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Authors: Lars Kepler

Tags: #Intriga

La vidente (12 page)

BOOK: La vidente
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37

Las casas rojas del Centro Birgitta se ven idílicas a la luz del día. Joona está hablando con la fiscal Susanne Öst junto a un gran abedul. De las hojas caen gotas de agua que brillan suavemente en su viaje hasta el suelo.

—La policía todavía está interrogando a los vecinos de Indal —explica la fiscal—. Alguien ha chocado contra un semáforo y hay un montón de cristales en el suelo, pero no tenemos nada más.

—Tengo que volver a hablar con las alumnas —dice Joona mientras piensa en la violencia que había tenido lugar al otro lado de las ventanas empañadas del centro.

—Creía que esto de Dennis nos llevaría a algún sitio —dice Susanne.

Joona piensa en la sala de aislamiento y un mal presentimiento le sorprende. Intenta reconstruir la violenta escena en su cabeza, pero por el momento sólo puede ver sombras entre los muebles. Las personas son traslúcidas como un cristal lleno de polvo, flotan y resultan casi imposibles de distinguir.

Toma aire y de repente la habitación donde Miranda está con las manos sobre la cara se le aparece con claridad. Ve toda la fuerza que hay detrás de las salpicaduras de sangre y de los contundentes golpes. Puede seguirlos uno a uno y observar cómo el ángulo varía después del tercero. La lámpara se mece. El cuerpo de Miranda queda empapado de sangre.

—Pero no tenía ni una gota encima —susurra.

—¿Qué dices? —pregunta la fiscal.

—Sólo tengo que comprobar una cosa —responde Joona justo cuando se abre la puerta del centro y sale un hombrecillo con ropa de protección.

Es Holger Jalmert, profesor de criminología en la Universidad de Umeå. Se quita la mascarilla meticulosamente. Tiene la cara completamente sudada.

—Voy a pedir una entrevista con las chicas en el hotel para dentro de una hora —dice Susanne.

—Gracias —dice Joona y cruza el patio.

El profesor está junto a su furgoneta, se quita la ropa de protección, la mete en una bolsa de basura y luego la cierra con esmero.

—El edredón ha desaparecido —dice Joona.

—Por fin conozco a Joona Linna en persona —sonríe el profesor mientras abre un nuevo paquete con un mono de plástico de un solo uso.

—¿Has entrado en la habitación de Miranda?

—Sí, allí ya he terminado.

—No había ningún edredón en el cuarto.

Holger se olvida un momento del paquete y arruga la frente:

—No, tienes razón.

—Vicky debe de haber escondido el edredón de Miranda en el armario o debajo de la cama, en su propia habitación —dice Joona.

—Ahora mismo iba a meterme allí —dice Holger, pero Joona ya camina hacia la casa.

El profesor le mira la espalda mientras piensa que todo el mundo dice que Joona Linna es tan tozudo que se queda mirando una escena del crimen hasta que ésta se le abre como un libro.

Suelta el envoltorio, coge otro mono y corre a alcanzar al comisario de la judicial.

Se ponen la ropa de plástico y se cambian las protecciones de los zapatos y los guantes de látex antes de abrir la puerta del cuarto de Vicky.

—Parece que hay algo debajo de la cama —dice Joona en tono objetivo.

—Cada cosa a su tiempo —murmura Holger mientras se pone una mascarilla.

Joona espera en el umbral de la puerta mientras el profesor toma fotos y mide la habitación con un láser para luego marcar todos los objetos encontrados en un sistema de coordenadas 3D.

En la pared, justo encima del hermoso motivo bíblico, hay un póster de Robert Pattinson y en un estante han colocado un gran cuenco con chapas antirrobo blancas de H&M.

Joona observa el trabajo de Holger, que poco a poco parcela el suelo con láminas, las aprieta con un rodillo de goma, las levanta con cuidado, toma fotos y las empaqueta. Avanza lentamente desde la puerta hasta la cama y luego sigue hasta la ventana. Cuando levanta una de las láminas se puede ver una débil huella de zapatilla de deporte marcada en la película de gelatina amarilla.

—No puedo quedarme mucho rato más —dice Joona.

—Y quieres que mire debajo de la cama antes de que te vayas.

Holger niega en silencio por su impaciencia, pero luego extiende meticulosamente un plástico protector sobre el suelo al lado de la cama. Se pone de rodillas, estira un brazo y agarra una esquina del bulto.

—Sin duda, es un edredón —dice concentrado.

Tira de él con mucho cuidado y lo pone sobre el plástico. Está revuelto y empapado de sangre.

—Creo que Miranda lo llevaba por encima cuando la mataron —dice Joona en voz baja.

Holger envuelve el edredón con el plástico y luego lo mete en un saco. Joona mira la hora. Puede quedarse diez minutos más. Holger toma pruebas nuevas todo el tiempo. Utiliza bastoncillos húmedos para las manchas de sangre seca y luego los deja airear un momento antes de guardarlos.

—Si encuentras algo que apunte a una persona o a algún lugar, llámame inmediatamente —dice Joona.

—Entendido.

Alrededor del martillo, debajo de la almohada, el escrupuloso profesor utiliza ciento veinte bastoncillos que luego guarda y marca con una referencia uno a uno por separado. Los pelos y las fibras textiles los pega con cinta adhesiva en una transparencia, las bolitas de pelo las guarda en papeles doblados, el tejido corporal y los fragmentos de cráneo los introduce en tubos que más tarde meterá en frío para detener la proliferación bacteriana.

38

La sala de conferencias del hotel Ibis está ocupada y Joona tiene que esperar en el comedor mientras la fiscal discute con el angustiado personal para que le den una nueva sala de reuniones. Cerca del techo hay una tele sujetada a la pared por un brazo metálico.

Joona llama a Anja, lo desvían a su teléfono móvil y cuando la secretaria contesta le pide que compruebe si en Sundsvall hay algún forense que valga la pena.

Las noticias de la tele abren con los asesinatos en el Centro Birgitta y con el drama que se ha desatado después. Muestran imágenes de los cordones policiales, las casas rojas y el cartel de centro especial de acogida y cuidados. La vía de huida de la presunta homicida aparece marcada en un mapa y luego un reportero plantado en la carretera 86 habla del secuestro y de los intentos fallidos de la policía.

Joona se acerca a la tele mientras una voz informa de que la madre del niño secuestrado ha pedido que la dejen suplicarle en directo al secuestrador.

De pronto aparece Pia Abrahamsson en pantalla. Está sentada con la cara descompuesta junto a una mesa de cocina con una nota en la mano.

—Si oyes esto… —empieza— . Entiendo que has sufrido muchas injusticias, pero Dante no tiene nada que ver con ello…

Pia mira directamente a la cámara.

—Tienes que devolvérmelo —susurra con la barbilla tiritando—. Seguro que eres una buena persona, pero Dante sólo tiene cuatro años y sé el miedo que debe de estar pasando…, es tan…

Echa un vistazo al papel y las lágrimas comienzan a correr por sus mejillas.

—No seas malo con él, no le pegues a mi pequeño…

Rompe en llantos enérgicos y quejumbrosos y aparta la cara de la cámara antes de que la emisión vuelva al plató de Estocolmo.

Junto a una mesa alta hay un psiquiatra forense del hospital de Säter que intenta explicarle al presentador el nivel de peligrosidad de la situación actual:

—No tengo acceso a los expedientes de la chica y no quiero especular sobre si es culpable de las dos muertes, pero teniendo en cuenta la ubicación es muy posible que sufra de una fuerte inestabilidad psíquica, y aunque…

—Pero ¿qué riesgos existen? —pregunta el presentador.

—Puede que no le preste la menor atención al chico —explica el psiquiatra—. A lo mejor hay ratos en los que se olvida de él completamente… pero el niño sólo tiene cuatro años, y si en un momento dado de pronto empieza llorar o a llamar a su madre, la chica podría enfadarse y volverse peligrosa…

Susanne Öst entra en el comedor para buscar a Joona. Con una brevísima sonrisa le ofrece una taza de café y una pasta. Él le da las gracias, la acompaña hasta el ascensor, suben juntos hasta el último piso y se meten en una lúgubre suite nupcial con minibar candado y una bañera de hidromasaje sobre patas doradas desconchadas.

Tuula Lehti está tumbada sobre la enorme cama con columnas viendo Disney Channel. La persona de apoyo de Atención a las Víctimas los saluda con la cabeza. Susanne cierra la puerta y Joona se sienta en una silla con cojín rosa.

—¿Por qué me dijiste que Vicky suele quedar con alguien que se llama Dennis? —pregunta Joona.

Tuula se incorpora y se abraza a un cojín con forma de corazón.

—Es lo que yo creía.

—¿Por qué creías eso?

Tuula se encoge de hombros y dirige la mirada a la tele.

—¿Te habló de alguien que se llamaba Dennis?

—No —sonríe.

—Tuula, tengo que encontrar a Vicky, de verdad.

La chica tira al suelo el cubrecama de seda rosa empujándolo con los pies y luego continúa viendo la tele.

—¿Tengo que quedarme aquí todo el día? —pregunta.

—No, si quieres puedes volver a tu habitación —responde la persona de apoyo.


Sinä olet vain pieni lapsi
—dice Joona—. Sólo eres una niña.


Ei
—responde ella en voz baja y lo mira a los ojos.

—No deberías tener que vivir en ningún centro.

—Me gustan —responde indiferente.

—¿Nunca tienes problemas?

Tuula se ruboriza y las cejas blancas le tiritan.

—No —dice escuetamente.

—Ayer Miranda te pegó.

—Exacto —murmura y trata de aplastar el corazón gigante.

—¿Por qué estaba enfadada contigo?

—Pensaba que había estado hurgando en su habitación.

—¿Lo habías hecho?

Tuula lame el cojín.

—Sí, pero no cogí nada.

—¿Por qué estuviste hurgando en su cuarto?

—Me meto en las habitaciones de todo el mundo.

—¿Por qué?

—Es divertido —contesta.

—Pero Miranda creía que le habías quitado algo.

—Sí, estaba un poco cabreada…

—¿Qué creía que le habías cogido?

—No me lo dijo —sonríe Tuula.

—¿Qué crees tú?

—No sé, normalmente se trata de medicina… Lu Chu me empujó por la escalera porque se pensó que yo le había robado las pastillas.

—Si no era medicina, ¿qué crees que se pensaba que le habías cogido?

—Yo qué sé —suspira Tuula—. Maquillaje, pendientes…

Se sienta en el borde de la cama otra vez, se reclina y susurra algo acerca de un collar de perro.

—¿Y Vicky? —pregunta Joona—. ¿Vicky también suele pegar?

—No —sonríe Tuula otra vez.

—¿Y qué hace?

—No puedo decir nada porque no la conozco, creo que no me ha dicho ni una sola palabra, pero…

La chica se queda callada y se encoge de hombros.

—¿Por qué no te ha dicho nunca nada?

—No sé.

—Pero la habrás visto enfadada alguna vez.

—Se raja a sí misma, podéis…

Se queda callada y niega con la cabeza.

—¿Qué ibas a decir?

—Que paséis de su cara… En cualquier momento se suicidará y entonces ya tendréis un problema menos —dice Tuula y aparta la mirada de los ojos de Joona.

La chica se observa los dedos, murmura algo para sí, se levanta de golpe y abandona la habitación.

39

Caroline, la chica algo mayor que las demás, entra acompañada de la persona de apoyo. Lleva una camiseta gris holgada con el dibujo de un gatito. Un tatuaje de runas le da la vuelta al brazo y en el pliegue del codo tiene cicatrices blancas de antiguas inyecciones.

Cuando saluda a Joona lo hace sonriendo tímidamente. Después se sienta en el sillón junto a la mesa marrón.

—Tuula dice que Vicky suele escaparse por las noches para ver a un chico —dice Joona.

—No —se ríe Caroline.

—¿Por qué dices que no?

—Porque no lo hace —sonríe Caroline.

—Pareces muy segura.

—Tuula se cree que somos todas unas zorras —explica.

—O sea que Vicky no suele escaparse.

—Sí —responde Caroline en tono más serio.

—¿Qué hace cuando se va? —pregunta Joona sin dejar que se le note la impaciencia.

Caroline lo mira un momento a los ojos y luego dirige la mirada a la ventana.

—Se sienta detrás de la destilería y llama a su madre.

Joona sabe que la madre de Vicky murió antes de que ella llegara al Centro Birgitta, pero en lugar de utilizarlo para replicarle a Caroline decide preguntarle tranquilamente:

—¿De qué suelen hablar?

—Bueno… Lo único que hace Vicky es dejarle mensajes en el buzón de voz, pero creo que… Creo que su madre nunca le devuelve la llamada.

Joona asiente en silencio y considera la posibilidad de que nadie le haya explicado a Vicky que su madre ha muerto.

—¿Has oído hablar de alguien que se llama Dennis? —pregunta.

—No —responde Caroline sin dudar.

—Piénsalo un momento.

Ella lo mira a los ojos, relajada, pero da un respingo cuando el teléfono de Susanne Öst suena con la llegada de un mensaje.

—¿A quién le pediría Vicky ayuda? —continúa Joona a pesar de que el interrogatorio haya perdido toda la energía.

—A su madre, es la única que se me ocurre.

—¿Amigas o chicos?

—No —responde Caroline—. Pero tampoco la conozco… O sea, las dos somos ADL y nos veíamos bastante, pero ella nunca hablaba de su vida.

—¿Qué es ADL?

—Suena como un diagnóstico —se ríe Caroline—. Significa
All Day Lifestyle
. Es sólo para las que han sido buenas de verdad. Te dejan salir un poco, acompañar a los cuidadores a Sundsvall a hacer la compra, aventuras así…

—Pero imagino que hablaríais cuando hacíais esas cosas —intenta Joona.

—Un poco, pero… no.

—Entonces ¿con quién hablaba?

—Con nadie —responde ella—. Excepto con Daniel, claro.

—¿El asistente?

40

Joona y Susanne abandonan la suite nupcial y cruzan juntos el pasillo hasta el ascensor. La fiscal se ríe cuando los dos intentan apretar el botón al mismo tiempo.

—¿Cuándo podríamos hablar con Daniel Grim? —pregunta Joona.

—Ayer el médico consideraba que era demasiado pronto, lo cual me parece comprensible —dice dirigiéndole una breve mirada—. Es un asunto delicado. Pero voy a hacer un intento, a ver qué pasa.

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