Misterio del gato desaparecido (4 page)

BOOK: Misterio del gato desaparecido
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—Es estupendo, Luke —le dijo—. Y, además, el colorido está muy bien también... las orejas castaño oscuro como la cara, las patas y la cola... y el cuerpo color crema... los ojos azul brillante... y no has olvidado el pequeño anillo de color crema que «Reina Morena» tiene en mitad de su cola. Ahí es donde le mordió el otro gato, ¿verdad?

—Sí —respondió Luke—. Pero más adelante se le volverán oscuros también. La señorita Harmer dice que eso no le impedirá ganar los concursos.

—¿Cómo está el viejo Tupping estos días? —preguntó Pip.

—Terrible —dijo Luke—. Ojalá no tuviera que trabajar para él. Tiene tan mal genio. Siempre estoy temiendo que vaya a quejarse de mí a mi padrastro. Si lo hiciera me ganaría una buena azotaina. Mi padrastro no me quiere.

Los cinco niños sintieron lástima de Luke, quien no parecía tener una vida muy agradable. Era un muchacho amable y generoso, siempre dispuesto a hacer cualquier cosa por ellos. Adoraba a la pequeña Bets, y la defendía siempre que Pip intentaba burlarse de ella, cosa que ocurría muy a menudo.

«Buster» adoraba a Luke.

—¡Está agradecido porque le libraste de Tupping! —dijo Fatty viendo que «Buster» trataba de encaramarse por las piernas de Luke.

—Es un perrito muy simpático —replicó Luke—. Me gustan mucho los perros. Siempre me han gustado. Y también los gatos. Son muy bonitos, ¿no es cierto?

—Hoy hemos visto a alguien más en el jardín —dijo Larry—. Una señora de mediana edad, muy delgada, con una nariz muy roja, lleva lentes que se le caen constantemente, y un moño muy curioso en la parte de atrás de su cabeza. ¿Quién es? Ésa no es «lady Candling», ¿verdad?

—Oh, no —dijo Luke—. Ésa es su acompañante, la señorita Trimble. Yo la llamo «Tembleque»... por el miedo que le tiene al viejo Tupping. Es la encargada de cortar las flores para la casa, y si sale a cogerlas cuando Tupping está aquí, la sigue como un perro dispuesto a morderla y dice: «Si corta una rosa más, estropeará el rosal.» «Si coge esas amapolas, se le mustiarán... no debe cortarlas cuando hay sol.» Y cosas por el estilo. La pobrecilla tiembla y se estremece, y a mí me da lástima.

—Todo el mundo teme a Tupping —dijo Daisy—. Es un tipo horrible. Espero que un día tenga su castigo por ser tan odioso, pero apuesto a que no llegará ese día.

—Ven a mi jardincito, Luke —intervino Bets, arrastrando al muchacho—. Tengo unos antirrinos preciosos.

Luke fue con ella. Era un jardincito muy bonito hecho por la propia Bets. Estaba compuesto de un rosal, un arbusto pequeño, varios antirrinos rojos y amapolas de Shirley.

—¡Estupendo! —exclamó Luke—. ¿Y te da alguna grosella este arbusto?

—Ninguna —replicó Bets tristemente—. Y planté dos fresones el año pasado... bien maduros... y no me salió ninguna mata de fresas, Luke. Tuve una desilusión. Este año quería coger fresas en mi propio jardín.

Luke lanzó su risa clara y potente.

—¡Jo, jo, jo, jo! ¡Las fresas no crecen plantándolas, Bets! Sino por serpas... ya sabes, tallos largos que se cortan de las plantas. En las serpas crecen pequeños brotes nuevos. Te diré lo que vamos a hacer... te daré algunas de las serpas de nuestro jardín. Ahora estoy limpiando los macizos, y habremos de tirar muchas. Puedes quedarte con algunas.

—¿No importará? —preguntó Bets pensativa—. ¿De verdad tenéis que tirarlas?

—Sí... hemos de quemarlas en el montón de desperdicios —exclamó Luke—. Mañana Tupping tiene fiesta. Puedes saltar la tapia y yo te enseñaré dónde crecen y te daré algunas.

Así que al día siguiente Pip ayudó a Bets a saltar la tapia por un lado y Luke por el otro. La llevó al macizo de las matas de fresas y le mostró las nuevas plantas que crecían en los tallos de las plantas viejas.

—Las fresas son muy listas al hacer que sus nuevas plantas crezcan así, ¿no te parece? —dijo Bets, quien vio un montón de ellas junto a la azada de Luke—. ¡Oh! —exclamó—. ¿Y ésas son las que vas a tirar? ¿Cuántas puedo llevarme?

—Coge seis —le dijo Luke, escogiendo seis buenas plantas, cada una de ellas con varios brotes nuevos, y se las dio a Bets.

—¿Quién es? —exclamó Bets de pronto al ver a una mujer que se acercaba.

—Es la señorita Tembleque —dijo Luke—. No debe darte miedo. No te comerá.

La señorita Trimble se acercó, sonriendo a Bets, pero a la niña no le gustó mucho por ser tan delgada y huesuda. Llevaba lentes sin montura, que se sujetaban sobre su nariz por medio de una pinza. Se le caían constantemente y quedaban colgando de una cadenita. Bets se entretuvo en contar las veces que se le caían.

—Vaya, ¿quién es «esta» niña? —preguntó la señorita Trimble con voz de pájaro. Sus lentes se cayeron y tuvo que volver a colocarlos sobre su nariz.

—Me llamo Bets y vivo en la casa de al lado —repuso la niña.

—¿Y qué llevas ahí? —preguntó la señorita Trimble mirando las plantas que llevaba Bets—. ¿Algún tesoro?

—No —contestó Bets—. Sólo unas plantas.

Los lentes de la señorita Trimble volvieron a caerse y ella se los caló de nuevo.

—¡Ten cuidado no vayas a perderlas! —dijo ella riendo. A Bets no le pareció divertido, pero también se rió por cortesía. Los lentes de la señorita Trimble volvieron a caerse.

—¿Por qué se le caen? —le preguntó Bets con interés—. ¿Es que su nariz es demasiado delgada para aguantarlos?

—¡Oh, qué niña más graciosa! —dijo la señorita Trimble volviendo a reír—. Bueno, adiós, querida, tengo que ocuparme de mi trabajo.

Se marchó y Bets dijo a Luke:

—Se le han caído seis veces los lentes, Luke.

—Eres terrible —dijo Luke—. ¡Espero que no se le ocurra decir al señor Tupping que te ha visto aquí!

¡Pero eso fue precisamente lo que «hizo» la señorita Trimble! No fue con mala intención, ni siquiera sabía que Tupping había echado a los niños del jardín unos días antes. Al día siguiente estaba cortando rosas cuando Tupping se le acercó para observarla.

La señorita Trimble comenzó a asustarse, como siempre que tenía cerca al jardinero. Era tan bruto. Se volvió para dirigirle una sonrisa asustada.

—Hermosa mañana, Tupping, ¿no le parece? —le dijo—. Qué bonitas están las rosas.

—Dejarán de estarlo cuando usted haya terminado de tocarlas —replicó Tupping.

—¡Oh, yo no las estropeo! —exclamó la señorita Trimble—. Ya sé cómo hay que cortar las rosas.

—¡Sabe usted tanto como un niño! —dijo el iracundo Tupping, divirtiéndose al ver lo asustada que estaba la pobre señorita Trimble.

El oír la palabra niño, hizo que la señorita Trimble se acordara de Bets.

—Oh —dijo tratando de desviar la conversación de las rosas—. Oh, ayer vi a una niña muy mona en el jardín con Luke.

El rostro de Tupping se puso negro, negro como una tormenta.

—¡Una niña aquí! —gritó—. ¿Dónde está ese Luke? ¡Le arrancaré la piel como deje entrar aquí a esos niños a mis espaldas!

Fue a buscar a Luke. La señorita Trimble se estremeció de miedo y sus lentes se le cayeron enredándose con su collar de tal forma que tardó veinte minutos en soltarlo con sus temblorosas manos.

—¡Es un individuo muy desagradable! —no cesaba de murmurar para sí—. ¡Oh, Dios mío! Espero no haber comprometido a Luke. Es tan simpático... y además es sólo un niño. Espero no haberle puesto en ningún verdadero aprieto.

Pero Luke «sí» estaba en un aprieto. Tupping fue a su encuentro con sus ojos grises casi ocultos bajo sus pobladas cejas.

—¿Quién era esa niña que estuvo ayer aquí? —le preguntó—. La de la casa vecina, ¿no? ¿Y qué estaba haciendo aquí?

—Nada que no debiera, señor Tupping —replicó Luke—. Es muy buena.

—Te he dicho que «qué es lo que estaba haciendo aquí» —gritó el señor Tupping—. Robando melocotones, supongo, o cogiendo ciruelas.

—Es la niña que vive en la casa de al lado —dijo Luke con calor—. Es incapaz de hacer una cosa así. Le di unas plantitas para su jardín, eso es todo. ¡De todas formas había que quemarlas!

Al señor Tupping parecía que le iba a dar un ataque. ¡Pensar que Luke había regalado algo de «su» jardín! Él estaba convencido de que era suyo y no de lady Candling, ni se paró a pensar que tal vez la señora hubiera estado dispuesta a dar a la niña algunas plantas, puesto que le gustaban tanto los niños.

Tupping tiró a Luke de las orejas y fue derecho a la tapia. Luke no se atrevió a seguirle. Estaba seguro de que todos los niños habían salido porque había oído sus voces y los timbres de sus bicicletas por la carretera. Se aplicó de nuevo a su trabajo con las orejas enrojecidas. Sentíase muy enojado con la señorita Trimble. ¿Por qué había delatado a Bets?

Los niños «sí» habían salido con sus bicicletas... todos menos Bets. El paseo que pensaban dar era demasiado largo para ella y muy a pesar suyo tuvo que quedarse con «Buster». Era tan molesto tener cuatro o cinco años menos que los otros. ¡Siempre la dejaban en casa!

—«Buster», ven a sentarte conmigo y te leeré una historia de conejos —le decía Bets. Y al oír la palabra «conejos» «Buster» corrió hacia ella, pensando que iba a llevarle a paseo. Pero en vez de eso se sentó debajo de un árbol y abrió un libro que llevaba bajo el brazo.

—Érase una vez un conejo muy gordo que se llamaba Woffly —comenzó a leer—. El...

Pero «Buster» se aburría y echó a correr hasta la puerta para ver si regresaban los otros. Bets se quedó sola. De pronto oyó un ruido, alzó la cabeza... y, oh cielos, allí, sobre la tapia, estaba el horrible señor Tupping.

CAPÍTULO V
TUPPING... «BUSTER»... Y EL SEÑOR GOON

Bets estaba tan asustada que no fue capaz de levantarse y echar a correr. Buscó a «Buster» con la mirada, pero no le vio. Presa de pánico, contempló cómo se acercaba a ella el señor Tupping con el rostro enrojecido por la ira.

—¿Eres tú la niña que estuvo ayer en mi jardín? —le dijo.

Bets asintió con la cabeza. No podía articular palabra.

—¿Te llevaste mis matas de fresas? —preguntó el señor Tupping con mayor ferocidad también.

Bets seguía sin poder hablar y asintió de nuevo con el rostro muy pálido. Estaba segura de que no había hecho ningún daño llevándose aquellas matas. Las había plantado cuidadosamente en su jardincillo, las regó a conciencia y ahora eran suyas. Iban a tirarlas y quemarlas después.

El señor Tupping alargó el brazo e hizo poner en pie a la niña.

—Enséñame dónde las pusiste —le dijo.

—Suélteme —exclamó Bets recuperando el habla—. ¡Se lo diré a mi mamá!

—¡Puedes decírselo si quieres! —replicó el señor Tupping—. Y yo se lo diré al señor Goon, el policía, ¿sabes? Le diré que me robaste mis matas de fresas y él os meterá a Luke y a ti en la cárcel.

—En la cárcel no encierran a las niñas —sollozó Bets, pero su corazón dio un vuelco al imaginar a Luke en la cárcel.

—¿Dónde están las matas de fresas? —preguntó el señor Tupping, y Bets le condujo hasta su jardincito. En cuanto el señor Tupping vio las plantitas tan bien cuidadas se inclinó y las arrancó todas. Las hizo pedazos y luego las arrojó a una hoguera que ardía allí cerca. Bets sollozaba amargamente. ¡Pobrecitas plantas!

—Eres una niña muy mala —le dijo el señor Tupping—. Y voy a decirte una cosa... si vuelves a entrar otra vez en mi jardín iré a decírselo al señor Goon, el policía. Es muy amigo mío e irá a hablar con tu padre antes de que cante un gallo. Y en cuanto a Luke... bueno, le meterán en la cárcel, no te quepa la menor duda.

Y dicho esto el señor Tupping echó a andar hacia la tapia, pero antes de que pudiera llegar a ella, «Buster» llegó corriendo, y al ver llorar a Bets olfateó al jardinero y enseguida ató cabos. ¡Desde luego «Buster» era muy inteligente!

Alcanzó a Tupping sujetándole por una pernera del pantalón mientras gruñía amenazadoramente. Tupping lanzó un gemido.

—¡Llama a tu perro! —gritó.

Bets llamó a «Buster».

—Oh, «Buster». ¡Ven aquí, «Buster»!

Pero «Buster» lo estaba pasando en grande: allí estaba su enemigo maltratando a su querida Bets. ¡Grrr!

Tupping estaba asustado. Pegaba patadas y cogió un palo. «Buster» arrancó un buen pedazo de la pernera del pantalón del jardinero y se retiró debajo de unos arbustos para morderlo. Tupping, aprovechando la oportunidad, se subió a la tapia, pero «Buster» salió de los arbustos en un abrir y cerrar de ojos y mordió los tobillos de Tupping, arrancando otro pedazo de pantalón y de sus calcetines de lana. Tupping, gritando de dolor, saltó al otro lado de la tapia.

Bets ahora no sabía si reír o llorar.

—¡Oh, «Buster», querido «Buster», eres maravilloso! —le dijo.

—¡Grrrrr! —respondió «Buster» feliz, sin dejar de morder el pedazo de pantalón.

Bets se sentó a pensar. Deseaba ir a contárselo todo a su madre y verse consolada por ella. La pobre niña había tenido un gran susto, pero temía que de contárselo a su madre, ésta se lo dijera a lady Candling, y lady Candling regañara a Tupping y Tupping ¡ría a decir al policía que Luke había robado las plantas para dárselas a ella.

—Y el señor Goon no nos tiene simpatía desde que descubrimos el Misterio de la casa incendiada antes que él —se dijo Bets para sus adentros—. Así que le encantaría escuchar todo lo que Tupping fuera a contarle... y la que armaría. Y entonces sí que Luke iría a la cárcel. ¡Ojalá estuvieran allí los otros!

Al fin regresaron. Y Fatty reparó en el acto en la cara bañada de lágrimas de Bets.

—¿Qué te pasa? —le dijo—. ¿Te han reñido, Bets?

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