La profecía (26 page)

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Authors: David Seltzer

BOOK: La profecía
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—El mundo está lleno de chalados así. Créeme.

—No sé —repitió el primero—. Me da en la nariz que se han callado algo.

—Tampoco sería la primera vez.

—Ni la última.

Los dos ataúdes descendían ya, despacio, hacia el tondo de la sepultura, mientras el sacerdote elevaba los brazos al cielo. Entre los asistentes al entierro, las figuras de una pareja se mantenían separadas de los demás. A su alrededor, cierto número de policías de paisano lanzaban furtivas miradas vigilantes a la multitud. Se trataba de un hombre de aspecto digno y majestuoso y de una mujer cuyo rostro estaba cubierto por un velo negro. La mujer tenía cogido de la mano a un niño de cuatro años, que llevaba un brazo en cabestrillo.

—Al dirigir nuestro último adiós a Robert y Katherine Thorn, que emprenden viaje hacia su eterno descanso —moduló el presbítero—, proyectamos nuestros ojos sobre su hijo Damien, único superviviente de esta desaparecida gran familia, que ahora irá a vivir en el hogar de otra. Quiera Dios que su vida florezca en el amor que esta nueva familia suya derrame sobre él. Quiera Dios que pueda asumir el legado de su padre y convertirse en un dirigente de la Humanidad.

Desde el lugar que ocupaba, cerca de las tumbas, Damien observó el lento descenso de los dos féretros, mientras apretaba con fuerza la mano de la mujer situada a su lado.

—Y, por último, ruego por ti, Damien Thorn —remató el sacerdote, todavía con los brazos elevados al cielo—. Quiera el Señor derramar sobre ti sus gracias y bendiciones... Quiera Jesucristo concederte su amor eterno.

De la lejanía de un cielo limpio de nubes llegó el sordo retumbar de un trueno. La muchedumbre empezó a dispersarse lentamente. La pareja rodeada de policías de paisano aguardó hasta que todos se hubieron retirado. Se aproximaron entonces a la tumba y el niño se arrodilló para rezar. La gente volvía la cabeza para mirar aquella escena y eran muchos los que lloraban. Por fin, el niño se levantó y, acompañado de sus nuevos padres, empezó a alejarse despacio. Los policías formaron un círculo alrededor del trío y protegieron su trayecto hasta el automóvil presidencial.

Cuatro motoristas escoltaron el coche, que pasó por delante del lugar donde estaban congregados los periodistas. Los reporteros gráficos tiraron placas del rostro del chiquillo, que los miraba a través de la ventanilla posterior del automóvil en movimiento. En todos los casos, los clichés salieron velados por una mancha, un defecto de la emulsión de la película que creaba algo así como una especie de neblina suspendida sobre el automóvil.

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