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Authors: Douglas Coupland

Microsiervos (26 page)

BOOK: Microsiervos
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Todd ha contado la historia de Charlie Brown, que sale la noche de Halloween a recoger regalos, le meten una piedra en la bolsa y entonces dice: «Me han dado una piedra», pero mi madre no le ha visto la gracia.

No hace falta ni decir que había muchos productos procedentes de Fry's:

• Mío para mi padre: un calendario de pared con fotos de distintas maquetas de trenes para cada mes.

• De Abe para Susan: una copia de Quicken, un programa extrañamente religioso de software personal/financiero sin opciones para compañeros de piso u otras alianzas donde se comparta sexo o espacio que no sean propias de la era de la Guerra Fría.

• De Susan a Todd: varios SIMM (módulos de memoria).

• De todos para todos: cables de audio y vídeo.

• De Michael para mi padre: una caja de herramientas roja antigua, marca Craftsman.

• De Santa Claus para todos en nuestros calcetines: coca-colas
light
, productos Hostess, cintas de vídeo vírgenes ¡y pilas!

Naturalmente: cargamentos de StarTrekkiana:

• tres CD importados de Gran Bretaña de William Shatner karaokeando «Mr. Tamborine Man» (famoso error profesional número 487), así como «Lucy in the Sky with Diamonds»

• suscripciones a la revista
Starlog

• las galeradas, obtenidas bajo mano, de la biografía de Gene Rodenberry, de próxima aparición

• alfombrillas para ratón de
La nueva generación

• fotos en papel brillante de Data, Riker, Deanna Troi y Wesley de
Star Trek: La nueva generación

• una maqueta de plástico del centro de control de la nave
Enterprise
, así como una réplica de la nave
Enterprise
de Franklin Mint

• un yo-yo de
Espacio profundo nueve
, pero nadie se ha metido todavía en serio en el
Deep Space Nine
, de modo que no ha tenido ningún éxito y se ha quedado sobre la mesita de centro

Oído de pasada: «¡Según
MacUser
, valgo cuatro ratones y medio!»

Mi madre ha asado un pavo para cenar, se ha puesto perlas y ha canturreado como una mamá de la tele. Hemos comido todos juntos en el comedor «formal». La Navidad es tradicionalmente algo más importante en nuestra casa pero, como nos vemos demasiado, el hecho de estar juntos no ha tenido nada de extraordinario. Hemos hablado de los Macs y del producto.

Al fondo, la tele ponía una reposición de
La ruleta de la fortuna
y se oía un ding, ding, ding. Mi madre ha preguntado: «¿Qué es ese ruido?», y Susan ha contestado: «Es que alguien acaba de comprar una vocal.»

¡Y la GRAN sorpresa ha sido que ha aparecido ABÉ! Como alguien salido de una película de Disney, en plena comida, en un coche blanco alquilado, cargado de productos Sony, botellas y una gran caja con un lazo espectacular para Bug: una trituradora de papel comprada en una tienda de saldos. No me cabe duda de que Bug se sorbía los mocos de agradecimiento («¡Es lo más bonito que me han regalado en la vida!»). Se ha pasado el resto de la tarde lanzando a la chimenea bombas de papel con los restos triturados envueltos en hojas de periódico, librando el Habitrail de varios meses y de varias capas de material estratificado, de modo que al final ha quedado bastante presentable.

Después de la cena, hemos metido a Abe a la fuerza en la camioneta y lo hemos llevado al 7-Eleven Para comprarle más regalos de Navidad, así que ha terminado recibiendo ejemplares de
People
, hamburguesas con queso al microondas, chocolate con cacahuetes Reese's Pieces y cuerda. Me he dado cuenta de lo mucho que me gusta Abe, pero me pregunto si habría llegado a admitirlo de haber seguido viviendo en la casa comunitaria. Creo que nuestra correspondencia por correo electrónico nos ha proporcionado una intimidad que el contacto cara a cara nunca habría podido darnos. ¡Qué paradoja!

He estado a punto de hacerle a mi padre un cartel diciendo: «
SE OFRECE DIRECTOR A CAMBIO DE COMIDA
», pero después me he sentido un hijo malo, malo, y más tarde, me he deprimido pensando en los que tienen más de cincuenta años, imaginándolos de pie en la esquina del Camino Real y la avenida Rengstorff, sosteniendo un cartel como ése. Todavía no puedo creer que Michael regalara a mi padre un bonito juego de herramientas para Navidad. Qué bien pensado, el muy cabrón.

Domingo
26 de diciembre de 1993

Salida familiar.

Karla y yo hemos cogido el coche y hemos bajado la colina hasta Syntex, el lugar de nacimiento de la pildora anticonceptiva, un poco más abajo de la casa de mis padres, en la avenida Hillview: un complejo tecnológico vacío propio de las utopías de los setenta, con un aire a lo
La amenaza de Andrómeda
. Nos hemos sentado en el anfiteatro de césped, junto a los abedules sin hojas, hemos mirado las esculturas del jardín de esculturas, hemos caminado por los senderos fingiendo que éramos Susan Dey y Bobby Sherman en una cita, caídos en una oscura distorsión cultural, para aterrizar en el sueño tecnológico apoyado por la libertad total del alocado estilo de vida de la televisión de esa época.

Syntex fue la primera empresa en inventar «el lugar de trabajo como un campus». Antes de los parques de alta tecnología de California, lo más que una empresa había hecho nunca por un empleado era tal vez darle una casa, tal vez un coche, tal vez un médico y tal vez un lugar donde comprar alimentos. A partir de la década de los setenta, las empresas empezaron a poner duchas para la gente que corría durante la hora de la comida, y esculturas para relajar el alma trabajadora —un humanismo con visión de futuro—: fue la primera integración global del reino de la empresa en la vida privada. En los años ochenta, la integración de la empresa abrió una brecha en el siguiente reino de la invasión de la vida privada con campus como los de Microsoft y los de Apple. El siguiente nivel de intrusión fue que la frontera entre trabajo y vida se difuminó hasta el punto de hacerse indistinguible.

Danos toda tu vida o no te dejaremos trabajar en superproyectos.

En los años noventa, las empresas ni siquiera contratan a la gente. La gente se convierte en su propia empresa. Era inevitable.

Caminando por aquel vacío, Karla y yo nos hemos sentido como si fuéramos la última pareja en la Tierra. Nos hemos sentido como Adán y Eva.

Le he contado a Karla que Ethan no cree que la inversión en empresas de biotecnología sea tan buena como dicen porque es demasiado «de 9 a 5», los empleados siguen horarios no informáticos y sus aparcamientos NUNCA tienen coches en domingo. Lo cierto es que Ethan sigue buscando todavía una empresa de biotecnología que tenga empleados los domingos. Dice que, cuando encuentre una, podrá invertir todo lo que tenga, echarse a esperar y retirarse. ¡Como si tuviera algo que invertir!

Karla ha cogido algunas escarchadas, la planta semioficial del mundo de la alta tecnología porque estabiliza las laderas muy rápidamente. Karla dice que el hecho de que no tenga espinas la convierte en la versión «Play-Doh» del cacto.

Nos hemos sentido muy libres. Hemos discutido si ir o no a colarnos al instituto de investigación que hay saliendo de la 280 y donde vive la gorila Koko con su cría. Karla ha dicho que el parche de nicotina transdérmico se inventó al otro lado de la colina, en Page Mill Road, cerca de la sede central de la Interval Research Corporation. ¡Esto es historia! Después, ha sugerido que visitáramos el campus de Interval Research para ver cómo es: «Si Syntex fue la década de los setenta y Apple fue la de los ochenta, Interval es la década de los noventa.»

La sede central de Interval Research es como un hotel para lunas de miel de la clase media situado en Maui hacia 1976, aunque ligeramente deteriorado, con pequeños estanques a lo isla desierta entre los edificios y un vestíbulo que produce una vaga sensación médico/dental del tipo «¿es aquí donde tengo que dejar mi muestra de orina?».

Y (esto es importante) había COCHES en el aparcamiento, incluso al día siguiente de Navidad y en domingo.

Karla ha dicho que conocía a una chica, Laura, que trabajaba allí, así que hemos preguntado y estaba. Hemos dado golpecitos en su ventana, con vistas al estanque central del patio, ha alzado la vista, ha salido y nos ha hecho entrar. Laura tiene un CI de 800, como Karla. Nos ha invitado a entrar y hemos jugado al billar en la mesa que tienen. La mesa de billar es a los noventa lo que los sillones rellenos de bolitas fueron a los setenta.

Interval Research es una empresa extraña porque nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que hacen. Se caracterizan por su actitud cautelosa. Laura hace algo relacionado con redes neuronales.

La gente proyecta en el hermetismo de Interval su paranoia o su esperanza. Y siempre reacciona de modo visceral cuando la mencionas. Interval es el centro de investigación que fundó Paul Allen, de Microsoft, cuando se enteró de que tenía una enfermedad terminal. Después de fundarlo, la enfermedad desapareció.

Las instrucciones que tiene Interval se reducen a generar bienes intelectuales y no desarrollan productos: una herejía en el Valle del Silicio. Si una idea es lo bastante buena, el acuerdo tácito es que hay un inversor en la casa, un tipo llamado Paul Alien, que correrá con los gastos. No es de extrañar que la gente se ponga celosa: imagina lo que es no tener que luchar por el dinero para iniciar un proyecto, ¡eso sí que es libertad intelectual!

Abe es contrario a la falta de agresividad en la investigación pura. Dice que Interval es la versión intelectual de
La colina de Watership
. Tenemos que recordarle que, desde que el gobierno ha dejado de interesarse por la «gran ciencia», alguien tiene que hacer investigación teórica pura. Da su brazo a torcer, pero a regañadientes.

Laura trabajaba antes en el Grupo de Tecnología Avanzada de Apple, pero se marchó hace un año. Cuando empezó a trabajar en Apple, tenían un plazo de rendimiento para la investigación teórica que iba de 3 a 7 años; un proyecto tenía que ofrecer resultados en un plazo de tres a siete años tras su inicio. A principios de los noventa, el plazo de rendimiento se redujo a un año: «Aquello no era lo bastante uno punto cero —ha dicho Laura—. Aquí, el plazo va de los cinco a los diez años. Eso está bien.»

Le hemos preguntado qué diferencia había entre Apple e Interval y nos ha dicho que Apple intentaba cambiar el mundo, en tanto que Interval intentaba influir sobre el mundo. «Tenemos fama de tener malas pulgas —ha dicho—, probablemente debido al trabajo de Brenda Laurel sobre el género y la inteligencia, pero os aseguro que esto es un paraíso: podemos dedicarnos a las matemáticas puras, al software teórico o a mirar a Ricki Lake, si lo necesitamos.» (Debería añadir que Laura es una fiera jugando al billar. Se lo comenté y dijo: «Bueno, es sólo matemáticas.») Brenda Laurel es la mujer responsable de la investigación sobre la relación entre las mujeres y las matemáticas. Es la anti-Barbie.

«Además, la gente aquí es un poco mayor —ha dicho—, y suele entrar sólo por recomendación. No existe una rutina de selección a base de acertijos para admitir a la gente, ni tampoco tenemos un superior inmediato al que debamos dirigirnos para informar de nuestro trabajo. Es una especie de escuela de posgrado. Se supone que todos somos iguales pero, evidentemente, hay personalidades subiguales y personalidades superiguales, y pronto se establecen relaciones planeta/satélite. Pero, por lo general, todos somos nuevos y procedemos de la universidad o de la empresa y queremos mantener viva la llama del uno punto cero.»

Laura nos ha desplumado jugando al billar. Me he sentido un tonto por perder, tal como pasa siempre cuando uno pierde al billar. El billar es como patinar: tienes que fingir que eres el tipo más frío del mundo cuando por dentro te cagas de miedo.

Han pasado por ahí otros técnicos y resultaba refrescante: parecía un día de trabajo normal. Karla le ha prometido a Laura que se las arreglará para que vea a Anatole. Laura estaba colada por él en Apple.
L'amour, l'amour
. La verdad, me ha impresionado menos de lo que esperaba. Supongo que esperaba que hicieran experimentos de levitación magnética o construyeran reactores con Mylar. O que sacaran del aparcamiento camiones con cebollas de 1.500 kg custodiadas por guardias de seguridad con ametralladora.

Le he dicho que, dado que los amigos de Anatole iban a ayudarnos a comprobar el funcionamiento de
Oop!
en la versión alfa, a lo mejor podríamos conseguir una aproximación a Anatole si nos ayudaba. Ha asentido al instante. ¡Ha sido como pedirle a Tom Sawyer que pinte una valla de blanco!

Al volver a casa, mi madre y mi padre acababan de llegar de un paseo en bici a lo largo de la autopista Foothills. Estaban sudando y Misty los lamía en busca de sodio. Después han mirado los vídeos de Martha Stewart y se han sentido culpables por no orientar sus vidas de un modo más elegante.

Bug ha pasado por casa, de camino a una fiesta en San José. Le hemos contado nuestro viaje a Interval y nos ha dicho que el paradigma que sustituirá a la interfaz gráfica de usuario saldrá de ahí, y que el trabajo de la metáfora del portátil de los años setenta de PARC era el «electrodoméstico intelectual de color aguacate de la industria informática».

«Vaya, qué volubles son tus lealtades», ha dicho Karla.

«Vamos, Bug —he dicho—, ¿no puedes juzgar a PARC con un poco de dureza?»

«Puedo echar espumarajos contra PARC durante toda la vida —ha dicho Bug—, o bien puedo disfrutar con el siguiente centro de investigación tipo PARC. Prefiero disfrutar. Dan, ¿dónde está tu madre? He traído una piedra que tal vez le guste.»

Bug está dedicando parte de su tiempo libre a desarrollar una rutina de control del tráfico para oficinas destinada a minimizar el número de veces que los empleados se cruzan en el pasillo. Se ha inspirado en ese personaje de dibujos animados, Dilbert, que se aterra cada vez que tiene que cruzarse con otra persona en el pasillo. «Bien, ¿qué se supone que debe decir una persona, Kar? ¿Con qué frecuencia puede generar una persona una broma nueva e ingeniosa para cada vez que se tropieza con alguien? Oohhh... qué moqueta más bonita. Oohhh... qué interruptor Honeywell con termostato hay junto a la fotocopiadora. Los seres humanos no fueron diseñados para tropezar unos con otros por los pasillos. Estoy suministrando un valioso servicio postindustrial. Microsoft habría sido un paraíso si mi sistema hubiera estado operativo e instalado.»

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