Read Los demonios del Eden Online
Authors: Lydia Cacho
Esa tarde, mientras el Tío Johny hacía cariños en la cabellera ondulada de Cintia, Javier sintió un calambre en el estómago. Se sentó pegadito a su hermana y miró con recelo al señor que recién viera un par de veces. Él lo miró a los ojos y, a manera de reto, le dijo: “Qué bonita es tu hermana, ¿verdad?”, al tiempo que cambiaba de canal y en la pantalla aparecían dos adultos teniendo sexo. Javier nunca había visto nada parecido. Era una mujer rubia de senos inmensos y un hombre desnudo con un pene muy grande.
—La mujer gritaba y hacía unos gestos de horror —menciona Javier.
El niño sabía por sus amigos de la escuela lo que era el sexo; muchos hablaban de coger. Había visto perros en la calle prendidos de las perras y muchas veces imaginó lo que sería ver a un hombre con una mujer. Pero nunca pensó que esta escena le generara emociones tan encontradas, entre la excitación y el pánico, entre la fascinación y la culpa de observar algo prohibido.
Después de la primera denuncia ante Leidy Campos en el ministerio público, Javier tardó casi un mes en atreverse a hablar sobre el asunto. Se requirió que estuviera refugiado, protegido de Succar y dispuesto a hacer todo lo que estuviera en sus manos para que el Tío Johny “pagara por su maldad”. Durante las primeras conversaciones contuvo el llanto, en tanto que en la tercera lloró y se dejó arropar por la terapeuta, bajo la promesa de que contar lo sucedido le permitirá, algún día, vivir sin miedo y sin culpa.
Yo no le voy a decir a mi mamá, porque ella se puede morir de la tristeza de saber que hicimos esas cosas. Pero le juro que las tuvimos que hacer. Estábamos en el sillón sentados, viendo la tele. El Johny puso esa película cerda y yo me enojé, le dije que no quería que mi hermanita viera esas cochinadas, pero él se rió y me dijo: “¿A poco no le has comido el queso a tu hermanita?”. Yo no sabía qué era eso del queso y él se burlaba de mí y yo estaba muy enojado, pero no quise hacer nada para que no la lastimara. Ya la estaba abrazando y yo nomás veía la carita de Cintia así, debajo de su brazo, como si fuera un venadito asustado atrapado en las manos de alguien. Como los venados de cola blanca que se cazan a veces por allá en el monte de arriba de Bonfil.
Mi hermanita tenía sus ojos grandotes, como que iba a llorar, veía la tele, con esas cosas, y nos miraba a nosotros y yo quería defenderla, mas sin en cambio no podía... no podía (el menor intenta contener el llanto sin lograrlo). Él se comenzó a tocar en su parte, encima del pantalón. Yo veía que se agarraba y me veía riéndose y luego se veía allá abajo como para que me diera cuenta de que tenía un bulto grande. Pensé que quería hacerle algo a mi hermanita y me paré y me aguanté de llorar y le dije: “¡Ya nos vamos!”, pero él me jaló del brazo y me dijo que de su casa nadie salía. Que no me asustara, que nos íbamos a divertir y nadie iba a salir lastimado. (Javier narra esta escena de pie en actitud bélica, como si el sujeto estuviera frente a él; sus ojos están húmedos y denotan ira contenida.) Luego recuerdo que yo me sentía como enfermo, sentía como si me hubiera dado calentura y estaba temblando, mis piernas se hacían así... bien débiles, como cuando andas en la bici mucho tiempo. Johny empezó a tocar a Cintia y ella lloraba mucho casi calladita, me miraba con sus ojos rete asustados y yo la veía y quería salvarla. Johny me dijo que no me preocupara, que todas las niñas son unas putitas y que seguro mi hermanita ya estaba cogida. Reía como si estuviera muy divertido y yo estaba muy, muy enojadísimo (sic).
Subió el volumen de la tele y se oían los gritos de la muchacha de la película. Nomás me acuerdo que Johny me ordenó que me quitara mis pantalones y mis calzones. Y tuve que obedecerlo porque me dijo que si no obedecía, él le haría cosas feas a mi hermanita. Me quedé en mis calzones y luego él comenzó a tocarme aquí (señala sus genitales), yo le dije que era hombre y no me dejé. Luego le quitó su ropa a mi hermanita y me dijo que viera, que si se me paraba eso quería decir que ya era hombre y que para eso son las hermanitas, para que uno se haga más hombre. Y la hizo que se pusiera en el sillón como la de la tele y me dijo que yo me pusiera sobre ella. Yo decía que no, hasta se me salieron unas lágrimas, y mi hermanita lloraba. Le juro que fue el día más horrible de mi vida y que yo no quería hacer nada... se lo juro.
Mi hermanita también lloraba mucho, yo me quité y él me agarró de los pelos y me dijo: “Mira” y se sacó su pito que estaba bien grande y me dijo que o me la cogía yo o él se lo iba a hacer a ella. Y le preguntó a mi hermanita: “¿Tú qué prefieres?” y ella dijo que a mí y yo la vi para que me perdonara. Me hizo que yo le chupara allá abajo a Cintia y después me fui al baño a vomitar. Yo sé que mi hermanita me perdonó, porque sabía que lo hice para salvarla.
Luego nos hizo hacerlo muchas veces, de todo, yo le decía que no se me paraba y me iba al baño y me hacía pipí. Después supe que otras veces que llevaron a mi hermanita a su casa él se lo hizo a ella, y por eso ella ya no quiere comer ni dormir ni nada, porque tiene miedo y siempre anda escondiéndose y no le gusta que nadie la toque.
Él nos tomaba fotos y películas y nos contaba que tenía amigos a quienes les gustaba vernos. A mí me decía cosas muy cabronas, y más me encabronaba yo cuando decía que mi hermanita y mis primas son todas una putitas que todas están cogidas. Luego siempre nos decía que él era bueno, que nos iba a pagar la escuela y todo lo que quisiéramos, que le iba a dar dinero a mi mamá para que nos diera de comer mejor. A mi hermanita le decía que era una flaquita greñuda y desnutrida. Johny siempre alegaba que él era muy bueno, que sólo tenía esa enfermedad de que le gustaban las niñas y verlas hacer cosas, pero que eso no era malo porque todos los papás lo hacen y es mejor que te las haga uno que te quiere y que te va a dar cosas por obedecerlo.
Como sucedió con las demás víctimas, a Javier, al igual que a su hermanita Cintia, Jean Succar les insistía en que si decían algo, cualquier cosa, sobre lo que sucedía en su casa, él los denunciaría por mentirosos. Aunque les creyeran —señalaba—, como él se había cogido a la niña, cuando la revisaran verían que ella ya “estaba cogida” y él, siendo un reconocido hombre de negocios, lo negaría todo. Así se llevarían al DIF a los tres, los alejarían de su madre y jamás podrían verla. Al chico lo amenazaba con que él era amigo del gobernador y que podría decir que un día entró a su casa y lo descubrió cogiéndose a su hermanita, por lo que lo acusarían de violador.
Como resultado, las niñas y niños guardaron silencio, hasta que, casi dos años después del primer abuso a estos hermanos, el pederasta fuera denunciado.
La pregunta reiterada de Succar a todas sus víctimas era:
—¿Tú crees que tu mamá no tiene la culpa de esto que yo les hago? Si los deja venir es por algo. Y si ustedes le cuentan, ella va a ir a la cárcel por no cuidarlos, por pendeja, por dejarlos en manos de un viejo como yo.
Estas declaraciones de las víctimas coinciden con las confesiones del propio Succar, las cuales se escuchan con toda claridad en el video que fue grabado en un restaurante y que está en manos de la Procuraduría de Justicia del Estado y de la PGR.
Hasta hoy, Javier se rehúsa a admitir que, además de ser forzado a sostener relaciones sexuales con su hermana, él mismo fue víctima de abuso por parte de Succar Kuri. Sin embargo, el testimonio de otras niñas mayores advierte que el niño fue forzado en varias ocasiones a practicarle sexo oral al Tío Johny y a otros hombres que visitaban su casa. Jessica, ahora de veintitrés años de edad y quien fue víctima de abuso por parte de Succar hace ocho, manifiesta que incluso hay fotografías tomadas por éste en las que Javier aparece completamente desnudo haciéndole sexo oral a un hombre mayor, uno de los mejores amigos de Johny.
Durante una de nuestras conversaciones, Javier dejó entrever que alguna vez Johny intentó forzarlo a que le practicara sexo oral, pero que él se negó y como lo vio tan enojado, el “Tío” desistió de su intento. Pero en otras charlas breves y aisladas, el chico admitió que un día Johny lo humilló al hacerlo ver en su computadora “portátil negra marca Sony” una foto de él mismo haciéndole cosas asquerosas al Johny y que por eso un día, cuando sea grande, él lo va a buscar “hasta el fin del mundo, para matarlo”.
El comportamiento de Javier, a partir de las terapias especializadas, tanto con un psicólogo enfocado a atender a víctimas de abuso sexual, como con un terapeuta dedicado al desarrollo infantil, muestra una inmadurez psicoemocional típica de niños que han sido sometidos a un abuso sexual sistemático. Son menores que sufren el Síndrome de Indefensión Adquirida, mismo que genera, entre otros efectos, una profunda desconfianza, pues las víctimas aprenden que, hagan lo que hagan, nadie podrá defenderlas y, por tanto, su vida siempre corre peligro. No es obra de la casualidad que los pederastas y explotadores de menores elijan a niños y niñas entre los cinco y los trece años, pues están en una edad de formación en la que un adulto puede asumir el control total de su mente.
A dos años del abuso, mientras se llevan a cabo las investigaciones para conformar una averiguación previa que permita a la PGR demostrar, sin lugar a dudas, la culpabilidad de Jean Succar Kuri, Javier muestra con claridad su desconfianza en las autoridades policíacas, su ira y enojo. Sufre ataques constantes de rabia contra otros niños y niñas; se recluye a ratos y se niega a participar en los juegos elaborados por los terapeutas dentro del refugio para externar las emociones contenidas. A ratos actúa como un niño mucho menor que sus actuales doce años y busca el cariño y atención de algunas de las trabajadoras sociales del refugio.
Según los especialistas que lo han tratado, los sentimientos que mejor definen a Javier son desconfianza y culpa, dos de las emociones humanas más difíciles de comprender y superar por cualquier persona que cuente con las mínimas habilidades y herramientas de inteligencia emocional para trabajar sentimientos, enfrentarlos y superarlos.
Estoy segura de que Johny estaba muy tranquilo, incluso al principio de todo, cuando lo atraparon en Chandler. Él dice que sus primos hermanos viven en Guanajuato y son socios de la familia de Fox, que ahora es Presidente de México. Lo que no imaginó es que esa familia, de apellido Succar Kuri, no le contesta ni el teléfono. Sus redes de apoyo se van disolviendo.
R. L. (TESTIGO PROTEGIDA)
Mientras la AFI solicita una investigación formal de los sujetos mencionados por varias de las víctimas de Succar, se desvanece la posibilidad de que Alejandro Góngora y sus amigos salgan ilesos de este caso. En una foja del expediente aparece el siguiente texto: “Solicitud de peritaje de avalúos de los bienes del inculpado, citatorios para empleados del inculpado. Informe de oficio AFI/4528/2003 de la Agencia Federal de Investigaciones de los domicilios de Miguel Ángel Yunes Linares”. Los resultados se filtraron a la prensa nacional y fueron publicados casi en su totalidad por la revista Proceso y recogidos por varios medios en todo el país, entre ellos La Jornada. La agencia de noticias APR0 fue quien dio seguimiento puntual al tema:
Testimonios de DEA y AFI señalan que Yunes tiene nexos con el narco. La Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) y la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) tienen testimonios contundentes de nexos del diputado federal, Miguel Ángel Yunes Linares, con narcotraficantes, sin que hasta el momento, la Procuraduría General de la República (PGR) ejerza la acción penal.
Los testigos protegidos sacaron a la luz actividades al margen de la ley del ahora legislador independiente del PRI, de cuando fue secretario de gobierno en Veracruz bajo el mando de Patricio Chirinos Calero, tiempo en el que, según los testimonios en poder de la PGR, los “varones de la droga” les entregaron a ambos quince millones de dólares “como pago de protección”. (sic)
APRO asevera que ambas agencias cuentan con testimonios grabados en los cuales se identifica plenamente a Yunes Linares como protector del poderoso traficante Albino Quintero Meraz, alias “El Beto” o “El Orejón”, quien fuera capturado el 2 de mayo de 2002 por el ejército mexicano. El comandante Juan Carlos Ventura Muossong, primogénito del jefe policíaco Florentino Ventura, anduvo tras él. Pero, ya como director de Investigación Policial “B” de la POR, unos días después de hallar su pista y a punto de apresarlo, Juan Carlos fue asesinado.
En la averiguación previa l226/MPFEADS/98, un testigo denominado “Gildardo Muñoz Hernández” señaló que Albino Quintero Meraz era propietario de un Lear Jet, por el cual pagó setecientos cincuenta mil dólares y que era tripulado por el capitán Arnaiz. De acuerdo con el testigo, tanto Patricio Chirinos (ex gobernador de Veracruz) y Miguel Angel Yunes (quien en tiempos del presidente Carlos Salinas de Gortari fuera secretario general de gobierno de Chirinos) le pedían prestado el avión. Además, declaró que Albino les entregó quince millones de dólares a Chirinos y a Yunes para que le aseguraran protección del Estado.
Según los expedientes del ejército mexicano, exhibidos tras la captura de Quintero, el detenido era parte de la organización de Amado Carrillo Fuentes, junto con Ismael Zambada García, alias “El Mayo Zambada”, y Alcides Ramón Magaña “El Metro”. La investigación arroja datos de que, a raíz de la muerte de Carrillo, Quintero Meraz, cabecilla del cártel, sentó sus reales en los estados de Veracruz y Tamaulipas.
Por las investigaciones ahora ligadas a las del caso Succar se observa que los nexos de Yunes con el crimen organizado y el narcotráfico fueron del conocimiento de la PGR desde principios de 2002. En aquel momento el director de investigaciones de la PGR, Juan Carlos Ventura Muossong, elaboró un oficio confidencial al respecto dirigido a Eduardo Berdón Toledo, fiscal especial de la Subprocuraduría de Investigaciones Especiales en Delincuencia Organizada de la PGR (SIEDO), pero la indagatoria no arrojó resultados.
Los medios nacionales publicaron la misma nota:
En los documentos con sello de confidencial, Ventura Muossong precisó a su superior que “es urgente una reunión con el procurador general de la República, en relación con los licenciados Patricio Chirinos Calero y Miguel Ángel Yunes, ya que ambos personajes fomentaron las actividades del narcotráfico y en concreto recibieron alrededor de quince millones de dólares”.
Ventura Muossong había confiado a sus compañeros que temía por su vida y el día 30 de julio de 2002, con apenas cuarenta y dos años de edad, recién nombrado subdirector de Operaciones de la AS, fue balaceado en la colonia El Manto, en la delegación Iztapalapa de la Ciudad de México. El agente de la AFI constituyó un factor importante en la localización y captura de Mario Villanueva Madrid, ex gobernador de Quintana Roo, también involucrado en operaciones de narcotráfico.