La puta de Babilonia (29 page)

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Authors: Fernando Vallejo

BOOK: La puta de Babilonia
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La kebla es importantísima para esta horda de brújulas excretoras, de asesinos rezanderos que destilan hiel de odio por sus fauces verdosas: copulan mirando hacia la kebla, paren mirando hacia la kebla, los entierran mirando hacia la kebla. Y a los animales, mis hermanos, ilos matan mirando hacia la kebla! No han tenido un Siglo de las Luces, ni una Revolución Francesa, ni una Declaración de los Derechos del Hombre. No respetan a las mujeres ni a los animales, mezclan la religión y el Estado, se arrodillan ante los déspotas, rezan cinco veces al día, han invadido a Europa y a los Estados Unidos de mezquitas y le están robando a Occidente la tecnología nuclear para imponernos a las malas, como paradigma de lo humano, las bellaquerías de su Profeta. El mahometismo es una chusma hipócrita, asesina, rezandera, una falsa religión. Después de mil cuatrocientos años siguen en las tinieblas medievales, de las que ya salimos a contracorriente de la Puta, gracias a Dios, pero a las que nos quieren hacer volver. Poseída por el demonio de la paridera la horda proliferante musulmana hoy se empeña en tener armas nucleares y yo pregunto para qué. ¿Para qué, si tienen la vagina atómica? De mil que eran cuando murió Mahoma, hoy son mil quinientos millones.

Ah malnacido Wojtyla, alimaña de obtusa testa. Hasta que te moriste hiciste el mal. Cuando los demonios te tiraban de las patas hacia el averno para aplicarte en su último círculo la justicia de Dios, todavía te empeñabas en que incluyeran en la Constitución Europea la expresión "civilización cristiana". ¡Cómo va a haber una civilización cristiana, eso es un oxímoron! El cristianismo es obcecación, cerrazón, barbarie. Como el Islam. Los dos grandes fanatismos semíticos sólo han traído sufrimiento y oscuridad a la tierra. ¡Qué religiones van a ser! ¡Qué civilizaciones! Civilización la griega, y religiones el hinduismo, el budismo, el jainismo, que respetan a todos los seres vivos y no tratan de imponer verdades. Una de las primeras biografías de Mahoma escritas en Occidente es la de Sir William Muir, Life of Mahomet, publicada entre 1856 y 1861 en cuatro volúmenes y basada en las fuentes musulmanas originales pero de una historicidad rigurosa. Su conclusión es ésta: "La espada de Mahoma y el Corán son los más empecinados enemigos de la civilización, la libertad y la verdad que haya conocido el mundo".

Claro que algo bueno se ha dado en el Islam. Pero en oposición a su infamia consubstancial. Pienso en el poeta al-Maarrí, uno de los más grandes de la lengua árabe, que veía la reproducción corno un pecado y la muerte como el simple hecho de dormirse; que prefería la cremación de los hindúes al entierro de los mahometanos; que escribía con desprecio de los ulamas o clérigos musulmanes; que afirmaba que Mahoma no tenía el monopolio de la verdad; que era vegetariano y rechazaba el consumo de carne y productos animales; que sostenía que ninguna criatura viva debía ser herida o dañada en modo alguno, que los animales sentían el dolor y que era inmoral infligirles un daño innecesario o matarlos; que repudiaba el uso de sus pieles y les reprochaba a las favoritas de la corte que las llevaran; que consideraba absurdo ir a La Meca en peregrinación a besar la piedra negra de la Kaaba; que se asombraba de que los cristianos creyeran que Dios había sido torturado, escarnecido y crucificado, y que los judíos pretendieran que al Ser Supremo le gustaba el olor de la carne asada; que observaba que los hombres aceptan la religión de los padres por la fuerza de la costumbre y por su incapacidad de distinguir lo verdadero de lo falso; que veía los libros sagrados como un montón de cuentos necios y de documentos espurios atribuidos a apóstoles de los que se pretendía que habían sido inspirados por Dios; que consideraba al mahometismo, al cristianismo y al judaísmo falsos y podridos hasta la médula, a sus clérigos como unos hipócritas ávidos de poder y de riquezas, y a sus fieles como unos necios que aceptaban dócilmente lo que aquéllos les decían que tenían que creer. Ridiculizó todos los dogmas del Islam y en su libro en prosa rimada Al Fusul wa alghayat, una serie de comentarios irónicos sobre la naturaleza del hombre pero con la apariencia de exhortaciones piadosas, muchos han visto una parodia del Corán. Nació en el 973 en Maarrat, Siria, y de niño se quedó ciego por la viruela; estudió en Alepo, Antioquía y Trípoli y pasó unos meses en la corte de Bagdad, para acabar volviendo a su ciudad natal donde vivió los siguientes cincuenta años hasta su muerte acaecida en el 1057. Una máxima suya que quería que le inscribieran sobre su tumba a modo de epitafio presidió su vida ascética y compasiva: "Esta injusticia que me hizo a mí mi padre nunca se la haré a nadie". Pero como Abul Alá ibn Ab-dallah al-Maarrí no hay muchos, ni dentro del Islam ni por fuera. Al-Maarrí era un hombre de alma grande, y la humanidad en su conjunto es mierda.

Muy lejos de la nobleza de al-Maarrí, pero digno de recordarse, es Abu Nuwas (762-c814), el más grande poeta árabe, gran amante del vino y los muchachos, que inspiraron sus poemas. Aparece en incontables episodios cómicos de Las mil y una noches y se hizo célebre por su inmoralidad, ebriedad y blasfemia, sus tres virtudes teologales. Lo encarcelaron varias veces y poco faltó para que lo ejecutaran por zindiq o hereje. De él se cuenta que entró borracho a una mezquita en el momento en que el imán decía el primer versículo del sura 109: "Decid, oh, incrédulos... " y Abu Nuwas gritó: "¡Aquí estoy!" Cuando la turba lo iba a linchar le mostraron un retrato de Mani, el del maniqueísmo, para que lo escupiera: se metió el dedo en la garganta y le vomitó encima. Salió impune, libre, a seguir disfrutando de la vida, su vino y sus muchachos. No así otros heterodoxos iluminados del Islam que no corrieron con su suerte y fueron ejecutados por zandaqa o herejía. El primer mártir del Islam fue Djad Ibn Dirham, ejecutado en el 742 por órdenes de Hisham, el penúltimo califa omeya, por negar los atributos divinos y creer en el libre albedrío. Sus seguidores consideraban a Mahoma un mentiroso y negaban la resurrección.

Pero la persecución de los zindiq sólo empezó en serio bajo el segundo de los califas abásidas, al-Mansur, que mató a muchos, siendo el más famoso Ibn al-Muqaffa, a quien ejecutó en el 760 por censurar al Islam, su concepto de Dios y su profeta: le fueron cortando uno a uno los miembros, que iban echando al fuego. Bajo al-Mahdi y al-Hadi, los sucesores de al-Mansur, la represión y las ejecuciones aumentaron en ferocidad y se nombraron magistrados especiales para perseguir a los herejes bajo las órdenes de un gran inquisidor, el Sahih al-Zanadiqa. Bastaba un simple rumor para que el inquisidor enjuiciara de inmediato al sospechoso. Los zindiqs eran arrestados en masa e interrogados. Si abjuraban los liberaban. Si no, los decapitaban, crucificaban o estrangulaban, y sus libros eran cortados en trocitos. Un anticipo ni más ni menos de la Inquisición cristiana. A Ibn Abil-Awja, que se preguntaba por qué, si Dios era tan bueno, había entonces catástrofes y epidemias, lo ejecutaron en el 772. Poco antes de morir confesó que había inventado más de cuatro mil hadith (dichos y hechos de Mahoma que constituyen una de las principales fuentes de la ley islámica), para prohibirles a los musulmanes lo que les estaba permitido y viceversa. Para ponerlos a ayunar, por ejemplo, cuando no venía al caso, o a comer cuando no debían. Sostenía que el mundo era eterno, con lo cual salía sobrando el Creador, y tachaba de mentirosos a Abraham, ]osé y demás profetas que menciona el Corán. A Bashshar ibn Burd, ciego de nacimiento y misántropo, que remedaba borracho la llamada del muecín a la oración y se burlaba de las peregrinaciones a La Meca y de la naturaleza milagrosa del Corán, que negaba la resurrección y el juicio final y creía en la transmigración de las almas, lo acusaron de herejía y en el 784 lo arrojaron a un pantano. Éstos son los verdaderos mártires del Islam, los que mató esta barbarie criminal disfrazada de religión, y no los suicidas asesinos de nuestros días que vuelan torres en su nombre camino al jardín de las delicias de Alá donde los esperan no sé cuántas huríes o vírgenes hembras que van a estuprar día y noche sin quitarles la virginidad.

¡Claro que el Islam le ha dado grandes hombres al mundo! Pienso en el poeta al-Mutanabi, cuyos versos desilusionados nos muestran a la humanidad encadenada a la ignorancia, la estupidez y la superstición, de las que sólo la muerte podrá librarla. Pienso en los librepensadores de Basra como Qays ibn Zubayr que negaba la existencia de Dios, o al-Baqili que negaba la resurrección, o Ibrahim ibn Sayaba que proclamaba la pederastia como la primera ley de la zandaqa. Pienso en Ibn al-Rawandi que desenmascaró en sus obras a Mahoma, la revelación, las profecías, los milagros, los dogmas religiosos, la hadith y toda la sharia o ley islámica, y para quien el Corán, lejos de ser el libro inimitable y milagroso según todos proclamaban, era una obra literaria menor, confusa, incomprensible, sin valor práctico alguno y ciertamente no revelada. Al-Rawandi rechazaba la posibilidad de una respuesta racional satisfactoria al asunto de la existencia de Dios, al que se dirigía en estos términos, citados por al-Maarrí: "Les repartiste los medios de subsistencia a tus criaturas como un patán borracho. Si fuera un hombre el que hubiera hecho ese reparto le diríamos: 'Nos estafaste. Vamos a darte una lección"'. ¿En qué lección estaría pensando al-Rawandi? ¿En una buena tunda en las nalgas al Creador?

Y Abu Bakr Muhammad ibn Zakariya al-Razi, nacido en Ray, cerca a Teherán, en el 865, y muerto en esa misma ciudad en el 925, cuyas críticas a la religión fueron las más virulentas del Islam y de toda la Europa medieval. Químico, médico y autor de una enciclopedia de la medicina griega, siria y árabe, al-Hawi o Liber continens, famosísima en Occidente, al-Razi desafió toda autoridad en los múltiples campos que ocuparon su atención. ¡Fue capaz de escribir, en el mundo musulmán, un tratado de ética sin referirse una sola vez a los dichos de Mahoma ni al Corán! A este libro nefasto lo veía como un revoltijo de "fábulas absurdas e incoherentes", se le hacía una ridiculez que lo juzgaran como una obra inimitable siendo así que su estilo, su lenguaje y su tan cacareada elocuencia estaban llenos de fealdades y torpezas, y en dos libros heréticos que escribió daba rienda suelta a su hostilidad para con los profetas, esos "chivos de barbas largas escupidores de mentiras", y para con el fraude de los milagros y las religiones reveladas. Las llamadas "sagradas escrituras" se le hacían despreciables y de ellas afirmaba que sólo habían hecho el mal; pugnaba por una sociedad libre del terror religioso y de la tiranía de los clérigos; y denunciaba los estragos de las religiones, causa de las más sangrientas guerras que habían asolado a la humanidad.

En lo que sí no creo es en el cuento de la ciencia islámica. ¿La medicina? ¡Cuál medicina, qué curaron! ¿Las matemáticas? Las matemáticas no son ciencia, son los engaños de dos rayitas, el signo igual, una ociosidad fea y aburrida. ¿Y la teología? La teología es el estudio del que no existe: un Viejo rabioso y malo que brota del cerebro de degenerados como Ratzinger cual un hongo venenoso. Inmenso mal le han hecho los árabes a la humanidad al haber preservado a Aristóteles, el más grande payaso de la antigüedad, que de todo habló y nada supo. Como nuestro Ortega y Gasset, vaya, que en paz descanse (si es que al cristiano lo dejan en los infiernos descansar en paz). La escolástica adoptó a Aristóteles como el faro de sus desvelos, y junto con él a sus comentadores árabes Avicena y Averroes. Pero no, ahí no hay más que verborrea fangosa. Todo lo que huela a escolástica huele mal. Tomás de Aquino exhala vapores de alcantarilla mefítica, ponzoñosa. En cuanto a Ratzinger, ¡qué gran metida de pata la que acaba de dar este teólogo! Le tocó la cola a la avispa mahometana y por poco no lo emponzoñan. En Somalia le acaban de matar a sor Leonella, una monja. Y donde no esté enmurallado en el Vaticano y protegido por la Guardia Suiza y el ejército italiano, también se lo echan. ¡Quiera Alá! Porque este hombrecito es dañino y malo como Wojtyla o como Jomeini. ¡Ah tripleta de santurrones criminales, azuzadores de la paridera! Si existen ustedes, ¿dónde está Dios? En una conferencia reciente en Ratisbona Ratzinger acaba de citar estas palabras del emperador bizantino Manuel II Paleólogo, dichas hacia 1394 a un sabio persa a propósito de la jihad o guerra santa musulmana: "Muéstrame qué trajo de nuevo Mahoma y verás que nada bueno, sólo cosas malas e inhumanas, tales como su orden de propagar por la espada la fe que predicaba". ¡Más le valía a Ratzinger no haber nacido! Al día siguiente salió la turbachusma musulmana como salen las avispas toreadas a defender el avispero. En Gaza, en Cisjordania, en Turquía, en Afganistán, en Pakistán, en Irán, a todo lo largo y ancho de los vastos dominios de Satán los esbirros y secuaces del Iblis Mahoma maldecían, pataleaban, vociferaban, excretaban y les salía babaza verde por las fauces. ¡Ay, qué miedo! Toco madera. ¡Tan! ¡Tan! En Irán el ayatola Jatami declaró que las palabras del papa daban prueba de su ignorancia sobre la tolerante religión musulmana. ¿Ignorancia? ¿Tolerancia? ¿El ignorante y el intolerante no será más bien él, este santón bellaco? Es cierto que el versículo 257 del sura 2 del Corán dice: "No se puede imponer la religión por la fuerza". Pero éste es un versículo de cuando Mahoma era una mansa paloma sin ningún poder y fue abolido por otros posteriores, de cuando sí lo tenía y se había vuelto un halcón sanguinario, como el versículo 5 del sura 9 que dice: "Mata a los infieles donde los encuentres". O el versículo 12 del sura 8 que dice: ''Yo sembraré el terror en los infieles y vosotros cortadles las cabezas". O el versículo 37 del sura 5 que dice: "A los que les hacen la guerra a Alá y a su Profeta mátalos, crucifícalos, córtales las manos y los pies". O el versículo 4 del sura 47 que dice: "Cuando encuentres infieles mátalos y haz con ellos una carnicería". ¡Qué! ¿Es que no entienden estos musulmanes bestializados cuando repiten de memoria como loros el Corán? ¿No saben acaso que un versículo posterior anula los anteriores que lo contradigan porque ésta es la forma de proceder de Alá, el clemente y misericordioso? Turbamulta asesina, chusma malnacida, excremento del Profeta, ¡me habéis matado a la monjita sor Leonella que era más buena que la madre Teresa! Pero volviendo a Manuel II Paleólogo, sigue con su cuento Ratzinger: "El emperador pasa a explicar en detalle las razones de por qué propagar la religión por la violencia no es aceptable. La violencia es incompatible con la naturaleza del alma y de Dios". ¿E Inocencio III qué? ¿Y las cruzadas? ¿Y la esclavización de América? ¿Y la quema de brujas? ¿Y la Inquisición? ¡Ah cabrón travestido, eres más malo que ayatola!

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