Las mujeres de César (117 page)

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Authors: Colleen McCullough

Tags: #Histórica

BOOK: Las mujeres de César
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Dos días después Celer murió sin haber llegado a recobrar el conocimiento. Clodia era viuda, y Roma se puso a llorar por Quinto Cecilio Metelo Celer. Su hermano, Nepote, era su principal heredero, pero Clodia había quedado en una excelente situación económica, y ningún pariente por línea masculina de Celer tenía intención de invocar la
lex Voconia
.

Cuando estaba afanado preparando la defensa de Híbrido, Cicerón había escuchado fascinado a Publio Nigidio Figulo, quien les contó a Ático —que estaba en Roma pasando el invierno— y a él los detalles que le había contado Apio Claudio confidencialmente.

Cuando hubo acabado el relato, a Cicerón le vino la idea a la mente; soltó una risita.

—¡Clitemnestra! —dijo.

Ante lo cual los otros dos no pronunciaron palabra, aunque parecieron claramente incómodos. No pudo probarse nada, no había habido testigos aparte de Clodia, pero era cierto que Metelo Celer tenía el mismo tipo de herida que el rey Agamenón después de que su esposa, la reina Clitemnestra, le clavó un hacha para asesinarlo en la bañera a fin de poder continuar su relación amorosa con Egisto.

De modo que, ¿quién fue el que propagó el nuevo apodo de Clitemnestra? Aquello tampoco quedó claro nunca. Pero desde entonces a Clodia se la conoció también como Clitemnestra, y muchas personas creyeron implícitamente que ella había asesinado a su esposo en la bañera.

El sensacionalismo no decayó después del funeral de Celer, porque dejó una vacante en el Colegio de los Augures, y había muchos aspirantes en Roma que querían presentarse a la elección. En los viejos tiempos, cuando los hombres eran nombrados para los colegios sacerdotales por cooptación, el nuevo augur habría sido Metelo Nepote, el hermano del hombre muerto. Pero ahora, ¿quién podía saberlo? Los
boni
tenían partidarios muy ruidosos, pero no constituían la mayoría. Quizás, al darse cuenta de ello, se le oyó decir a Nepote que probablemente él no se presentaría como candidato, pues tenía tan roto el corazón que pensaba pasar varios años viajando por el extranjero.

Las disputas por el puesto de augur quizás no alcanzaron la altura de aquellos espantosos altercados que se habían oído procedentes de la casa de Celer antes de que éste muriera, pero avivaron poderosamente el Foro. Cuando el tribuno de la plebe Publio Vatinio anunció que él iba a presentarse, Bíbulo y el augur jefe, Mesala Rufo, bloquearon su candidatura de una manera muy simple. Vatinio tenía un tumor que le desfiguraba la frente, por lo tanto, no era perfecto.

—¡Por lo menos tengo el quiste donde todo el mundo puede verlo! —se le oyó decir a Vatinio en voz muy alta, aunque al parecer de muy buen humor—. Pero Bíbulo lo tiene en el culo, aunque Mesala Rufo lo supera: él tiene dos donde antes tenía las pelotas. Voy a proponer moción en la plebe para que en el futuro todos los candidatos a un puesto de augur tengan como requisito desnudarse y desfilar así desnudos por el Foro.

En abril Bíbulo, el cónsul
junior
, pudo disfrutar por primera vez de la auténtica posesión de las
fasces
, dado que febrero estaba reservado para asuntos extranjeros. Empezó el mes muy consciente de que no iba todo bien con la ejecución de la la
lex agraria
: los comisionados trabajaban con insólito entusiasmo y los cinco hombres del comité eran enormemente útiles, pero todos los poblados organizados de Italia que tenían en su poder terrenos públicos se mostraban obstruccionistas, y la venta de terrenos privados iba con retraso porque la adquisición de tierras por parte de los caballeros para vendérselas al Estado llevaba tiempo. ¡Pero, oh, la ley estaba tan bien pensada que las cosas se solucionarían solas con el tiempo! El problema era que Pompeyo necesitaba asentar a más veteranos a la vez de lo que era posible.

—Tienen que ver acción —le dijo Bíbulo a Catón, a Cayo Pisón, a Ahenobarbo y a Metelo Escipión—, pero la acción no asoma todavía por el horizonte. Lo que necesitan es una gran extensión de terreno público que ya se haya medido y haya sido repartida en parcelas de diez
iugera
por algún legislador de terrenos anterior que no viviera lo suficiente para ver cómo su ley entraba en vigor.

La enorme nariz de Catón se contrajo y los ojos comenzaron a echarle fuego.

—¡No se atreverían! —dijo.

—¿Atreverse a qué? —preguntó Metelo Escipión.

—Se atreverán —insistió Bíbulo.

—¿Atreverse a qué?

—A promulgar una segunda ley para utilizar el Ager Campanus y los terrenos públicos de Capua. Doscientas cincuenta millas cuadradas de terrenos parcelados por casi todo el mundo desde Tiberio Graco, listas para su ocupación y colonización. —Se aprobará —dijo Cayo Pisón enseñando los dientes con los labios tensos.

—Estoy de acuerdo —apuntó Bíbulo—, se aprobará.

—Pero tenemos que impedirlo —dijo Ahenobarbo.

—Sí, tenemos que impedirlo.

—¿Cómo? —preguntó Metelo Escipión.

—Yo tenía la esperanza de que mi estratagema para convertir en
feriae
todos los días comiciales diera resultado, aunque debería haber sabido que César utilizaría su autoridad de pontífice máximo —dijo el cónsul
junior
—. Sin embargo, hay una estratagema religiosa que ni él ni los colegios pueden contrarrestar. Puede que me haya vencido en mi autoridad como un augur en solitario en el asunto de las
feriae
, pero no será excederme en mi autoridad como augur y cónsul a la vez si abordo el problema desde ambas funciones.

Todos estaban inclinados hacia adelante escuchando con avidez. Quizás Catón fuera el más eminente públicamente de entre ellos, pero no podía haber duda de que el heroísmo de Bíbulo al sugerir un cargo de procónsul doméstico y de muy poca importancia le había hecho pasar por encima de Catón en todas las reuniones privadas de los líderes de los
boni
. Y a Catón no le escocía aquello, puesto que él no tenía aspiraciones de líder.

—Tengo intención de retirarme a mi casa a contemplar el cielo hasta que finalice mi año de cónsul.

Nadie habló.

—¿Me habéis oído? —preguntó Bíbulo sonriendo.

—Te hemos oído, Marco Bíbulo —dijo Catón—. Pero, ¿funcionará? ¿De qué puede servir?

—Se ha hecho anteriormente, y está firmemente establecido como parte de la
mas maiorum
. Además he organizado una pequeña búsqueda secreta en los Libros Sagrados, y he hallado una profecía que fácilmente podría interpretarse como que este año el cielo va a producir un presagio de extraordinaria importancia. Exactamente de qué signo se trata la profecía, no lo dice, y eso es lo que hace posible toda mi estratagema. Pero cuando el cónsul se retira a su casa a contemplar el cielo, todos los asuntos públicos deben suspenderse hasta que el cónsul vuelva a salir para asumir las
fasces
. ¡Lo cual no tengo intención de hacer!

—Eso no gozará de popularidad —dijo Cayo Pisón, que parecía preocupado.

—Al principio quizás no, pero todos vamos a tener que trabajar de firme para hacer que parezca más popular de lo que en realidad será. Pienso utilizar a Catulo, pues se le da muy bien la sátira, y ahora que Clodia ha terminado con él, no sabe qué hacer para fastidiarla a ella o a su hermanito pequeño. Ojalá pudiera yo conseguir a Curión otra vez, pero no querrá complacerme. Sin embargo, no vamos a centrarnos en César, él está inmunizado. Vamos a hacer de Pompeyo Magnus nuestro principal blanco, y durante el resto del año nos aseguraremos absolutamente de que no pase un solo día sin que haya en el Foro tantos partidarios nuestros como podamos reclutar. Los números en realidad no importan mucho. El ruido y el número en el Foro es lo que cuenta. La mayor parte de la ciudad y del campo quiere las leyes de César, pero ellos casi nunca van al Foro a menos que haya alguna votación o una
contio
de vital importancia. —Bíbulo miró a Catón—. A ti te encomiendo una tarea especial, Catón. En cada ocasión que tengas quiero que te pongas tan odioso que César pierda los estribos y te envíe a las Lautumiae. Por algún motivo los pierde con mayor facilidad si sois tú o Cicerón los que provocáis la agitación. Hay que suponer que vosotros dos tenéis la habilidad de meteros debajo de su silla de montar como erizos. Siempre que sea posible arreglaremos las cosas de antemano, de manera que podamos tener el Foro lleno de gente dispuesta a apoyarte y a condenar a la oposición. Pompeyo es el punto débil. Cualquier cosa que hagamos debe tener como fin hacer que él se sienta vulnerable.

—¿Cuándo piensas retirarte a tu casa? —le preguntó Ahenobarbo.

—El segundo día antes de los idus, el único día entre las Megalesia y las Ceriala, cuando Roma está llena de gente y el Foro repleto de turistas. Es inútil hacerlo si no hay la mayor audiencia posible.

—¿Y tú crees que todos los asuntos públicos cesarán cuando tú te retires a tu casa? —preguntó Metelo Escipión.

Bíbulo levantó las cejas.

—iSinceramente, espero que no! Todo el objetivo de la estratagema es obligar a César y a Vatinio a legislar en contra de los auspicios. Ello significa que en cuanto dejen sus cargos podemos invalidar sus leyes. Por no hablar de que también los haremos procesar por
maiestas
. ¿No os parecería maravilloso que los declarasen a los dos culpables de traición?

—¿Y si Clodio se convierte en tribuno de la plebe?

—No veo cómo puede cambiar eso las cosas. Clodio siente un enorme desagrado por Pompeyo Magnus, ¡el motivo no lo sé!, así que si el año que viene sale elegido se convertirá en nuestro aliado, no en nuestro enemigo.

—El también va detrás de Cicerón.

—¿Y eso qué tiene que ver con nosotros? Cicerón no es de los
boni
, es una úlcera. ¡oh, dioses, yo votaría cualquier ley que pudiera cerrarle la boca cuando se pone a echar peroratas acerca de cómo salvó a la patria! Cualquiera diría que Catilina era peor que Aníbal y Mitrídates juntos.

—Pero si Clodio anda detrás de Cicerón, también va a por ti, Catón —le dijo Cayo Pisón.

—¿Cómo puede ser? —preguntó Catón—. Yo me limité a dar mi opinión en la Cámara. Ciertamente, yo no era el cónsul
senior
, ni siquiera había asumido el cargo como tribuno de la plebe. La libertad de expresión se está convirtiendo en algo peligroso, pero todavía no hay ninguna ley en las tablillas que le prohíba a un hombre decir lo que piensa durante una sesión del Senado.

Fue a Ahenobarbo a quien se le ocurrió la mayor dificultad.

—Comprendo cómo podemos invalidar cualquier ley que César o Vatinio promulguen desde ahora hasta el final del año —dijo—, pero primero tenemos que saber las cifras de la Cámara. Eso significa que tendrán que ser hombres de los nuestros los que ocupen las sillas curules el año que viene. Pero, ¿quiénes podemos lograr que sean elegidos cónsules, por no hablar de praetor urbanus? Tengo entendido que Metelo Nepote piensa marcharse de Roma para curar su aflicción, así que él queda descartado. Yo seré pretor, y también lo será Cayo Memmio, que odia a su tío Pompeyo Magnus de una forma terrible. Pero, ¿y para cónsul? Filipo se le sienta en las rodillas a César. Y también Cayo Octavio, que está casado con la sobrina de César. Lentulo Níger no saldría elegido. Y tampoco el hermano pequeño de Cicerón, Quinto. Y todos los que fueron pretores antes de esa tanda tampoco pueden tener éxito.

—Tienes razón, Lucio, tenemos que hacer que sean elegidos cónsules hombres de los nuestros —dijo Bíbulo frunciendo el entrecejo—. Aulo Gabinio se presentará, y también Lucio Pisón. Los dos tienen un pie en el campo popularista, y los dos poseen mucha influencia electoral. Tendremos que convencer a Nepote para que se quede en Roma y se presente a augur y luego a cónsul. Y será mejor que el otro candidato nuestro sea Mesala Rufo. Si no tenemos magistrados curules que estén de nuestra parte el año que viene, no conseguiremos invalidar las leyes de César.

—¿Y qué me decís de Arrio? —quiso saber Catón—. Según tengo entendido, está muy molesto con César porque éste no quiere respaldarlo como candidato consular.

—Es demasiado viejo y no tiene influencia —fue la despreciativa respuesta.

—Yo he oído otra cosa —dijo Ahenobarbo, molesto; nadie había mencionado su nombre en relación con la vacante de augur.

—¿Qué? —preguntó Cayo Pisón.

—Que César y Magnus están pensando pedirle a Cicerón que ocupe el lugar de Cosconio en el Comité de Cinco. ¡Muy conveniente que se cayese muerto! Cicerón les hará mejor servicio.

—Cicerón es demasiado tonto para aceptar —dijo Bíbulo, muy estirado y arrugando la nariz.

—¿Ni siquiera aunque se lo implore su querido Pompeyo?

—En este momento tengo entendido que Pompeyo no le resulta demasiado querido —dijo Cayo Pisón riéndose—. ¡Se ha enterado de quién fue el que interpretó los auspicios en la adopción de Publio Clodio!

—Cualquiera diría que eso puede indicarle a Cicerón algo acerca de su verdadera importancia en el plan general de las cosas —dijo con sonra Ahenobarbo.

—¡Bueno, corre el rumor, procedente de Ático, de que Cicerón dice que Roma está harta de él!

—No se equivoca —dijo Bíbulo suspirando teatralmente.

La reunión se disolvió con gran hilaridad; los
boni
estaban contentos.

Aunque Marco Calpurnio Bíbulo pronunció su discurso desde la tribuna para anunciar que se retiraba a su casa a contemplar el cielo ante una gran multitud de gente que en su mayoría se había congregado en Roma para los juegos de primavera, César decidió no contestarle públicamente. Convocó al Senado a sesión y llevó a cabo la reunión a puerta cerrada.

—Marco Bíbulo, muy correctamente, ha enviado las
fasces
al templo de Venus Libitina, y allí se quedarán hasta las calendas de mayo, cuando yo las recogeré, según es mi derecho. No obstante, no podemos permitir que este año sea uno de esos en que todo se reduce a que cualquier asunto público se vaya a pique. Es mi deber para con los electores de Roma cumplir el mandato que me otorgaron a mí, ¡y a Marco Bíbulo!, para que gobernase. Por lo tanto, pienso gobernar. La profecía que citó Marco Bíbulo desde la tribuna es una que conozco, y tengo dos argumentos que hacer en cuanto a la interpretación que ha dado Marco Bíbulo: primero, que el año concreto en que se cumplirá la profecía no está claro; y segundo, que puede interpretarse por lo menos de cuatro maneras. De modo que mientras los
quindecimviri sacri faciundis
examinan la situación y llevan a cabo las oportunas investigaciones, debo asumir que la acción de Marco Bíbulo está invalidada. Una vez más ha asumido por su cuenta la tarea de interpretar la
mos maiorum
religiosa de Roma para favorecer sus propios fines políticos. Igual que los judíos, nosotros llevamos nuestra religión como parte del Estado, y creemos que el Estado no puede prosperar si se profanan las leyes y costumbres religiosas. No obstante, somos únicos en el hecho de que tenemos contratos legales con nuestros dioses, con los cuales hacemos tratos de poder y regateamos concesiones. Lo importante es que mantengamos las fuerzas divinas debidamente canalizadas, y la mejor manera de hacerlo es ateniéndonos a nuestra parte del trato y haciendo todo lo que esté en nuestro poder por mantener la prosperidad y el bienestar de Roma. La acción de Marco Bíbulo consigue lo contrario, y los dioses no se lo agradecerán. Morirá lejos de Roma y sin consuelo.

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