La velocidad de la oscuridad (36 page)

BOOK: La velocidad de la oscuridad
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—Entonces, ¿te gustaría venir con nosotros a otro torneo, Lou? —pregunta Tom.

Siento frío por todo el cuerpo. Creo que ellos pretenden hacer algo agradable por mí, pero Don se enfadó conmigo a causa del torneo. ¿Y si alguien se enfada conmigo en cada torneo y por mi culpa uno tras otro tienen que recibir un chip PDP?

—Es todo el sábado —digo.

—Sí, y a veces todo el domingo también —dice Lucía—. ¿Es un problema?

—Yo... voy a misa los domingos.

Marjory me mira.

—No sabía fue fueras a misa, Lou. Bueno, podrías ir el sábado... ¿Cuál es el problema el sábado?

No tengo ninguna respuesta preparada. No creo que ellos lo comprendan si les digo lo de Don. Todos me miran, y siento que me pliego por dentro. No quiero que se enfaden.

—El próximo torneo por aquí cerca será después de Acción de Gracias —dice Tom—. No hace falta decidirlo esta noche. —Me mira con curiosidad—. ¿Te preocupa que alguien no cuente otra vez los botonazos, Lou?

—No... —Siento que la garganta se me cierra. Cierro los ojos para reafirmarme—. Es por Don. Se enfadó en el torneo. Creo que por eso... se trastornó. No quiero que eso le suceda a nadie más.

—No es culpa tuya —dice Lucía. Pero parece enfadada. Esto es lo que pasa, creo. La gente se enfada por mí incluso cuando no está enfadada conmigo. No tiene que ser culpa mía para causarlo.

—Comprendo tu argumento —dice Marjory—. No quieres causar problemas, ¿es eso?

—Sí.

—Y no puedes estar seguro de que nadie vaya a enfadarse contigo.

—Sí.

—Pero... Lou, las personas se enfadan unas con otras sin ningún motivo. Don estaba enfadado con Tom. Otros pueden haberse enfadado con Simon; sé que hay gente que se ha enfadado conmigo. Son cosas que pasan. Mientras no hagas nada malo, no puedes estar pensando constantemente si lo que haces va a molestar a otros.

—Tal vez a ti no te molesta tanto —digo.

Ella me dirige una mirada que sé que significa algo, pero no sé qué. ¿Lo sabría si fuera normal? ¿Cómo aprende la gente normal lo que significan estas miradas?

—Tal vez no —dice ella—. Yo solía pensar que era siempre culpa mía. Solía lamentarlo. Pero es... —Hace una pausa y me doy cuenta de que está buscando una palabra educada—. Es difícil saber cómo no preocuparse mucho por ello —dice por fin.

—Sí.

—La gente que quiere que pienses que todo es culpa tuya es el problema —dice Lucía—. Siempre echa la culpa a los demás de sus sentimientos, sobre todo de la furia.

—Pero a veces la furia está justificada —dice Marjory—. No me refiero a Lou y Don; Lou no hizo nada. Fueron los celos de Don, que pudieron con él. Pero comprendo lo que quiere decir Lou, no quiere ser la causa de que alguien más tenga problemas.

—No lo será —dice Lucía—. No es de ese tipo.

Me dirige una mirada, una mirada distinta a la que me ha dirigido Marjory. No estoy seguro de lo que significa esa mirada tampoco.

—Lucía, ¿por qué no tiras con Simon? —dice Tom. Todos se paran a mirarlo.

Lucía abre un poco la boca. Luego la cierra con un ruidito.

—Bien —dice—. Ha pasado mucho tiempo. ¿Simon?

—Será un placer —dice él, sonriendo.

Miro a Lucía y Simon. Él es mejor que ella, pero no consigue tantos puntos como podría conseguir. Me doy cuenta de que está combatiendo al nivel de ella, sin usar todo su potencial. Es muy amable. Soy consciente de Marjory junto a mí, del olor de las hojas secas que el viento ha traído junto al borde de piedra, de la brisa gélida en mi nuca. Me parece bien.

A las nueve ya hace más que fresco: hace mucho frío. Todos entramos en la casa y Lucía prepara chocolate caliente. Es la primera vez este año. Los demás están charlando; me siento con la espalda apoyada contra el cojín de cuero verde y trato de escuchar mientras miro a Marjory. Ella usa mucho las manos cuando habla. Un par de veces las agita de la manera que me dijeron que era un signo de autismo. He visto a otras personas hacer también eso, y siempre me he preguntado si eran autistas o parcialmente autistas.

Ahora hablan sobre torneos, torneos que recuerdan del pasado, quién ganó y quién perdió y quién era el árbitro y cómo se comportó la gente. Nadie menciona a Don. Pierdo el hilo de los nombres; no conozco a las personas. No comprendo por qué «Bart es una comadreja» por lo que dicen de Bart, y estoy seguro de que no quieren decir que Bart sea un animal con pelo, igual que Don no era una sanguijuela de verdad. Mi mirada pasa de Marjory a Simon a Tom a Lucía a Max y a Susan una y otra vez, intentando seguir quién está hablando con quién, pero no puedo prever cuándo alguien va a parar y cuándo otro va a empezar. A veces hay una pausa de dos o tres segundos y a veces uno empieza mientras otro está hablando todavía.

Es fascinante, a su modo. Es como ver casi-pautas en un sistema caótico. Como ver moléculas romperse y volver a formarse mientras el equilibrio de una solución cambia a un lado y otro. Sigo pensando que casi lo comprendo, y entonces sucede algo que no puedo prever. No sé cómo pueden participar y seguir el hilo al mismo tiempo.

Gradualmente, me doy cuenta de que todo el mundo calla si Simon habla y lo dejan dirigir la conversación. Él no interrumpe a menudo, pero nadie lo interrumpe. Uno de mis maestros dijo que la persona que está hablando indica quién espera que hable a continuación mirándolo. En esa época yo no solía distinguir si alguien me estaba mirando a menos que lo hiciera mucho tiempo. Ahora puedo seguir la mayoría de las miradas. Simon mira a gente diferente. Max y Susan siempre miran primero a Simon, dándole prioridad. Tom mira a Simon la mitad de las veces. Lucía mira a Simon la tercera parte de las veces. Simon no siempre vuelve a hablar cuando alguien lo mira; esa persona mira entonces a otra.

Pero es tan rápido... ¿Cómo pueden verlo todo? ¿Y por qué mira Tom a Simon algunas veces sí y otras no? ¿Qué le indica cuándo tiene que mirar a Simon?

Me doy cuenta de que Marjory me está mirando y siento que mi cara y mi cuello se acaloran. La voz de los demás se vuelve difusa, la visión se me nubla. Quiero esconderme en las sombras, pero no hay sombras. Bajo la cabeza. Presto atención a su voz, pero ella no habla demasiado.

Luego empiezan hablar sobre el equipo: hojas de acero contra compuestos, acero viejo contra acero nuevo. Todo el mundo parece preferir el acero, pero Simon cuenta que en un combate formal reciente que vio las hojas de compuesto tenían un chip en el mango que emitía un sonido como el del acero cuando las hojas se tocaban. Era extraño, dijo.

Entonces dice que tiene que irse y se levanta. Tom se levanta también, y Max. Yo me levanto. Simon estrecha la mano de Tom y dice:

—Ha sido divertido... gracias por la invitación.

—Igualmente.

Max tiende la mano y dice:

—Gracias por venir. Ha sido un honor.

Simon tiende la mano y dice:

—Igualmente.

No sé si tender la mano o no, pero Simon me la ofrece rápidamente, así que se la estrecho aunque no me gusta estrechar manos.

—Gracias, Lou —dice entonces—. Lo he disfrutado.

—Igualmente —digo yo. Hay un momento de tensión en la habitación y me preocupa haber dicho algo inadecuado (aunque estaba copiando a Tom y Max), y entonces Simon me toca el brazo con el dedo.

—Espero que cambies de opinión sobre los torneos —dice—. Ha sido un placer.

—Gracias.

Mientras Simon sale por la puerta, Max dice:

—Yo también tengo que irme.

Susan se levanta del suelo. Es hora de marcharse. Miro alrededor: todas las caras parecen amistosas, pero yo pensaba que la cara de Don era amistosa. Si uno de ellos está enfadado conmigo, ¿cómo voy a saberlo?

El jueves tenemos la primera de las reuniones médicas. Podemos hacer preguntas a los doctores. Hay dos médicos: el doctor Ransome, con el pelo gris rizado, y el doctor Handsel, que tiene el pelo negro y liso y parece como si se lo hubieran pegado a la cabeza.

—¿Es reversible? —pregunta Linda.

—Bueno... no. Lo que quiera que haga, lo hace.

—¿Entonces, si no nos gusta, no podemos volver a nuestro yo normal?

Nuestro yo no es normal, para empezar, pero no lo digo en voz alta. Linda lo sabe tan bien como yo. Está haciendo un chiste.

—Eh... no, no pueden. Seguramente no. Pero no veo por qué...

—¿Querríamos? —dice Cameron. Su cara está tensa—. Me gusta quien soy ahora. No sé si me gustará en quién me convierta.

—No debería ser tan distinto —responde el doctor Ransome.

Pero cada diferencia es una diferencia. Yo no soy la misma persona que antes de que Don empezara a acosarme. No sólo lo que él hizo, sino la reunión con esos agentes de policía me ha cambiado. Sé algo que no sabía antes, y el conocimiento cambia a las personas. Levanto la mano.

—Sí, Lou —dice el doctor Ransome.

—No comprendo cómo puede no cambiarnos —digo—. Si normaliza nuestro procesamiento sensorial, eso cambiará el ritmo y el tipo de impulso de datos, y eso cambiará nuestras percepciones y nuestro procesamiento...

—Sí, pero tú (tu personalidad) serás el mismo, o prácticamente el mismo. Te gustarán las mismas cosas, reaccionarás igual...

—Entonces, ¿para qué el cambio? —pregunta Linda. Parece enfadada; sé que está más preocupada que enfadada—. Nos dicen que quieren que cambiemos, para que no necesitemos los apoyos que necesitamos... pero si no los necesitamos, entonces eso significa que nuestros gustos han cambiado... ¿no?

—He pasado mucho tiempo aprendiendo a tolerar la sobrecarga —dice Dale—. ¿Y si eso significa que de pronto no capto las cosas que debería? —Su ojo izquierdo fluctúa, salvajemente, con el tic.

—No creemos que vaya a suceder nada de eso —repite el doctor—. Los primatólogos sólo encontraron cambios positivos en la interacción social...

—¡Yo no soy un puñetero chimpancé! —Dale descarga con fuerza la mano sobre la mesa. Durante un momento su ojo izquierdo se queda abierto; luego empieza de nuevo el tic.

El doctor parece sorprendido. ¿Por qué le sorprende que Dale esté inquieto? ¿Le gustaría a él que extrapolaran su conducta a partir de los estudios sobre los chimpancés? ¿O es algo que hacen los normales? ¿Se ven a sí mismos sólo como otros chimpancés? No puedo creerlo.

—Nadie está sugiriendo que lo seas —dice el doctor, con voz levemente reprobadora—. Es sólo que... son el mejor modelo que tenemos. Y siguieron teniendo una personalidad reconocible después del tratamiento, sólo los déficits sociales cambiaron...

Todos los chimpancés del mundo viven en entornos protegidos, en zoos o instalaciones de investigación. Antes vivían en libertad, en los bosques de África. Me pregunto si los chimpancés que parecen autistas eran así en libertad o si el estrés de vivir como prisioneros los ha cambiado.

Una diapositiva ilumina la pantalla.

—Ésta es la pauta de la actividad del cerebro normal cuando detecta una cara conocida en una foto en la que salen varias caras —dice. Se ve un contorno gris de un cerebro, con puntitos verdes brillantes. Gracias a mis lecturas, reconozco algunas de las localizaciones... No, reconozco la diapositiva. Es la ilustración 16-43.d, del capítulo 16 de
La funcionalidad del cerebro
. Cambia la diapositiva—. Y aquí... vemos la pauta de actividad del cerebro autista en el mismo caso.

Otro contorno gris con puntitos verdes brillantes. La ilustración 16-43.c del mismo capítulo.

Intento recordar los pies de foto del libro. No recuerdo que el texto dijera que la primera era la actividad del cerebro normal cuando detectaba una cara conocida en una fotografía de grupo. Creo que se trataba de la actividad del cerebro normal al ver una cara familiar. Un conjunto de... sí, lo recuerdo. Nueve varones sanos, estudiantes universitarios, se presentaron voluntarios para un protocolo aprobado por el comité ético de investigaciones con humanos...

Otra diapositiva. Otro contorno gris, otro conjunto de puntos brillantes, ahora azules. La voz del doctor sigue sonando. Es otra diapositiva que reconozco. Me esfuerzo por recordar qué decía el libro y oír lo que dice él, pero no puedo. Las palabras se entremezclan.

Levanto la mano. Él calla y dice:

—¿Sí, Lou?

—¿Podremos tener una copia de esto para mirarla más tarde? Es difícil captarlo todo de una vez.

Él frunce el entrecejo.

—No creo que sea buena idea, Lou. Esto sigue siendo propiedad... es muy confidencial. Si quieres saber más, puedes preguntármelo o preguntar a un consejero y podrás mirar de nuevo las diapositivas, aunque... —se ríe—, no creo que te digan mucho, ya que no eres neurólogo.

—He leído un poco.

—¿De veras...? —Su voz se reduce a un murmullo—. ¿Qué has leído, Lou?

—Algunos libros —digo. De repente no quiero decirle qué libros he leído, no sé por qué.

—¿Sobre el cerebro?

—Sí. Quería comprender cómo funciona antes de que hicieran ustedes nada con el tratamiento.

—Y... ¿lo has comprendido?

—Es muy complicado —digo—. Como un ordenador de procesamiento en paralelo, pero más.

—Tienes razón; es muy complicado —dice él. Parece satisfecho. Creo que se alegra de que no haya dicho que lo comprendo. Me pregunto qué diría si le digo que reconozco esas ilustraciones.

Cameron y Dale me están mirando. Incluso Bailey me dirige una rápida mirada que luego aparta. Ellos quieren saber lo que yo sé. No sé si debería decírselo, en parte porque no sé todavía lo que sé... lo que significa en este contexto.

Descarto el recuerdo del libro y escucho solamente, mientras memorizo las diapositivas a medida que vienen y van. No comprendo bien la información de esta forma (ninguno de nosotros lo hace), pero creo que podré recordar lo suficiente para compararlo con el libro más tarde.

Al cabo de un rato las diapositivas dejan de ser de contornos grises de cerebros con puntos de colores y muestran moléculas. No las reconozco; no las hay en el libro de química orgánica. Pero reconozco un grupo hidróxido aquí, un grupo amino allá.

—Esta enzima regula la expresión genética del factor de crecimiento neural once —dice el doctor—. En los cerebros normales, eso forma parte del bucle de realimentación que interactúa con los mecanismos de control de atención para construir procesos referenciales de señales socialmente importantes... Es una de las cosas con las que vosotros tenéis problemas.

Ha renunciado a cualquier pretensión de que no somos más que casos.

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