Misterio En El Caribe (27 page)

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Authors: Agatha Christie

BOOK: Misterio En El Caribe
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—¿Por qué se acordó usted inesperadamente de su ojo de cristal?

—quiso saber mister Rafiel, curioso.

—Hizo que me acordara de aquél algo que dijo la señora de Caspearo. Ésta habló de la fealdad del comandante y del «mal de ojo»... Yo alegué que Palgrave no tenía la culpa de llevar un ojo de cristal, y ella manifestó entonces que sus ojos miraban en distintas direcciones. Añadió que eso atraía la mala suerte. Yo estaba... yo estaba convencida de haber oído algo aquel día de gran importancia. Anoche, poco después de haber sido descubierto el cadáver de Lucky, averigüé qué era. Entonces comprendí que no había tiempo que perder.

—¿Por qué Tim Kendal se equivocó, matando a Lucky?

—Eso fue obra de la casualidad. Me imagino que habiendo convencido a todo el mundo, Molly inclusive, de que su mujer era una desequilibrada, tras haberle administrado una fuerte dosis de la droga que había estado utilizando, le dijo que abrigaba el propósito de descubrir el misterio de los dos asesinatos que se habían cometido en el hotel, precisando con tal fin de su ayuda. Con este objeto, una vez estuvieron todos durmiendo, se unirían siguiendo caminos distintos en un punto convenido, situado junto al río. Tim Kendal comunicó a Molly que creía saber quién era el asesino. Pretendía tenderle una trampa. Molly, obediente, salió del "bungalow". Pero la droga la había dejado aturdida y perdió algún tiempo. Tim fue el primero en llegar al punto acordado, en el que descubrió a una mujer que tomó por Molly. Sus cabellos eran también rubios y llevaba, asimismo, un chal gris pálido echado sobre los hombros... Acercóse a ella cautelosamente por la espalda, le tapó la boca con una mano y la forzó a introducir la cabeza en el agua, manteniendo así a su víctima durante un buen rato...

—Es terrible, ¿eh? Pero ¿no habría sido más rápido y seguro para él administrar a su esposa otra dosis elevada de narcótico?

—Sí, ese procedimiento le hubiera resultado más fácil. Sin embargo, tal método habría suscitado sospechas. Recuerde que se había procurado que Molly no tuviese a su alcance más narcóticos ni sedantes. De haberse procurado otros, todos habrían pensado en que se los había administrado su marido. En cambio, si en un arrebato de desesperación ella abandonaba el «bungalow» mientras su inocente esposo dormía, para arrojarse al río, todo habría quedado en una romántica tragedia. Nadie hubiera tenido por qué sugerir que su muerte había sido obra de Tim Kendal. Aparte —añadió miss Marple—de que los criminales rechazan los procedimientos sencillos. Frecuentemente éstos se complacen en seguir complicados derroteros, los cuales son, a menudo también, su perdición.

—Usted, miss Marple, por lo que veo, sabe cuanto hay que saber acerca de la especial psicología de los criminales. Entonces usted cree que Tim Kendal no se dio cuenta de su error al matar a Lucky, ¿verdad?

Miss Marple movió la cabeza.

—Ni siquiera se molestó en echar un vistazo a su rostro. Separóse de ella inmediatamente... Dejó transcurrir una hora. Luego procedió a organizar la búsqueda de su esposa, representando el papel de un hombre atormentado por el dolor.

—Pero, ¿qué diablos hacía Lucky en el río a altas horas de la noche?

Miss Marple dejó oír una discreta tosecilla.

—Es posible, a mi entender, que... ¡ejem!..., que estuviese esperando a alguien...

—¿A Edward Hillingdon?

—¡Oh, no! Su relación con él era ya una cosa del pasado. Yo estimo... yo admito la posibilidad de que estuviese aguardando a Jackson.

—¿A Jackson?

—En más de una ocasión vi a Lucky observándole atentamente...

—murmuró miss Marple mirando a otro lado.

De los labios de mister Rafiel se escapó un silbido.

—¡Vaya con Jackson! Bueno, miss Marple. Tim debió experimentar un tremendo sobresalto al descubrir su error.

—En efecto. Debió sentirse desesperado, más bien. Molly vivía... Y a todo esto la historia que había puesto en circulación cuidadosamente, relativa a sus trastornos mentales, se vendría abajo en cuanto la joven cayese en manos de especialistas competentes. Y cuando ella refiriese que su marido le había pedido que se juntase con él por la noche, a hora tan avanzada, a orillas del río, ¿en qué situación quedaría Tim Kendal? Sólo cabía una solución: terminar con Molly lo más rápidamente posible. Había muchas probabilidades de que la gente creyera que Molly, en un arrebato de locura, había matado a Lucky, suicidándose posteriormente, horrorizada por su acción.

—Y fue entonces cuando usted decidió representar el papel de Némesis, ¿eh? —preguntó mister Rafiel. De pronto, éste se echó hacia atrás, comenzando a reír a carcajadas—. Si usted hubiera podido verse, miss Marple, aquella noche, de pie, muy erguida, con la cabeza cubierta con su plumoso pañuelo de lana rosado, asegurando formalmente que era usted la propia Némesis... ¡Eso lo recordaré yo siempre!

Epílogo

Había llegado el momento de partir. En el aeropuerto miss Marple aguardaba el instante de tomar su avión. Los Hillingdon se habían marchado ya. Gregory Dyson se encontraba en otra de aquellas islas. Circulaba ya el rumor de que dedicaba casi todo su tiempo a cortejar a una viuda argentina. La señora de Caspearo había regresado ya a su Sudamérica.

Molly había ido al aeropuerto a despedir a miss Marple. El rostro de la joven parecía más delgado y pálido. Había sabido, sin embargo, sobreponerse a las brutales emociones de aquellos días. Mister Rafiel había cablegrafiado a Inglaterra, ordenando el desplazamiento de uno de sus colaboradores a la isla, el cual trabajaría conjuntamente con Molly hasta encauzar con éxito la marcha del hotel.

—Procure mantenerse en todo momento ocupada —había aconsejado mister Rafiel a la joven—. No piense en nada. Aquí hay un buen negocio en perspectiva.

—¿No cree usted que esos crímenes...?

—Lo de los crímenes no preocupará nada en absoluto a la gente, a su futura clientela, en razón a que oportunamente fueron aclarados. Usted siga adelante, sin desanimarse —insistió mister Rafiel—. Y no desconfíe de todos los hombres por el hecho de haber tenido la desgracia de tropezar con un indeseable.

—Habla usted como miss Marple, quien asegura que el día menos pensado conoceré a aquel que me conviene de veras. Mister Rafiel sonrió.

Encontrábase allí presente, aparte de la señorita Prescott, su hermano, el canónigo. Y también Esther, una Esther Walters que parecía más entrada en años, más triste, a la cual mister Rafiel distinguía con una sorprendente amabilidad. Jackson pretendía andar atareado cuidando del equipaje de miss Marple. Se deshacía en sonrisas. Bien evidente era su satisfacción. Acababa de entrar en posesión de una bonita suma de dinero.

Oyóse un ronroneo en el firmamento. Llegaba el avión de miss Marple. Aquél no era el aeropuerto londinense. En el momento de separarse de sus amigos, miss Marple no tendría más que abandonar el pabellón cubierto de pequeñas flores en que se encontraba para dirigirse a la pista...

—Adiós, querida miss Marple —dijo Molly, besándola.

—Adiós. Aguardamos su visita—murmuró emocionada la señorita Prescott, estrechando cariñosamente las manos de miss Marple.

—Ha sido un placer para nosotros conocerla —manifestó el canónigo—. Repito la invitación de mi hermana, de todo corazón.

—Que tenga usted buen viaje —le deseó Jackson—. Y, recuérdelo: cuando quiera algunas sesiones de masaje no tiene más que escribirme y concertaremos una entrevista. ¡Ah! Mi ofrecimiento es completamente desinteresado.

A la hora de las despedidas Esther Walters se apartó ligeramente del grupo. Miss Marple no quiso violentarla. Acercóse por fin a la viajera mister Rafiel, quien tomó una de sus manos.


Ave Caesar, nos morituri
te saludamos —le dijo.

—Mis conocimientos de latín son muy superficiales —respondió miss Marple.

—Pero eso lo ha entendido, ¿verdad?

—Sí.

Miss Marple guardó silencio un momento. Sabía perfectamente lo que él había querido significar con aquellas palabras.

—Ha sido para mí un gran placer conocerle —murmuró después.

A continuación echó a andar. Unos segundos más tarde ascendía por la escalerilla de acceso hasta la portezuela del cuatrimotor, perdiéndose en el interior del avión.

Notas

[1]
Luck
, suerte.
Lucky
, afortunada, feliz, dichosa. (N. del T.)

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