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Authors: José Javier Esparza

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Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval (38 page)

BOOK: Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval
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Por fortuna, a Gerberto la posteridad le hizo justicia. Hoy le recordamos como aquel sabio formado en España, en Cataluña, que llegó a ser papa. El papa del año 1000.

El mapa de la cristiandad española

Vamos a detenernos un momento. Tomemos un poco de perspectiva y veamos cómo estaba el paisaje, porque el mapa de España va a empezar a cambiar. Después del paréntesis de Almanzor, como hemos visto, el califato estalla. Y con el poder musulmán desgarrado, los reinos cristianos de la Península vuelven a ver abiertas las puertas.

De algún modo, es como si se volviera a la situación de setenta años antes, tal y como habían quedado las cosas después de la batalla de Simancas: toda la tierra al sur del Duero vuelve a quedar libre hasta el Sistema Central.Y en el Pirineo, los reinos y condados nacidos de la Marca Hispánica encuentran ahora el camino abierto para extender la repoblación hacia el sur. La pesadilla ha terminado. Pero ya nada volverá a ser igual que antes.

Desde el punto de vista territorial se ha vuelto a la situación de 939, en efecto, pero muchas cosas han cambiado en los reinos cristianos del norte. Han cambiado, desde luego, las estructuras sociales, ahora más feudales que antes.También han cambiado las orientaciones políticas de unos y otros, porque los reinos cristianos descubren nuevas oportunidades.Y así vamos a asistir a un proceso que terminará configurando la imagen más duradera de la España medieval: la España de los cinco reinos, que serán León, Portugal, Castilla, Navarra y Aragón. Eso es lo que empieza a nacer ahora. Pero vayamos por partes.

Para empezar, Castilla se define. En este momento ya es la potencia determinante de la Península. No es la región más rica, porque ésa sigue siendo la España musulmana, con sus grandes viveros naturales.Tampoco es la mayor potencia militar, porque ésa, probablemente, sigue siendo el Reino de León. No es, desde luego, la mejor relacionada con Roma y con los reinos europeos, porque estos títulos corresponden a los condados catalanes. Ni tampoco es Castilla, en fin, el territorio mejor organizado políticamente, porque ese blasón hay que adjudicárselo al territorio navarro. Pero Castilla tiene en mayor grado que nadie una cualidad decisiva: voluntad de resistir y sobrevivir, y ambición para expandirse.

Los condes castellanos, García Fernández primero y Sancho García después, ya son propiamente independientes: su obediencia a la corona de León es puramente formal, y con frecuencia ni eso. Mientras León se hundía, los condes castellanos, primero García y luego Sancho, habían sabido construir un polo de poder de enorme pujanza. Cuando peores eran las perspectivas de supervivencia, García aguantó donde otros cedían. Después, su hijo Sancho combinó agresividad militar y astucia política para obtener el máximo rendimiento de una situación que objetivamente era desesperada.Y ahora, deshecho el califato, vencido el peligro musulmán, Castilla contaba con un territorio bien vertebrado, defendido por ejércitos que salían de sus propios paisanos, con la riqueza suficiente para abastecer a los nuevos colonos que iban llegando a la región y, sobre todo, con la voluntad de combinar todo eso en una incesante manifestación de poder.

¿Cuál era el espacio de Castilla en ese momento? Por el norte llegaba al mar Cantábrico, a la altura de Santoña, Colindres y Laredo. Por el sur se extendía hasta Sepúlveda y Atienza, en las sierras de Segovia y Guadalajara en el Sistema Central. Al este quedaban La Rioja —que era navarra— y las tierras aragonesas en poder musulmán. Por el oeste, desde el año 1013, Sancho había reivindicado las tierras entre el Cea y el Pisuerga, en las actuales provincias de Palencia,Valladolid y León. Buena parte de ese espacio estaba ya repoblado, pero al sur del Duero seguían abundando las tierras abiertas a los colonos. Sobre ese espacio, Castilla manifiesta su voluntad de expansión. Pero, sobre todo, el conde Sancho va a dejar clara su voluntad de organizar ese territorio. Su instrumento será el tradicional: los fueros, que Sancho multiplica con generosidad. Por eso pasará a la historia como «el de los buenos fueros».

Sobre esa potencia que es Castilla, el Reino de León trata como puede de hacer valer su vieja hegemonía, la herencia de Asturias. El rey AlfonsoV ya no era el niño que había heredado la corona con cinco años; ahora, año 1015, pasa de los veinte y tiene sus propias ideas sobre qué hacer con el reino. Su madre, la regente Elvira, hermana de Sancho de Castilla, cada vez pinta menos. El propio Sancho, hombre muy principal en el reino, ya ha dejado claro que sus pretensiones no son exactamente pequeñas. En cuanto al otro hombre fuerte de la corte, el conde gallego Menendo González, también envejece. El rey Alfonso acaba de desposar a una hija de este Menendo, doña Elvira Menéndez de Melanda, que no tardará en darle un heredero.Y el problema del joven rey ahora es embridar las ambiciones de los nobles: los Ansúrez y los Banu Gómez, pero también los gallegos y los portugueses.

El propósito de Alfonso estaba claro: atemperar en la medida de lo posible la pertinaz crisis del reino, que llevaba durando más de medio siglo. El paso de la vieja corona asturiana al modelo feudal, consecuencia directa de la gran expansión de los años anteriores, había destruido el edificio político leonés. Para reconstruirlo no había más que una solución: señalar con toda claridad límites legales que permitieran encauzar las ambiciones nobiliarias y, por esa vía, frenar la inestabilidad política del reino. A esa tarea se empleará el joven rey de León en cuanto se vea con las manos libres. Ahora bien, los nobles no verán con buenos ojos la iniciativa, empezando por el propio Sancho de Castilla. En respuesta, Alfonso acoge junto a sí a dos enemigos de Sancho, los condes de Álava.

Pero había otros reinos en la Península. Más al este, otro protagonista de estos años empezaba a delinear su estrategia. Sancho III de Navarra, rey desde niño, crecido a la sombra de Sancho de Castilla, casado incluso con una hija de éste, Muniadona. La apuesta política de Sancho era afirmarse como poder en el norte de la Península.Ya controlaba Aragón y el Sobrarbe. A la altura de 1016, lo veremos marcando las fronteras entre Navarra y Castilla con su suegro el conde Sancho. Conocemos los nombres de quienes hicieron aquel trazado fronterizo. El rey de Pamplona y Nájera envía a Fortún Ochoa de Cameros; el conde castellano, a Nuño Álvarez de Bureba. Uno y otro delimitan sobre el terreno la jurisdicción de sus respectivos señores. Así se traza la raya que separa Navarra de Castilla en las comarcas de La Rioja y Soria, desde Ezcaray hasta Garray.

Y para completar el mapa, más al este todavía, tenemos el condado de Barcelona: vencido el enemigo musulmán, se ha convertido en una esplendorosa realidad. Ramón Borrell ha empezado a acuñar su propia moneda, ha prodigado las expediciones por el Ebro y el Segre, ha impulsado la repoblación en la cuenca de Barberá y en el llano de Tarragona… Como colofón de estos años de esplendor, Ramón Borrell impulsa la construcción de la catedral de Barcelona.

Así se va dibujando la España medieval.Y en ese proceso habrá un año clave: el de 1017. Ese año muere el conde Sancho de Castilla. Deja como heredero a un menor de edad, su hijo García, de siete años. Pero es que en ese mismo año mueren también la madre del rey Alfonso, la regente Elvira, y el conde gallego Menendo González, y asimismo el jefe de los Banu Gómez. En cuanto al de Barcelona, Ramón Borrell, había muerto a su vez un año antes.Y ese 1017 es precisamente el año que aprovecha Alfonso V para dar un golpe de timón.

Era, sí, julio de 1017. El rey Alfonso V convoca curia en el reino. Ha decidido llevar a cabo una reforma política de fondo: se propone otorgar unos fueros para consolidar el sistema político leonés. Será el Fuero de León. Un documento importantísimo, porque, entre otras cosas, convierte a León en la primera ciudad medieval de Europa.

El Fuero de León: la obra de Alfonso V

Construir es ordenar y gobernar es poner orden. Cuando todo ha quedado destruido, lo primero que el gobernante ha de hacer es ordenar las cosas.Y eso fue lo que decidió Alfonso V de León para devolver el pulso al reino: ordenar la vida de sus territorios con unas leyes que fueran al mismo tiempo justas y eficaces. Con esa tarea legislativa, Alfonso pasará a la historia como un gran rey.Y el Fuero de León, dictado en el año 1017, se convertirá en el primer corpus legal de este tipo en toda Europa. Un gran acontecimiento.

Vamos a recordar un poco cómo estaba el Reino de León. La herencia histórica directa del Reino de Asturias acababa de atravesar la crisis más grave de su existencia. Primero, el propio crecimiento del reino había provocado el nacimiento de territorios que adquieren su propia identidad, lo mismo en Castilla que en Portugal. Al mismo tiempo, la transformación social del reino, con creciente protagonismo de la nobleza territorial, había creado serios conflictos, porque cada linaje va a aspirar a mandar en su predio sin trabas de nadie.A ese panorama vino a unirse, en la segunda mitad del siglo x, la presión irresistible del régimen militar de Almanzor en Córdoba, que desencadenará sobre León sus golpes. La convergencia de estos tres factores —diversificación territorial, feudalización del poder y amenaza exterior— llevará al Reino de León al borde mismo de la catástrofe.

Ahora, desaparecido el peligro moro, la corona leonesa podía respirar, pero quedaban los otros dos problemas, y no eran pequeños. Al calor de la gran crisis del siglo x, Castilla se había hecho enteramente independiente en su política. El rey leonés, Alfonso V, sólo puede ver a los castellanos como a enemigos. Para colmo, Castilla extiende sus aspiraciones al corazón mismo del reino, los territorios entre el Pisuerga y el Cea. Si la actitud castellana se contagia a los otros grandes linajes —los Gómez, los Ansúrez, etc.—, el reino estará perdido. Por eso Alfonso maniobra acogiendo en la corte a los descendientes de los condes de Álava, descabalgados antaño de su territorio por Fernán González. Esos condes sin condado son Rodrigo e Íñigo Vela.Y también como reacción contra Castilla, el rey Alfonso busca apoyo en la zona occidental del reino: Galicia y Portugal. El objetivo de Alfonso es transparente: consolidar su poder sobre una base que le sea fiel. Así conjura el peligro de división que representa la ambición castellana.

Con el mapa político relativamente controlado, Alfonso aborda una prioridad esencial: restaurar el orden en el interior del reino. El paisaje después de las grandes calamidades de la guerra contra Almanzor era simplemente espantoso. Campos yermos y calcinados por doquier.Villas y aldeas reducidas a escombros. Los siervos y los colonos, fugitivos y desperdigados. Los templos y las catedrales, demolidos y saqueados. La reconstrucción será lenta y trabajosa.Ante todo, no había reconstrucción posible si no se aseguraba el buen orden interior: volver a poner a la gente en su sitio, crear seguridad, devolver la vida a las ciudades y a las aldeas, trabajar nuevamente los campos… En cierto modo, había que empezar desde cero. No es exagerado decir que la obra que Alfonso emprende es propiamente titánica.

Este contexto explica el nacimiento del Fuero de León. Es el 28 de julio de 1017. El rey Alfonso V, veintitrés años en aquel momento, con su esposa Elvira, convoca en la iglesia de Santa María de la Regla a la curia regia, es decir, a todos los magnates de León, «pontífices y abades y optimates del reino de España», como dice el propio Fuero. La primera preocupación del rey es garantizar el buen funcionamiento de la administración de justicia, prácticamente inexistente después de la gran crisis.Y junto a eso, hay que hacer que los siervos y los colonos vuelvan al trabajo. ¿Cómo lograr que la gente vuelva a los campos? Creando seguridad y reconociendo libertades esenciales, especialmente en el aspecto económico.

Así, el Fuero reglamenta con detalle las relaciones de trabajo y propiedad. La servidumbre se circunscribe al aspecto económico, no implica un vínculo de por vida. El colono o iunior puede abandonar la tierra si re nuncia previamente al usufructo y entrega la mitad de sus bienes a la mandación del señor; la otra mitad, la que el siervo puede llevar consigo, es la que le hace libre para buscar fortuna en otro sitio. Si un colono quiere enajenar la tierra a otro iunior, tendrá que asegurarse de que el nuevo colono se compromete a pagar los mismos cargos y rentas. Si el campesino aumenta la tierra trabajada con roturaciones hechas por propia iniciativa, esa nueva tierra computa como ganancia, y no como usufructo, de manera que se le reconoce la propiedad sobre la mitad de ella. Pero si después vende lo así ganado, el comprador ha de ser alguien que viva lejos de la villa, para evitar acumulaciones de propiedad en un solo lugar. De esta manera se garantiza una prioridad del reino: la repoblación de los campos y la resurrección de la vida económica.

El Fuero de León es especialmente importante para la propia ciudad de León y su comarca, su alfoz. Todo el alfoz de León queda constituido como una sola comunidad con su propio fuero y su propio concejo rector, lo cual en la práctica significa una ganancia importante de libertad personal para los vecinos. ¿En qué consistían las atribuciones de ese concejo leonés? Fundamentalmente, en la reglamentación de la vida pública: el cobro de impuestos, la ejecución de obras públicas —por ejemplo, la reconstrucción de la muralla—, la potestad de fijar pesos, medidas y precios, etc. Esto es muy importante, porque podemos considerarlo como el acta de nacimiento de la condición urbana: el hombre que vive en la ciudad sin dependencia de un señor.Y para reorganizar las cosas después de la gran catástrofe de los años anteriores, el Fuero prescribe que los colonos que permanezcan en la ciudad durante un cierto tiempo sin ser reclamados por sus señores pasen a gozar de esa condición urbana de libertad.

Es interesante descender al detalle, porque nos dice mucho sobre cómo se vivía en la ciudad. Por ejemplo, el Fuero protege explícitamente a gremios como el de los tejedores y el de los toneleros, además de los siervos. Para estimular la llegada de nuevas gentes, se eximía a los vecinos de León de pagar el fonsado y la mañería, dos impuestos que ya hemos visto aquí. También se les exoneraba de pagar portazgo a la entrada de la ciudad.Y para aumentar la protección jurídica, se dicta que en cierto tipo de delitos el culpable, si tiene familia en León, pueda acogerse aquí a la justicia. Esta última es una medida que hoy puede parecernos inconcebi ble, pero se explica si pensamos en cuánta gente pudo ser perseguida por delitos que no había cometido o en las falsas imputaciones que en realidad encubrían el propósito de quedarse con los bienes del acusado. Se trataba, en definitiva, de dar a los leoneses garantías y seguridad.

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