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Authors: Bill Bridges

Tags: #Fantástico

La última batalla

BOOK: La última batalla
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La lucha final por Gaia

Una raza casi extinta de cambiaformas se ha ocultado en los bosques del mundo durante milenios. Son hombres lobo: Garous que desempeñan el sagrado deber de proteger la Tierra y luchar contra el Wyrm, el espíritu de la corrupción. Pero la batalla no es fácil: la fuerza del enemigo crece sin cesar y los Garou son cada vez más escasos, pues las luchas tribales y las rivalidades personales los han dividido, lo que dificulta considerablemente sus esfuerzos. Cada amanecer los acerca un poco más a la hora de la verdad: el Apocalipsis.

La problemática situación es aún más penosa para Jonas Albretch y sus compañeros de camada. Albrecht, antaño exiliado por su propio pueblo, ha ascendido al honorable puesto de rey. Pero las profecías se hacen realidad y se oye una ultima llamada a las armas. Albretch se enfrenta a la posibilidad de que todo lo que ha conseguido haya sido en vano. Las profecías son claras: el último Rey de Gaia caerá en poder del Wyrm. ¿Podrá seguir luchando?

Hombre lobo: La última batalla es el segundo acto de La hora del juicio. Y narra la historia del Armagedón que se abate sobre los entes sobrenaturales del Mundo de Tinieblas.

Bill Bridges

La última batalla

La hora del juicio - 2

ePUB v1.0

Ukyo
30.06.12

Título original:
The Last Battle

Bill Bridges, febrero de 2004.

Traducción: Raquel Rodríguez Cortes

Ilustraciones: Ron Spencer

Editor original: Ukyo (v1.0)

ePub base v2.0

Es la hora del juicio

Hace milenios, la Madre Tierra Gaia dio a luz a sus protectores, la raza de hombres lobo conocidos como los Garou. Medio carne, medio espíritu, los Garou fueron maldecidos y bendecidos al mismo tiempo con una furia terrible, una ira justa que les permitía superar obstáculos imposibles, pero que les sumía en incontables batallas tribales con los de su misma especie. Mientras tanto, su enemigo, el enloquecido espíritu de corrupción llamado el Wyrm, se hacía más y más poderoso. Los patrones del espíritu de los hombres lobo advirtieron que llegaría la hora en la que el poder del Wyrm se tragaría a Gaia, cuando los Garou plantaran cara por última vez. Llamaron a este momento el Apocalipsis. Ahora, las profecías se han cumplido y se ha alzado la llamada a la guerra. La última batalla se acerca.

Cuestión de perspectiva

Cada narración de «La Hora del Juicio» adopta el punto de vista de la criatura sobrenatural cuya historia narra. Los lectores más despiertos advertirán las referencias que se hacen sobre el resto del gran mundo sobrenatural, pero la mayoría de los vampiros, hombres lobo e incluso magos centran su atención exclusivamente en sus propios problemas en estos terribles últimos días. Por ello, las tres narraciones son, en realidad, tres facetas de un gran acontecimiento más que sucesos seguidos de una sola historia. Cada uno tiene relación con los demás, pero cuenta su propio relato.

Prólogo:
La estrella de sangre

En los últimos días aparecerá en el cielo una

estrella de sangre, que girará mientras cae hacia

el seno de Gaia.

—La profecía de Habla-en-Silencio

El Trueno del Wyrm se retorció de dolor bajo la tierra. Su lenta agonía sacudía el suelo del desierto.

Zhyzhak gritó de frustración. Arrojó unas piedras por el desierto arenoso, haciéndolas chocar contra antiguos afloramientos de piedra y convirtiéndolas en polvo. Los yacimientos de mica chispearon a la luz de la luna llena como fuego antiaéreo y brillaron brevemente antes de desvanecerse sobre el suelo del cañón.

Pizarrarañada-ikthya se mordió el labio con frustración y se guardó para sí mismo un comentario áspero. Que Zhyzhak gritase no era algo extraño; después de todo, era una klazomaníaca, que había recibido durante su primera revelación del Wyrm el don de gritar de pena. Cuando estaba enfadada o frustrada, tenía que chillar con todas sus fuerzas siempre que quisiera decir algo. Durante estas ceremonias, se necesitaba una enorme fuerza de voluntad para hablar en tono normal o incluso en susurros. No era un juramento consciente o una promesa de piedad; era la única manera que tenía de hacer frente al imponente trauma que el Wyrm había causado en su mente. Todos ellos tenían tales estigmas gloriosos, tales psicosis que llevaban como insignias de guerra. La tribu elegida por el Wyrm, los que bailaban en el Laberinto de la Espiral Negra, soportaba el dolor, el daño y la pena con tanto orgullo como las marcas de guerra.

El mismo Pizarrarañada tenía sus propios problemas divinos: las llagas ulcerantes que supuraban y le causaban un picor infernal en los cuartos traseros, además de la insufrible nariz, que le moqueaba constantemente y el sudor. Se rascó violentamente el culo mientras vigilaba la rabieta nocturna de Zhyzhak. Ella llevaba su habitual traje de
dominatrix
de cuero negro, que era al menos dos tallas más pequeño de lo necesario, mientras que él llevaba su chaqueta y pantalones hechos de una lana que parecía alambre. La miró de soslayo a través de sus gafas empañadas por unos ojos lagrimosos.

Un humano desinformado podría tomarle por un profesor, tal vez uno de los muchos científicos nucleares que se sabía que trabajaban en la región. En el pasado esto no habría sido una suposición completamente errónea; había sido científico (un biólogo, no un físico) en su vida anterior, cuando se contaba entre la tribu de los Caminantes del Cristal. Sin embargo, eso había sido hacía mucho tiempo, antes de que Grammaw lo devorase y lo excretase dentro de un huevo. Había salido de su viscoso útero convertido en un cuerpo deformado pero bendecido con la corrupción.

Grammaw. El Trueno del Wyrm.

—Si eres tan condenadamente inteligente —le gritó Zhyzhak a Pizarrarañada, al tiempo que levantaba una piedra enorme por encima de su cabeza—, ¿por qué no puedes curarla?

Arrojó la piedra por encima del hombro de Pizarrarañada. Se estrelló contra la pared del cañón y el polvo cubrió la espalda de su chaqueta. Él ni se inmutó.

—Ya te lo he dicho antes, zorra —dijo Pizarrarañada, seguro de que ella interpretaría el vulgar apelativo como una señal de respeto—. Su enfermedad es espiritual, no biológica. Nadie sabe más que yo sobre la anatomía del Trueno del Wyrm y no hay ninguna afección física. Se consume a causa de algún ataque Umbral sobre su alma.

Zhyzhak saltó sobre un montón de piedras destrozadas y se quedó a unos pocos centímetros del rostro de Pizarrarañada. Exhaló su aliento rancio justo sobre su nariz.

—¡Joder! ¡Eres un chamán! ¡Cúrala!

—Por milésima vez, te digo que no puedo. Esto lo ha hecho Ojo-Blanco-ikthya. Ha lanzado algún tipo de maldición y yo ni siquiera puedo detectarlo.


¡Traidor!
—gritó Zhyzhak, no a Pizarrarañada, sino al desierto, a dondequiera que Ojo-Blanco pudiera estar escondido. El anciano hombre-lobo era famoso entre la tribu de los Danzantes de la Espiral Negra por la clarividencia que le había sido otorgada en la explosión nuclear de Trinidad; la explosión le había arrebatado la vista, pero le había bendecido con una gran intuición sobre los misterios del Wyrm y le había hecho ganar el honorífico sufijo
ikthya
. Pero Ojo-Blanco había desaparecido recientemente. Poco después, Grammaw había enfermado. Muchos de los que estaban en el túmulo susurraban que en realidad Ojo-Blanco seguía siendo aliado de su antigua tribu Garou, los Uktena y tomaban su desaparición como una deserción de vuelta a su primera tribu. Pizarrarañada lo dudaba. Sospechaba que la fuerza que se había llevado a Ojo-Blanco también había herido a Grammaw.

—Lo importante no es quién lo hizo —dijo Pizarrarañada, arrugando la nariz ante el abrasador ataque del aliento de Zhyzhak— sino cuándo vas a dejar de quejarte por ello y vas a ir a Malfeas.

Zhyzhak se quedó completamente inmóvil, sin respirar. Pizarrarañada sabía que ella estaba librando una batalla interna, que dudaba sobre si liberar su ira y matarlo o realizar el acto que llevaba proyectando tanto tiempo: viajar al corazón espiritual del Wyrm y buscar el alivio para el sufrimiento del Trueno del Wyrm. Por suerte para él, escogió esto último.

Zhyzhak giró rápidamente y regresó con paso decidido a la cueva situada en la torrentera del cañón, hacia el túmulo que estaba dentro. Pizarrarañada sonrió, orgulloso de sí mismo y de alguna manera sorprendido de que tuviera las pelotas de llevar el plan a cabo. Del sitio al que se iba no regresaría. Pronto, el túmulo sería suyo. La siguió, agachándose para entrar en la cueva.

Zhyzhak cambió a su forma de lobo, una mestiza de piel negra. Como la caverna se ensanchaba por todas partes, conservó esa forma mientras seguía el sinuoso camino que conducía hacia abajo. Al final, llegó a un punto donde la caverna se estrechaba, con hileras de estalactitas y estalagmitas simétricas. Unos gases calientes llegaban desde el fondo y hasta allí no llegaba nada de la tenue luz que había a la entrada de la cueva. Zhyzhak se movió utilizando solo los sentidos del olfato y el oído, pero los ojos reforzados de Wyrm de Pizarrarañada podían ver formas débiles a través de una neblina de un color verde nauseabundo. Más allá de las rocas que sobresalían hacia arriba y colgaban hacia abajo, el suelo era liso y húmedo.

El lobo grande se detuvo y dio la impresión de estar orientándose. Luego se abalanzó hacia delante a gatas, pasó las hileras de rocas y desapareció en la negrura. Pizarrarañada esperaba que no consiguiera saltar al Otro Lado a tiempo, pero sabía que era improbable. Ese había sido el destino de Ghavaaldt, el anterior jefe del túmulo, aunque muchos conocían el papel de Zhyzhak en aquel asunto. Que ella fuera ahora la líder no era ninguna casualidad.

Pizarrarañada se detuvo y aguzó los sentidos, buscando el efímero tejido del mundo de los espíritus. Lo agarró y se metió entre sus pliegues, luchó por atravesar el velo caliente entre los dos mundos y salió a una caverna aún más oscura y llena de vapor, el reflejo espiritual del mundo material.

Sonrió. Siempre le había gustado esta parte. Se sentía como si entrase en el útero de nuevo. Pasó las estalactitas y estalagmitas y con la mano las recorrió a medida que pasaba, estremeciéndose al tocar su textura huesuda y calcificada. Se movió rápidamente para mantener el equilibrio cuando llegó al punto donde el camino se hacía resbaladizo y ondulado, camino que le condujo más adentro, un viaje en la alfombra mágica desde la lengua de Grammaw hasta su esófago. Caminar vigorosamente por su boca, directamente hasta su intestino, probar todos los venenos que se retorcían dentro, recorrer sus tripas desde el estómago hasta la molleja, atravesar el laberinto intestinal y luego el plexo estomodeal, el cerebro de Grammaw, el centro del Túmulo de la Colmena Trinitaria… todo ello era una experiencia religiosa.

Conocía mejor que nadie la anatomía de Grammaw, mejor incluso que Zhyzhak. Estaba seguro de que podría encontrar atajos que atravesaran los intestinos y llegar al centro del túmulo antes que ella; así, podría preparar a sus aliados para que se apoderaran del túmulo tan pronto como Zhyzhak se marchase.

Zhyzhak conocía ya las maquinaciones de Pizarrarañada y no le importaban. Como mucho, estaba contenta de que alguien tan maquiavélico como él asumiera el liderazgo de su amado túmulo. Se necesitaba a alguien que mantuviera las larvas a raya. Ya había avisado a sus leales soldados de que Pizarrarañada intentaría hacerse con el poder en el momento en que ella se marchase de viaje. ¿Qué interés tenía el poder si no había que luchar para conseguirlo? No podía permitir que un líder de verdad asumiera el mando sin llevarse unas cuantas cicatrices.

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