La oscuridad más allá de las estrellas (53 page)

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Authors: Frank M. Robinson

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La oscuridad más allá de las estrellas
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No sabía con qué me encontraría, y tampoco me importaba demasiado, pero esto no podía seguir así.

No me sorprendió que el Capitán estuviera esperándome.

P
ara cuando llegué allí, recordé que se suponía que yo era un joven asistente técnico que una vez había sido amigo del Capitán y que estaba indignado y asustado por el asesinato de Gaviotín. Podía haber evitado al Capitán por completo, pero eso no hubiera sido propio de Gorrión y hubiera podido ser tan peligroso como mis protestas.

Banquo me acompañó al interior y volvió a su puesto en el pasillo. El Capitán estaba solo en su escritorio, comprobando unas tablillas.

—Catón ha matado a Gaviotín —dije, atropellando las palabras—. Gaviotín estaba en el pasillo de detención, pero no iba a hacer nada, él...

El Capitán alzó una mano. Parecía perplejo y un poco preocupado y yo había cometido el error de asumir que no sabía lo que había pasado, pese a los monitores de vigilancia a su espalda.

—Cuéntame qué ha pasado... desde el principio, Gorrión.

Inhalé profundamente y dije que había oído algo sobre problemas en el pasillo de detención, fui a ver qué ocurría hacer que la gente se dispersara. Le había gritado a Gaviotín para que se marchara, pero estaba preocupado por Vencejo...

—Los guardias estaban apostados para mantener alejados a los tripulantes —me interrumpió el Capitán frunciendo el ceño. Si alguien quería ver a una de las madres, debería haber pedido un pase. Se le hubiera concedido.

—Había rumores —dije—. Que las madres...

El Capitán volvió a interrumpirme.

—Es costumbre darle a las madres alojamientos privados hasta la fecha de los partos. —No sabía si mentía o no. Y entonces añadió demasiado casualmente—: ¿Qué tipo de rumores, Gorrión?

Se mostraba amistoso y dispuesto a escuchar; no había señales de que fuera a castigarme por contar la verdad. Cuando terminé, sacudió la cabeza con desesperación.

—¿Crees que alguna de esas cosas le habría supuesto algún bien a la nave, Gorrión?

—No, por supuesto que no —dije pausadamente.

—Entonces, ¿por qué habría ordenado algo así?

—Eran sólo rumores —defendí con hosquedad—. No he dicho que los creyera.

—¿Intentaste que la gente se dispersara?

—Hice lo que pude —asentí.

El Capitán miró por encima de mi hombro.

—¿Qué ha pasado allá abajo, Catón?

Me giré en el aire. Catón había venido detrás de mí. Su expresión era de miedo al Capitán e ira contra mí.

—Un disturbio en el pasillo de detención. Algunos tripulantes aparecieron y amenazaron al guardia; aparentemente querían llevarse a las madres. Uno de los tripulantes consiguió pasar por delante del guardia y recibió un disparo... no de forma intencionada, el guardia intentó disparar por encima de su cabeza.

—Tus hombres necesitan más práctica —dijo el Capitán secamente. Hizo un gesto con la cabeza en mi dirección—: Gorrión dice que intentó dispersar a la gente.

—Lo que hacía era animarlos.

Empecé a protestar pero el Capitán alzó la mano para acallarme y habló.

—Vuelve a tu puesto Catón. Hablaré contigo más tarde.

Después de que Catón se hubiera marchado, el Capitán se volvió hacia mí.

—No deberías enemistarte con Catón, Gorrión. Pero no puedo creer que fueras capaz de animar a la gente a crear un disturbio —Se impulsó fuera de la silla y flotó hasta la portilla. Era la última vez que lo vería siluteado contra las vastas extensiones de la galaxia.

—¿Qué debería hacer, Gorrión? La tripulación no quiere continuar con la misión, sólo yo y unas docenas de tripulantes queremos seguir adelante. —Enlazó las manos a la espalda, se quedó un silencio durante un momento, y luego añadió—: ¿Qué harías tú en mi lugar?

Me asombraba que hubiera podido encarar la verdad con tanta facilidad. Me pregunté si pensaría en volver. El Capitán parecía abierto a mi consejo y la tentación era demasiado grande. Abandoné toda precaución y hablé.

—Vuelva —dije—. No lograremos cruzar la Oscuridad.

No pude decidir si parecía decepcionado o no.

—¿Tienes las cifras?

Las solté de memoria: la falta de suministros, los recortes necesarios en el tamaño de la tripulación, la capacidad cada vez menor para mantener la nave.

El Capitán alzó la mano con una semisonrisa.

—¿Sabes que hemos recibido señales en la frecuencia del hidroxilo procedentes del otro lado?

Me estaba dando una última oportunidad de retractarme, pero no pude aceptar la mentira.

—Eso no cambia las cifras. —Y seguí recitándolas a trompicones una vez más. Se me quedó mirando y finalmente conseguí ver más allá de la máscara de amistad el verdadero rostro que había debajo. Había olvidado que era mucho mejor actor de lo que jamás podría serlo yo.

—Pero el éxito está ahí, esperando a que lleguemos —musitó. Me pregunté si realmente creía en lo que decía. Se volvió para contemplar la portilla—. ¿Sabes, Gorrión? He hecho lo mejor que he podido, durante cien generaciones. Hasta ésta. Y ahora las personas en las que pensaba que podía confiar se reúnen en secreto, sabotean la
Astron
...

No podía creerme que estuviera sintiendo lástima de sí mismo, y estaba en lo cierto: no lo estaba. Cuando volvió a mirarme, el delgado velo de amistad había desaparecido por completo, y su voz era fría y salvaje.

—De todos los tripulantes de a bordo, tú me debías tu confianza, Gorrión. Me hice amigo tuyo cuando necesitabas un amigo, castigué a tus enemigos. —Al decir eso sabía que quería decir Garza, no Zorzal. Me sonrió débilmente—: Me recuerdas a otro tripulante, a Hamlet. Lo conoces bien, ¿no?

Estaba perdido.

—Eres un icono, Gorrión. Pero lo sabes. Y debido a que lo sabes ya no eres útil a la nave. Querías saber quién eras y lo conseguiste. Pobre Gorrión... un poco de conocimiento es algo peligroso. Te puso en mi contra, contra la misión y contra el bienestar de la tripulación.

Repentinamente golpeó el escritorio con el puño, mostrándome la misma ira incontrolada que había mostrado con Banquo.

—¡Dios, me tomas por un idiota! Eres el líder del motín; ¿cómo suponías que no me iba a enterar de eso? —Se acercó para poner su cara frente a la mía y pude ver el latido de sus venas en el cuello y frente—. Estás en lo cierto acerca del número de tripulantes que habrá en el futuro. Y lo lamento por ellos, pero si hay algo que no lamento es que ya no necesitaremos un icono. Pero no te preocupes por tus recuerdos... ¡Esta vez no, Gorrión!

Me iba a enviar a Reducción.

Flotó de vuelta a su escritorio, expulsándome de su mundo tan completamente como había hecho con Noé y Tibaldo cuando los sentenció.

Cuando finalmente encontré mi voz, sonaba muy joven y muy airado.

—Su misión es encontrar vida —grité—, ¡pero ha fracasado porque no la hay! ¡En vez de eso, va a matar a la poca vida que hay porque se cree Dios!

Su rostro se había vuelto plácido y amistoso una vez más. Las palabras murieron en mi garganta; no creo que hubiera oído lo que le decía.

—De todos los tripulantes que has sido, creo que el que más me gustaba era Gorrión. —Sonrió, sin malicia, y había un pesar sincero en su voz—. Y eso era debido a que yo también le gustaba a Gorrión.

Tenía razón, pero de eso hacía lo que parecía toda una vida. Finalmente, el vínculo entre el Capitán Kusaka y yo se había roto para siempre.

Repentinamente sentí las corrientes de aire a mi espalda y supe que Banquo se me acercaba. Lo que hice en ese momento fue automático, sin pensar y sin previo aviso. Me doblé, me quité mis sandalias magnéticas con un movimiento fluido y apoyé los pies contra el escritorio para obtener impulso. Un momento más tarde había salido disparado por delante de un sobresaltado Banquo y había atravesado la escotilla hasta llegar al pasillo.

Banquo me siguió, pero no me costó mucho perderlo en los corredores transitados y sospeché que tampoco pondría mucho esfuerzo en atraparme. Pero ahora Catón y los demás estarían buscándome y no tenía lugar donde esconderme.

C
uervo y Gavia estaban solos en su compartimento cuando irrumpí a través de la pantalla de intimidad sin avisar. Había huido atravesando pasillos llenos de tripulantes de aspecto sombrío, sus caras reflejaban la conmoción por la muerte de Gaviotín. La hubieran presenciado o no, sabía que la habían sentido y todavía estaban reaccionando a ella. Dos de los hombres del Capitán me vieron y gritaron, pero los evadí en los abarrotados pasillos.

Gavia y Cuervo estaban inclinados sobre algo que había en la hamaca y me miraron sobresaltados.

—He sido sentenciado a muerte —dije—. Catón y sus hombres van detrás de mí.

Gavia palideció y entonces fue mi turno de leerlo a él. El motín se resquebrajaba; nada había salido según el plan.

Intenté aparentar confianza; como todo lo demás que había intentado en ese período, fracasé miserablemente.

—Sé dónde puedo esconderme... pero necesito ayuda.

Cuervo se apartó de la hamaca y vislumbré en lo que había estado trabajando. Sobre la lona había una docena de tiras de metal, uno de los extremos de las tiras había sido martillado para convertirlo en una empuñadura y el otro había sido limado hasta conseguir una punta afilada. Cogí uno de ellos, probé la empuñadura y sentí una oleada de desesperación.

—¿Por qué, Cuervo? Jamás podrías usarlos.

Gavia los recogió y los envolvió en su faldellín.

—Lo intentaremos. —Consiguió parecer valiente y patético al mismo tiempo.

Lo agarré por el brazo.

—Déjalos. Si los hombres del Capitán te pillan con ellos te matarán y afirmarán que fue en defensa propia. —Sabía intuitivamente que las guerras y las revueltas tenían vida propia; si los hombres del Capitán se ponían lo suficientemente nerviosos, nuestro pequeño motín terminaría en masacre—. Encuentra a Ofelia, dile que estaré en la Sección Tres.

Se marchó y le dije a Cuervo que tenía que conseguir un traje de exploración; si iba a esconderme en la Sección Tres, tendría que entrar desde el exterior. No se movió.

—Se acabó, ¿no, Gorrión?

Su valentía había desaparecido, al menos por el momento. Supuse que la mitad de la nueva tripulación se sentiría así, asolada por la muerte de Gaviotín y su primera visión de la sangre derramada. Era fácil ser un líder cuando todo el mundo quería seguir a un líder; era mucho más difícil cuando nadie quería. Pero Kusaka me había dejado sin opciones. Tendría que ser la valentía de todo el mundo y dirigirlos lo mejor que pudiera contra el destino que nos aguardaba, aunque sólo me siguiera mi sombra.

Lo abracé y hablé en voz baja:

—No se acabará hasta que yo diga que se acabó. —Me deslicé a través de la pantalla de intimidad. No volví la vista atrás para ver si me seguía, pero supe que lo hacía.

Los pasillos seguían repletos de tripulantes sombríos, pero Exploración estaba desierta. Cogí el traje que parecía estar en mejor estado, le dije a Cuervo que cogiera un radio de repuesto y que se mantuviera en contacto en la frecuencia del equipo.

—¿Qué vas a hacer?

—Introducirme en el ordenador... deshabilitar la nave —dije con más confianza de la que sentía.

Apareció una sonrisa fantasmal en sus labios.

—¿Deshabilitar la nave? ¿Con nosotros dentro?

Le di una palmada en la espalda.

—No la deshabilitaré por completo, sólo lo suficiente para asustar a Kusaka.

Volvió a sonreír débilmente y salimos, remolcando el traje e intentando no colisionar con los demás tripulantes. No nos encontramos con ninguno de los hombres del Capitán hasta que llegamos cerca de Comunicaciones, donde nos tropezamos con uno que flotaba detrás de la esquina. Tiró frenéticamente de la pistola que tenía metida en el faldellín y durante un momento pensé que se dispararía en una pierna él solito.

—Dispararé, Gorrión... ¡el Capitán quiere detenerte!

No nos detuvimos. Su primer disparo erró por mucho; para entonces ya habíamos pasado por el gimnasio desierto, girando abruptamente para tomar un pasillo lateral. Un nivel más abajo y estuvimos ante la compuerta. Cuervo me ayudó con el traje, y luego me sonrió.

—Sección Tres, ¿no?

Asentí.

—Dile a Ofelia que intentaré deshabilitar la nave desde allí. —Con el Capitán buscándome, no podía quedarme en el tubo principal.

Cogí una lámpara portátil de la hilera que había en el mamparo y me introduje en la compuerta. Lo último que vi de Cuervo era que sonreía, pero la sonrisa era fingida y supe que tenía poca confianza en sus probabilidades de sobrevivir. Yo era el objetivo prioritario de Kusaka, pero Ofelia y él tampoco estarían muy por debajo en la lista.

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