Las esferas de sueños (48 page)

Read Las esferas de sueños Online

Authors: Elaine Cunningham

BOOK: Las esferas de sueños
4.73Mb size Format: txt, pdf, ePub

»Los únicos en quienes confío están en esta habitación. No conozco a nadie más.

—Yo sí —dijo Arilyn inesperadamente.

Danilo asintió lentamente, adivinando qué se proponía.

—Los elfos de Tethyr han acudido para luchar a tu lado en caso necesario. Y hay más elfos en la ciudad, a los que podríamos reclutar para la causa.

Elaith soltó un resoplido.

—Perdona que te diga que no comprendes la mentalidad elfa. En su mayor parte, los elfos de Aguas Profundas son dorados o plateados, como Arilyn y yo mismo. ¿A quién seguirán? ¿A una banda de elfos del bosque que a sus ojos no son más que una panda de salvajes a los que no conocen? ¿A una semielfa? ¿A un canalla como yo?

Todos los elfos de esta ciudad conocen mi reputación, y más de uno de ellos ha sido víctima indirecta de mis fechorías. No tienen ninguna razón para confiar en mí, especialmente si llega a sus oídos que la Mhaorkiira Hadryad está metida en esto. No, lo siento, pero los elfos de Aguas Profundas no se unirán bajo ninguno de esos estandartes.

—Tú envía a mensajeros para reunir a todos los elfos que conozcas. Del resto, me encargo yo —declaró Arilyn con determinación.

Lady Cassandra miró a su benjamín con recelo.

—¿Vienes a quemarme más libros? —preguntó.

—Vengo a avisarte, madre. Ya he desenredado la madeja y creo que deberías saber qué he averiguado.

Cassandra asintió como si no le sorprendiera en absoluto. Danilo la puso al corriente.

—Yo no ordené los ataques de los tren —dijo la dama en tono tenso y preocupado—, aunque si todo esto sale a luz nadie me creerá y la familia Thann caerá en desgracia. ¡No sé cómo podremos recuperarnos una vez que la guerra entre familias haya acabado!

—No habrá tal guerra —declaró Dan con firmeza—, al menos ninguna en la que la familia Thann esté implicada. Para variar, mantente al margen y deja que otros se ocupen. Toma precauciones para proteger a la familia, pero no digas nada a la servidumbre.

Cassandra no estaba muy conforme, pero no dijo nada.

Al cabo de un momento, Danilo abordó un tema sobre el que necesitaba tener una respuesta.

—Arilyn y yo hemos compartido la ceremonia elfa de unión de manos. Ahora estamos comprometidos. Arilyn lleva un anillo que le regalé, y pensamos casarnos.

Quiero que sepas que ella tiene mi toda mi lealtad, por delante de cualquier otra persona o cosa. Se merece eso y más.

—Eso nunca lo he dudado —murmuró la dama.

—Entonces, explícame por qué te has opuesto tanto a nuestra unión.

Por un instante, Cassandra mostró un aspecto cansado y casi frágil.

—Es posible que tú y Arilyn tengáis hijos, y es posible que esos hijos tengan aspecto de semielfos. Eso daría mucho de que hablar.

Danilo hizo un gesto de asentimiento para animarla a seguir.

—Cuando hablaste de tu herencia elfa pensé que lo sabías, pero cuando se me pasó la sorpresa inicial me di cuenta de que Khelben debía de haberte explicado una historia de un lejano antepasado elfo. El hijo de Arun era hijo de un semielfo. No obstante, hay un lazo de sangre más cercano.

»Yo nací antes de que mi padre llegara a Aguas Profundas —prosiguió tras inspirar hondo—. Mi madre murió al dar a luz; sólo mi padre la atendió en el parto.

Poco después, volvió a casarse. El Khelben cuyo nombre el archimago tomó prestado nació de esa unión, y yo siempre consideré a su madre la mía propia. Pocos saben la verdad. Y nadie que quede vivo sabe que era semielfa.

—Y te avergüenzas de ello —se asombró Danilo.

—Yo no, pero ya has visto cómo trata la nobleza a quienes son de sangre mezclada. —Cassandra señaló con un amplio gesto la cuidada mansión—. Mira qué he hecho. Cuando me casé con tu padre, el negocio de los Thann era un caos. Me he ganado con creces la posición que ahora ocupo. Nadie de mi familia, ni siquiera aquellos que poseen los dones mágicos que a mí me han sido negados, ha llegado a la nobleza. Eso es lo que tengo. Eso es lo que soy.

Pese a hablar en tono gélido, la voz le temblaba ligeramente. Danilo reflexionó con cuidado sobre lo que había oído antes de responder.

—Nada más lejos de mi intención que arrebatártelo, madre.

Pero ella sacudió la cabeza.

—Sin el negocio de las dos ciudades, todo se perderá. No hablo solamente de dinero. ¿Crees que las demás familias permitirán que los Thann sobrevivan si tratamos de abandonar la alianza?

Danilo ya había pensado en ello. Para bien o para mal, sería un secreto que jamás revelaría.

—Los Thann sobrevivirán —afirmó.

—¿Qué te propones? —preguntó Cassandra, que aún no se daba por satisfecha—.

¿Cómo piensas impedir que se tomen represalias contra nosotros una vez que se sepa que estás implicado?

—De eso, no te preocupes. Cuento con aliados que nadie podrá relacionar con esta casa noble ni con ninguna otra.

Cassandra pensó en ello y soltó una breve y amarga carcajada por lo irónico de la situación.

—Haz lo que debas hacer, hijo mío. —Vaciló antes de dirigirle una sonrisa sincera, que llevaba una gran carga de burla contra sí misma—. Agua dulce y risa fácil hasta que volvamos a encontrarnos.

La tradicional fórmula de despedida elfa tomó por sorpresa a Dan y lo dejó confuso y profundamente conmovido. No entendía a Cassandra Thann y sabía que nunca hallaría el modo de penetrar las múltiples capas y retorcidos caminos de su mente. Pero de algo estaba seguro: su madre lo había bendecido usando unas palabras que para él tenían mucho significado. Dan le tomó una mano, le besó los dedos y abandonó rápidamente la mansión familiar, a fin de prepararse para la batalla que se avecinaba.

19

La atmósfera que reinaba en la reunión en la Torre del Claro Verde distaba mucho de ser cordial. Danilo no tardó en darse cuenta de que, por desgracia, Elaith había juzgado correctamente a los elfos de Aguas Profundas. Algunos de ellos habían sido expulsados hacía poco de esa torre y no perdonaban a Elaith por haberlo ordenado.

Ni tampoco estaban dispuestos a seguirlo. La madre del elfo asesinado junto a Belinda Gundwynd exigió saber airadamente si Elaith había tenido algo que ver con la muerte de su hijo.

—Decidme, milord —le preguntó en amargo tono de mofa—, ¿la muerte de mi hijo fue parte de vuestra venganza contra las familias nobles?

Antes de que Elaith pudiera responder, Arilyn se adelantó. Colocó una mano sobre la hoja de luna y tomó la palabra.

—Todos sabéis qué es esto. No puede derramar sangre inocente y jamás puede ser usada para causarnos daño. Si lo que Elaith Craulnober nos pide es el camino justo y verdadero, si Elaith es merecedor de nuestra lealtad, la espada lo aceptará. Si por el contrario cae, me seguiréis a mí. ¿Estáis de acuerdo?

Había muchas caras dubitativas, pero un rumor recorrió la multitud cuando un espigado elfo se destacó de un pequeño grupo de elfos del bosque. Danilo supo enseguida quién era. Arilyn le había dicho que su amigo Foxfire era un líder guerrero, y ese elfo se movía con la gracia de un consumado luchador. Dan había visto a otros líderes que poseían esa misma fuerza tranquila e indefinible que los rodeaba como una especie de aura e inspiraba confianza en quienes tenían alrededor. Por si eso no fuera prueba suficiente, recordó la costumbre elfa de imponer nombres relacionados con las habilidades o la apariencia física. Foxfire
[1]
debía su nombre a su larga melena rojiza que tenía el lustre y el color del pelaje de un zorro. Superando sus prejuicios, tuvo que admitir que jamás había visto a un varón, fuera de la raza que fuera, más apuesto que el tal Foxfire.

Foxfire∗ se quitó una banda del brazo y entonces la arrojó a los pies del elfo de la luna. Era un ritual sobre el que Dan había leído. Sin duda, esa banda llevaba la insignia que definía la posición de Foxfire como líder de los guerreros.

—Yo y mi gente acataremos la decisión de la hoja de luna —declaró en un élfico musical y voz grave.

Los elfos del bosque se levantaron y se colocaron tras él. Desde luego, no sabían que la magia de la hoja de luna se mostraba inestable e incluso contradictoria.

En ese instante, Danilo comprendió qué se proponía Arilyn, y el temor se apoderó de él por completo. Como si la semielfa pudiera percibirlo, se volvió para mirarlo a los ojos. Había desaparecido toda traza de reserva; sus ojos eran fiel reflejo de su corazón, y Danilo no tuvo duda de que también los suyos expresaban lo mismo. Tampoco dudó de que esa última mirada, supremamente sincera, podría ser el adiós silencioso de Arilyn.

La semielfa le dio la espalda y se encaró con Elaith; desenvainó la espada y la levantó en gesto de desafío.

Pálido como la cera, el elfo de la luna desenvainó su arma y le devolvió el saludo.

No había temor en su rostro, aunque era evidente que creía que le había llegado su hora.

Danilo sospechaba que Elaith deseaba la muerte. Pese a no haber obtenido de la Mhaorkiira la respuesta que tanto buscaba, la muerte por decreto de la hoja de luna zanjaría una cuestión que le obsesionaba y le negaba la paz de espíritu. El humano admiró el increíble coraje que mostraban esos dos elfos tan distintos entre sí.

Arilyn alzó la espada para descargar un poderoso mandoble. La hoja de luna descendió zumbando en el aire, pero no llegó ni a rozar a Elaith.

Se produjo un terrible estallido. Por un segundo, los horrorizados ojos de Danilo percibieron el perfil del cráneo bajo el rostro de Arilyn, así como los huesos de los brazos. Esa visión se desvaneció en un instante para dejar paso a la de la semielfa caída en el suelo. Tenía las manos chamuscadas y los ojos abiertos con la mirada fija. No obstante, no movía ni un músculo.

Antes de que Danilo pudiera reaccionar, Elaith arrojó la espada que empuñaba y se arrodilló junto a ella. Entonces, cerró la mano en un puño y comenzó a golpear con fuerza, una vez tras otra, el pecho de la semielfa. Instintivamente, Danilo quiso intervenir, pero Foxfire lo sujetó para impedírselo.

—Hace lo correcto —le dijo el líder guerrero con suavidad.

Danilo comprendió que tenía razón, hizo un gesto de asentimiento, se desasió de las manos del elfo del bosque y fue a arrodillarse al lado de su enamorada y de su amigo elfo. Durante varios segundos, tuvo que limitarse a mirar mientras Elaith seguía tratando de reanimar a la semielfa de un modo bastante brutal.

De pronto, Arilyn tomó aire al mismo tiempo que emitía un grito ahogado. Cerró los ojos mientras luchaba por sobreponerse al dolor de las quemaduras. Una vez que se hubo controlado, volvió a abrirlos y contempló los sombríos ojos elfos que la observaban.

—La espada ha hablado —dijo con voz débil y entrecortada—. Obedeced al lord elfo.

Una elfa del bosque menuda y de piel muy tostada se distinguió del grupo.

—Ve con los otros —ordenó bruscamente a Danilo—. Soy chamán y la curaré.

Con una mirada, pidió a Foxfire que la ayudara a mover a la herida. El líder guerrero sacudió la cabeza y señaló a Dan.

Danilo la cogió cuidadosamente en brazos y siguió a la chamán fuera de la habitación.

—Sabías que pasaría esto —dijo en voz baja.

Arilyn asintió una vez con gran esfuerzo y se volvió hacia Elaith. El elfo de la luna caminaba junto a Dan con los ojos fijos en Arilyn. Su inescrutable calma había desaparecido, rota por el sacrificio que su princesa había hecho por el pueblo elfo, por la familia de su enamorado humano y también por él. ¡Por él!

—No conseguiste la Mhaorkiira, pero ya tienes tu respuesta. ¿Estás satisfecho?

Una expresión de asombro apareció en el rostro de elfo.

—Todos estos años y todas las cosas que he hecho... —se maravilló—. Creía que estaba más allá de los remordimientos y también de la redención.

—A veces, lo único que diferencia un héroe de un villano es quién explica la historia —repuso Arilyn, hablando lentamente—. Pregunta a estos elfos quién soy yo y te hablarán de la hoja de luna. Pregunta a los humanos y te hablarán de una asesina. En tu caso, es igual.

—Hablas demasiado —la riñó la chamán.

Arilyn cerró los ojos.

—Debía decirlo.

Danilo la dejó al cuidado de la menuda pero temible elfa del bosque para regresar al salón. Puesto que Elaith no se mostraba dispuesto a comentar lo que acababa de

suceder, decidió dejar esa conversación para más tarde y fue a hablar con Foxfire.

—Ha sido un gesto muy noble por tu parte —le dijo—. Has demostrado una excepcional amabilidad con un extraño.

El elfo del bosque le dirigió una enigmática sonrisa.

—Ya te había visto antes, una vez, en un campo de batalla cerca de mi bosque.

Arilyn invocó a todas las sombras élficas de su espada, y la tuya estaba entre ellas.

—Ya no. Ese vínculo se ha roto.

—Ha cambiado —lo corrigió Foxfire—. No se ha roto. Ella te necesita.

—¿Para qué? —se sorprendió Danilo.

—Arilyn es coraje. Nunca había conocido a una elfa que encarnara de manera tan absoluta el coraje como ella. No obstante, es semielfa y le faltan algunas cualidades. La música y la risa fácil son tan importantes para el alma elfa como la luz de la luna. Y esas cualidades las encuentra en ti. Procura dárselas y siempre tendrás en mí a un amigo.

Eran palabras sinceras, y además le proporcionaban la respuesta que Danilo había buscado con tanto ahínco. Alzó una mano en el gesto del compromiso elfo, pero Foxfire se echó a reír y le tendió una mano para saludarse como era costumbre entre los aventureros humanos. Tras darse un apretón en la muñeca, fueron a reunirse con los demás para preparar la batalla.

20

Arilyn y los elfos del bosque treparon a los tejados. Era muy extraño volver a estar en compañía de sus amigos del bosque, aunque también tenía la intensa sensación de que era lo correcto. El grupo de elfos superó el nuevo desafío con facilidad, avanzando por la desigual superficie de los tejados con pie firme y agilidad de ardillas.

Alcanzaron sigilosamente la mansión Thann y rodearon el lugar del que se suponía que provendrían los ataques tren: el cobertizo del jardín con la puerta falsa que conectaba con los túneles. Tomaron posiciones y aguardaron.

La noche resultaba oscura, con una luna delgada y apagada, así como una densa bruma. Cuando los tren emergieron del cobertizo, se confundieron con las sombras.

Incluso con la visión térmica, apenas eran más que una mancha fría.

Other books

Loving Lady Marcia by Kieran Kramer
The Terrorist’s Son by Zak Ebrahim
In Place of Never by Julie Anne Lindsey
Midnight Crystal by Castle, Jayne
American Gothic by Michael Romkey
Dante's Poison by Lynne Raimondo