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Authors: Erving Goffman

Tags: #Sociología

Los momentos y sus hombres (22 page)

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La postura inclinada es de una distribución bastante idéntica a la anterior. Podemos distinguir entre la inclinación del cuerpo y la inclinación de la cabeza, pero las consecuencias no son muy diferentes. En ambos casos, el nivel de la cabeza se ha rebajado en relación con los demás, entre otros, indirectamente,. el espectador de la imagen. Se deriva una actitud que podemos interpretar como la aceptación de una subordinación, como una expresión insinuante, sumisa y conciliadora.

Puede admitirse que la sonrisa cumple a menudo una función de suavizador ritual, señalando que no es de temer ninguna hostilidad, querida o provocada, que se ha comprendido el significado de los actos del otro y que su persona se ha estimado digna de aprobación. E incluso hay quien temerosamente mira de reojo a un posible agresor y se sorprende sonriendo de manera automática cuando éste ha descubierto esa mirada, sin que siempre se vea tentado a devolver la sonrisa. Por otra parte, responder enseguida con una sonrisa (o, más aún, con risa aprobatoria) a un exabrupto puede querer decir que se pertenece, al menos por conocerlo, al entorno del que lo ha lanzado. Tbdas estas variedades de sonrisas parecen ser, pues, ofrenda de un inferior a un superior, más que al revés. De cualquier manera, comprobamos que en la sociedad estadounidense, durante las reuniones mixtas, las mujeres sonríen más, y más expansivamente, que los hombres, situación que la publicidad reproduce, quizá sin intención muy consciente
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Juegos de manos

Más que los hombres, las mujeres se nos muestran en posturas que las alejan mentalmente de la situación social circundante, dejándolas desorientadas y desconcertadas, parece, por tanto, que a la merced y benevolencia eventuales de otros participantes, presentes o posibles. Por otra parte, cuando una persona pierde el dominio de sus facciones, cuando su emoción se «desborda», tiene el recurso, para disimular un poco su fallo, de desviarse de los demás, o bien de taparse la cara o la boca, sobre todo, con las manos. Se trata de la ritualización de un gesto asociado a la infancia: con semejante acto no se puede disimular que se está disimulando algo, pero se ciega uno momentáneamente al entorno, Es, por tanto, una reacción particularmente vana e inadecuada cuando responde a una amenaza real.

La timidez

La risa

Lo mismo que taparse la boca puede ser una forma atenuada de ocultar el rostro, podemos admitir que el llevarse un dedo a los labios es, a su vez, una versión reducida de aquel actp. De todos modos, parece que se trata, corrientemente, de otra especie de ritualización: una manera atenuada de chuparse o morderse el dedo. En efecto, este gesto da la impresión de que cierta corriente de ansiedad, o cierto rumiar algo, o cualquier cosa parecida, se ha desviado del centro de la atención, manteniéndose aparte, disociada y más o menos inconsciente. Una cosa es cierta: parte de la cara está tapada, y es como si, pu- diendo ver sin ser vistos, fuésemos libres de sustraer el rostro y una de las manos a la implicación debida al cara a cara: Cuanto a los dedos juntos, parecen manifestar la misma vuelta disociada sobre sí mismo que el gesto anterior, pero en forma todavía más atenuada. Además, podemos imaginar que ha habido un movimiento desde la boca.

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