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Authors: Lars Kepler

Tags: #Intriga

La vidente (5 page)

BOOK: La vidente
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Se obliga a mirar, registrar y pensar.

La chica se está tapando la cara.

Como si tuviera miedo, como si no quisiera ver a su asesino.

Antes de tumbarla en la cama la sometieron a una violencia extrema.

Repetidos golpes con un objeto contundente en la frente y la coronilla.

No era más que una niña y debía de estar terriblemente asustada.

Algunos años atrás no era más que una cría, pero una cadena de sucesos en su vida la ha conducido hasta esa habitación, en un centro especial de acogida. A lo mejor sólo tuvo mala suerte con sus padres y las familias que quisieron ayudarla. A lo mejor alguien creyó que allí estaría a salvo.

Joona estudia todos los detalles hasta que siente que ya no puede aguantar más. Entonces cierra los ojos un momento y piensa en la cara de su hija y en la falsa lápida que lleva su nombre. Luego los vuelve a abrir y continúa con la observación.

Todo apunta a que la víctima estaba sentada en la silla de la pequeña mesa cuando el asesino la atacó.

Joona intenta elaborar una imagen de los movimientos que han originado las salpicaduras.

Cada gota de sangre que cae por el aire adopta una forma esférica y tiene un diámetro de cinco milímetros. Si la gota es más pequeña se debe a que la sangre ha sido sometida a una fuerza mayor que la ha dividido en gotas menores.

Es entonces cuando se habla de salpicadura.

Joona está de pie sobre dos láminas adhesivas delante de la mesa, probablemente en el preciso lugar donde hace unas horas se hallaba el homicida. La chica estaría sentada en la silla al otro lado de la mesa. Joona observa las formas de las salpicaduras, mira hacia atrás y ve sangre en la parte superior de la pared. El arma ha sido blandida hacia atrás varias veces para tomar impulso, y cada vez que ha cambiado de trayectoria para asestar un nuevo golpe ha salpicado hacia atrás.

Joona ya lleva en la habitación más tiempo del que habría estado ningún otro comisario. Pero aun así no tiene suficiente. Vuelve a la chica en la cama, se la queda mirando, observa el
piercing
en el ombligo, el pintalabios en el borde del vaso, una cicatriz de lunar debajo del pecho izquierdo, el vello claro de sus espinillas y un morado en el muslo de hace varios días.

Se inclina con cuidado por encima de su cuerpo. De su piel desnuda mana un último calor. Joona le mira las manos que le tapan la cara y ve que la chica no ha arañado a su atacante, no hay restos de piel bajo las uñas.

Se aleja unos pasos y la vuelve a mirar. La piel blanca. Las manos sobre la cara. Los pies cruzados. Apenas tiene sangre en el cuerpo. Sólo la almohada está manchada.

Por lo demás está limpia.

Joona echa un vistazo a la habitación. Detrás de la puerta hay un pequeño estante con dos ganchos. En el estante hay un sujetador blanco. En uno de los ganchos cuelgan unos vaqueros descoloridos, un jersey negro y una cazadora tejana. Debajo, en el suelo, hay un par de zapatillas deportivas con unos calcetines embutidos dentro.

Joona no toca ninguna de las piezas de ropa, pero no parecen tener restos de sangre.

Seguramente, la chica se desnudó y colgó la ropa antes de ser asesinada.

Pero ¿por qué no tiene sangre en ninguna otra parte del cuerpo? Algo debe de haberla protegido. Pero ¿qué? Ahí no hay nada.

16

Joona camina por el patio bañado por el sol mientras piensa que a pesar del grado desmedido de violencia al que fue sometida la chica, su cuerpo estaba limpio y blanco como una piedra en el mar.

Gunnarsson le había dicho que la violencia había sido muy cruenta.

Joona piensa que el asesino había sido contundente, casi desesperadamente contundente, pero no agresivo en el sentido de descontrolado. Los golpes estaban calculados, el objetivo era matar, pero por lo demás, el cuerpo estaba manipulado con cuidado.

Gunnarsson está sentado en el capó de su Mercedes hablando por teléfono.

A diferencia de casi todo lo demás, los casos de homicidio no tienden al caos si se los deja discurrir, sino que tienden a resolverse por sí solos, eso es lo habitual. Pero Joona nunca se ha quedado esperando, nunca ha depositado la confianza en que el orden se restablecerá solo.

Evidentemente, sabe que el homicida suele ser alguna persona cercana que, poco después del crimen, acude a la policía y confiesa, pero en este caso no cuenta con ello.

«Ahora está tumbada en la cama —piensa—, pero cuando la mataron estaba en ropa interior sentada en una silla de espaldas a la mesa.»

Es difícil creer que todo ocurriera en silencio.

En un lugar como ése tiene que haber algún testigo.

«Alguna de las chicas ha oído o ha visto algo —piensa Joona mientras se dirige a la caseta contigua—. Alguien ha debido de suponer lo que estaba a punto de ocurrir e intuir una amenaza o un posible conflicto.»

El perro gimotea bajo el árbol, muerde la correa y después se pone a ladrar otra vez.

Joona se acerca a los dos hombres que están hablando delante de la caseta. Entiende que uno es el coordinador de la escena del crimen, un hombre de unos cincuenta años con el flequillo hacia un lado y un jersey azul de policía. El otro no parece del gremio. Va sin afeitar y tiene los ojos amables pero cansados.

—Joona Linna, observador de la judicial —dice y les da la mano a los dos hombres.

—Åke —dice el coordinador.

—Me llamo Daniel —dice el hombre de los ojos cansados—. Trabajo de asistente aquí en el centro… He venido en cuanto me he enterado.

—¿Tienes un momento? —pregunta Joona—. Me gustaría ver a las chicas y creo que iría bien que estuvieras presente.

—¿Ahora? —pregunta Daniel.

—Si te va bien —responde Joona.

El hombre parpadea detrás de las gafas y dice un poco preocupado:

—Lo que pasa es que dos alumnas han aprovechado para escaparse por el bosque…

—Las han encontrado —explica Joona.

—Sí, lo sé, pero creo que tendría que hablar con ellas —replica Daniel y de repente sonríe un poco forzado—. Dicen que no volverán a menos que un policía las lleve a hombros.

—Seguro que Gunnarsson se ofrece —responde Joona, y se acerca hasta la caseta.

Piensa que en el primer encuentro intentará estudiar a las alumnas, ver qué pasa en la sala entre ellas, las corrientes que se mueven por debajo de la superficie.

Si alguien ha visto algo, el resto del grupo suele mostrarlo sin darse cuenta, girando como la aguja de una brújula.

Joona sabe que no tiene poder para hacer interrogatorios, pero necesita saber si ha habido algún testigo; piensa en ello mientras se agacha para cruzar la pequeña puerta del edificio.

17

El suelo cruje cuando Joona entra en la caseta y supera los límites permitidos para ir con zapatos. En la salita hay tres chicas. La menor no puede tener más de doce años. Su piel es rosada y su pelo rojizo como el cobre. Está sentada en el suelo viendo la tele con la espalda apoyada en la pared; habla sola en susurros y luego golpea varias veces la cabeza contra la pared de madera, cierra los ojos un rato y continúa viendo la televisión.

Las otras dos apenas parecen darse cuenta. Siguen tumbadas en el sofá de pana marrón hojeando revistas de moda caducadas.

Una psicóloga del hospital de Sundsvall se sienta en el suelo junto a la chica pelirroja.

—Me llamo Lisa —interviene con voz amable—. ¿Tú cómo te llamas?

La chica no aparta la mirada del televisor. Es una reemisión de un capítulo de «Blue Water High». El volumen está alto y una luz fría se extiende por la salita.

—¿Has oído hablar del cuento de la Pulgarcita? —pregunta Lisa—. Yo a menudo me siento como ella. Pequeña como un pulgar… ¿Tú cómo te sientes?

—Como Jack
el Destripador
—responde la chica con su voz aguda y sin apartar la mirada de la pantalla.

Joona avanza por la salita y se sienta en un sillón delante de la tele. Una de las chicas del sofá lo mira con los ojos muy abiertos, pero aparta la mirada con una sonrisa cuando él la saluda. Es una chica fuerte, tiene las uñas mordidas y lleva tejanos y un jersey negro con el texto
«Razors pain you less than life»
. Se ha maquillado con sombra de ojos azul y lleva una goma de pelo brillante en la muñeca. La otra chica parece un poco mayor y lleva una camiseta cortada con un dibujo de un caballo, un rosario de perlas blancas al cuello y tiene cicatrices de jeringuilla en los brazos. Ha enrollado una chaqueta militar y se la ha puesto de cojín.

—¿Indie? —pregunta la mayor en tono tranquilo—. ¿Tú has entrado a mirar antes de que llegara la poli?

—No quiero tener pesadillas —responde con pereza la chica más fuerte.

—Pobrecita, la pequeña Indie —la chincha la mayor.

—¿Qué pasa?

—Te dan miedo las pesadillas cuando…

—Sí, me dan miedo.

—Eres la hostia —se ríe—. Joder, qué ego…

—¡Cierra la boca, Caroline! —grita la chica pelirroja.

—Han asesinado a Miranda —continúa Caroline—. Me parece un poco fuerte como para que…

—A mí sólo me parece bien no tener que aguantarla más —dice Indie.

—Estás enferma de la cabeza —sonríe Caroline.

—Ella estaba enferma, me quemó con un cigarro y…

—Dejadlo ya de una puta vez —la interrumpe la pelirroja.

—Y me pegó con las cuerdas de saltar —continúa Indie.

—Eres una auténtica perra —suspira Caroline.

—Por supuestísimo, ya te lo digo yo misma, si te vas a sentir mejor —la provoca Indie—. Es una lástima que esa idiota haya muerto, pero yo…

La chica pelirroja vuelve a golpear la cabeza contra la pared y después cierra los ojos. La puerta se abre y las dos alumnas que se habían escapado entran junto a Gunnarsson.

18

Joona está reclinado en el sillón, su cara refleja tranquilidad, la americana oscura se ha abierto y se está combando un poco, su cuerpo musculoso está relajado pero, cuando observa a las chicas que entran, sus ojos se vuelven grises como una bahía congelada.

Las demás alumnas abuchean y se ríen. Lu Chu camina moviendo exageradamente las caderas y hace la V de victoria con los dedos.


Lesbian loser
! —grita Indie.

—Podemos ducharnos juntas —responde Lu Chu.

Daniel Grim entra en la casa detrás de las chicas. Es evidente que está intentando hacer que Gunnarsson le escuche.

—Sólo quiero que se lo tome con calma con las chicas —dice Daniel y se relaja un poco antes de continuar—. Vuestra sola presencia ya las asusta…

—No te preocupes —lo tranquiliza Gunnarsson.

—Lo hago —responde Daniel con sinceridad.

—¿Qué?

—Me preocupo —dice.

—Bueno, pues lo siento por ti —suspira Gunnarsson—. Tendrás que apartarte y dejarme hacer mi trabajo.

Joona ve que el asistente va sin afeitar y que la camiseta que lleva debajo de la chaqueta está al revés.

—Lo único que intento decir es que… para estas chicas la policía no representa precisamente seguridad.

—Claro que sí —bromea Caroline.

—Qué bien saberlo —le responde Daniel con una sonrisa y luego se vuelve otra vez hacia Gunnarsson—. En serio…, para la mayoría de nuestras alumnas la policía ha estado presente en los momentos más duros de su vida.

Joona ve que Daniel comprende cuánto está molestando al policía, pero aun así elige salir con otra pregunta:

—Acabo de hablar con el coordinador aquí fuera sobre el hospedaje de…

—Cada cosa a su debido momento —lo interrumpe Gunnarsson.

—Es importante, puesto que…

—Zorra —dice Indie irritada.

—Méate encima —la chincha Lu Chu.

—Puesto que puede ser perjudicial —continúa Daniel—. Puede ser perjudicial para las alumnas que las obliguéis a dormir aquí esta noche.

—¿Quieres que reservemos un hotel? —pregunta Gunnarsson.

—¡Ojalá te maten a ti también! —grita Almira y le tira un vaso a Indie.

Estalla contra la pared y una mezcla de agua y cristales cae al suelo. Daniel se abalanza hacia las chicas, Almira se aparta, pero Indie tiene tiempo de darle varios puñetazos en la espalda antes de que el asistente las separe.

—¡Comportaos, coño! —grita.

—Almira es una zorra que…

—Tranquilízate, Indie —dice Daniel a la chica parándole la mano—. Hemos hablado de esto, ¿verdad?

—Sí —contesta ella más calmada.

—Eres una buena chica —dice él sonriendo.

Indie asiente con la cabeza y empieza a recoger los cristales junto a Almira.

—Voy a buscar la aspiradora —dice Daniel y sale de la caseta.

Cierra la puerta desde fuera, pero se vuelve a abrir y Daniel la cierra de golpe con tanta fuerza que el cuadro de Carl Larsson repiquetea en la pared.

—¿Tenía Miranda algún enemigo? —pregunta Gunnarsson al aire.

—No —contesta Almira y se ríe entre dientes.

Indie mira de reojo a Joona.

—¡Escuchad un momento! —dice Gunnarsson alzando la voz—. Limitaos a responder a las preguntas y dejaos de chorradas y de gritar. No parece tan difícil, ¿verdad?

—Depende de las preguntas —responde Caroline con calma.

—Yo sí que pienso gritar —murmura Lu Chu.

—Verdad o mentira —dice Indie señalando a Joona con una sonrisa.

—Verdad —dice Joona.

—Soy yo quien dirige el interrogatorio —protesta Gunnarsson.

—¿Qué significa esto? —pregunta Joona y se tapa la cara con las manos.

—¿Qué? No sé —responde Indie—. Vicky y Miranda hacían eso…

—Ya no aguanto más —interrumpe Caroline—. Tú no viste a Miranda, ella estaba tumbada así, había mucha sangre por todas partes y…

Su voz se quiebra y la psicóloga se apresura a consolarla con voz tranquila.

—¿Quién es Vicky? —pregunta Joona levantándose del sillón.

—Es la última alumna que ha entrado en el…

—Pero ¿dónde coño está? —interrumpe Lu Chu.

—¿Cuál es su habitación? —pregunta Joona en seguida.

—Se habrá escapado para ver a su amiguito follador —dice Tuula.

—Solemos atiborrarnos a Stesolid y dormir como…

—¿De quién estamos hablando ahora? —pregunta Gunnarsson alzando la voz.

—Vicky Bennet —responde Caroline—. No la he visto en todo el…

—¿Dónde cojones está?

—Esa zorra tiene cada cosa… —se ríe Lu Chu.

—Apaga la tele —dice Gunnarsson estresado—. Quiero que todo el mundo se relaje y…

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