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Authors: Erving Goffman

Tags: #Sociología

Los momentos y sus hombres (21 page)

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La mujer oculta

Se puede observar una situación social desde lejos o tras una separación (un «biombo de participación»), de manera que no nos vean o nos vean poco, en cuyo caso es posible participar efectivamente en los hechos sin exponernos a que los demás nos vigilen o nos apostrofen. De lo cual se deriva una escisión entre algunas ventajas y algunos inconvenientes de las interacciones cara a cara. Además, la presencia de tal biombo nos permite implicarnos simultáneamente en varias interacciones secundarias disociadas sin parecer indisponibles a ninguno de los participantes.

Hay una versión ritualizada de este comportamiento, que consiste en presentarse, en cierto modo, en el último borde de la situación, o bien al abrigo de cualquier protección, cuando en realidad se está enteramente asequible a los participantes. Oculta detrás de un objeto:

Detrás de una persona (con la posibilidad, entonces, de manifestar algo más que el simple distanciamiento, que puede llegar hasta la traición colusoria a la persona protectora):

La mujer lejana

Podemos considerar que el apartar la vista equivale a retirarse de la corriente de comunicación, y con el fin de recobrar, al abrigo de toda vigilancia directa, el dominio de las emociones. Como, por otra parte, en tal comportamiento no se trata de fuga, parece implicar cierta sumisión, cierta confianza en la persona origen del estímulo
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.

La mujer de los anuncios parece a menudo despegada de lo que la rodea (tener «la cabeza en otro sitio»), a pesar de estar al lado de un hombre, como si la vigilancia de él, preparado para enfrentarse a todo lo que pueda ocurrir, bastase por los dos. (A veces, en efecto, el hombre tiene aspecto de estar en guardia.) «A la deriva», pues, pero «anclada». Cuanto a los objetos que entonces mira la mujer, son diversos.

Puede ser, por ejemplo, una pieza de vestido del hombre, que ella retuerce distraídamente.

Las manos son muy adecuadas para fijar en ellas una mirada que se ha desviado, pues esta postura, además de indicar cierto recogimiento, casi siempre hace bajar la cabeza, en lo que puede verse una actitud de sumisión:

Hablar por teléfono supone forzosamente cierta distracción del entorno más directo. Entonces, se está menos prepaRado a lo que en él pudiera ocurrir, lo que suele remediarse limitando la duración de la llamada y no entrando demasiado en la conversación. En cambio, los anuncios nos muestras mujeres soñadoras, sumidas con delicia en comunicaciones que podemos imaginar bastante largas.

La mujer sumisa

En situación social, quien se tienda en la cama o en el suelo, estará más bajo que las personas sentadas o de pie. El suelo es, además, una de las partes menos limpias, menos puras y nobles de una pieza, el sitio que se reserva al perro, las cestas de ropa sucia, los zapatos de calle, etc. Por otra parte, es la postura que menos permite defenderse, que más dependientes nos hace de la benevolencia del medio. (Y evidentemente, el estar tendido en el suelo, el sofá o la cama parece ser un modo convencional de mostrar disposición sexual.) Lo importante para nosotros es que los anuncios nos muestran más a menudo niños y mujeres que hombres acostados.

Con frecuencia las mujeres, y muy pocas veces los hombres, posan con una «tímida flexión de rodilla». Sea como por otra parte fuere, esta flexión de la rodilla podría interpretarse como postura de quien renuncia a estar bien preparado a los imprevistos de la situación social, porque no puede por menos de retrasar ligeramente cualquier movimiento de lucha o fuga. Se trata, por tanto, de otra actitud que parece requerir la benevolencia de quien pudiera resultar peligroso en el entorno. Pero, recordemos, en este caso se trata más de montar una escena que de caracterizar sexualmenie un personaje. Así, la imagen puede muy bien representar dos mujeres, una flexionando la rodilla, y otra sirviéndole de soporte escénico. Hay reparto, pues, de dos papeles, que no corresponden forzosamente a dos sexos:

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