Read La última noche en Los Ángeles Online

Authors: Lauren Weisberger

Tags: #Chic-lit

La última noche en Los Ángeles (25 page)

BOOK: La última noche en Los Ángeles
5.49Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

«¡Gracias a Dios que está a punto de acabar este día!»

En los tiempos anteriores a La Foto, nada la relajaba más que meterse en un baño caliente con un ejemplar de
Last Night
recién salido de la imprenta. Ahora se sentía vagamente aterrorizada por lo que pudiera encontrar, pero no era fácil abandonar las viejas costumbres. Miró por encima las primeras páginas, parando un momento para reflexionar sobre la cantidad de famosos casados que estaban dispuestos a parlotear sobre su vida sexual, con joyas como éstas: «¿Nuestro secreto para mantener encendida la llama? Me trae el desayuno a la cama los domingos y después le doy las gracias…, calurosamente», o «¿Qué puedo decir? Soy un tipo con suerte. Mi mujer es una máquina en la cama». La página donde la revista mostraba a los famosos haciendo cosas «normales» estaba más aburrida que de costumbre:

Dakota Fanning de compras en un centro comercial de Sherman Oaks, Kate Hudson paseando con su acompañante del día, Cameron Díaz eligiendo un biquini en una tienda y Tori Spelling con un niño rubio en brazos y saliendo de un salón de belleza. Había una doble página medianamente interesante que explicaba qué había sido de los niños famosos de los ochenta (¿quién hubiera dicho que Winnie Cooper era un genio de las matemáticas?), pero sólo cuando llegó a la sección de reportajes más largos, a Brooke se le cortó el aliento. Allí encontró un artículo de varias páginas, titulado «Cantantes que ponen la banda sonora a nuestro mundo», que reunía textos y fotografías de media docena de artistas. Los ojos de Brooke volaron por la página, buscando intensamente. John Mayer, Gavin DeGraw, Colbie Caillat, Jack Johnson. Nada. Pasó la página. Bon Iver, Ben Harper, Wilco. Nada tampoco. ¡Un momento! «¡Dios mío!» Allí, al pie de la cuarta página, había un recuadro amarillo, con encabezamiento violeta, que parecía gritar: ¿QUIÉN ES JULIAN ALTER? Aquella foto espantosa de Julian con Layla Lawson ocupaba la mitad superior del recuadro y el resto era todo texto. «¡Cielo santo!», pensó Brooke, mientras notaba, en una experiencia casi extracorpórea, que le palpitaba el corazón y estaba conteniendo la respiración. Deseaba con igual desesperación leer el artículo y verlo evaporarse, desvanecerse, desaparecer por completo de su conciencia para siempre. ¿Lo habría leído alguien ya? ¿Lo habría leído Julian? Ella sabía que, por ser suscriptora, recibía la revista un día antes de que llegara a los quioscos, pero ¿era posible que nadie la hubiera avisado? Cogió una toalla para enjugarse el sudor que le perlaba la frente y secarse las manos, hizo una inspiración profunda y empezó a leer.

Julian Alter no sólo saltó a los titulares al principio del verano con una aplaudida actuación en el show de Jay Leno y una foto supercaliente, sino que ha demostrado que puede mantenerse arriba: su primer álbum se colocó directamente en el número cuatro de Billboard la semana pasada. Ahora todos nos preguntamos: ¿quién será ese chico?

Brooke empujó con los pies para situarse en una postura más erguida. Empezó a notar una creciente sensación de mareo, que en seguida atribuyó a la combinación de un exceso de vino con el baño demasiado caliente. «Ni tú te lo crees», se dijo. Hizo una inspiración profunda. Era natural que se sintiera un poco rara al toparse por sorpresa con un artículo sobre su marido en una revista de difusión nacional. Hizo un esfuerzo de voluntad para seguir leyendo.

Primeros años: Nacido en el Upper East Side de Manhattan en 1979, fue alumno de la prestigiosa Dalton School y veraneaba en el sur de Francia. Destinado a ser el perfecto chico formal de buena sociedad, su interés por la música chocó con los planes que sus padres tenían para él.

Carrera musical: Acabados los estudios en Amherst, en 1999, renunció a la carrera de medicina para probar suerte con la música. Firmó con Sony en 2008, tras dos años de prácticas en el departamento de nuevos talentos. Su primer álbum será seguramente uno de los estrenos de mayor éxito del año.

Aficiones: Cuando no está grabando, le gusta pasar el tiempo con su chucho, Walter Alter, y salir con los amigos. Sus antiguos compañeros dicen que era el mejor tenista de Dalton, pero ya no juega porque el tenis no casa con su imagen.

Vida sentimental: Si esperabais un idilio con Layla Lawson en un futuro cercano, os vais a llevar una decepción. Alter lleva cinco años casado con Brooke, su novia de siempre, aunque se rumorea que hay nubarrones en el paraíso debido a las exigencias de su nuevo calendario. «Brooke fue un apoyo increíble para él cuando era un don nadie, pero ahora que él es el centro de atención, lo está pasando muy mal», dijo una fuente cercana a Julian y a Brooke. La pareja vive en un modesto apartamento de un dormitorio cerca de Times Square, pero sus amigos dicen que ya están buscando algo mejor.

Al pie del recuadro había una foto de Brooke y de Julian tomada por uno de los fotógrafos profesionales presentes en la fiesta de «Friday Night Lights», una foto que ella todavía no había visto. La devoró ansiosamente con los ojos y dejó escapar un enorme suspiro de alivio. Milagrosamente, los dos habían salido favorecidos. Julian estaba inclinado, besándole a ella el hombro, y se le adivinaba en la cara la sombra de una sonrisa. Brooke le había pasado un brazo por detrás del cuello y en la otra mano tenía un colorido cóctel margarita; tenía la cabeza un poco echada hacia atrás y se estaba riendo. Pese al vaso de cóctel, los sombreros de cowboy y el paquete de cigarrillos que Julian llevaba metido en la manga como parte del disfraz, no parecían borrachos ni desastrados, sino despreocupados y alegres. Si la hubieran obligado a encontrarle algún defecto a la foto, probablemente habría señalado el raro efecto que hacía su cintura, donde el ángulo inusual con que flexionaba el talle, las sombras proyectadas por un ambiente oscuro adyacente y la brisa que entraba desde el patio se combinaban para abombarle ligeramente la falda tejana y hacerle un poco de barriga. No era nada exagerado, sino sólo la insinuación de un pequeño michelín que en realidad no existía. Sin embargo, un mal ángulo de la cámara no le preocupaba en exceso. Teniendo en cuenta todas las posibles maneras de que la foto hubiera salido mal (y había miles), Brooke estaba bastante contenta.

Pero después venía el artículo. No sabía ni por dónde empezar. Seguramente a Julian no le haría mucha gracia lo del «chico formal de buena sociedad». Por mucho que Brooke le repitiera que nadie se fijaba en los colegios en que había estudiado, Julian no podía soportar ni la más mínima insinuación de que sus logros tuvieran algo que ver con su educación privilegiada. El apartado sobre sus aficiones, donde el artículo decía que le gustaba pasar el tiempo con su perro, era un poco humillante para todos los implicados, porque ni siquiera mencionaba los ratos que pasaba con su familia o la de Brooke, ni señalaba ninguna auténtica afición. La sugerencia de que las lectoras de todo el país se sentirían decepcionadas al saber que Julian y Layla no tenían ningún romance era a la vez halagüeña y desconcertante. ¿Y el comentario entrecomillado sobre el apoyo que ella le había brindado a Julian y lo mal que se sentía ahora? Era cierto, pero ¿por qué parecía una insidiosa acusación? ¿Sería cierto que uno de sus amigos había hecho esa declaración, o las revistas se inventaban las cosas cada vez que les convenía y se las atribuían a fuentes anónimas? Pero de todo el artículo, la única línea que le aceleró el pulso fue la que decía que Julian y ella supuestamente estaban buscando «algo mejor» para mudarse. «¿Qué?» Julian sabía muy bien que Brooke estaba desesperada por volver a Brooklyn, pero no habían empezado a buscar, ni mucho menos.

Lanzó la revista al suelo, se puso en pie lentamente, para evitar el mareo del baño caliente, y salió de la bañera. No se había lavado el pelo ni se había enjabonado el cuerpo, pero eso ya le daba lo mismo. Lo único importante era hablar con Nola antes de que desconectara el teléfono y se fuera a dormir. Con una toalla anudada sobre el pecho y
Walter
lamiéndole el agua que se le escurría por las pantorrillas, Brooke cogió el teléfono y marcó de memoria el número de Nola.

Su amiga contestó después de cuatro tonos de llamada, justo antes de que saltara el buzón de voz.

—¿Qué? ¿No hemos hablado lo suficiente esta noche?

—¿Te he despertado?

—No, pero estoy en la cama. ¿Qué pasa? ¿Estás llena de remordimiento por insinuar hace un momento que soy una prostituta?

Brooke resopló.

—Para nada. ¿Has leído
Last Night
?

—¡Oh, no! ¿Qué dice?

—Eres suscriptora, ¿no?

—Dime lo que has leído.

—Ve y mira por ti misma.

—Brooke, no seas ridícula. Estoy literalmente entre las sábanas, con la crema reparadora aplicada y me acabo de tomar un Lunesta. No hay nada en el mundo capaz de convencerme para que baje al buzón a ver una revista.

—Hay un recuadro enorme titulado «¿Quién es Julian Alter?» y una foto de nosotros dos en la página doce.

—De acuerdo, te llamo dentro de dos minutos.

Pese a su ansiedad, Brooke sonrió para sus adentros. Sólo tuvo tiempo de colgar la toalla y meterse desnuda en la cama, antes de que sonara el teléfono.

—¿Lo tienes?

—¿Tú qué crees?

—Me estás asustando. ¿De verdad es tan horrible?

Silencio.

—¡Nola! ¡Di algo! Me está dando un ataque de pánico. Es todavía peor de lo que me ha parecido a mí, ¿verdad? ¿Me van a despedir del trabajo por ser una vergüenza para el hospital? A Margaret no le gustará nada que…

—Esto debe de ser lo más fabuloso y genial que he visto en toda mi vida.

—¿Estamos mirando la misma página?

—¿Quién es este cantante tan sexy? ¡Sí, claro que estamos mirando la misma página! ¡Y es impresionante!

—¿Impresionante? —Brooke estuvo a punto de gritar—. ¿Qué tiene de impresionante eso de que mi matrimonio peligra porque no soporto que él sea el centro de atención? ¿O eso de que estamos buscando piso para mudarnos, cuando en realidad ni siquiera hemos empezado?

—Chis —dijo Nola—. Respira profundamente y cálmate. No voy a permitir que conviertas esto en algo negativo, como haces siempre. Párate un segundo a pensar y date cuenta de que tu marido (¡tu marido!) es lo suficientemente famoso para merecer un recuadro grande en
Last Night
, con un artículo que, en mi opinión, es enormemente halagador. Lo que dice, básicamente, es que todo el país se muere por él, pero es tuyo. ¡Piénsalo un segundo!

Brooke guardó silencio, mientras lo pensaba. Hasta ese momento, no lo había visto de aquel modo.

—Mira la foto grande. Ahora Julian es superfamoso, y tú no eres mala ni rara si toda la situación te coge un poco por sorpresa y te hace sentir un poco mal.

—Supongo que…

—¡Ya lo sé! Si ha llegado donde ha llegado, en gran parte es gracias a ti. Es lo que hablamos antes. Se lo debe en gran medida a tu apoyo, tu esfuerzo y tu amor. ¡Ahora disfruta y siéntete orgullosa de él! ¿Te das cuenta de que tu marido es famoso y de que las mujeres de todo el país te tienen envidia? ¿Qué más quieres? ¡Disfrútalo!

Brooke estaba callada, mientras intentaba asimilar lo que le decía su amiga.

—Todo lo demás es pura tontería —prosiguió Nola—. No importa que escriban esto o lo otro, sino el hecho de que escriban acerca de Julian. Si te espantas ahora, ¿qué vas a pensar cuando el mes que viene sea portada de
Vanity Fair
, eh? Dime, ¿qué piensa Julian de todo esto? Imagino que estará eufórico.

Sólo entonces Brooke cayó en la cuenta.

—Todavía no lo he hablado con él.

—En ese caso, permíteme que te dé un consejo. Llámalo y felicítalo. ¡Esto es grande! ¡Es un gran momento para su carrera! Es la señal más clara de que lo ha conseguido. No te enredes en los pequeños detalles, ¿de acuerdo?

—Lo intentaré.

—Coge la revista, métete en la cama y piensa que a muchísimas mujeres de todo el país les gustaría estar ahora en tu lugar.

Brooke se echó a reír.

—Yo no estaría tan segura.

—Es verdad. Bueno, ahora tengo que dormir. Deja de estresarte y disfruta, ¿de acuerdo?

—Gracias, Nola. Lo intentaré. Besos.

—Besos para ti también.

Brooke cogió la revista y se puso a estudiar otra vez la foto, sólo que esta vez se concentró en Julian. Era cierto. No había duda de que en aquel momento, en el instante que captaba la foto, parecía lleno de amor por ella, afectuoso, dulce y feliz. ¿Qué más podía pedir? Y aunque jamás lo habría reconocido ante nadie, era bastante increíble y fantástico verse en una revista como
Last Night
y saber que tu marido estaba entre los famosos. Nola tenía razón. Tenía que relajarse y disfrutarlo un poco. No había nada malo en eso.

Agarró el teléfono móvil y tecleó un mensaje de texto para Julian:

Acabo de ver “Last Night”. ¡Impresionante! Estoy muy orgulloso de ti. Gracias por las flores ridículas. Me encantan. Te quiero. Besos y abrazos.

Ya estaba. Eso era justo lo que Julian necesitaba en aquel momento: amor y apoyo, en lugar de críticas y reconvenciones. Orgullosa de sí misma por haber logrado superar el pánico inicial, apartó el teléfono y cogió el libro que estaba leyendo. Mientras lo abría, se dijo que en todo matrimonio hay momentos buenos y malos. Los suyos eran un poco exagerados, porque las circunstancias eran extraordinarias, pero con un poco de dedicación y esfuerzo por parte de ambos, no había nada que no pudieran superar.

Capítulo 9

En la dulce espera, con una copa en la mano

Walter Alter
apoyó la barbilla en el tobillo de Brooke y dejó escapar un suspiro de satisfacción.

—Estás a gusto, ¿eh? —le preguntó ella y él parpadeó.

Cuando le ofreció una palomita de maíz,
Walter
la olfateó y después, suavemente, se la quitó de entre los dedos con los dientes.

Era muy agradable estar arrellanada en el sofá, esperando la llegada de Julian y la oportunidad de pasar juntos algo de tiempo, pero no dejaba de pensar en Kaylie. Aunque habían mantenido el contacto todo el verano, Brooke se había quedado anonadada cuando había visto por primera vez a la niña desde el comienzo del curso escolar. Era cierto lo que le había dicho Heather: había perdido demasiado peso, tanto que Brooke casi se quedó sin aliento al verla entrar en su despacho. De inmediato tuvieron una larga conversación sobre la diferencia entre una alimentación sana y las peligrosas dietas para adelgazar en poco tiempo. A lo largo de las siguientes semanas habían seguido hablando y Brooke empezaba a creer que estaban haciendo progresos.

BOOK: La última noche en Los Ángeles
5.49Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Glimpse by Stacey Wallace Benefiel
Next to Me by AnnaLisa Grant
A Voice In The Night by Matthews, Brian
Doktor Glass by Thomas Brennan
Lost Girls by Graham Wilson
The Secret Fire by Whitaker Ringwald
The Common Thread by Jaime Maddox
The Forgetting Machine by Pete Hautman