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Authors: Bill Bridges

Tags: #Fantástico

La última batalla (28 page)

BOOK: La última batalla
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Tras ellos, dirigiéndolos con aullidos de rabia o amenazas, marchaban los Danzantes de la Espiral Negra. Llevaban sus formas de batalla, marcadas por unas horribles deformidades: alas, orejas y morros de murciélago, o miembros de diferentes animales mal emparejados. Sus gritos sonoros hicieron temblar a Mephi. Parecían completamente seguros de sí mismos, más de lo normal incluso para estos locos hombres-lobo.

Mephi miró a Konietzko. El margrave estaba alto y fuerte, impasible ante los gorjeos y gesticulaciones del ejército que se acercaba. Mephi sintió que una oleada de orgullo deshacía su tembleque y supo que, fuera cual fuese el resultado, sería noble. El margrave ejercía ese efecto sobre los demás. Mephi sabía que parte de su aura de confianza se debía a los dones espirituales de los Señores de las Sombras, pero la mayor parte procedía del mismo margrave. Era un jefe supremo de los Garou; era imposible no sentirse impresionado con solo mirarle.

Tvarivich dio un paso al lado del margrave y señaló una figura situada en las posiciones traseras del ejército del Wyrm.

—¿Le ves? Es Charvas Yurkin. Una vez fue de la Camada de Fenris de Moscú. Servía a la Bruja. Le creíamos muerto.

—Dirige al ejército —dijo el margrave, asintiendo mientras evaluaba aquella figura lejana—. Tal vez sea más poderoso de lo que era la última vez que lo viste.

Tvarivich escupió.

—Aun así caerá bajo la maza.

—No te impacientes tanto. Está muy atrás. No podemos arriesgarnos a hacer una salida hasta allí. Todavía no.

—Reservaré mi rabia para él —dijo Tvarivich, al tiempo que se daba media vuelta para reunirse con sus Colmillos Plateados—. Pero sucumbirá antes de lo que crees.

El margrave no contestó. Mephi vio que sus ojos se dirigían hacia la línea enemiga, estudiándola, ideando ajustes a sus propios planes de batalla. El margrave se inclinó y habló con un mariscal, que inmediatamente echó a correr hacia el ala derecha y cambió las posiciones de diez Garou, volviéndolos a dispersar por la fila. El margrave asintió, satisfecho. Mephi intentó examinar la línea enemiga para averiguar a qué enemigos había visto el margrave para tener que reajustar sus filas, pero para él era todo una confusión de monstruosidades que gritaban.

Las fuerzas del Wyrm estaban a menos de cien metros de distancia. Los Garou estaban quietos, esperando, listos para moverse o recibir la carga basándose en las órdenes del margrave. Konietzko hizo un gesto con la cabeza a un grupo de Señores de las Sombras que tenía al lado y levantaron los brazos, aullando. Su grito retumbó por el cielo. Las nubes de tormenta se congregaron en lo alto y se abrieron para arrojar un torrente de lluvia sobre el ejército del Wyrm. Un rayo cayó en zigzag y atravesó a siete fomori, electrocutándolos en el acto. Sus cuerpos cayeron al suelo y fueron pisoteados por las fuerzas que seguían avanzando.

Cinco pesadillas de humo diabólico, las masas flotantes de fuego diabólico brillante, se retorcieron e intentaron esconderse bajo los soldados cercanos y al hacerlo los quemaron. La lluvia golpeaba sus cuerpos informes, erosionándolos, arrastrando los trozos por el barro. Una masa histérica de fomori se apartó de la fila; estaban quemados por el intento de los furmlings de buscar cobijo y corrieron hacia la retaguardia. Los Danzantes de la Espiral Negra aullaron y dieron un salto hacia delante, tratando de morder con las mandíbulas a los desertores y obligándoles a volver a la fila. Dos de ellos se negaron y fueron despedazados por las zarpas.

El ejército corrupto aflojó el paso, inseguro. Los Danzantes de la Espiral Negra entraron en las filas mientras ladraban y golpeaban a las vacilantes criaturas del Wyrm, obligándolas a volver a moverse.

Konietzko miró hacia la izquierda, captó la atención de un comandante que estaba allí y asintió. El comandante aulló a su manada y el aire relució delante de ellos. Una silueta tomó forma; era grande y con cuernos, iba a horcajadas sobre un gran caballo y la seguían unas formas más pequeñas, de color blanco y con los ojos de un rojo brillante. El jinete saltó por el campo hacia las fuerzas del Wyrm, con una manada enorme de perros babosos a sus espaldas.

Mephi se quedó mirando con los ojos abiertos como platos. Nunca antes había visto a la Cacería Salvaje. Los Fianna más hábiles podían convocar a aquella fuerza caótica y soltarla contra sus enemigos. La cacería perforó las filas de las criaturas del Wyrm; el cazador golpeaba con su enorme lanza y los perros arrancaban la carne con sus dientes afilados.

Un gran grupo de criaturas cayó al suelo, sorprendido por la repentina carga de la fuerza espiritual. Una horda de otras bestias avanzó para rellenar la fila; cayeron con furia sobre los cazadores, despedazaron a los perros y descabalgaron al jinete, que quedó cubierto al momento por una montaña de criaturas que pedían a voces destruirle.

Mientras el enemigo estaba distraído con aquella estratagema, el margrave soltó otra. Del ala derecha del Cuervo de Tormenta salió un aullido enorme, que fue respondido por unos gruñidos que venían del cielo. Mephi vio que unos lobos fantasmagóricos se estaban formando allí y a continuación bajaron corriendo para unirse a una carga dirigida por la Camada de Fenris. Las legendarias Hordas del Valhalla, que respondían a la llamada de los parientes de su tótem.

La horda de Garou y espíritus-lobo golpeó la fila de criaturas del Wyrm como un tanque atravesando un muro en ruinas. Muchas criaturas cayeron antes del ataque, pero otras se recuperaron rápidamente y avanzaron.

Los Danzantes de la Espiral Negra se precipitaron hacia delante, tres manadas que respondían al ataque temerario de los Garou. Golpearon y les enseñaron los dientes a los Fenris, luchando a brazo partido y resbalando en los charcos de barro que habían quedado después del diluvio torrencial. La horda de espíritus del Valhalla se desperdigó en lo más profundo de las líneas enemigas, rompiendo su formación y provocando el caos, pero los lobos fueron derribados en seguida. La Camada no pudo avanzar más, pero los Espiral Negra tampoco pudieron hacer que retrocedieran.

El margrave asintió una vez más y liberó las garras del Cuervo de Tormenta. Los Colmillos Plateados de Tvarivich avanzaron, golpearon lo que quedaba del centro del enemigo y derribaron a las pesadillas y los fomori como si fueran hierba delante de un corta-césped. La sangre y el pus rociaron el campo y se mezclaron con la lluvia caída para manchar el pelaje blanco puro de los Colmillos. El suelo se convirtió en un montón fangoso de cuerpos mutilados.

Los Espiral Negra silbaron y gritaron, dando una orden programada y el ejército del Wyrm se retiró; el flanco izquierdo, destrozado, se replegó para formar un recuadro con el flanco derecho, que todavía estaba intacto. Los Colmillos y los Fenris cargaron contra los rezagados y los diezmaron.

Konietzko aulló; su gritó retumbó por el campo y provocó que incluso aquellas criaturas que todavía no habían luchado temblasen. Tvarivich soltó una palabrota pero obedeció la orden y llamó a sus guerreros para que regresaran. Se retiraron y se deslizaron en las filas Garou, envolviendo a las garras del Cuervo de Tormenta. Los Fenris también se retiraron, aunque con mayor reticencia y volvieron a formar dentro del ala derecha.

Mephi intentó contar las bajas. Siete Fenris muertos y once heridos graves. Tres Colmillos Plateados muertos y nueve heridos, ninguno de gravedad. Un triunfo increíble, teniendo en cuenta que los Wyrm caídos llegaban casi a cien. La Cacería Salvaje y los del Valhalla habían desaparecido, pero eran simplemente unas representaciones espirituales; no se les podía destruir del todo.

Mephi estuvo a punto de ofrecer la esperanza de que fuese una batalla rápida, pero se contuvo cuando vio que las fuerzas Wyrm volvían a colocarse. Todavía sobrepasaban a los Garou tres a uno como mínimo, suponiendo que la prole del Wyrm no se guardara ningún as en la manga, como espíritus propios a los que pudieran llamar. Mephi esperaba que esa llamada ya se hubiera producido, que ese ejército fuese todo el que tenían.

Mephi perdió el equilibrio un momento y se apoyó en su bastón para concentrarse. Miró a su alrededor y vio que otros Garou estaban sufriendo problemas similares. Algunos se habían caído. Sus camaradas les ayudaron a levantarse y se arriesgaron a caer ellos mismos cuando un segundo temblor fortísimo sacudió el suelo. Mephi sintió que su estómago se revolvía, no solo a causa del temblor, sino porque sabía lo que iba a ocurrir.

El suelo a su izquierda se abrió de golpe. Algunos Garou cayeron en el agujero abierto. Unos se revolvieron para mantenerse agarrados al borde, que se erosionaba rápidamente, mientras que otros se alejaron a saltos del derrumbe. Del hoyo salieron gritos y un tentáculo gris y verrugoso emergió dando zarpazos hacia fuera y azotó a los Garou que intentaban escalar el borde desmigajado.

Mephi soltó una palabrota y miró a Konietzko. La furia del margrave se reflejaba claramente en sus ojos, por lo demás inexpresivos. Gruñó y agitó una mano hacia un grupo de Garou que estaba en el ala derecha y cargaron hacia el agujero. El margrave volvió a aullar y las fuerzas de Tvarivich volvieron a saltar hacia delante, estrellándose contra el repentino avance de las fuerzas del Wyrm. Los Danzantes de la Espiral Negra cargaron en el momento oportuno ya que se aprovecharon del derrumbe del suelo.

Mephi se arrastró hasta el agujero todo lo que pudo y echó una mirada rápida a su interior. Como temía, las enormes fauces abiertas de un Trueno del Wyrm se cerraron con fuerza, atrapando a los Garou caídos en su garganta. Debían de haber perdido cerca de veinte Garou. Dio un salto hacia delante, agarró a aquellos que todavía estaban colgando y les ayudó a salir del foso.

El contingente enviado rodeó el círculo y comenzó a gruñir y cada uno se arrancó un fetiche que llevaba colgando de una hoja de enredadera del cuello. La ausencia de cualquier otro equipo le reveló a Mephi la identidad del grupo: Garras Rojas, la tribu feral, todos ellos lobos de nacimiento. Soltaron sus fetiches a la vez y la tierra se cerró.

El suelo se hinchó, sellando el agujero. Antes de que se cerrara del todo, Mephi pudo ver una horda de escabrosos elementales de tierra que golpeaban el hocico del Trueno del Wyrm, haciendo que volviera al agujero y descubriendo su escondrijo.

—¡Mephi! —gritó Konietzko. Mephi volvió la cabeza hacia el margrave y corrió hacia él. Konietzko señalaba al campo, donde los Colmillos Plateados estaban luchando contra el avance Wyrm—. ¡Trae a Tvarivich de vuelta aquí! ¡No puede oír mis aullidos!

Sin vacilar, Mephi se puso a cuatro patas y echó a correr por el campo metiéndose en la refriega.
¡Por fin, algo que hacer!

Serpenteó entre los combatientes, esquivó por los pelos los golpes de tentáculos, pinzas y puñales y su velocidad aumentó gracias a los poderes espirituales. Resbaló lo justo para evitar estrellarse contra un sabueso ooralath, pero no pudo evitar sus mandíbulas. Los dientes le sujetaron la cola y dio un grito cuando avanzó hacia delante; los colmillos de la bestia le arrancaron un trozo de la cola.
Sí ese es el mejor bocado que pueden obtener de mí, lo estoy haciendo bien
.

Saltó por encima de un montón de esmirriados caídos y aterrizó detrás de Tvarivich, que giró sobre sus talones y le miró antes de volver a darse media vuelta y concentrarse en el jefe de los Danzantes de la Espiral Negra, que sin duda había visto a la reina y estaba trabajando para trasladar a su guardia personal en dirección a ella, buscando pelea.

—¡Tvarivich! —gritó Mephi—. ¡El margrave ordena que te retires!

Tvarivich le miró con enfado.

—¡No! ¡Mataré a Yurkin! Una vez que él caiga, sus fuerzas se harán astillas.

—¡El margrave tiene otros planes! —dijo Mephi, al tiempo que estiraba la mano para agarrar a Tvarivich del hombro. Ella se dio media vuelta y le golpeó con su maza. Mephi se tambaleó y cayó, con la mandíbula temblando. Tvarivich se quedó mirándole y respiró pesadamente; la furia se reflejaba en sus ojos. Levantó la maza y vaciló, mientras intentaba controlar su rabia. Echó hacia atrás la cabeza y aulló, la llamada a la retirada.

Los Colmillos Plateados echaron a correr, formaron alrededor de ella y de Mephi y luego se abrieron paso hacia atrás, esquivando los golpes de los Danzantes de la Espiral Negra y los fomori que les perseguían. Mephi iba cojeando al lado de Tvarivich, que echaba chispas mientras miraba hacia atrás, a Yurkin, que se reía de ella a lo lejos.

Mephi se cogió la mandíbula; había evitado que se la dislocara por los pelos. Sin embargo, sabía que con todo lo fuerte que había sido el golpe, ella había contenido casi toda su fuerza. Tenía suerte de estar vivo.

Mientras desaparecían dentro de la línea de defensa Garou, las fuerzas del Wyrm se detuvieron antes de llegar a atacar a la línea entera. Tvarivich cogió a Mephi por el hombro.

—Lo siento, heraldo —dijo, frunciendo el ceño—. Mi necesidad de vengarme me nubló los sentidos.

—Eh —contestó Mephi, haciendo una mueca de dolor cuando movió la mandíbula—. Todos conocemos el precio de la rabia. No es necesario darme explicaciones.

Tvarivich le miró con una sonrisa torcida.

—Eres un alma valiente, Más-Rápido-que-la-Muerte. Vuelve con el margrave y averigua sus próximas órdenes.

Mephi asintió y se fue cojeando hacia el centro, entre la manada de Konietzko. Examinó las filas, intentando averiguar lo que había ocurrido mientras se había ido a buscar a Tvarivich. Gimió consternado cuando vio el ala izquierda. Se había replegado y apretado para defenderse después de aguantar una carga contra la fila y estaba debilitada tras el ataque del Trueno del Wyrm.

Al margrave parecía no importarle. Ordenó que toda la formación se retirase lentamente. Cuando los Danzantes de la Espiral Negra se dieron cuenta de esto, gritaron de entusiasmo y siguieron echando sus fuerzas hacia delante, enviando una carga desordenada y accidentada contra los Garou. Golpearon al Cuervo de Tormenta y las alas se separaron para dejarles entrar. Fomori, esmirriados y psicomaquias cruzaron exultantes la línea de defensa y se dispersaron entre las posiciones desperdigadas de los Garou.

El margrave aulló e hizo saltar la trampa. Los Theurge levantaron sus fetiches, huevos negros de cuervo y los estrellaron contra el suelo. Empezó a salir un humo que se tragó a los atacantes. Mephi escuchó una cacofonía de alaridos y gritos y vio que los bordes del humo brillaban con las formas de las alas y los picos. Habían liberado a los verdaderos cuervos de tormenta.

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