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Authors: Mikkel Birkegaard

Tags: #Intriga, #Policíaco

Libros de Luca (57 page)

BOOK: Libros de Luca
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¿No debería detenerlo ella misma?

Abrió los ojos y miró al podio. El cuerpo de Jon permanecía tan inmóvil como una estatua, y sólo el sonido de su voz y el movimiento de sus labios revelaban que estaba consciente. Su túnica era como un lienzo sobre el que las chispas formaban fugazmente intrincados diseños, y Katherina comenzó a ver una conexión entre la frecuencia con que aparecían los dibujos y el pulso de la energía de Jon. Al concentrarse tanto en lo que veía como en los poderes, Katherina percibió cuál era el ritmo y pudo rápidamente predecir dónde se produciría la descarga siguiente. Respiró hondo y esperó.

Con gran esfuerzo mental empujó el siguiente pulso de Jon un punto más arriba. Advirtió un salto enorme en la energía y una violenta descarga eléctrica salió instantáneamente del cuerpo de Jon hacia una de las lámparas que colgaban arriba. El impacto produjo chispas que cayeron flotando en el espacio, sobre la gente, como brillantes copos de nieve encendidos.

La gente que estaba alrededor de Katherina retrocedió instintivamente. Unos cuantos salieron corriendo, pero la mayoría permaneció allí, paralizada por el fenómeno que se manifestaba ante ellos y por la fuerza irresistible del relato. No podrían haber abandonado la sala aunque lo hubieran intentado, y no prestaban atención a lo que estaba ocurriendo en torno a ellos.

En el torrente de imágenes que provenían de Jon, Katherina de pronto recibió una fugaz imagen de sí misma.

Era como una fotografía de una presentación de diapositivas arrojada a la escena, casi demasiado breve como para atraparla, pero estaba segura de que era de ella. Jon había percibido su presencia, y eso había alterado su concentración. De inmediato, la joven concentró todos sus poderes en cargar esas mismas imágenes, y comenzaron a aparecer más. Imágenes de ellos en Libri di Luca, en el jardín de Kortmann, juntos en la cama y una fugaz visión de ella de perfil contra la ventanilla de un coche. Katherina no vaciló en potenciar las emociones de añoranza, amor y seguridad en los fragmentos que iban apareciendo.

No pasó mucho tiempo antes de percibir una reacción. Lentamente, las imágenes aparecieron de nuevo, llenas de un calor y una pasión que provenían de Jon, no de ella. Podía sentir que las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. ¿Había logrado establecer contacto con él?

Tal vez era una ilusión, pero le pareció ver un cambio en la postura de Jon. Daba la impresión de estar tratando de girar la cabeza, pero algo se lo impedía.

Katherina dio un paso adelante, pero se detuvo bruscamente.

Remer había cambiado de sitio. Su cuerpo estaba más erguido que antes, casi petrificado. Y estaba mirando fijamente el texto sin parpadear ni siquiera una sola vez. Daba la sensación de que ya no tenía percepción alguna de dónde estaba o de lo que estaba ocurriendo en torno a él. Pero lo que más atemorizó a Katherina fueron las pequeñas chispas oscuras que parpadeaban sobre su túnica blanca.

Capítulo
40

En el momento en que Jon se dio cuenta de que Katherina estaba presente en la sala y trataba de comunicarse con él, se sintió abrumado por los recuerdos. Las imágenes de los dos juntos seguían en su mente y le resultaba imposible ignorarlas. Recordó que habían sido felices, que jamás había sido tan feliz, y lentamente comenzó a emerger el deseo de encontrar el camino de vuelta a aquel estado de felicidad. La lectura continuó, pero estaba empleando menos tiempo en cargar el texto, de modo que tenía reservas para hacer memoria. ¿Qué era lo que los había separado?

Reprodujo en su mente la prueba de la escuela, cuando le había ordenado que huyera para evitar que le hicieran daño. Después de eso, pudo rememorar de nuevo la impotencia que sintió en la primera sesión de lectura de Poul Holt y cómo al final se había rendido.

Era como si se estuviera despertando de una pesadilla.

¿Qué estaba haciendo él en ese lugar?

Jon trató de detener la lectura, pero no pudo. Alguien lo retenía, tal como había hecho Katherina cuando le había mostrado sus poderes como receptora por primera vez en Libri di Luca. Una de las personas era Patrick Vedel, podía percibirlo, pero no era el único. Jon no podía hacer otra cosa más que seguir leyendo, pero gradualmente fue adquiriendo conciencia de cómo estaba acentuando el texto. El personaje principal estaba todavía en el cementerio. Había comenzado su soliloquio delante de la lápida negra. Jon dejó que nubes plomizas se movieran sobre el valle donde estaba el cementerio, y las piedras a su alrededor adquirieron un aspecto tosco y sucio. Podía sentir el peso de la tierra debajo del personaje principal, oscura y húmeda, llena de gusanos que se abren camino entre el moho bajo la hierba.

Su atención se desvió hacia un banco de niebla grisácea que se acercaba por la derecha. Fijó su mirada en el fenómeno. Hasta ese momento había tenido el control absoluto de la escena; conocía la forma de cada una de las lápidas, sabía en qué posición estaba cada brizna de hierba y cómo se movía, pero no podía controlar aquella niebla gris. Cambiaba, haciéndose más densa en algunas zonas, disolviéndose en otras, hasta que pudo distinguir la silueta de una persona. Trató de hacer que el viento arrastrara a aquella figura, pero ésta se mantuvo firme, adquiriendo una consistencia cada vez más sólida. ¿Un fantasma? El entorno era el adecuado, pero no había ningún fantasma en el texto, y él no lo había añadido.

Comenzó como una forma humana difuminada, pero las moléculas súbitamente se reorganizaron y de un golpe la figura se hizo compacta como una estatua. Los detalles del rostro fueron los últimos en revelarse. Después, apareció con claridad en su mente.

Jon nunca había considerado la posibilidad de que él, como Lector, podría formar parte de una escena controlada. Había considerado su papel como el de un intruso que influía en la exposición de la misma manera que un montador de películas lo hace en la mesa de montaje. Cuando vio esta manifestación de Remer, Jon se dio cuenta de que él mismo tenía que estar en alguna parte dentro del mundo estructurado por el texto. No podía mirarse a sí mismo para confirmarlo personalmente, pero le resultaba claro que en el momento en que comenzaron las descargas de energía, él atravesó el umbral y entró en el espacio del relato. Eso explicaba la sensación que había tenido de haberse liberado de su cuerpo físico.

El hecho de que Remer apareciera allí quería decir que la reactivación había funcionado, y que él había adquirido algunos de los mismos poderes que Jon poseía.

La figura de Remer parecía estar mirando a su alrededor. Sus ojos estaban fijos, pero movía el rostro de un lado a otro, tratando de asimilar el mundo en el que se encontraba. Cuando su mirada se detuvo en Jon, o más bien en el sitio donde estaba la imagen de Jon, Remer dejó de moverse. En sus labios, que todavía no habían adquirido color, apareció una sonrisa.

Una mezcla de miedo y furia surgió dentro de Jon. Tenía que impedir que Remer se hiciera más fuerte, costara lo que costase. Mentalmente cerró las manos para apretar los puños y trató de reunir toda la fuerza de que disponía. Los colores se saturaron tanto que la escena parecía una reconstrucción generada por ordenador, con bordes afilados como navajas y una claridad que ni siquiera el mejor monitor podría reproducir. Al dirigir toda su concentración a la zona que circundaba la figura de Remer, Jon trató de borrarlo aumentando la intensidad de todo lo demás.

Los rasgos faciales de Remer se distorsionaron y los detalles de la figura empezaron lentamente a desdibujarse, como si fuera una estatua de arena en medio de un fuerte viento. La superficie parecía disolverse en átomos que se estiraban como la cola de un cometa, alejándose de la figura; la sonrisa quedó suspendida de la parte de atrás de la cabeza hasta que no fue más que una larga raya, y la conexión entre el cuerpo y sus miembros empezó a desvanecerse a toda velocidad. Un extraño lamento salió de la niebla, un sonido que parecía provenir de una garganta que no pertenecía a ninguna especie del reino animal.

Jon se esforzó todavía más, pero se daba cuenta de que no podría mantener la intensidad durante mucho más tiempo. La figura había sido reducida a la mitad de su tamaño, con sus moléculas arrastradas en una larga serpentina detrás de ella, pero Jon no podía penetrar en su profundo interior y borrarla para siempre.

Poco a poco, Jon notó que su concentración se debilitaba. Los colores y los bordes precisos alrededor de él desaparecían. El sonido emitido por la figura cambió para convertirse en un gruñido furioso, y la figura de Remer comenzó a construirse a sí misma otra vez, como si la estuvieran rebobinando. Pronto la figura volvió a tener forma humana, con sus detalles todavía más precisos que antes.

—Campelli —jadeó la voz de Remer después de que su cuerpo fuese reconstruido—, un truco impresionante, pero no es una forma muy bonita de dar la bienvenida a un amigo.

Conmocionada, Katherina retrocedió un par de pasos.

Una violenta chispa había saltado de Jon a Remer, moviéndose entre ellos y creciendo en grosor e intensidad. El cuerpo de Remer tembló por un momento y pareció encogerse sobre sí mismo, pero en ningún momento levantó los ojos del libro que estaba leyendo.

El pánico se apoderó de los asistentes. Algunos trataron de escapar corriendo hacia la puerta, pero en la confusión algunas personas cayeron, haciendo tropezar a los que venían detrás. A su vez, eso provocó que otros intentaran huir saltando por encima de la barandilla a la terraza inferior. Y muchos se arrastraron por el suelo, buscando protección a lo largo de las paredes o junto a las columnas.

La expresión de Remer se retorcía por el dolor, pero todavía seguía leyendo, prácticamente doblado sobre el libro, como si quisiera protegerlo con su cuerpo.

Aún quedaban unas cien personas alrededor del estrado, participando en el ritual, leyendo o apoyando a los Lectores. La mayoría de ellos no dejaban de mirar con preocupación a Remer y a Jon antes de volver al texto otra vez.

Un olor a quemado se extendió por la sala y el aire estaba cargado con electricidad. A Katherina se le erizó el vello de los brazos.

La chispa entre Jon y Remer parecía pálida. Comenzó muy lentamente a moverse a un ritmo cada vez más lento, disminuyendo de tamaño y luminosidad. Al mismo tiempo, Remer empezó a enderezarse y la expresión de dolor desapareció de su cara.

Chispas totalmente nuevas envolvieron a otros dos Lectores. Quienes estaban demasiado cerca se alejaron saltando y aullando de dolor, mientras que algunas personas se desmayaban. Un ruido ensordecedor surgió de los que estaban leyendo, hablando, gritando o tratando de escapar. Todo se vio acompañado por el furioso siseo de las chispas.

Katherina se alejó cautelosamente del podio mientras trataba de mantener su apoyo a Jon y mirar alrededor al mismo tiempo. Sus compañeros tenían que aparecer pronto. Era demasiado tarde para detener la reactivación, pero tenían que hacer todo lo posible para limitar sus efectos. Llegó a una columna y apoyó la espalda contra ella. Otro grupo de Lectores pasaron corriendo junto a ella rumbo a la salida. El terror brillaba en sus ojos. Ella trató de no prestar atención a todo lo demás para concentrarse en apoyar a Jon.

Uno de los dado muestras de debilidad o de dolor antes de desmayarse, y Katherina tuvo la sensación de que Lectores, el último en ser reactivado, se desplomó con un chillido. No había lo mismo les podría haber ocurrido a todos los asistentes.

A ambos lados de Remer aparecieron dos nuevas nubes. Tenían forma humana, pero no estaban del todo formadas.

Remer sonrió.

Jon advirtió otra sacudida en las imágenes, una señal de Katherina que él interpretó como una advertencia. Sintió que el apoyo de ella aumentaba y él reunió todas sus fuerzas. Las nubes se oscurecieron por completo y se desencadenó un fuerte viento a través del cementerio. Las lápidas eran derribadas, arrojando tierra al aire que era arrastrada por dos pequeños tornados.

Quizá no pudiera engañar a Remer otra vez, pero los dos recién llegados iban a tener una sorpresa. Antes de estar completamente formados, Jon aumentó algunos grados todos los efectos que rodeaban a las figuras. Quería hacerlos desaparecer, sacarlos de la narración, eliminarlos como se borran los errores. Empezaron a disolverse. Uno de ellos se esfumó casi instantáneamente, girando en uno de los tornados como humo en un tubo de escape. El otro se mantuvo firme.

Remer ya no sonreía. Miró primero a su compañero y luego a Jon.

De pronto, la lápida que había junto a Jon cambió de forma, y él, asustado, perdió la concentración. Ante sus ojos el granito se disolvió y el perfil rectangular de la piedra se transformó en una cruz.

Jon miró confundido a su alrededor, en donde se estaban operando nuevos cambios. Surgieron barandillas, en algunos sitios se veía vegetación nueva y en otros desaparecía. El cielo se volvió más claro y amainó el viento.

—¡Esto es asombroso! —gritó Remer encantado, estirando los brazos hacia arriba.

La figura que había a su lado estaba ya completamente formada, y Jon lo reconoció como uno de los Lectores a los que había saludado en el vestíbulo. El recién llegado miró asombrado a su alrededor. Detrás de él aparecieron tres figuras brumosas.

Remer se rió.

—No tiene la menor posibilidad contra nosotros, Campelli —gritó—. Ríndase.

—¿Por qué? —replicó Jon—. Ya tiene lo que necesita.

—Es cierto. Pero todavía tenemos espacio para un hombre como usted en la Orden. —Abrió los brazos—. Mire todo lo que podemos hacer juntos.

—Usted me ha engañado —gruñó Jon—, forzándome a traicionar a mi gente.

—Todo eso ya lo tenía usted en su interior, Campelli. Yo no hice más que sacarlo a la luz.

Las tres figuras detrás de él se iban haciendo cada vez más sólidas.

—Y empujó todo lo demás a la sombra —replicó Jon—. Katherina, la librería, mi familia. Usted me hizo olvidar a mi propia familia, Remer.

—No le hará ningún bien quedarse anclado en el pasado —dijo Remer con fastidio—. Incluso su padre se habría dado cuenta de eso. A él le habría encantado haber podido entrar en el relato y cambiar las cosas de la forma que podemos hacerlo ahora.

—Pero usted nunca se lo permitió —señaló Jon—. Usted fue quien lo mató.

Remer se encogió de hombros.

—Fue necesario —dijo—. Nunca habríamos podido convertirlo.

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