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Authors: Elena Poniatowska

Tags: #Historico, Testimonio

La noche de Tlatelolco (15 page)

BOOK: La noche de Tlatelolco
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El 23 de septiembre, en un carro sin placas llegaron en la noche tres personas; dos de ellas no hablaban español. Se identificaron como reporteros de la televisión francesa. Querían fumar la situación de la Vocacional 7, el estado en que había quedado. Platicamos con ellos y el Comité de Lucha acordó que sí, y los franceses filmaron los talleres saqueados, los tornos, los vidrios rotos, los destrozos, el impacto de las balas en los muros, las huellas de bala e incluso las de sangre. Filmaron todo y nos dieron mil pesos para el Movimiento.

• Alejandro Macedo Ortiz, de la
ESIME
del
IPN
.

Jamás paso por una Vocacional; prefiero dar un rodeo de cuatro cuadras. Tengo cincuenta años, soy archivista, hace treinta años que trabajo y una noche, nomás porque sí, unos muchachos se me echaron encima y me arrancaron la mitad del vestido. ¡Los estudiantes son unos salvajes! Creen que la ciudad es de ellos; piensan que tienen todos los derechos y se sienten impunes.

• Margarita Mondada Lara, bibliotecaria.

Sabíamos que la policía usaba grupos de pandilleros y malvivientes que al grito de «¡Vivan los estudiantes!», cometían atropellos contra la población. En Coyoacán algunos vagos muy bien identificados,
Los Conchos
, quemaban camiones y maltrataban a los pasajeros y choferes. Se asaltaban comercios y se vejaban transeúntes, todo en nombre del Movimiento; pero los engañados eran muy pocos… ¿Por qué? Porque esas tácticas no eran nuevas para la policía ni desconocidas para la población. De cualquier forma, aun quienes aceptaban que estos desmanes los pudieran cometer los estudiantes, les parecían excesos hasta cierto punto justificados: el lenguaje ruin y las intrigas que desde la Cámara de Diputados se utilizaban contra la Universidad, en ese momento, no podían tener una respuesta mesurada de parte de los jóvenes. Pero en general se supo distinguir muy bien entre los actos de los estudiantes, por exaltados que fueran, y las francas provocaciones e intentos de desprestigiar urdidos por la policía.

• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.

PUEBLO, ABRE YA LOS OJOS

• Cartel en la Facultad de Ciencias.

A mí me rompieron mi vitrina a pedazos, la lapidaron, pero ahora ya no estoy seguro si fueron los estudiantes o fueron agentes disfrazados de estudiantes.

• Marcelo Salcedo Peña, comerciante.

JUÁREZ, ¿QUÉ HACEMOS?

• Cartel en el muro de la Facultad de Ciencias, de la
UNAM
.

HAY QUE ODIAR CON AMOR REVOLUCIONARIO

• Che Guevara, citado en un cartel en el muro de la Facultad de Ciencias Políticas.

LIVERTAD A LOS PRESOS POLÍTICOS

• Letrero en una barda de la Avenida Copilco.

Los universitarios son los futuros burgueses de la República Mexicana. Entonces, ¿qué se traen?

• Pedro Magaña Acuña, restaurantero.

La violencia se extendió por toda la ciudad. Las medidas represivas se volvieron contra sus autores: la policía. El gobierno había prendido la chispa y el fuego se extendía.

• Luis González de Alba, del
CNH
.

Estamos cerrando todos los días más temprano por culpa de los estudiantes.

• Everardo López Sánchez, abarrotero.

¿Qué se han creído estos mozalbetes? Lo primero que yo les pediría son sus calificaciones.

• Yolanda Carreño Santillán, cajera de la farmacia El Fénix.

Todo es culpa de la minifalda.

• Leopoldo García Trejo, empleado de Correos.

A los estudiantes y en especial a algunos grupos de preparatorianos y escuelas vocacionales, se les llamó la atención en diversas ocasiones tanto por su mal comportamiento dentro de camiones de transporte público como por su injustificable conducta con los transeúntes en las aceras de sus escuelas. A una gran cantidad de público en el DF, le consta la conducta atrabiliaria, irrespetuosa y en muchos casos ofensiva de ciertos grupos estudiantiles. También en diversas ocasiones se les advirtió directamente a través de los periódicos que la policía no podría en forma indefinida dejar pasar los pleitos callejeros y las agresiones al público y a las vías generales de transporte. Hay que recordar, por ejemplo, los sucesos entre las prepas de la zona de Tacubaya: las pedradas y los golpes. Si la policía no intervenía había condena por parte del público y si la policía intervenía la condenaban los estudiantes. Independientemente de que se pueda o no condenar la participación policiaca en el pleito de las escuelas en la Ciudadela, era inevitable que tarde o temprano, los pleitos estudiantiles tuvieran como consecuencia los desagradables sucesos de la segunda quincena de julio de 1968. Lo anterior no quiere decir que justifique lo sucedido el 2 de octubre en Tlatelolco… Es cierto que un niño o un joven que se porta indecorosamente merece reprensión y hasta castigo, pero tampoco puede usted romperle en la cabeza a su hijo de diez años una silla y golpear hasta matarlo simplemente porque en un momento de berrinche o de histeria el chamaco le dio a usted una patada en la espinilla.

• Marcos Valadez Capistrán, ingeniero constructor, maestro en la Escuela Preparatoria Maestro José Vasconcelos.

Me acababa de regalar Marili un retrato bellísimo que tengo del Che Guevara muy grande y muy bonito, ¿ves?, pero debe haber estado borracha cuando me lo dio porque dizque le habían ofrecido doscientos dólares por él, en serio, es la locura el retrato… Entonces lo puse allí en la cabecera de mi cama y que llega mi mamá, tú, y me dice:

—Oye Macarela, hazme favor de acompañarme al super porque tengo que comprar quién sabe qué cosas y no sé cuanto —¿ves?… Y yo entonces le dije:

—No, mamá porque no le he rezado al Che…

—Qué cosa, ¿qué cosa estás hablando tú?

Se lo dije yo nada más así de onda, ¿ves?, de broma, porque además estaba en piyama… Entonces entra a mi recámara y ve el cuadro del Che:

—¡Ay qué cosa tan horrible, ese hombre tan sucio, cómo tienes a ese hombre tan sucio en el lugar de los santos… Hija, cámbialo, cámbialo…

—Mira mamá yo no me meto con tus santitos que tienes en tu cabecera y ésos los que no tienen cara de mariguanos, tienen cara de amujerados, así unas caras horribles tus santitos… Yo no me meto con ellos. Te suplico que tú respetes a mi santito…

—¡Ay no, qué horror! Lo que te va traer eso. Quítalo, es un asco, ay qué cosa tan fea… Y en las barbas ha de tener piojos.

Así, ¿ves?, bueno, pero mi mamá exaltadísima. Mi mamá no es ningún monstruo, mi mamá es el símbolo de la mayoría de las mamas de la clase media, desgraciadamente. Le tiene horror al comunismo. Cuando le hablé del Movimiento Estudiantil y del estudiantado, yo no sé qué imaginó, porque me decía: «¿Por qué no los mandan a Moscú para que adoren al diablo?». La clase humilde pues ni siquiera sabe qué es el comunismo, ni siquiera que existe Moscú, pero mi mamá es típica clase media. Fíjate, cuando mi mamá supo que yo había estado en Tlatelolco me dijo: «Sí, yo sé que tú eres capaz hasta de dejarte matar con tal de enterrarme un colerón…» ¡Y además convencida!, ¿ves? Y luego mi hermana, comentando lo del Movimiento me dice: «Óyeme Margarita, ven, quiero hablar contigo, tú andas en esas cosas del Movimiento, dime una cosa, para mí que el Movimiento es de izquierda, ¿no?…». Pero así, sabiéndoselas todas y pescándome, ¿me entiendes?, con las manos en la masa… Así como piensan mi mamá y mi hermana piensa la mayoría de la gente.

• Margarita Isabel, actriz.

En general al público, o por lo menos al sector que yo frecuento, le simpatizó el pliego petitorio conteniendo los seis puntos de los estudiantes. Pero tengo que confesar que nos ha extrañado que los estudiantes no hablen nunca de los problemas académicos, de la actitud de sus familias ante sus malos resultados escolares y de la carencia total de autocrítica por la falta de disciplina y de trabajo que, a mi juicio, caracteriza desde hace muchos años a la gran mayoría estudiantil.

• Manuel Lozano Heredia, profesor de la Preparatoria número 2.

Varios estudiantes que pedían dinero para el Movimiento Estudiantil, dieron una violenta golpiza al empleado Antonio de la Concha Valdez de 20 años de edad. Según explicó el agredido, lo golpearon porque sólo dio un peso, a pesar de que llevaba más dinero en su bolsillo. Lo recogió la Cruz Roja en las calles de San Ildefonso, frente al Hotel Coloso.

• Sábado 24 de agosto de 1968, Revista de la Universidad «Relación de los Hechos», julio, agosto, septiembre, octubre 1968. Volumen XXIII, número 1.

El
MURO
, grupo fascista con influencia de la
CIA
, se especializa en intervenciones a mano armada… Agrupa a varios miles de estudiantes que actúan impunemente y se escudan en la
UNAM
.

• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.

En un mitin relámpago, una de las estudiantes, María Elena Andrade, empezó a hablar de la agresión constante del gobierno, y de que los soldados mataban a los estudiantes, porque ya había pasado lo del Casco de Santo Tomás. Una mujer, con su mandado del brazo y un niño de la mano, que había estado oyendo con el rostro compungido, de pronto se enojó y le quitó la palabra:

—Por culpa de los estudiantes, los soldados están reclutados y yo no puedo ver a mi marido desde hace quince días… Por su culpa, los soldados están acuartelados. ¡Y yo eso sí le digo, señorita, mi marido no es de los que matan! Es soldado pero él no es de los que matan. ¡Líbrenos Dios! Él quiere mucho a sus hijos y por ellos no mataría a muchachos.

Esa señora estaba encinta y jaló fuertemente del brazo a María Elena:

—Usted dirá lo que sea pero mi marido no le hace mal a nadie, porque eso sí, lo conozco desde hace mucho tiempo y es gente honrada… Eso sí, somos pobres pero honrados. ¡Y ahorita va usted a gritar aquí mismo en el mercado lo contrario de lo que dijo antes; va usted a decir que los soldados son gente honrada y que mi marido no ha matado a nadie porque yo soy su esposa y se lo puedo decir y si usted quiere decir que mi marido ha matado a alguien, ahorita mismo nos lo decimos, pero las dos, y a ver de a cómo nos toca!

—Espérese, señora, la invito a tomar un caldito…

—No, qué caldito; ahorita me detienen las vecinas a mi muchacho y vamos a ver de a cómo nos toca.

—Señora, por favor contrólese.

¡Olvídate! Allí la que tuvo que salir corriendo fue María Elena, estudiante de Psicología, por cierto, porque las comadres la empezaron a insultar y María Elena se llevó un susto de la patada.

• María Alicia Martínez Medrano, directora de Guarderías Infantiles.

El
PRI
no dialoga, monologa.

• Jan Poniatowski Amor, de la Preparatoria Maestro Antonio Caso.

Toda la noche, tirado en el pasillo en
CU
donde dormía, oía yo el ruido del mimeógrafo imprimiendo volantes.

• Luis González de Alba, del
CNH
.

Muchos no sentían el Movimiento y lo usaban para echar por allí una bola de traumitas y eran revolucionarios de escuelita y la chingada… Creían ver en el Movimiento, la Revolución, pero en realidad, desde su principio, el Movimiento fue pequeño-burgués.

• Salvador Martínez de la Roca,
Pino
, del Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias de la
UNAM
.

En la Unidad Tlatelolco hubo un movimiento popular que surgió efectivamente de padres y de madres y hermanos y niños, chiquillos de seis, siete, ocho, nueve años que como uno de sus juegos llegaban a marchar con un rifle de madera o un palo de escoba a guisa de rifle y pasar marchando delante de los granaderos y los soldados que ya desde antes del 2 de octubre estaban allí puestos para lo que sucediera. Desde los encuentros entre los estudiantes y la policía nos vigilaban constantemente. Los niños se subían a las azoteas de los edificios o gritaban desde las ventanas: «Pinches granaderos» y los adultos coreábamos: «Asesinos». Muchos de los niños participaron activamente en los mítines anteriores.

• Lorenza González Soto, habitante de la Unidad Tlatelolco.

Hay ya ejemplos de chiquillos de diez, once, doce años que saben muy bien lo que significa luchar por la libertad del pueblo. Por ejemplo, recuerdo muy bien a la mini brigada Carlos Marx de la escuela Nacional de Economía, compuesta por una niña y cuatro muchachitas del Colegio Madrid, todas ellas extraordinarias, vivaces, valientes, decididas y de la gente más brava de su escuela…

Yo creo que el Movimiento repercutió en los niños en tal forma que si se puede confiar en este país es precisamente porque en él hay una inmensa cantidad de niños. En las generaciones que vivieron el Movimiento desde las aceras, viendo pasar a sus hermanos mayores, tomados de la mano de sus padres en las propias movilizaciones, los que oyeron relatos de los días de terror, o los sintieron en su carne, en ellos está la revolución. El gobierno de este país deberá tener mucho cuidado con aquellos que en 1968 tenían diez, doce o quince años. Por más demagogia que se les inocule, por más droga que se les aseste, ellos recordarán siempre en lo más íntimo de su mente, las golpizas y los asesinatos de que fueron víctimas sus hermanos… Recordarán —por más que el gobierno se empeñe en hacérselos olvidar—, que de pequeños sufrieron la ignominia de los garrotazos, las bombas lacrimógenas y las balas.

• Eduardo Valle Espinoza,
Búho
, del
CNH
.

El 23 de septiembre como a las tres de la tarde llegaron seis camiones de granaderos —trescientos granaderos— a tomar la Vocacional 7. Todas las brigadas que andaban trabajando en Tlatelolco regresaron a la Vocacional a defenderla. Las señoras de la Unidad nos llevaron medias para hacer hondas. Los granaderos lanzaron bombas lacrimógenas. Entonces mi brigada y otros cincuenta muchachos más nos salimos de la Vocacional y, rodeándola hasta quedar atrás de los granaderos, los atacamos y corrieron para Manuel González, por donde venían cuatro camiones de estudiantes de la Vocacional 9 y el equipo de fútbol americano de la misma. En ese tiempo los granaderos sólo traían macanas, navajas, escudos, cascos protectores, marrazos, rifles para lanzar gases lacrimógenos. Cuando los muchachos de los camiones vieron que veníamos correteando a los granaderos se bajaron a ayudarnos, y los del fútbol que venían equipados se dedicaron a ladearlos. Les dimos en toda la madre a toditos. Cuando los golpeábamos nos pedían perdón: «Nosotros no tenemos la culpa. Tenemos que cumplir con nuestro trabajo». Los desarmamos, les quitamos todo lo que traían. Desnudamos a diez de ellos. Los dejamos en los puros calzones. Se veían bien cotorros. Nueve de los muchachos que participaron, salieron con heridas de marrazo… Dejamos ir a los granaderos y nos regresamos a la Vocacional, porque no pudimos agarrar sus camiones, pues ya se los habían llevado. En la cocina de la Vocacional, muchas señoras de la unidad, nos hicieron comida a todos.

BOOK: La noche de Tlatelolco
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