Las Palabras y los Mitos (4 page)

Read Las Palabras y los Mitos Online

Authors: Francesc Gironella,Isaac Asimov

Tags: #Ensayo

BOOK: Las Palabras y los Mitos
5.87Mb size Format: txt, pdf, ePub

El prefijo «eo» es utilizado en palabras que significan algo que sucede al principio, al alba de algo. Por ejemplo, una vez desaparecidos los dinosaurios, en la historia de la Tierra empezó un período en el que fueron muy importantes las aves y los mamíferos. Este es el período «Cenozoico», tomado de las palabras griegas que significan «nuevos animales». Pues bien, la primera parte del Cenozoico es llamada el «Eoceno» («alba de lo nuevo»).

Los científicos han estudiado los huesos de animales muy antiguos de la familia de los caballos. El antepasado más antiguo del caballo actual que ha podido ser hallado era un animal no mayor que un zorro, con cuatro dedos en cada pie. Se le denomina «Eohippus» («caballo del alba»).

Finalmente, han sido descubiertas herramientas primitivas que fueron abandonadas por hombres hace centenares de años. Las más antiguas resultan tan primitivas que los científicos no están seguros si fueron construidas por hombres o si éstos se aprovecharon de cosas que habían adquirido la forma de herramienta por la acción accidental del viento y del agua. Todos esos utensilios primitivos son llamados «eolitos» («piedras del alba»).

Los romanos poseían sus propios dioses y diosas de esas diversas clases de luz. Identificaban a su dios
Sol
con Helio, a su diosa
Luna
con Selene, y a su diosa
Aurora
con Eos. En todos esos casos, la palabra latina es normalmente la más conocida en castellano.

La palabra «solar» es un adjetivo muy generalizado para describir todo lo relacionado con el Sol y «lunar» tiene la misma función en lo referente a la Luna.

Por ejemplo, el Sol y los planetas que lo rodean, constituyen el «sistema solar». El período de tiempo que la Tierra invierte en dar la vuelta en torno al Sol es el «año solar». Por otra parte, el período de tiempo que la Luna invierte en dar la vuelta en torno a la Tierra es un «mes lunar». Doce meses lunares constituyen el «año lunar» que resulta once días más corto que el año solar.

Existen otras huellas de estas palabras. Una habitación abierta al sol para tomar baños solares es un «solarium», un paraguas para protegerse del sol es un «parasol», palabra de origen italiano. En lo que se refiere a la Luna, su forma más representativa es cuando se halla en cuarto creciente, y por ello, cuando se emplea la palabra «lunado» es para indicar algo con forma de media luna.

La diosa romana Aurora presta su nombre a un fenómeno de extraordinaria belleza. El Sol lanza pequeñas partículas encendidas llamadas electrones, las cuales se reúnen en torno a la Tierra atraídas por el magnetismo de ésta. Existe una constante y lenta filtración de estos electrones en el norte y en el sur de la atmósfera terrestre, ya que allí el magnetismo resulta más intenso.

Cuando los electrones chocan con los átomos de las capas superiores de la atmósfera los hacen brillar con tenues colores. Visto desde la tierra, se aprecian en el cielo franjas coloreadas. Este fenómeno resulta muy frecuente en las regiones polares, pero sólo puede verse ocasionalmente más hacia el sur, como en Londres o Nueva York.

Cuando se produce, resulta siempre sorprendente que una luz como la del alba aparezca en el norte, y no en el este. El astrónomo francés Pierre Gassendi llamó a este fenómeno en 1621 Aurora Borealis («alba del norte»). Posteriormente, en 1773, el explorador inglés James Cook, navegó suficientemente hacia el sur para ver el mismo fenómeno y lo denominó Aurora Australis («alba del sur»).

Algunas de la hijas de Urano y Gea no eran ni Gigantes ni Titánides. Sin embargo, representaban terrores más pavorosos que los ocasionados simplemente por el tamaño o la forma. Por ejemplo había las tres
Erinias
. Estas hermanas castigaban a los que habían cometido crímenes horribles, persiguiéndoles incansablemente hasta enloquecerles. Probablemente simbolizaban la conciencia y el remordimiento, esos sentimientos internos del hombre que pueden afligirle toda la vida por alguna falta que lamente haber cometido.

Los griegos solían llamar a estas hermanas
Euménides
, que significa «las amables», a fin de granjearse su simpatía, atribuyéndoles esa cualidad. (Esta costumbre de denominar una cosa desagradable con un nombre placentero, para evitar la sensación de desagrado, es llamado «eufemismo», palabra derivada de una griega que significa «hablar bien»).

Los romanos pusieron el nombre de
Furia
s
a estas vengativas mujeres, y de ahí ha llegado hasta nosotros la palabra «furia». Originariamente significaba un tipo de locura rabiosa como la de las Furias, en la que la persona no era responsable de sus propios actos. En especial, la mujer que actúa de este modo es una Furia. Con el tiempo, la palabra fue perdiendo fuerza y actualmente estar «furioso» significa tan sólo estar muy enfadado.

Otro grupo de antiguas hermanas son las
Moiras
, tal vez hijas o nietas de Urano, que controlaban el curso del universo. Los griegos creían que este rumbo le había sido dado desde el principio y no podía ser alterado. Incluso los dioses eran incapaces de interferir en él
[
3
]
.

Las tres Moiras tenían por nombres Cloto, Láquesis y Átropos.

A Cloto se la representa hilando los hilos de la vida de todos los individuos. En griego, este nombre significa, en realidad, «el hilador». En la vida corriente, los hilos se tejen para formar una «tela» (
cloth
, en inglés), con la que se hacen vestidos (
clothes
, en inglés). Estas palabras inglesas proceden del anglosajón, pero están relacionadas con Cloto.

La palabra
lákesis
significa «destino» en griego. Imaginaban que al nacer, cada niño llevaba marcado ya un destino que fijaba cómo debía ser su vida. Láquesis controla la naturaleza de este destino, guiando y midiendo la longitud del hilo tejido por Cloto.

Evidentemente, Láquesis no actuaba a su antojo. Algunos griegos creían que el destino de una persona era el que ésta «merecía» y, por ello, la palabra «mérito» está relacionada con las «Moiras». Tan posible resulta merecer lo bueno como lo malo, pero nuestra tendencia natural es desear lo bueno, por lo que esta palabra ha derivado hacia este último sentido. Decir que alguien o algo «tiene mérito» implica que es bueno o que merece la pena de ser conseguido.

Finalmente, cuando Láquesis lo indicaba, Átropos, a la que normalmente se la representa con unas tijeras, cortaba el hilo. Era la muerte. Átropos, en griego, significa «que no cambia»: y Átropos no cambiaba de propósito, cualquiera que fuese la razón. No había forma de detenerla.

Átropos ha dejado una huella en la química moderna.

Existe una planta denominada «belladona» (palabra italiana que significa «mujer bella»), de cuyo jugo se obtienen unas gotas para los ojos. Estas gotas producen la dilatación de las pupilas. Las mujeres que utilizaban estas gotas consideraban que sus ojos adquirían un aspecto oscuro de gran belleza, y de ahí la razón de que la planta recibiese tal nombre.

Sin embargo, si se ingiere, el jugo de belladona es muy venenoso. Cuando el botánico sueco Carlos Linneo clasificó las plantas, hacia finales del siglo XVIII, dio el nombre de «Átropa» a la belladona. En otras palabras, esta planta puede cortar el hilo de la vida tan inexorablemente como Átropos. Posteriormente, en 1831, el componente venenoso de la belladona fue descubierto y recibió el nombre de «atropina».

También los romanos imaginaron a tres hermanas que determinaban el destino de los hombres. Las llamaron
Parcas
, palabra latina que significa dar a luz, ya que la acción de esas hermanas daba a luz el futuro. Los romanos (y también los griegos) creían que no siempre había que esperar hasta el final para saber lo que les traería el futuro. Consideraban que este futuro podía serles revelado de antemano por los dioses. Los sistemas de revelar el futuro eran llamados «oráculos», palabra latina que significa «hablar», ya que un sistema muy frecuente de recibir un oráculo era disponer de una sacerdotisa que, al caer en trance, hablaba con palabras consideradas de inspiración divina.

Esas sacerdotisas solían poner mucho cuidado en emitir oráculos que no predijeran el futuro con demasiada claridad, sino que pudiesen ser interpretados al menos en dos sentidos diferentes. Con ello, siempre quedaban a salvo. Por ello, una
sentencia
oracular
(mantenida en el inglés actual) es la que no tiene un sentido directo, sino que puede ser interpretada de maneras diferentes. El oráculo más famoso fue el de la ciudad griega de Delfos, y una declaración muy confusa recibe también el nombre de «délfica».

Otra palabra utilizada para significar oráculo era
fatum
, término latino que también significa «hablar». Dado que los oráculos trataban del futuro, el cual, a fin de cuentas, era decidido por las tres Parcas (o Moiras), los romanos también llamaron
Fata
a esas tres hermanas.

Por todo ello, en castellano hablamos de los «tres hados» y también del «hado
[
4
]
», en el sentido de un futuro que no puede ser alterado. La persona que cree que nada puede cambiar en el futuro, que todo está determinado de antemano, es un «fatalista».

La tercera de las Parcas, que los romanos identificaban con Átropos, es
Morta
, palabra latina que significa «muerte». Era lo que nosotros llamaríamos el «Ángel de la Muerte».

Usamos con bastante frecuencia esta palabra: el hombre es «mortal», porque su hado es morir; los dioses son «inmortales» (que «no mueren»); una herida es «mortal» si acarrea la muerte y la «mortaja» es el lienzo con que se recubre a los muertos.

Los griegos veían en la muerte un aspecto más agradable. Tras una larga y fatigosa vida, la muerte podía llegar incluso como un descanso. Por esta razón consideraban que
Tánato
, el dios de la muerte, es hermano de
Hipno
, el dios del sueño.

Tánato no ha dejado huellas muy conocidas
[
5
]
, pero forma parte de la literatura norteamericana. El primer gran poema americano fue escrito en 1817, por William Cullen Bryant, que a la sazón contaba dieciocho años de edad. A pesar de su juventud, se adentró en el tema de la muerte, y tituló el poema «Thanatopsis» que en griego significa «la mirada de la muerte».

Hipno tiene unas connotaciones más familiares. El sueño artificial producido por drogas o por sugestión es la «hipnosis», y una tableta para dormir es un «hipnótico».

El dios romano del sueño era
Somnus
. Cuando tenemos sueño, estamos «soñolientos»; andar durmiendo es «sonambulismo», que en latín significa exactamente lo mismo.

El hijo de Somnus es Morfeo, el dios de los sueños. (Al fin y al cabo, dormir engendra sueños). Morfeo nos lleva a la palabra griega que significa «forma», ya que los sueños son formas que se presentan ante los ojos de la mente.

La «Morfología» es una rama de la biología que trata de la forma y estructura de los seres vivos. Por otra parte, al añadir el prefijo «a» (que en el griego es el modo de convertir una palabra en su opuesta), se tendrá la palabra «amorfo», que significa «sin forma».

El dios de los sueños deja una huella interesante en química. Un químico alemán, F. W. Sertürner, en 1803, aisló el primer componente puro obtenido de una planta medicinal. Se trataba de un poderoso hipnótico. Aportó un gran alivio y la posibilidad de dormir a los que sufren grandes dolores. Al igual que Morfeo, venía a abrazarles y, por ello, el producto químico fue denominado «morfina».

Los Olímpicos

La hegemonía de los Titanes acaudillados por Crono no perduró. Después que Crono hubo derrotado y expulsado a Urano, este viejo dios del cielo predijo que su castigador sufriría el mismo trato de uno de sus propios hijos. Por ello, cada vez que Rea daba a luz un hijo, Crono lo devoraba.

El cuadro de Crono devorando a sus hijos tuvo una singular continuación en la historia de la astronomía. El científico italiano Galileo Galilei fue el primero en utilizar el telescopio para contemplar los cielos. Cuando lo enfocó hacia Saturno (recordemos que es el nombre romano de Crono) apenas pudo ver los anillos.

Por desgracia, su telescopio era demasiado débil para verlos con toda claridad. Sólo pudo atisbar como dos combas, una a cada lado de Saturno. Galileo dijo que era como si el viejo Saturno precisara de dos hijos jóvenes, uno a cada lado, para ayudarle en su titubeante marcha por el espacio.

Sin embargo, los anillos pueden verse bajo diferentes ángulos, según las posiciones que adoptan Saturno y la Tierra en sus desplazamientos en torno al Sol. A veces nos es dado contemplar los anillos justo por su borde, y entonces resultan tan delgados que dan la impresión de desaparecer. Cuando Galileo volvió a contemplar a Saturno, la situación era ésta, y comprobó que las dos combas habían desaparecido. Defraudado y confuso, exclamó: «¡Cómo! ¿Todavía devora Saturno a sus hijos?». Ya no volvió a contemplar el planeta y correspondió a Huygens, casi medio siglo más tarde, ver los anillos tal como eran en realidad.

A pesar de todo, Crono no pudo salvarse devorando a sus hijos. Rea, enojada por esa costumbre de su esposo, disfrazó a una piedra con ropa de niño y se la dio a comer en lugar de su sexto y último hijo. Éste era
Zeus
.

Zeus creció secretamente en una isla de Creta, al sur de Grecia. Allí fue alimentado con la leche de una cabra llamada
Amaltea
. Cuando fue mayor, su madre Rea le ayudó a engañar a Crono, dándole una bebida que provocó que el Titán devolviera los otros cinco hermanos y hermanas de Zeus. Como se trataba de dioses inmortales, todos ellos se encontraban con vida.

Zeus, sus hermanos y hermanas y todos sus descendientes fueron llamados los «Olímpicos», porque los griegos los representaron viviendo en el Monte Olimpo. Esta montaña, la más alta de Grecia con sus casi tres mil metros de altura, se encuentra cerca de los límites septentrionales del país. (Por supuesto, más tarde los griegos comprobaron que no existían huellas de dioses en el Monte Olimpo, por lo que concluyeron que el auténtico Olimpo se encontraba arriba, en los cielos).

En la región de Elis, al sudoeste de Grecia, se celebraban unos juegos especiales cada cuatro años. El valle en el que tenían lugar se llamaba
Olympia
, en honor al Monte Olimpo, y años más tarde, Fidias, el más grande escultor de Grecia, realizó la estatua del «Zeus Olímpico» para colocarla donde se celebraban las competiciones. Esta estatua fue considerada como una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Other books

The Sign by Khoury, Raymond
Son of a Mermaid by Katie O'Sullivan
Interior Design by Philip Graham
The Sun Also Rises by Ernest Hemingway
Diary of a Vampeen by Christin Lovell
CultOfTheBlackVirgin by Serena Janes
Wild: The Ivy Chronicles by Jordan, Sophie
Luna: New Moon by Ian McDonald