La Reina Isabel cantaba rancheras (26 page)

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Authors: Hernán Rivera Letelier

BOOK: La Reina Isabel cantaba rancheras
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De vuelta en la pieza, la Poto Malo se deja caer sobre la cama. Bebe la cerveza a grandes sorbos. Enciende un cigarrillo. Cuando llaman a la puerta, se dice que según su mala suerte, justo ahora debe ser un cliente. No se equivoca. Un joven de lentes, casi un niño, le pregunta compungido si acaso ella también está de duelo. “También”, le dice, y cierra la puerta. Cuando pasado un rato golpean de nuevo y es otro que se quiere ocupar con ella (“a falta de pan, seguro”, se dice para sí, enrabiada), vuelve a decir que lo siente. Recostada de nuevo, piensa que es una tonta, una sentimental de mierda, que debiera acordarse que no tiene ni para el desayuno de mañana.

... y para que sólo de verlas no rompieras en llanto, les devolveríamos la vida a las abandonadas oficinas salitreras; a esas que, dejadas hasta de la mirada de Dios, rezan todavía y a todo viento su castigado rosario de piedras. Embanderando iglesias y usinas, pulperías y biógrafos, sindicatos y fondas, las renaceríamos gloriosas a las olvidadas del desierto. Y para que maravillada de alegría te tomaras de nuestro brazo y “cariñitos míos” y “palomitos míos” de nuevo nos llamaras, y hasta el “paisitas de mi alma” de puro gusto se te saliera, nada más que por eso, tocados de la gracia de tu amor y en remolinos de vida, a sus mismas ánimas, te lo juro, en alucinante carnaval reviviríamos...

Llaman a la puerta por tercera vez. La Poto Malo se incorpora con desgano, estira su colcha de un desvaído color verde palta y, por tercera vez, abre la puerta. Un hombrecito con el sombrero en la mano le pregunta si se puede. La Poto Malo da una larga chupada a su cigarrillo, expele el humo por sobre la cabeza del visitante y se lo queda mirando con una expresión ausente. Con la mano en la manilla, ora mirándolo a la cara, ora a su negro sombrero de paño que hace girar nerviosamente entre sus manos, la Poto Malo lo mira.

... para que desde los repoblados escombros entonces (con varas y pesas justas a las puertas de las pulperías), desde sus soleadas calles entonces (sin marchas de hambre ni llantos de masacres inútiles), desde sus florecidas plazas de piedra entonces (con bandas de músicos y niños jugando con fichas de colores como si fueran las cosas más alegres del mundo), en una gran comparsa bajo el sol, nosotros de traje negro y camisa blanca, tú y tus amigas vestidas de organza, y todos de amor embellecidos, nos fuéramos bailando a toda pampa el primer corrido de la resurrección...

—Dentre —le dice.

Hernán Rivera Letelier
nació en Talca (Chile) en 1950. Su novela
La Reina Isabel
cantaba rancheras
fue premiada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura en 1994, y es una de las obras literarias de más vasta difusión de la narrativa chilena reciente. El mismo Consejo premió dos años después
Himno del ángel parado en una pata
. A éstas le siguieron:
Fatamorgana de amor con banda de música
(1998), Premio Municipal de Novela; el libro de cuentos
Donde mueren los valientes
(1999);
Los trenes se van al purgatorio
(2000);
Santa María de las flores negras
(2002).
Canción para caminar sobre las aguas
(2004),
Romance del duende que me escribe las novelas
(2005),
El Fantasista
(2006),
Mi nombre es Malarrosa
(2008) y
La contadora de películas
(2009). En 2001, Rivera Letelier fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministerio de Cultura de Francia.

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