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Authors: Lars Kepler

Tags: #Intriga

La vidente (13 page)

BOOK: La vidente
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Salen del ascensor en la planta baja y se dirigen a la salida, pero hacen un alto en recepción al ver que Gunnarsson está allí esperando.

—Por cierto, he recibido un mensaje diciendo que ya han empezado a hacer la autopsia —le dice Susanne a Joona.

—Bien. ¿Cuándo crees que tendremos un primer informe? —pregunta él.

—Vete a casa —gruñe Gunnarsson—. No deberías estar aquí, no puedes leer el jodido informe, te tienes…

—Pero bueno, ¡cálmate! —lo interrumpe Susanne sorprendida.

—Aquí arriba somos tan gilipollas que dejamos que un puto observador se haga con todo el caso sólo porque viene de Estocolmo.

—Sólo intento ayudar —dice Joona—. Porque…

—Limítate a cerrar el pico.

—El caso es mío —dice la fiscal fulminando a Gunnarsson con la mirada.

—Entonces me imagino que ya sabrás que Joona tiene a los de Asuntos Internos encima y a la fiscal de la judicial…

—¿Tienes un expediente abierto? —le pregunta atónita Susanne Öst a Joona—. ¿Es eso cierto?

—Sí —contesta Joona—. Pero mi tarea…

—Y yo aquí confiando plenamente en ti —le dice y frunce los labios—. No sólo te he dejado participar sino que además te he hecho caso. Pero tú sólo sabes mentir.

—No tengo tiempo para esto —dice Joona con gravedad—. Tengo que hablar con Daniel Grim.

—Eso lo haré yo —suelta Gunnarsson con un bufido.

—Supongo que os dais cuenta de lo importante que es —continúa Joona—. Daniel Grim podría ser el único que…

—No pienso colaborar contigo —lo corta la fiscal.

—Estás fuera —dice Gunnarsson.

—He perdido toda la confianza en ti —suspira Susanne y empieza a dirigirse a la salida.

—Adiós —dice Gunnarsson siguiendo los pasos de la fiscal.

—Si tienes oportunidad de hablar con Daniel Grim tienes que preguntarle por Dennis —les grita Joona desde recepción—. Pregúntale a Daniel si sabe quién es Dennis y sobre todo pregúntale dónde se ha metido Vicky. Necesitamos un nombre o un lugar. Daniel es la única persona con quien hablaba la chica, y él…

—Vete a casa —se ríe Gunnarsson, se despide con la mano y luego desaparece por la puerta.

41

Daniel Grim lleva once años trabajando a jornada parcial como asistente con adolescentes en el Centro Birgitta. Sigue los patrones de la terapia cognitivo-conductual y del
Aggression Replacement Training
y mantiene charlas individuales con las alumnas por lo menos una vez a la semana.

La esposa de Daniel, Elisabet, era enfermera y hacía el turno de noche. Daniel pensaba que había acompañado a Nina Molander en la ambulancia después de que ésta entrara en un fuerte estado de
shock
.

Cuando Daniel se dio cuenta de que Elisabet yacía muerta en la antigua destilería, se desplomó en mitad del patio. Minutos antes hablaba desconcertado de los problemas de corazón de Elisabet, pero cuando entendió que su mujer había muerto a consecuencia de una grave agresión física, se quedó completamente mudo. Se le erizó el vello de toda la piel y empezó a sudar copiosamente, su respiración se aceleró y no dijo nada más, ni siquiera cuando lo subieron a una camilla para meterlo en la ambulancia.

El comisario Gunnarsson ya se ha liado otro cigarrillo antes de bajarse del ascensor en la sección 52 de la clínica psiquiátrica del hospital provincial de Västra Norrland.

Un hombre joven con la bata de médico abierta va a su encuentro, se dan la mano y Gunnarsson lo sigue por el pasillo de paredes grisáceas.

—Como te he dicho por teléfono, no creo que tenga demasiado sentido interrogarle tan pronto…

—Ya. Sólo quiero charlar un poco con él.

El médico se detiene y mira a Gunnarsson unos segundos antes de empezar a explicar:

—Daniel Grim se encuentra en una especie de estado traumático de estrés que solemos llamar «arousal». Viene controlado por el hipotálamo y el sistema límbico y…

—Me importa una mierda —interrumpe Gunnarsson—. Lo que necesito saber es si está empachado de pastillas y fuera de sí.

—No, no está fuera de sí, pero no te dejaría entrar si no fuera…

—Tenemos un doble homicidio que…

—Sabes muy bien quién manda aquí —lo corta el médico con total tranquilidad—. Si me parece que la rehabilitación del paciente puede verse perjudicada con una conversación con la policía, no tendrás más remedio que esperar.

—Entiendo —dice Gunnarsson forzando un tono de aceptación.

—Pero como el propio paciente ha repetido varias veces que quiere ayudar a la policía, pienso dejar que le hagas algunas preguntas. Eso sí, conmigo delante.

—Te lo agradezco —sonríe Gunnarsson.

Continúan por el pasillo, doblan una esquina, pasan por delante de una hilera de ventanas que dan a un patio interior con tragaluces y ventiladores, y finalmente el médico abre la puerta de una habitación.

En el sofá hay mantas y sábanas, pero Daniel Grim está sentado en el suelo debajo de la ventana apoyando la espalda en el radiador. Tiene la cara extrañamente relajada y no levanta la vista cuando los oye entrar.

Gunnarsson coge una silla y se sienta enfrente de Daniel. Al cabo de un rato suelta un juramento y se pone de cuclillas delante del hombre destrozado.

—Tengo que hablar contigo —empieza—. Tenemos que encontrar a Vicky Bennet… Es sospechosa de los homicidios en el Centro Birgitta y…

—Pero yo…

Gunnarsson se queda callado al oír que Daniel susurra algo y luego se mantiene a la espera de que el asistente siga hablando.

—No te he oído —le dice.

El médico los observa en silencio.

—Yo no creo que haya sido ella —susurra Daniel—. Es tan buena y tan…

Se seca unas lágrimas en las mejillas y debajo de las gafas.

—Sé que tienes que guardar el secreto profesional —le dice Gunnarsson—. Pero ¿tienes alguna manera de ayudarnos a encontrar a Vicky Bennet?

—Lo intentaré —masculla Daniel y luego aprieta los labios.

—¿Conoce a alguien que viva cerca del Centro Birgitta?

—A lo mejor…, me cuesta un poco pensar con claridad…

Gunnarsson suspira y cambia de estrategia:

—Tú eras el asistente de Vicky —dice con seriedad—. ¿Dónde crees que se puede haber metido? Nos importa un comino si es culpable o no. No tenemos ni idea de eso. Pero estamos bastante seguros de que ha secuestrado a un niño.

—No —susurra Daniel.

—¿A quién iría a ver? ¿Adónde iría?

—Tiene miedo —responde Daniel con voz temblorosa—. Se mete debajo de un árbol para esconderse, se… se… ¿Qué me has preguntado?

—¿Sabes de algún escondite suyo?

Daniel empieza a balbucear algo acerca del corazón de Elisabet y de que se había creído que se trataba de su enfermedad.

—Daniel, no tienes por qué hacer esto si te parece difícil —aclara el médico—. Puedo pedirle a la policía que vuelva más tarde si necesitas descansar.

Daniel niega rápidamente con la cabeza y después hace un esfuerzo por respirar tranquilo.

—Dame algunos lugares —le pide Gunnarsson.

—Estocolmo.

—¿Dónde?

—No…, no sé nada de…

—Me cago en la leche —suelta Gunnarsson, alzando la voz.

—Perdón, perdón…

La barbilla de Daniel empieza a tiritar y las comisuras de la boca se le curvan hacia abajo. Las lágrimas comienzan a brotar en sus ojos, aparta la cara y rompe a llorar mientras le tiembla todo el cuerpo.

—Ha matado a tu mujer con un martillo y…

Daniel golpea la cabeza contra el radiador con tanta fuerza que las gafas se le caen en el regazo.

—Fuera de aquí —dice tajante el médico—. Ni una palabra más. Esto ha sido un error y no habrá más conversaciones.

42

El aparcamiento del hospital provincial de Sundsvall está prácticamente vacío. La luz gris que originan las nubes le da al edificio un aire abandonado. Sobre las paredes de ladrillo oscuro, las ventanas blancas parecen ojos que se cierran ante la visión del mundo. Joona atraviesa unos matorrales bajos y se dirige al vestíbulo.

La recepción está desierta. Se queda esperando un rato ante el mostrador hasta que aparece un señor de la limpieza.

—¿Dónde está el departamento de medicina forense?

—A doscientos cincuenta kilómetros al norte —sonríe amable el hombre—. Pero si al que buscas es al patólogo, puedo echarte una mano.

Caminan juntos por pasillos vacíos y toman un espacioso ascensor hasta las plantas del sótano. Hace frío y las grandes baldosas del suelo se han agrietado en varias zonas.

El señor de la limpieza empuja una doble puerta de metal y al final del pasillo puede verse otra puerta con un cartel: PATOLOGÍA CLÍNICA Y CITOLOGÍA.

—Suerte —se despide el hombre señalando la puerta.

Joona le da las gracias y continúa solo por el pasillo, cuya alfombra de plástico tiene marcas de camillas y carros. Cruza el laboratorio, y sin dilación alguna abre la puerta de la sala de autopsias con mesas de acero inoxidable. En el techo cuelga una araña de cristal pero, con los fluorescentes, la luz que predomina en la sala es especialmente fría. Se oye el sonido de una puerta y luego aparecen dos personas empujando una camilla con un cuerpo recién sacado de su arcón frigorífico.

—Disculpad —dice Joona.

Un hombre delgado con bata blanca se da la vuelta. Sus gafas de piloto con patillas blancas reflejan un destello de luz. Es el médico forense Nils
Nålen
Åhlén de Estocolmo, un viejo amigo de Joona. A su lado está Frippe, el joven aprendiz, con su melena negra cayéndole sobre la bata.

—¿Qué hacéis aquí? —pregunta Joona alegre.

—Una mujer de la judicial me llamó amenazándome —responde Nålen.

—Anja —dice Joona.

—Me dejó temblando… Me soltó un rapapolvo de narices y me dijo que Joona no puede subir hasta Umeå sólo para hablar con un forense.

—Pero ya que estamos aquí aprovecharemos para ir al Nordfest, el festival
metal
—puntualiza Frippe.

—The Haunted toca en el club Deströyer —dice Nålen con una sonrisa forzada.

—Eso lo explica todo —dice Joona.

Frippe suelta una carcajada y Joona observa por un momento sus pantalones de piel raídos asomando por debajo de la bata y las botas de cowboy con las fundas de plástico azul.

—Hemos terminado con la mujer… Elisabet Grim —dice Nålen—. Supongo que lo único a destacar son las heridas en las manos.

—¿Defendiéndose? —pregunta Joona.

—Aunque están en el lado equivocado —dice Frippe.

—Podemos echarle un vistazo dentro de un rato —responde Nålen—. Pero primero hablemos un momento de Miranda Ericsdotter.

—¿Cuándo murieron, lo sabéis? —pregunta Joona.

—Como bien sabes, la temperatura desciende…


Algor mortis
—dice Joona.

—Sí, y este enfriamiento sigue una curva gráfica… que se va estabilizando a medida que se acerca a la temperatura ambiente…

—Ya lo sabe —dice Frippe.

—Bueno…, con la temperatura, y a juzgar por las manchas en la piel y la rigidez del cuerpo, podríamos decir que la chica y la mujer murieron más o menos al mismo tiempo, en la madrugada del viernes.

Joona los mira mientras empujan la camilla hasta la mesa de autopsias, donde cuentan hasta tres antes de levantar el cuerpo, que está metido en una bolsa de transporte precintada. Cuando Frippe lo abre, un putrefacto olor a pan de mosto de cerveza y a sangre vieja se libera por toda la sala.

La chica está sobre la mesa en la misma postura que cuando la encontraron, tapándose la cara con las manos y con los pies cruzados.

La rigidez del cadáver se debe a que el nivel de calcio aumenta en los músculos inmóviles y hace que dos proteínas distintas comiencen a unirse. La rigidez empieza casi siempre en el corazón y el diafragma. Al cabo de media hora se puede percibir en la musculatura mandibular y dos horas más tarde también en la nuca.

Joona sabe que tendrán que emplear mucha fuerza para apartarle las manos de la cara a Miranda.

De pronto una serie de ideas singulares comienzan a pasarle por la cabeza. Por ejemplo, que no es Miranda la que se está escondiendo ahí detrás, sino que habrá otra cara, con los ojos dañados o incluso con las cuencas vacías.

—No nos ha llegado ninguna solicitud de visita —dice Nålen—. ¿Por qué se está tapando la cara con las manos?

—No lo sé —responde Joona en voz baja.

Frippe le saca fotos a cada detalle del cuerpo.

—Imagino que se trata de una autopsia bien completita y que queréis un certificado forense —dice Nålen en tono formal.

—Sí —contesta Joona.

—En realidad habría que tener secretario cuando se trata de un homicidio —murmura el forense mientras da una vuelta alrededor del cuerpo.

—Ya te estás quejando otra vez —sonríe Frippe.

—Sí, es cierto, pido disculpas —dice Nålen y se queda un rato quieto detrás de la cabeza de Miranda antes de acabar la vuelta.

Joona piensa en las palabras del poeta alemán Rilke cuando escribió que los vivos estaban obsesionados con hacer distinción entre estar vivo y estar muerto. Él opinaba que había otros seres, los ángeles, que no notaban ninguna diferencia.

—Las manchas en el cuerpo indican que las víctimas han permanecido intactas —dice Nålen.

—Yo creo que a Miranda la cambiaron de sitio justo después de matarla —replica Joona—. Por lo que deduje de los restos de sangre, su cuerpo estaba flácido cuando la pusieron en la cama.

Frippe asiente con la cabeza:

—Si lo haces en seguida no salen manchas.

Joona hace un esfuerzo por no marcharse mientras los dos médicos examinan minuciosamente el exterior del cadáver. Los mira y piensa que su propia hija no es mucho más joven que esa chica desconocida que yace inmóvil ante sus ojos.

Una red amarilla de venas ha empezado a entreverse bajo la pálida piel del cuerpo. Alrededor del cuello y bajando por los muslos las venas parecen ríos y afluentes descoloridos. Su vientre plano se ha curvado un poco y ha tomado un color ligeramente más oscuro.

Joona sigue atentamente todo lo que pasa en la sala de autopsias, registra la labor de los forenses, observa cómo Nålen corta con unas tijeras la ropa interior blanca de la chica y la guarda para analizar. Escucha la conversación que mantienen y sus constataciones, pero su mente está puesta en la escena del crimen.

Nålen afirma la total ausencia de heridas causadas en defensa propia y Joona lo oye discutir con Frippe sobre la falta de traumatismos en las partes blandas.

BOOK: La vidente
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