Mentirosa (30 page)

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Authors: Justine Larbalestier

Tags: #det_police

BOOK: Mentirosa
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—Creo que no —dice—. Nunca había estado en un coche.

No puede ser.

—¿Y en un autobús? —pregunto.

—No.

—¿Tampoco has ido en metro?

—Sí, eso sí —dice—. A veces dormía allí. Pero por las ventanillas del metro no se ven vacas ni caballos.

—No —digo.

—Me gustan las vacas —dice él.

—En la granja hay vacas. Cuatro.

Gira la cabeza para mirarme fijamente. Quiere asegurarse de que no le miento.

—¿En serio?

—Si, en serio. Vacas, caballos, cerdos, ocas, pollos.

Está impresionado.

—¿Caballos? ¿Podré jugar con ellos? —Corrijo a la baja la estimación de su edad.

—No sé si podrás
jugar
con ellos, pero podrás ayudar a darles de comer —le digo. Aunque no sé si tendrá tiempo antes de que le maten.

—Mola —dice, y vuelve a girar la cabeza para seguir mirando por la ventanilla. Empiezo a verlo como una marioneta. Una marioneta que llevamos al desguace.

DESPUÉS

Llegamos a la carretera que lleva a la granja antes del anochecer, lo que no está del todo mal. Aunque normalmente no salimos de casa antes de mediodía, ni tampoco un día entre semana. Hacemos todo el trayecto en la dirección contraria al tráfico. Ahora recorremos el tramo más frondoso desde que dejamos atrás la ciudad. Los árboles están muy cerca de la carretera de tierra, ocultando el cielo y la luz del sol. Los tonos dorados, rojos, marrones y púrpuras nos rodean, y la luz que se filtra a través de las hojas los hace llamear. Es muy hermoso.

El chico lo observa todo con la boca abierta.

Si voy a contarles a mis padres lo que pretenden hacer los Mayores con el chico blanco —Pete—, este es el momento. Estamos a menos de diez minutos de la granja, incluso a la velocidad a la que conduce papá. ¿Qué puedo decirles? ¿Qué puedo decirle a Pete?

¿Qué querría Zach que hiciera? ¿Vengarme de su asesino o perdonarle?

—¿Eso es una casa? —pregunta el chico—. Está rodeada de árboles. —Solo se distingue parte del porche y dos ventanas. El resto queda oculto por el follaje.

Papá detiene el coche.

—Así es —dice—. La casa de mi madre. Yo crecí aquí. Estoy seguro de que te gustará. —Porque papá la detesta.

Bajamos todos del vehículo y la abuela y la tía abuela Dorothy bajan los escalones de entrada para recibirnos. Demasiado tarde; ahora ya no puedo decir nada. Soy una cobarde, además de una mentirosa. Pero el chico es un asesino. Zach está muerto por su culpa.

—¿Este es el chico? —dice mi abuela, mirándolo fijamente.

Mis primos llegan y nos rodean. Pete se encoge, listo para recibir otra paliza. Los que son como yo, los que conviven con su lobo, retroceden ligeramente. Están cubiertos de arañazos. Ayer corrían por el bosque como lobos. Pero sienten curiosidad, puedo sentirlo. Incluso más que sus hermanos, hermanas y primos humanos.

—¿Cuántos años tienes? —le pregunta la abuela.

—No sé.

—A mí me dijo que tenía unos trece o catorce —digo—. Pero diría que es más pequeño.

—Puede ser. Es
muy
escuálido —dice la abuela—. Entrad en casa —les dice a mis padres—. Micah, enséñale la granja al chico.

—Vale —digo. Me alegro de que sean los Mayores quienes les expliquen a mis padres qué piensan hacer con el chico. Mejor ellos que yo. Mi madre intentará salvarlo. Aún no sé si quiero que lo consiga.

—Volved a vuestras tareas y lecciones —les dice la tía abuela a mis primos. Estos se alejan en grupo del chico, y este los mira con los ojos muy abiertos. Una de las niñas más pequeñas le saluda con una mano. Él le sonríe.

Esto no será fácil.

—¿Cómo se llama? —me pregunta.

—Mmm —digo—, no estoy segura. Siempre me lío con sus nombres.

—Pensaba que eran tu familia.

—Y lo son. Mis primos, primos segundos y cosas así. Las señoras mayores son mi abuela y mi tía abuela.

—Entonces, ¿cómo es que no sabes quién es quién?

—No paso aquí mucho tiempo y ellos son muchos. —Además, no quiero saberlo. Siempre he procurado mantenerme lo más alejada posible de ellos. Mi lugar está en la ciudad. Solo pasó aquí una temporada—. Y ella no es un lobo.

Nunca he querido quedarme en la granja. Por eso casi nunca hablo con mis primos. No quiero conocerlos.

Pero no puedo evitar conocer a los lobos. Cuando nos transformamos, somos una manada.

No quiero ser parte de una misma manada con Pete.

—¿De verdad que son tu familia? —pregunta.

—Sí, de verdad.

—Pero todos son blancos.

Pongo los ojos en blanco.

—Supongo que te habrás dado cuenta de que mi abuela es blanca y mi padre negro. No es muy difícil de imaginar el resto.

—¿Pero ninguno de tus primos es negro?

—No.

—Entonces, ¿no todos los lovos son negros?

—Lobos. No. ¿Cómo puedes preguntarme eso? Tú eres un lobo y eres blanco.

—Pensaba que todos serían negros, como tú.

—Soy el único licántropo negro que conozco.

—Guau —dice el chico—. ¿Cuándo podré volver a ser un lobo?

—Dentro de un mes, más o menos.

—¿Por qué hemos de esperar tanto?

—Solo ocurre una vez al mes. Los demás acaban de transformarse, así que te lo has perdido.

—Oh —dice. No estoy segura de si está decepcionado. Su voz es demasiado neutra.

—Tendrás que esperar —le digo.

—¿Puedo ver los caballos?

Le acompaño hasta los establos mientras decido qué hacer. Es tan joven y estúpido. Tiene tantas carencias. Esta es la mejor aventura de su vida. Se ha emocionado al ver una vaca, y ahora hace lo mismo al ver los caballos. Es la primera vez que sale de la ciudad. Nunca ha visto ni ha hecho nada.

Mi prima más pequeña, Lilly, está limpiando uno de los establos con una pala más grande que ella. Es un lobo, pero aún joven. Aún le quedan unos años para su primera transformación.

—Este es Pete —le digo—. ¿Te importaría enseñarle los caballos?

—Claro que no —dice Lilly—. ¿Tú también eres un lobo? Nunca había conocido a un lobo que no fuera un Wilkins.

Les dejo solos y regreso a la granja tan rápido como puedo. Voy a convencer a los Mayores para que no le maten.

HISTORIA FAMILIAR

Me gustaría decirte que tengo buenos recuerdos de Jordan, pero sería mentira. No recuerdo ni una sola cosa buena. ¿Y todo lo que te contado de él, el modo en que lo he descrito? Todo es verdad.

Era un capullo. Un mocoso egoísta y quejica. Jamás entenderé por qué mis padres le querían tanto.

Su muerte no cambió el amor que sentían por él, y tampoco hizo que me quisieran más a mí.

No, continuaron celebrando su cumpleaños con una tarta muy elaborada en forma de dinosaurio, porque a Jordan le encantaban los dinosaurios.

Aunque no era verdad. Cuando cumplió seis años ya se había olvidado de los dinosaurios, sustituyéndolos por los piratas. Cuando murió solo vivía para los superhéroes, sobre todo Batman. Si mis padres le querían tanto, ¿por qué no pueden recordar esos detalles?

Un año le compraron una tarta en forma de pelota de fútbol porque por entonces jugaba al fútbol. Pero olvidaron que solo había jugado medio año y que se le daba muy mal. Fatal.

Siempre había tarta, pudiéramos permitírnoslo o no. Yo tenía que desear a mi fallecido hermano un feliz cumpleaños, comerme la estúpida tarta y fingir que me lo pasaba bien.

El aniversario de su muerte es aún peor.

Mis padres no se visten de negro. Mamá dice que Jordan se pondría muy triste. Como si alguna vez se hubiera fijado en cómo iba vestida la gente. Lo que hacen es vestirse con ropa brillante y alegre. Y a mí me obligan a hacer lo mismo. Tengo que ponerme un vestido veraniego de mamá, que me queda demasiado corto y demasiado suelto. Y comemos su comida favorita: perritos calientes, que al menos son baratos. Entonces compartimos nuestros recuerdos del querido Jordan. Hablamos sobre lo mucho que le echamos de menos. Lo que más echamos de menos de él.

Como yo no echo nada de menos, cada año tengo que inventarme algo nuevo. Mis padres me observan detenidamente para asegurarse de que lo digo de todo corazón. Pero, créeme, al menos yo no miento tan descaradamente como lo hacen ellos. Jordan no cantaba como un ruiseñor, ni sabía tocar el piano, ni tampoco hablaba francés. No era un niño precoz ni tenía ningún talento.

Quieren a mi hermano muerto más de lo que me quieren a mí, a pesar de que yo soy su única hija viva.

Sé que desean que hubiera muerto yo.

DESPUÉS

Entro en la casa por la puerta trasera.

—Abuela —digo al llegar al salón—, no puedes matarlo.

—¿A quién no puedo matar? —dice la abuela, apartando la mirada del fuego para posarla en mí.

—¿Dónde están mis padres? —pregunto. No están allí. Solo está la abuela, la tía abuela y Hilliard, hecho un ovillo delante del fuego.

—¿A quién no puedo matar? —La abuela repite la pregunta.

—Al chico. Su vida es un desastre —digo, y me coloco entre ellos y el fuego. Recorro la habitación mientras hablo—. No sabía lo que hacía cuando mató a Zach. Ni siquiera sabía que era un lobo. Si no hubiese sido por mí, ni siquiera se habría transformado. Fue culpa mía, por olvidarme de tomar la píldora. No tiene familia, por eso nadie le ha explicado nada. Es un crío estúpido e ignorante. Puede quedarse en la granja, ¿verdad? Si le enseñáis a ser un lobo, no volverá a hacer daño a nadie.

—Lupus non mordet lupum
—dice la tía abuela Dorothy. Está sonriendo. Parece una abuela de postal. Cabello blanco recogido en un moño, mejillas sonrosadas. No tiene la mirada maligna de la abuela, aunque es igual que ella.

—Lo sé —digo—. No le morderéis, pero le mataréis. Aquí no representa ningún peligro. De verdad. Le encanta esto. Sé que parece increíble, pero se emocionó cuando vio los caballos.

—No matamos a otros lobos —dice la tía abuela—. Nunca hemos matado a otros lobos. A no ser que tengan la rabia o estén muy enfermos o algo así.

—Solo cuando no hay más remedio —dice la abuela.

—Pero no es el caso del chico —digo—. Vivir aquí le hará cambiar. Nunca ha tenido…

—Chica estúpida —me interrumpe la abuela—. Nunca hemos dicho que fuéramos a matarlo. Porque no lo haremos. Le necesitamos.

—Espera —digo, deteniéndome en mitad de un paso—. ¿Qué?

—Es un valioso ejemplar para la reproducción —dice la tía abuela—. Una nueva estirpe. Una nueva estirpe de
lobos
. Vale su peso en oro, Micah. No le tocaríamos ni un pelo de la cabeza.

—Pero me dijisteis que le mataríais. Me lo dijiste.

—Yo no dije eso —dice la abuela.

—¡Sí que lo hiciste! —No puedo creer que esté mintiendo tan descaradamente—. Te pregunté si le mataríais y me dijiste que sí.

—No, no lo hice —dice la abuela—. Soy más sutil que eso. Me limité a mover ligeramente la cabeza. Pudo haber sido un sí, pudo haber sido un no. En ningún momento dije nada sobre matarlo. Te dije que nos ocuparíamos de él, y eso es lo que haremos.

—Me
mentiste
. —No sé por qué me sorprende. No es la primera vez que lo hacen. Pero estoy segura de que
asintió
. Lo vi claramente. Aunque no abrió la boca, sigue siendo una mentira. ¿Cómo ha podido mentirme? De haberlo sabido antes no habría pasado por mi infierno particular intentando decidir qué debía hacer. ¿Cómo es posible que hayan estado jugando conmigo de este modo?

Sin embargo, no le matarán. El chico blanco seguirá viviendo, se convertirá en un lobo. Me siento tan aliviada que me dejo caer en el suelo, junto a Hilliard. Le acaricio la cabeza. Tiene el pelaje caliente por la proximidad del fuego. Se mueve y apoya la cabeza en mi rodilla. Le rasco detrás de las orejas.

—La cena estará lista dentro de poco —dice la tía abuela. Se pone en pie y se dirige a la cocina.

—Te dijimos que nos aseguraríamos de que nunca más matara a un ser humano —dice la abuela—. No lo hará. Y tampoco matará al ganado. Le enseñaremos todo lo que debe saber. Como os enseñamos a ti y a tus primos.

—¿Lo saben mis padres? —pregunto, y entonces recuerdo que no les he dicho que los Mayores pretendían matarlo. No he repetido la mentira de los Mayores—. ¿Dónde están?

—Se han ido.

—¿A dónde?

—A la ciudad.

Me quedo petrificada, la mano sobre la cabeza de Hilliard. ¿Mis padres se han marchado sin mí? No es posible.

—¿Por qué?

—A partir de ahora vivirás aquí —dice la abuela—. Serás…

Corro hasta la puerta, bajo los escalones de entrada y sigo corriendo hasta el lugar donde papá ha dejado el coche, pero solo veo roderas en el barro. Corro por la carretera de tierra tan rápido como puedo. El coche no está. Corro hasta que la casa desaparece entre los árboles y me dejo caer al suelo, me revuelco en el barro y las hojas caídas.

Mis padres me han dejado aquí. Saben que no maté a Zach. Encontré al chico blanco. Les he demostrado que fue él, no yo. Y, aun así, me han abandonado.

Esto no tiene nada que ver con Zach. Esto es por lo de Jordan.

Mis padres me han destrozado la vida. Sin ni siquiera despedirse.

Aúllo. Lloro, gimo y grito. Lanzo puñados de barro y hojas al cielo.

¿Cómo han podido hacerme esto?

HISTORIA PERSONAL

Es posible que mentirte sobre lo de Jordan haya sido excesivo. (¿Cruel? ¿Intolerable?) Pero tenía un motivo.

Quería deshacerme completamente del dolor. Si podía conseguir que tú creyeras que no había existido, tal vez yo también podría creerlo. Olvidarme de él. Olvidar cómo murió.

No me costaría mucho. Ya te he dicho que nunca hablábamos de él. Salvo por su cumpleaños y en el aniversario de su muerte. Dejando de lado esos dos únicos días, es como si Jordan jamás hubiese existido.

Ojalá nunca hubiese existido. Ojalá me lo hubiera inventado. Preferiría que mi hermano fuera Pete y no Jordan. Me hubiera costado menos inventarme a Pete que a Jordan. Es mucho más creíble.

No estoy diciendo que me haya inventado a Pete.

Ya sabes qué quiero decir.

Convencerme a mí misma de que Jordan era imaginario ha sido un fracaso. Creo que nunca he tenido la menor oportunidad. Incluso muerto, su presencia es constante. En el modo en que me miran mis padres. En el modo en que no me miran. En el modo en que desconfían de mí.

En el poco amor que me profesan.

Fue un accidente.

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