La noche de Tlatelolco (6 page)

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Authors: Elena Poniatowska

Tags: #Historico, Testimonio

BOOK: La noche de Tlatelolco
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Yo no creo que estas luchas estén aisladas las unas de las otras. Por el contrario, creo que podemos decir que a partir de la huelga nacional de abril de 1956, se abrió en México un proceso de ascenso de las luchas estudiantiles. El Movimiento Magisterial de 1958, el Ferrocarrilero de 1958-1959 y las manifestaciones de solidaridad con Cuba, fueron hechos que impulsaren dicho proceso, que tiene un punto culminante precisamente el 1968. Probablemente el Movimiento Estudiantil espera ahora el «relevo» del movimiento obrero y de las luchas campesinas.

• Pablo Gómez, de la Escuela Nacional de Economía de a
UNAM
, de las Juventudes Comunistas, preso en Lecumberri.

Cada año los peces [PC], los pescaditos, organizan dos manifestaciones siempre igualitas; una por Cuba y otra por Vietnam. Se juntan frente al Teatro Xola, o van al Hemiciclo a Juárez, pegan unos cuantos gritos, unos cuantos «¡Vivas!», muy poquitos «Mueras», cargan sus tres mantitas, y a las ocho de la noche, con la misma puntualidad con la que empezaron su manifestación, doblan sus mantitas, guardan sus pancartas, y se regresan a sus casas. ¡De ahí no pasan! ¡Yo no voy porque son rete desabridas!

• Salvador Martínez de la Roca,
Pino
, del Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias de la
UNAM
.

DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIA-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DIÁ-LO-GO-DI

• Coro en la manifestación del 13 de agosto.

Los ferrocarrileros, en 1958, estuvieron solos. Nosotros no.

• Luis González de Alba, del
CNH
.

PUEBLO, ABRE YA LOS OJOS

• Cartel en la calle.

Se trata de un conflicto muy distinto al de mayo en Francia. En México no hubo prácticamente reivindicaciones escolares o académicas; sólo peticiones políticas; liberación de presos políticos, disolución del cuerpo de granaderos, destitución del alcalde de la ciudad [sic], del jefe de la seguridad…

¿Puede hablarse de sólidas tradiciones democráticas cuando de hecho no hay más que un partido político? ¿Cuándo en las cámaras no se admiten candidatos de otro partido o sólo se aceptan algunos para dar la engañosa apariencia de una oposición? ¿Y qué decir de la sólida tradición del «tapado», o sea el misterio que el presidente en el poder y sus consejeros guardan hasta el último momento para anunciar a través del Partido Oficial, el PRI, quién debe ser candidato a la presidencia? Todo el mundo sabe en México que el tapado, en ocasiones hasta ese momento poco conocido, se convierte en unas cuantas semanas en el hombre más dotado, el más capaz, y su efigie se repite en todas las bardas, en todas las pancartas, en foquitos con los colores de la bandera nacional, en anuncios luminosos —de frente, de perfil, de tres cuartos—, sus siglas, las iníciales de su nombre se estampan en todos los cerros, rapan los montes en forma casi indeleble; cicatrices, estigmas en la tierra. Se desperdician millones de pesos en esta propaganda para que la masa ignorante y crédula engulla las virtudes excepcionales del candidato propuesto por el PRI. ¿Qué pueden hacer los partidos de oposición ante este avasallamiento, ante las sumas estratosféricas? O aliarse, o hacer una modesta propaganda, algunos discursos que se traga el viento…

Estos trucos políticos, estas trampas son los que hastiaron a los jóvenes estudiantes que encuentran frente a ellos todas las puertas cerradas y todos los puestos asegurados para los políticos del PRI, a menos de que «se alínien» y «entren a la cargada».

• Prof. M. Mayagoitia, Carta a
Le Monde
, 7 de octubre 1968.

¡NO QUEREMOS OLIMPIADA! ¡QUEREMOS REVOLUCIÓN!

• Exhortación estudiantil en algunos mítines.

¡ABAJO LA MOMIZA!

• Grito estudiantil.

Es indudable que, con sus desmanes callejeros e intraescolares, los estudiantes universitarios y politécnicos dieron motivo para una intervención de las autoridades policíacas. Los atracos estudiantiles se repetían con frecuencia. Las advertencias y aun las amenazas públicas sobre posibles castigos habían perdido valor y efectividad. La disciplina interna en las escuelas era prácticamente nula. Obviamente, el «triunfo» estudiantil que motivó la renuncia del rector Ignacio Chávez provocó dentro de la Universidad Nacional una densa y demagógica atmósfera que hacía dominar la implícita pero operante política de «al estudiante la razón, aunque no la tenga». Muchos de nosotros, recordamos cómo un ministro de la Suprema Corte de Justicia, que a la vez era presidente en turno de la Junta de Gobierno de la Universidad, Lic. José Caso Estrada, había declarado —refiriéndose al grupo de fósiles y gangsteriles líderes universitarios— que a los vencedores (el vencido era el rector Chávez) históricamente siempre se les otorga un premio. El premio en este caso debía ser, de hecho, el control de la Universidad. Las nuevas autoridades universitarias tenderían —indiscriminadamente— a congraciarse con el sector estudiantil. La Reforma Universitaria se anunciaba como una panacea y los aprendices de brujo calentaban probetas y calderos, hacían sus mágicas mixturas, proclamaban la democracia con base estudiantil, hacían llamados a los jóvenes para que éstos dieran sus luces en programas de estudios, proyectos de mejoramiento, selección de profesores y directores. Hasta se llegó a plantear: «¿Por qué no habría de ser rector un estudiante?». Toda regla disciplinaría se consideraba de antemano como antipedagógica. Había que ser comprensivos, condescendientes, dóciles ante una juventud cuyos posibles defectos o desorientación eran sólo resultado de los pecados y aturdimientos de los viejos. Había que pagar cristianamente nuestras culpas. Sonaba la hora del arrepentimiento. Los padres tienen los hijos que se merecen. Mea culpa, mea culpa, mea culpa.

• Gerardo Hernández Ponce, maestro de la Preparatoria número 2 de la
UNAM
.

Mi papá toda la vida se la pasa diciéndome que él fue muy buen hijo y eso… Entonces yo me pongo a pensar: ¡Caray!, ¿qué, yo soy un ser raro o neurótico, o qué? En su afán de crearnos arquetipos, los adultos nos presentan unas formas abstractas totalmente perfectas y, ¡zas!, se corta la comunicación. Yo me pongo a pensar: Caray, mi jefe, según él, todo lo hizo bien, y yo, según él, todo lo hago mal. Por eso yo tengo mala comunicación con mi papá por más que lo intento. Cuando mi jefe empieza con su «Yo, a tu edad…» y las arañas, me dan ganas de echarme a dormir.

• Gustavo Gordillo, del
CNH
.

Los jóvenes están enojados. Tienen derecho a construir su mundo. Está justificado su furor. Hay que reconocerlo con humildad y esto es sólo una forma de purgar nuestros defectos y deficiencias. Nuestra herencia es mala, nuestra actitud hacia la vida pésima. Hemos engendrado una juventud rebelde, incomprendida, sin un presente y un futuro libres y soberanamente elegidos. Tendríamos nosotros mismos que rejuvenecer, implorar que se nos aceptara, cubrir nuestras canas y arrugas con afeites; entrar en la onda; ocultar nuestro jadeo tras los primeros pasos de un nuevo baile. Aparentar comprensión, arrepentimiento y, sobre todas las cosas, maniobrar para mantener el puesto o de preferencia mejorarlo. La popularidad y la aceptación entre los jóvenes constituye el más profundo y vehemente deseo. Hay que lograrlo pero ¿cómo?

• Pedro Tamariz, maestro de la Escuela Erasmo Castellanos Quinto.

—Oye tú, greña brava, ¿qué no te di para la peluquería?

• Juan López Martínez, padre de familia.

Cada uno se encierra en su medio. Los adultos ven cualquier cosa de la juventud como una agresión a sus principios y a sus bases morales. Así se explica ese ilógico ataque, por ejemplo, a las melenas. ¿Qué tienen que ver las melenas con la decencia o qué tienen que ver con que uno sea malo o sea bueno? A mí me da mucho gusto andar con la melena larga y no por eso voy a ser homosexual o femenino o qué se yo. Los adultos quieren centrar en la longitud del pelo el sexo o la decencia.

• Gustavo Gordillo, del
CNH
.

Mis «rucos» consideran que sus principios son inmutables.

• Gabriela Peña Valle, de la Facultad de Filosofía y Letras.

¿Por qué andas tan rabona? Además, no sabes sentarte. Yo me moriría antes que usar una falda así.

• Mercedes Fernández de Cervantes, madre de familia.

¡Ciento cincuenta pesos por esa falda! ¡Pero si no tiene ni treinta centímetros de largo!

• Elsa Treviño de Zozaya, madre de familia.

¿Por qué no mejor sales en cueros?

• Sofía Arrechiga de Toscano, madre de familia.

La Universidad Nacional y el Instituto Politécnico crecen arrolladoramente. La población escolar en ambas instituciones sobrepasa ya —en términos relativos— los límites alcanzados en cualquier otra parte del mundo. El rendimiento académico señala cifras desconsoladoras y la calidad y productividad politécnicas y universitarias no pueden ser de más bajo nivel.

Claro que esta situación —que sigue siendo vigente y aún empeora— no puede ser la resultante de una sola y bien definida causa. Son muchas y complejas y si se enumeran algunas no se intentan jerarquizar ni limitar: prostitución como actividad pública y vía eficaz de control gubernamental, obrero y campesino; malos alumnos y peores maestros, falta de acción y ejemplaridad en la familia; carencia de una profunda vida intelectual; inexistencia de partidos políticos atractivos y promotores de actitudes cívicas independientes; desigualdades sociales con miseria y riqueza extremas e insultantes; inexorable dependencia colonial que penetra, envilece y distorsiona todos los aspectos de nuestro desarrollo; la imagen hiriente de un panorama internacional caótico, injusto y sangriento.

En resumen, un complejo ámbito en donde no hay claridad, en donde lo poco positivo es lento e insuficiente. La esperanza siempre superada por los estigmas de una realidad dolorosamente presente y desoladora. Esto ha sido y es el alimento de cada día para jóvenes y viejos. ¿Qué podemos esperar de nuestros jóvenes? ¿Qué nos atrevemos a exigirles? ¿Qué estamos dando y recibiendo los viejos?

Por supuesto que el Movimiento Estudiantil de 1968 en México estaba desorientado y su estallido nos pareció desproporcionado al incidente callejero que le dio origen. Pero ¿quién no estaba desorientado? ¿Cuál es la verdad que debe prevalecer? ¿Qué es lo que ofrecemos y qué es lo que pedimos? Si no podemos encontrar pronto un buen camino, hay por lo menos algo que debemos afirmar con total honestidad: tragedias como la del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco vienen a engrosar la venda en los ojos y a ensangrentar la falta de esperanza.

• Pedro Ramírez Arteaga, profesor de Filosofía de la Universidad de Hermosillo, Sonora.

Mis viejos son unos asnos solemnes, y mis maestros también.

• Vera Pomar Bermúdez, de la Escuela de Odontología de la
UNAM
.

En los únicos momentos en que me llevo bien con mis papas es cuando vamos al cine, porque entonces nadie habla.

• Victoria Garfias Madrigal, de la Facultad de Ingeniería de la
UNAM
.

Ahora te das cuenta de por qué soy hippie.

• Eduardo Parra del Río, hippie.

A mí me encanta la juventud de hoy, su moda, sus canciones, su libertad, su falta de hipocresía, su manera de enfrentarse al amor y de vivirlo. Prefiero a los Beatles que a Beethoven. ¿Cómo comparar «I'll be mine» de John Lennon, «The fool on the hill» de Paul Me Cartney con los románticos de mi época? Yo viví sentada en el blanco diván de tul de Agustín Lara, con mi pie chiquito como un alfiletero descansando en un cojinete; me cantaban, «Mujer, mujer divina» y el hastío era pavorreal que se aburría de luz por la tarde. No sé qué hubiera dado porque me dijeran en vez de «y te has vuelto medrosa y cobarde», «See you later, alligator, after a while crocodilo», y porque las rupturas se limitaran a:

Bye bye love

bye bye happiness

Hello loneliness

I think l'm gonna cry
.

• Luz Fernanda Carmena Ochoa, madre de familia.

Nosotras éramos unas mosquitas muertas, unas «quiero y no puedo»; cuando nos gustaba un muchacho fingíamos que no; la vida transcurría entre zozobras, recaditos, correveidiles, puntapiés debajo de la mesa, sainetes, «No metas la pata» y componendas de a tres por cinco. Todo lo hacíamos a escondidas y yo tengo la sensación de haber vivido así, a escondidas; logrando lo que deseaba a hurtadillas como cuando niña robaba la mermelada de la alacena de las conservas y cerraba bruscamente el armario con el terror de que alguien me hubiera visto… Por eso me gusta la vida de los jóvenes; prefiero mil veces la vida de mi hija a la que yo llevé. Sé que mi hija no me dice mentiras.

• Yvonne Huitrón de Gutiérrez, madre de familia.

Yo soy hijo de obreros. En la noche, mis padres están demasiado cansados para hablar. Comemos. Nos dormimos. Con quienes hablo es con los «ñeros» en la Nocturna.

• Elpidio Canales Benítez, mandadero de Ayotla Textil.

Ni siquiera entre sí hablan mis papás. En mi casa no se usa platicar. ¿Por qué habían de hablar con nosotros?

• Hermelinda Suárez Vergara, del salón de belleza Esperanza.

En la casa, tenemos tele.

• Rodolfo Nieto Andrade, de la Vocacional 1 del
IPN
.

¿Comunicarme con mis jefes? ¿Qué mamadas son ésas?

• Javier Garza Jiménez, de la Escuela de Ciencias Políticas de la
UNAM
.

En el Poli yo nunca oí términos como «momiza» , «fresiza», «onderos» y demás monerías. Nunca se nos habló de la generación «sandwich», la de los padres aplastados entre sus hijos y sus propios padres como una rebanada de queso de puerco. Quizá en la
UNAM
se emplee este lenguaje, pero a mí me parecen más bien términos de intelectuales o de pequeños grupos que quisieron acercarse al Movimiento, estar «in». Nosotros hablamos a puras groserías, eso sí, empleamos más bien el lenguaje de los albañiles cuando discutimos entre nosotros.

• Raúl Álvarez Garín, del
CNH
.

Preveíamos los cocolazos, las detenciones masivas, estábamos preparados para la cárcel, bueno, más o menos, pero no previmos la muerte.

• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.

¡LIBERTAD-VALLEJO-LIBERTAD-VALLEJO! ¡LIBERTAD-VALLEJO-LI-

• Coro en la manifestación del 13 de agosto.

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