• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.
Los obreros no saben nada. Trabajan de la mañana a la noche, eso es todo. Leen el
Esto
, cuando leen, pero nada de política. ¿Por qué tenía que interesarles el pliego petitorio?
• Carlota López de León, maestra normalista.
Lo que pasa es que los obreros son bien reaccionarios.
• Rebeca Navarro Mendiola, de Filosofía y Letras de la
UNAM
.
¿Para qué andarnos con cosas? ¿Por qué no decir sinceramente que fracasamos con los obreros?
• Heberto Portilla Posada, estudiante de Ciencias Políticas de la
UNAM
.
¡Son unos pesados! ¡Qué facha politizar obreros!
• Raquel Núñez Ochoa, de la Universidad Iberoamericana.
No se puede romper el control gubernamental en fábricas y sindicatos.
• Florencio López Osuna, delegado de la Escuela Superior de Economía del
IPN
ante el
CNH
, preso en Lecumberri.
Los obreros tienen horas fijas, turnos establecidos, ¿cómo van a ir a mítines? ¿Y los campesinos? ¿En qué se vienen? ¿Qué, los va a acarrear el
PRI
para que vayan al Zócalo con los estudiantes a abuchear al presidente?
• María Salazar de Obregón, madre de familia.
Yo soy obrero, era empaquetador; hacía paquetes de dulces en la fábrica de chocolates Sanborn's. Me llamo Félix Sánchez Hernández y tengo veintinueve años. Desde su inicio, me gustó el Movimiento, bueno, me llamó la atención. Conocí a Cabeza de Vaca y a varios más y ellos me invitaron a ir a las manifestaciones y fui a la mayoría y cooperé repartiendo volantes, tanto en la fábrica de chocolates como en la calle. Los obreros fueron a algunas manifestaciones pero en forma individual —a título personal, si usted quiere—. En total éramos como quinientos. Fuimos a la del Silencio y antes a la del 27, caminamos desde Tacubaya —porque la fábrica está en Benjamín Hill— hasta Chapultepec y allí nos unimos para marchar hacia el Zócalo por todo el Paseo de la Reforma. En la manifestación del 27 me tocó ir con los electricistas y éramos más o menos como seiscientos, más los amigos que fueron incorporándose a medida que íbamos avanzando. Muchos obreros simpatizaban con el Movimiento pero muchos no se atrevían a manifestarlo, por miedo a las represalias, por apatía, por dejadez, porque salimos muy cansados del trabajo, pero sobre todo por miedo a perder el trabajo. El sindicato de la fábrica de chocolates Sanborn's es blanco. A esa fábrica llegaba propaganda del Movimiento y se repartía entre los mismos obreros.
Yo no sé lo que voy a hacer cuando salga libre. No podre regresar a la fábrica. A mi cuñada la corrieron porque dijeron que nos reuníamos los tres, mi esposa, mi cuñada y yo para pedir mejor sueldo y causarle problemas a la empresa. Yo ganaba treinta y dos pesos diarios y entraba a trabajar a las cinco y medía de la mañana y salía a las dos de la tarde.
No sé por qué estoy en Lecumberri. Soy obrero y por esta condición mi única posible participación en el Movimiento Estudiantil fue prestar solidaridad con mi presencia en actos públicos de los estudiantes en que fui como espectador, a la manifestación del 27 de agosto, y a la manifestación silenciosa del 13 de septiembre. ¿O a lo mejor me detuvieron porque en varias ocasiones visité a un paisano mío del estado de Oaxaca, preso en la crujía N del penal de Lecumberri, el señor Justino Juárez? Cuando me enteré por la prensa de que estaba preso, como es amigo lo vine a visitar. Ahora sé que las autoridades del penal entregan copia de las listas de visitas de los presos políticos a la policía Judicial y Federal de Seguridad, que las usan para enviar amenazas a las familias de los presos, y como ocurrió en mi caso, para detener arbitrariamente a algunos e imputarles cualquier delito.
El día primero de octubre de 1968 salí a trabajar como era mi costumbre. A las doce cuarenta y cinco del día entraron a la fábrica cuatro individuos vestidos de civil con pistola en mano y de inmediato empezaron a golpearme y a jalones me sacaron del local. Les pregunté quiénes eran y a dónde me llevaban y respondieron con golpes, mientras uno me ataba las manos a la espalda. Violentamente y a empellones me metieron a un automóvil y una vez dentro me vendaron los ojos con un trapo y con otro me amordazaron. Este ultraje fue presenciado por mis compañeros de trabajo y puedo presentar varios testigos del hecho. En la comandancia de la Policía Judicial Federal fui desvestido, golpeado, me dieron toques eléctricos, se me despojó de todos mis objetos personales y los agentes me dijeron que yo iba a ver a Justino Juárez «para recibir órdenes». Me aplicaron toda clase de torturas y me amenazaron para que yo firmara la declaración:
—Mira pendejo, ya llegaste aquí con nosotros, así es que tienes que decir que sí, aunque no hayas hecho nada. Tienes que declararte culpable porque todos los que llegan aquí se van al bote, lo hayan hecho o no. Tienes que firmar o te matamos.
Ni siquiera supe el contenido de lo que declaré. El 9 de octubre de 1968 ingresé al Penal de Lecumberri y desde entonces estoy aquí.
• Félix Sánchez Hernández, obrero de la fábrica de chocolates Sanborn's, preso en Lecumberri.
MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-LI-
• Coro en las manifestaciones.
México es un país con diez millones de hambrientos y diez millones de analfabetos. Sólo una camarilla que está en el poder impone su verdad y su ley. Nos rige la ley de los líderes «charros», la de los banqueros, la de los industriales, la de los políticos que se han enriquecido con la Revolución. ¡Y para colmo, tenemos que aguantar a sus representantes estudiantiles, asociaciones como la
FNET
en el Poli, como el
PEFI
y el
MURO
en la Universidad! Hay que acabar con estos organismos apócrifos.
• José Tayde Aburto, agrónomo, de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, preso en Lecumberri.
Durante el mes de agosto, en la carretera que conduce a Topilejo, un autobús de la línea que llega a ese pueblo se volcó. Del accidente resultaron varios muertos y heridos. La empresa permisionaria dueña de los autobuses se dispuso, como tradicionalmente lo había hecho, a pagar simplemente una indemnización de quinientos a dos mil pesos a cada familia de los muertes. Sin embargo para entonces el gran movimiento popular que conmovía a la ciudad de México y a gran parte del país ya se había reflejado hasta en aquel remoto pueblito de la Sierra del Ajusco. Sus habitantes, indignados, se dispusieron a pelear, y empezaron a apoderarse de las unidades de transporte de la línea exigiendo su modernización; que se reparara el camino que lleva al pueblo y que se elevara el monto de la indemnización para los familiares de los muertos y heridos. Al iniciarse las pláticas con la empresa, el delegado de la CNC representaba a los habitantes de Topilejo, pero como los dirigentes de la central campesina charra y corrupta son verdaderos lacayos del poder oficial, la traición no se hizo esperar. El delegado empezó a dar largas al asunto, coludido con la empresa. Entonces el pueblo, reunido en asamblea, resolvió recurrir a los estudiantes. Fueron a exponer su problema a la Escuela Nacional de Economía de la
UNAM
, y, tras discutirlo brevemente, los estudiantes decideron ayudar en todo lo posible a Topilejo. Se pusieron al servido de los campesinos los autobuses de la Universidad para que cumplieran el servicio de transporte que había sido suspendida; estudiantes de enfermería, de agricultura, de trabajo social y de medicina empezaron a dar orientaciones sobre sus especialidades, ya que establecieron en Topilejo un campamento: «El Soviet». Dieron conferencias y pláticas a la población sobre los derechos que les asistían y para entonces la Asamblea del pueblo había resuelto desconocer al delegado de la CNC como su representante, y nombrar una nueva comisión para las pláticas en la que participaban estudiantes. Así presionada, la empresa tuvo que retroceder y prometió pagar cinco mil pesos de indemnización por cada muerto; pero no aceptó cambiar las unidades, lo cual significaba que continuarían los accidentes. Las pláticas se suspendieron temporalmente. Mientras esto sucedía, cientos de brigadas llegaban a todos los poblados de la zona prestando sus servicios a los campesinos. Ellos, por su parte, correspondían con el afecto de la gente sencilla. Allí se confundían los sentimientos fraternales de unos y otros, que días antes parecían tan separados. Un anhelo común los aliaba: la lucha contra las injusticias. Al mezclarse en esa forma con la población, los estudiantes reafirmaban su fe en la causa por la que peleaban y se disponían con más bríos a trabajar para conseguir el triunfo. El
CNH
había resuelto dar su completo apoyo a Topilejo y para los primeros días de septiembre la empresa se vio obligada a ceder, pagando una indemnización de veinticinco mil pesos a cada familiar de los muertos así como a cambiar las unidades de transporte. Las autoridades por su parte, aceptaron reparar el camino a Topilejo. Así se alcanzó un triunfo muy significativo. De igual manera, y para sellar este pacto, los contingentes campesinos de Topilejo siempre estuvieron presentes en los mítines estudiantiles organizados a lo largo del Movimiento.
• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.
El único contacto real que tuvimos con el campesinado fue Topilejo, y Topilejo no se puede considerar zona rural o «campo», puesto que queda a menos de treinta kilómetros del D. F.
• Raúl Reséndiz Medina, estudiante de Ciencias Políticas de la
UNAM
.
En una ocasión estudiantes de la
ESIME
y otras escuelas del Politécnico, al enterarse de que habían sido arrestados doscientos locatarios de los mercados en la delegación de la Villa, se dirigieron hacia allá a organizar un mitin para exigir que se les dejara en libertad. A pesar de que se les trató de intimidar con la presencia de granaderos, se mantuvieron firmes hasta que las autoridades tuvieron que ceder y liberar a los comerciantes. Así demostraban los estudiantes que estaban cumpliendo y cumplirían con el compromiso que habían adquirido con el pueblo… A partir de ese momento, muchos trabajadores empezaron a simpatizar con la causa estudiantil, porque vieron que los estudiantes también se preocupaban por ellos y los incluían en su lucha.
• Florencio López Osuna, del
CNH
.
NADA CON LA FUERZA, TODO CON LA RAZÓN
• Manta en la manifestación del 27 de agosto.
OBRERO, DESTRUYE TU SINDICATO CHARRO
• Manta en la manifestación del 27 de agosto.
No es cierto que los estudiantes estuvieran solos, y que los obreros no les echaran ni un lazo. Hubo trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad que hicieron público su apoyo en un manifiesto el 13 de septiembre de 1968, en
Excélsior
; también el Grupo de Sindicatos Independientes se adhirió, como lo atestigua
El Día
, el 13 de septiembre de 1968, a la grandiosa lucha estudiantil. Encabezaba la lista de firmantes Othón Salazar, por el Movimiento Revolucionario del Magisterio; también 37 sacerdotes mexicanos (y ellos se dicen obreros de Cristo) se hicieron solidarios del actual despertar de la juventud, en
El Día
, el 11 de septiembre de 1968. ¿Y el Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León? ¿Y los pasantes de los Hospitales General, Juárez, de la Mujer, Maternidad Isidro Espinosa de los Reyes de la SSA y del Hospital de la SCOP? ¿Y los médicos residentes de tantos hospitales? ¿Y el Sindicato Revolucionario de Trabajadores de la Fábrica de Loza «El Ánfora», que apoyó los seis puntos estudiantiles, asesorado por el Lic. Armando Castillejos, ahora encarcelado? ¿Y la Comisión Organizadora de Telefonistas?… Todos ellos patentizaron en una u otra forma su apoyo al movimiento, y, aunque no se logró llegar a la gran masa obrera, estas adhesiones constituyen en cierta forma un triunfo de los estudiantes en 1968.
• Ernesto Olvera, profesor de matemáticas de la Preparatoria 1 de la
UNAM
.
A mí me parece que en Topilejo se inició uno de los capítulos más estimulantes que se dieron a lo largo de nuestra lucha.
• Esther Fernández, estudiante de Ciencias de la
UNAM
.
En Villa Jiménez, Michoacán, y ante el director general de la Conasupo, el campesino Francisco Ambriz dijo que los ejidatarios rechazan los escándalos estudiantiles y expresó que si los jóvenes no quieren estudiar, que se dé a los trabajadores del campo los millones de pesos que se invierten en educación y que ellos prefieren desperdiciar, pues en el campo lo que hace falta es dinero para la construcción de obras. Francisco Ambriz habló en el acto de entrega de los graneros del pueblo, propiedad de su ejido, en el municipio de Zacapú.
•
Revista de la Universidad
, sábado 24 de agosto de 1968, «Relación de los Hechos»; julio, agosto, septiembre, octubre 1968, volumen XXIII, número 1.
Uno de los factores en el actual Movimiento es el afán de los jóvenes por remediar injusticias. El problema debe atacarse no con represión sino con orientación y canalizando los ímpetus juveniles. El movimiento no está dirigido contra el gobierno, sino contra los actos de algunos funcionarios que se han excedido en sus funciones.
• Ifigenia M. de Navarrete, directora de la Escuela Nacional de Economía, en
Anatomías
, programa de televisión organizado por Jorge Saldaña en el que participaron Heberto Castillo, Víctor Flores Olea, Francisco López Cámara, Iñigo Laviada, transmitido el miércoles 21 de agosto de 1968.
Ya no más porras injuriosas, olvídense de los insultos y de la violencia. No lleven banderas rojas. No carguen pancartas del Che, ¡ni de Mao! ¡Ahora vamos a llevar las figuras de Hidalgo, la de Morelos, la de Zapata, pa' que no digan! ¡Son nuestros Héroes! ¡Viva Zapata! ¡Viva!
• Consigna del
CNH
.
ÚNETE PUEBLO-ÚNETE PUEBLO-ÚNETE PUEBLO-ÚNETE PUEBLO
• Coro en la manifestación del 27 de agosto.
—Yo llevo la bandera roja…
—No, yo la llevo…
—La llevamos todos.
Caminamos con una gran bandera roja al frente. El Paseo de la Reforma estaba atascado a todo lo ancho por autos y camiones. En los techos la gente gritaba, aplaudía, reía, lloraba también. En el Ángel, la gente se había pescado de la columna para subir lo más alto y poder ver. ¡Era un verdadero racimo humano!, como dicen los cronistas de los periódicos. En el Caballito, también; la clásica imagen de los muchachitos, papeleros, chicleros, vendedores de billetes de lotería, sentados a horcajadas sobre Carlos Quinto, jalándole la cola, las orejas al Caballito. A donde volteara uno veía un mar de cabezas, manos en alto que aplaudían, éramos bien felices.