La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (7 page)

BOOK: La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey
10.05Mb size Format: txt, pdf, ePub

Ahora le hablaré de mí. Tengo una casita y un pequeño terreno al lado de la casa solariega y la granja de Amelia Maugery. Las dos estamos junto al mar. Me encargo de mis pollos y mi cabra, Ariel, y cultivo cosas. También tengo un loro, es una hembra, se llama Zenobia y no le gustan los hombres.

Tengo una parada en el mercado donde todas las semanas vendo mis conservas, verduras y elixires que preparo para revitalizar el ardor varonil. Kit McKenna, la hija de mi querida amiga Elizabeth McKenna, me ayuda a hacer las pócimas. Sólo tiene cuatro años y tiene que subirse a un taburete para remover la olla, pero agita muy bien la espuma.

No tengo un aspecto muy agradable. Tengo la nariz grande y además me la rompí cuando caí del tejado del gallinero. Un ojo me mira hacia arriba, y tengo un cabello rebelde que no hay manera de dominar. Soy alta y tengo los huesos grandes.

Puedo volver a escribirle si usted quiere. Le hablaré más sobre la lectura y de cómo leer nos animó mientras los alemanes estuvieron aquí. La única vez que leer no ayudó fue cuando los alemanes arrestaron a Elizabeth. La descubrieron escondiendo a uno de esos pobres trabajadores esclavos de Polonia, y la enviaron a una cárcel de Francia. No hubo ningún libro que pudiera animarme entonces, ni durante mucho tiempo después. Era lo único que podía hacer para no abofetear a cada alemán que veía. Por el bien de Kit, me contuve. Era tan sólo un retoño por entonces, y nos necesitaba. Elizabeth todavía no ha vuelto. Tememos por ella, pero claro, aún es pronto y todavía puede volver. Rezo por ello, ya que la echo muchísimo de menos.

Su amiga,

ISOLA PRIBBY

De Juliet a Dawsey

20 de febrero de 1946

Querido señor Adams:

¿Cómo sabe que las lilas blancas son mis flores preferidas? Siempre tengo algunas, y ahora aquí están, en el escritorio. Son preciosas, y me encanta su belleza y el delicioso aroma. Al principio pensé, ¿cómo demonios las ha encontrado en febrero?, y luego recordé que el canal de la Mancha tiene la suerte de gozar de la cálida corriente del Golfo.

El señor Dilwyn se presentó esta mañana a primera hora en mi casa con las flores. Dijo que estaba en Londres por negocios del banco. Me aseguró que no había sido ningún problema traérmelas, que haría casi cualquier cosa por algo de un jabón que le dio a la señora Dilwyn durante la guerra. Ella todavía llora cada vez que se acuerda. Qué hombre tan agradable. Es una lástima que no tuviera tiempo para tomar un café.

Gracias a su amable mediación, he recibido largas cartas encantadoras de la señora Maugery e Isola Pribby. No sabía que los alemanes prohibieron que nadie en Guernsey recibiera ninguna noticia del exterior, ni siquiera cartas. Me ha sorprendido mucho. Y no debería. Sabía que habían ocupado las islas del Canal, pero nunca pensé, ni una sola vez, en lo que eso suponía. No puedo llamarlo de otra manera que ignorancia obstinada. Así que he ido a la biblioteca de Londres a informarme. La biblioteca sufrió importantes daños por los bombardeos, pero el suelo vuelve a ser seguro para andar sobre él; todos los libros que se pudieron salvar vuelven a estar en los estantes y sé que han recopilado todos los
Times
desde 1900 hasta ayer. Tendré que estudiar la Ocupación.

También quiero buscar libros de viajes o de historia sobre las islas del Canal. ¿Es verdad que en días despejados se pueden ver los coches de la costa francesa? Eso es lo que pone en mi enciclopedia, pero la compré de segunda mano por cuatro chelines y no me fío mucho. También dice que Guernsey «tiene aproximadamente unos once kilómetros de largo y unos ocho de ancho, y tiene una población de cuarenta y dos mil habitantes». En un sentido estricto, es muy informativo, pero quiero saber más.

La señorita Pribby me contó que habían enviado a su amiga Elizabeth McKenna a un campo de prisioneros en el continente y que todavía no ha vuelto. Me quedé chafada. Desde la carta sobre la cena del cerdo asado, me la he imaginado allí con todos. Incluso sin darme cuenta, confiaba en que algún día también recibiría una carta de ella. Lo siento. Espero que vuelva pronto.

Gracias de nuevo por las flores, Fue muy bonito por su parte.,

Atentamente,

JULIET

P.D. Si quiere, considérela una pregunta retórica, pero ¿por qué la señora Dilwyn lloraba por una pastilla de jabón?

De Juliet a Sidney

21 de febrero de 1946

Queridísimo Sidney:

Hace siglos que no sé nada de ti. ¿Tu silencio glacial tiene algo que ver con Mark Reynolds?

Tengo una idea para el nuevo libro. Se trata de una novela sobre una escritora guapa y aun así sensible que es aplastada por su dominante editor. ¿Te gusta?

Con todo mi cariño,

JULIET

De Juliet a Sidney

23 de febrero de 1946

Querido Sidney:

Sólo estaba bromeando.

Un abrazo,

JULIET

De Juliet a Sidney

25 de febrero de 1946

¿Sidney?

Recuerdos,

JULIET

De Juliet a Sidney

26 de febrero de 1946

Querido Sidney:

¿Creías que no me daría cuenta de que te habías ido? Pues lo hice. Después de tres cartas sin respuesta, fui personalmente a St. James's Place, donde me encontré con la mujer de hierro, la señorita Tilley, que me dijo que no estabas en la ciudad. Muy esclarecedor. Al insistir me enteré de que te has ido a ¡Australia! La señorita Tilley escuchó con frialdad mis exclamaciones. No quería revelarme tu paradero exacto, sólo que estabas recorriendo el interior, la zona despoblada de Australia buscando nuevos autores para el fondo de Stephens & Stark. Te reenviaría alguna carta, a su criterio.

A mí no me engaña tu señorita Tilley. Ni tú tampoco. Sé perfectamente dónde estás y lo que estás haciendo Has ido a Australia a buscar a Piers Langley y le sueltas la mano mientras está sobrio. Al menos, espero que sea eso lo que estés haciendo. Es un amigo muy querido y un escritor brillante. Espero que ya esté bien y que esté escribiendo poesía. Añadiría que olvidara lo de Birmania y los japoneses, pero sé que no es posible.

Podías habérmelo contado, ¿no crees? Sé ser discreta si me lo propongo. Nunca me has perdonado aquel desliz sobre la señora Atwater en la pérgola, ¿verdad? Ya me disculpé profusamente en su momento.

Me gustaba más tu otra secretaria. Y la despediste por nada, ¿sabes? Markham Reynolds y yo nos hemos conocido. De acuerdo, hemos hecho más que conocernos. Hemos bailado la rumba. Pero no te preocupes. No ha mencionado
View
, excepto de pasada, y no ha intentado tentarme con ir a Nueva York. Hablamos de asuntos serios, como por ejemplo de literatura victoriana. No es un mero aficionado superficial como querías hacerme creer, Sidney. Es un experto en Wilkie Collins, ¡a quién se le ocurre! ¿Sabías que Wilkie Collins mantenía dos casas distintas con dos señoras diferentes, cada una con hijos? Debió de ser horrible hacer cuadrar los horarios. No me extraña que tomara extracto de opio.

Estoy convencida de que Mark te gustaría si lo conocieras mejor, y tendrías que hacerlo. Pero mi corazón y la mano con la que escribo pertenece a Stephens & Stark.

El artículo del
Times
se ha convertido en algo estupendo; ya está en marcha. He hecho un nuevo grupo de amigos en las islas del Canal, la Sociedad Literaria y el Pastel de Piel de Patata de Guernsey. ¿No te encanta el nombre? Si Piers necesita distraerse, te mandaré una carta encantadora sobre cómo llegaron a ponerse este nombre. Si no, ya te lo contaré cuando estés de vuelta (¿cuándo vuelves?).

Mi vecina Evangeline Smythe espera gemelos para junio. No está muy contenta al respecto, así que le voy a pedir que me dé uno.

Un abrazo a ti y a Piers,

JULIET

De Juliet a Sophie

28 de febrero de 1946

Queridísima Sophie:

Estoy tan sorprendida como tú. No me ha dicho ni una palabra. El martes pasado me di cuenta de que hacía días que no sabía nada de Sidney, así que fui a Stephens & Stark para interesarme, y me encontré con que se había largado. Su nueva secretaria es una desalmada. A cada una de mis preguntas, contestaba: «De verdad que no puedo divulgar información de carácter personal, señorita Ashton». Qué ganas tenía de darle un guantazo.

Justo cuando estaba a punto de llegar a la conclusión de que el servicio de inteligencia británico se había llevado a Sidney a una misión en Siberia, la mala de la señorita Tilley me confesó que se había ido a Australia. Bueno, entonces todo estaba claro, ¿no? Ha ido a buscar a Piers. Teddy Lucas parecía convencido de que a Piers lo iba a matar la bebida de manera gradual, en aquella residencia, si nadie lo paraba. Apenas puedo culparle, después de lo que ha tenido que pasar, pero Sidney no lo permitirá, gracias a Dios.

Sabes que quiero a Sidney con todo mi corazón, pero de alguna manera resulta tremendamente liberador que Sidney «esté en Australia». Mark Reynolds ha sido lo que tu tía Lydia habría llamado persistente con sus atenciones durante las últimas tres semanas, pero, a pesar de que he estado engullendo langosta y champán, también he vigilado sigilosamente a Sidney. Está convencido de que Mark intenta robarme de Londres en general y de Stephens & Stark en particular, y nada de lo que le digo parece convencerlo. Sé que no le gusta Mark (creo que «agresivo» y «sin escrúpulos» fueron las palabras que usó la última vez que le vi), pero en serio, fue un poco demasiado Rey Lear con todo el asunto. Soy una mujer adulta (o casi), y puedo tragar champán con quien quiera.

Mientras no inspeccionaba bajo los manteles para ver si veía a Sidney, me lo he pasado maravillosamente bien. Me siento como si acabara de salir de un túnel oscuro y me hubiera encontrado de repente en medio de un carnaval. En realidad no es que me apasionen los carnavales, pero después del túnel, es delicioso. Mark sale todas las noches; si no estamos en una fiesta (y normalmente lo estamos), vamos al cine, al teatro, a clubes, o a bares de copas de mala reputación (dice que está intentando introducirme en los ideales democráticos). Es muy emocionante.

¿Te has dado cuenta de que hay gente, sobre todo los norteamericanos, que parece que no hayan sufrido la guerra, o al menos, que les haya destrozado poco? No quiero insinuar que Mark sea un vago, estuvo en el ejército del aire, pero sencillamente no se desplomó. Y cuando estoy con él, yo también me siento intacta. Es una ilusión, ya lo sé. Y sinceramente, me daría vergüenza si la guerra no me hubiera afectado. Pero es perdonable que me divierta un poco, ¿no?

¿Dominic es demasiado mayor para que le gusten esas cajas de sorpresas que tienen un muñeco dentro? Ayer vi una fantástica en una tienda. Saltó de golpe hacia fuera, tambaleándose, con una mirada maliciosa y con un bigote negro curvado sobre unos dientes blancos; es la viva imagen de un villano. A Dominic le encantaría, después de haberse recuperado del shock inicial.

Un abrazo,

JULIET

De Juliet a Isola

28 de febrero de 1946

Señorita Isola Pribby

Pribby Homestead

La Bouvee

St. Martin's, Guernsey

Querida señorita Pribby:

Muchísimas gracias por su carta sobre usted y Emily Brontë. Me hizo gracia leer que el libro la atrapó cuando el espíritu de la pobre Cathy llama a la ventana. Yo me enganché igual, exactamente en el mismo momento.

Nuestro profesor nos mandó leer
Cumbres borrascosas
durante las vacaciones de Pascua. Me fui a casa con mi amiga Sophie Stark, y nos quejamos durante dos días de tal injusticia. Finalmente, su hermano Sidney nos hizo callar y nos dijo que empezáramos a leer. Lo hice, todavía enfadada, hasta que llegué a la parte del espíritu de Cathy en la ventana. Nunca había sentido tanto miedo como entonces. Los monstruos y los vampiros nunca me han asustado en los libros, pero los espíritus son otra cosa.

En lo que quedaba de vacaciones, Sophie y yo no hicimos nada más que ir de la cama a la hamaca y al sillón, leyendo
Jane Eyre
,
Agnes Grey
,
Shirley
y
La inquilina de Wildfell Hall
.

¡Menuda familia fueron!, pero escogí escribir sobre Anne Brontë porque era la menos conocida de las hermanas y, creo, una escritora tan buena como Charlotte. Dios sabe cómo Anne consiguió escribir cualquiera de los libros, influenciada como estaba por semejante religiosidad como la que tenía su tía Branwell. Emily y Charlotte hicieron bien en ignorar a su deprimente tía, pero no así la pobre Anne. Figúrese que predicaba que Dios quería que la mujer fuera sumisa, afable, delicada y melancólica. Así habría muchos menos problemas en casa. ¡Vieja perniciosa!

Espero que me escriba de nuevo.

Atentamente,

JULIET ASHTON

De Eben Ramsey a Juliet

28 de febrero de 1946

Estimada señorita Ashton:

Soy un hombre de Guernsey y me llamo Eben Ramsey. Mis padres fueron cortadores de lápidas y sobre todo talladores. Estas son las cosas que me gusta hacer en mi tiempo libre, pero vivo de la pesca.

La señora Maugery nos dijo que a usted le gustaría recibir cartas sobre nuestras lecturas durante la Ocupación. Yo no quería hablar más (ni pensar) sobre esos días, pero la señora Maugery dijo que podíamos confiar en su criterio literario sobre la Sociedad durante la guerra. Si la señora Maugery dice que se puede confiar en usted, lo creo. Además, tuvo aquel bonito detalle de mandarle un libro a mi amigo Dawsey, y usted casi no lo conoce. Así que le escribo y espero que pueda serle de ayuda para su historia.

Diría que al principio no éramos un verdadero círculo literario. Aparte de Elizabeth, la señora Maugery, y quizá Booker, la mayoría no habíamos tenido mucha relación con los libros desde que dejamos la escuela. Los cogimos de los estantes de la señora Maugery con miedo a estropear las delicadas hojas. Yo no tenía muchas ganas de nada en aquella época. Fue sólo para no pensar en el comandante y en la cárcel por lo que abrí la cubierta del libro y empecé.

Era una selección de la obra de Shakespeare. Más adelante, vi que el señor Dickens y el señor Wordsworth estaban pensando en hombres como yo cuando escribieron sus palabras. Pero sobre todo, creo que era William Shakespeare quien lo hizo. Claro que no siempre entiendo lo que dice, pero ya llegará.

Me parecía que cuanto menos decía, más bonito era. ¿Sabe cuál es el verso que admiro más de él? Éste: «El luminoso día ha terminado y estamos destinados a la oscuridad».

Other books

An Improper Holiday by K.A. Mitchell
Takedown by Matt Christopher
The Critic by Peter May
Ibiza Surprise by Dorothy Dunnett
Looking for Trouble by Cath Staincliffe
The Fatal Englishman by Sebastian Faulks
Saint by Ted Dekker
Genesis (The Exodus Trilogy) by Andreas Christensen