollo. además, tienden a ligarlo con Arte, Sexo, el escenario Marginal. su Dios del Acido, Leary, les dice: «dejadlo todo. seguidme». luego, alquilan un local aquí en la ciudad y les cobran cinco dólares por cabeza por oírle hablar. luego llega Ginsberg al lado de Leary. luego Ginsberg proclama a Bob Dylan gran poeta. autopropaganda de los devoratitulares del orinal de la mierda. Norteamérica.

pero dejémoslo correr, porque eso también es otra historia. este asunto tiene muchos brazos y poca cabeza, tal como lo cuento, y tal como es. pero volvamos a los chicos «conectados», los fumetas. su idioma. qué pasada, tío. el rollo, etc., etc. he oído esas mismas frases (o como quiera que las llames) cuando tenía doce años, en 1932, oír las mismas cosas veinticinco años después no te inclina gran cosa a congeniar con el usuario, sobre todo cuando se considera hip. mucha de la palabrería proviene originariamente de los que usaban droga fuerte, de los de la cuchara y la aguja, y también de los chavales negros de las antiguas bandas de jazz. la terminología de los realmente «conectados» ha cambiado ya, pero los supuestos chicos hip, como los dos a quienes pedí el cigarrillo... ésos aún siguen hablando 1932.

y que la yerba cree arte, resulta dudoso, muy dudoso. De Quincy escribió algún material bueno, y «El comedor de opio» estaba lindamente escrito, aunque a ratos resultase bastante pesado. y es propio de la mayoría de los artistas probarlo casi todo. son aventureros, desesperados, suicidas. pero la yerba viene DESPUES, el Arte ya está allí, viene después de que el artista ya está allí. la yerba no produce el Arte: pero a menudo se convierte en el terreno de juego del artista consagrado, una especie de celebración del ser, esas fiestas de yerba, y también algún material cojonudo para el artista: gente cazada con los pantalones espirituales bajados, o, si no bajados, mal abrochados.

allá por la década de 1830, las fiestas de yerba y las orgías sexuales de Gautier eran la comidilla de París. ese Gautier escribía poesía además, y se sabía también. ahora sus fiestas se recuerdan mejor.

pasemos a otro aspecto de este asunto: me fastidiaría que me enchironaran por uso y/o posesión de yerba. sería como acusarte de violación por husmear unas bragas en tendedero ajeno. la yerba, sencillamente, no vale tanto. gran parte del efecto lo causa un estado premental de fe en que uno va a subir. si pudiese introducirse un material con el mismo olor pero sin droga, la mayoría de los usuarios sentirían los mismos efectos: « ¡esto sí que pega, tío! ».

yo, por mi parte, puedo sacar más de un par de buenas latas de cerveza. no le doy a la yerba, no por la ley, sino porque me aburre y me hace muy poco efecto. pero aceptaré que los efectos del alcohol y de la mary son distintos. es posible pirarse con yerba y apenas darte cuenta; con el trago, sabes muy bien, en general, dónde estás. yo, soy de la vieja escuela: me gusta saber dónde estoy. pero si otro hombre quiere yerba o ácido o aguja, no tengo nada que objetar. es su camino y cualquier camino que sea mejor para él, es mejor para mí.

ya hay suficientes comentaristas sociales de baja potencia cerebral. ¿por qué habría de añadir yo mi bufido de alta potencia? todos hemos oído a esas viejas que dicen: « ¡oh, me parece sencillamente ESPANTOSO lo que hacen esos jóvenes consigo mismos, toda esa droga y esas cosas! ¡es terrible!». y luego miras a la vieja: sin ojos, sin dientes, sin cerebro, sin alma, sin culo, sin boca, sin color, sin flujo, sin humor, nada, sólo un palo, y te preguntas qué le habrán dado a ELLA su té y pastas y su iglesia y su casa en la esquina. y los viejos a veces se ponen muy violentos con lo que hacen algunos jóvenes: « ¡he trabajado como un ANIMAL toda mi vida, demonios!» (piensan que es una virtud, y sólo demuestra que el hombre es un imbécil rematado). «¡ésos lo quieren todo sin ESFUERZO! ¡se tumban a destrozarse el organismo con las drogas, dispuestos a darse la gran vida!» y entonces tú le miras:

amén.

únicamente tiene envidia. a él le han engañado. le han jodido sus mejores años. también a él le gustaría echar una cana al aire. si pudiese. pero ya no puede. así que ahora quiere que los demás sufran como él.

y en líneas generales, ése es el asunto. los fumetas arman demasiado alboroto con su jodida yerba y el público lo arma por el hecho de que ellos utilizan su jodida yerba. y la policía está ocupada y a los fumetas les detienen y gritan crucifixión, y el alcohol es legal hasta que te emborrachas demasiado y te cazan en la calle y entonces a la trena. dale algo al género humano y lo rasparán y lo arañarán y lo machacarán. si legalizas la yerba, los Estados Unidos serán un poco más cómodos, pero no mucho más. mientras estén ahí los tribunales y las cárceles y los abogados y las leyes, habrá acusados.

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