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Authors: José Javier Esparza

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Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval (99 page)

BOOK: Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval
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La ofensiva de los almorávides mallorquines en África es feroz. En 1184 han tomado Bugia, en Argelia. Pronto cae en sus manos también Argel. Con las tribus locales, Alí forma un ejército que toma la ruta de Marrakech. El peligro es grande y el nuevo califa almohade,Yusuf II alMansur, concentra todos sus esfuerzos en vencer a este nuevo enemigo. Por un lado, envía a sus ejércitos a Argelia para frenar a Alí; al mismo tiempo, una flota almohade zarpa hacia Mallorca para combatir el problema en su misma fuente. Las dos maniobras salen a pedir de boca:Alí, frenado en el Magreb, termina huyendo hacia el desierto. En Mallorca, mientras tanto, una revuelta saca a Muhammad de la cárcel y le devuelve al poder. El califa almohade Yusuf se dispone a cobrarse la pieza, o sea, las Baleares. Pero iba a quedarse con un palmo de narices.

Ocurrió que Muhammad, de nuevo en el poder, estaba dispuesto a rendir vasallaje nominal al califa almohade, sí, pero sólo nominal. Es decir, que en modo alguno estaba dispuesto a perder el gobierno de Mallorca. El califaYusuf al-Mansur, irritado, intentó entonces apoderarse de la isla a viva fuerza, pero se encontró con un enemigo inesperado: los barcos de Alfonso II de Aragón. Muhammad había sido más listo que el califa: previendo la situación, había pactado con los aragoneses un acuerdo de ayuda mutua.Y Alfonso de Aragón, cuyo enemigo principal eran precisamente los almohades de Yusuf, no dudó un momento. Así el califa Yusuf quedó privado de consumar su victoria. Mallorca seguiría siendo almorávide.

Aquel episodio les vino especialmente bien a los reinos cristianos de España, que aprovecharon los problemas almohades para arañar kilómetros de frontera; ya veremos luego cómo lo hicieron. En cuanto a las Baleares, mantendrán su ambiguo estatuto durante varios años más: un foco de poder musulmán ajeno a la órbita almohade. Muhammad será derrocado nuevamente, pero para que vuelvan los partidarios de Alí. Mallorca seguirá viviendo al mismo tiempo del comercio y de la piratería, tan pronto aliada como enemiga de las potencias cristianas vecinas.Y así será hasta 1203, cuando los almohades consigan por fin hacerse con las islas. En todo caso, no por mucho tiempo: en 1229 Jaime 1 el Conquistador las recuperará definitivamente para la cristiandad. Pero esto es otra historia.

El gran proyecto occitano de Alfonso el Trovador

Hubo un momento en que lo que hoy conocemos como España pudo sumar una zona nueva: el sur de Francia. Fue cuando la corona de Aragón tomó en sus manos el gobierno de la Provenza, vinculado a la casa condal de Barcelona desde mucho tiempo atrás, pero que siempre había estado separado, en la práctica, del gobierno al sur del Pirineo.Ahora, sin embargo, Alfonso II de Aragón se propone hacer efectivo su control sobre Provenza. El proyecto político del Rey Trovador dibuja nuevos horizontes.

En esta hora la política del rey de Aragón tiene, por así decirlo, tres escenarios donde hay que trabajar simultáneamente. Por una parte está el escenario propiamente aragonés. Aquí la prioridad es fijar las fronteras con Castilla y Navarra y asegurar la expansión hacia el sur a costa de los musulmanes. Por otro lado está el escenario catalán, es decir, los intereses específicos del condado de Barcelona. Aquí el objetivo es afianzar la hegemonía de Barcelona sobre los condados aún independientes: Rosellón, Alto y Bajo Pallars, Urgel,Ampurias.Y el tercer escenario es el provenzal, la Occitania, donde el objetivo de Aragón es sólo uno: mantener la hegemonía en el sur de Francia frente a las aspiraciones del condado de Tolosa. En los tres frentes demostrará Alfonso II un fino olfato político.

El capítulo aragonés quedó sellado con el Tratado de Cazola, del que ya hemos hablado aquí. Aquel pacto con Castilla fijaba definitivamente las fronteras de Aragón en la Península y también su zona de expansión. Y aunque en los años siguientes no faltarán los conflictos entre aragoneses y castellanos, lo cierto es que esas fronteras permanecerán vigentes ya para siempre. Con ojos de hoy, puede parecer que Aragón perdía con aquel tratado, porque se le cerraba el camino de Murcia. Pero no hay que mirar las cosas de entonces con ojos de hoy, sino con los ojos de aquel tiempo.Y en aquel momento, el Tratado de Cazola significó que Aragón dejaba de ser vasallo de Castilla —una Castilla que aún no estaba unida a León—, fijaba su zona de expansión y, aún más, podía aspirar a la hegemonía entre los reinos españoles. ¿Por qué? Precisamente por los otros dos frentes de la política aragonesa, el catalán y el provenzal.

En el capítulo catalán, Alfonso estaba decidido a incorporar a su casa condal los otros territorios de la vieja marca carolingia.Ya poseía por derecho no sólo Barcelona, sino también Gerona,Ausona, Besalú y, algo más tarde, Cerdaña. Poco a poco conseguirá también incorporar los condados de Alto Pallars, Bajo Pallars y Rosellón.Y los dos restantes, Urgel y Ampurias, terminarán uniéndose a la corona en los decenios posteriores. Por cierto que en esta política de unificación no dejará Alfonso II de conocer ciertos sinsabores. Como la única manera de hacerlo era reforzando el poder central —el suyo, el del conde— en perjuicio de los poderes particulares, los señores feudales reaccionarán con abierta hostilidad. El conde de Barcelona quiere controlar el territorio y se propone hacerlo a través de unas nuevas demarcaciones, las veguerías; los señores locales ven amenazado su poder jurisdiccional —y, en efecto, lo estaba— y se niegan a perder privilegios. Durante estos años se suceden las asambleas de mag nates, sin duda con el problema de la centralización como tema único de discusión. Un problema que le estallará en las manos al sucesor de Alfonso, Pedro II. Pero eso será después.

El tercer frente de la política aragonesa era el provenzal, y aquí hay que entrar más en detalle, porque Alfonso II le dio una importancia decisiva. No era para menos: con la Provenza en sus manos, el conjunto de los territorios de Aragón se convertiría en el principal poder de la España cristiana. Hasta ahora, los condes de Barcelona habían optado por separar la soberanía a ambos lados del Pirineo; tanto Ramón Berenguer III como Ramón Berenguer IV lo habían hecho así.Y aquí es donde Alfonso cambió la orientación: se propuso unir las dos vertientes del Pirineo bajo un solo poder. Pero para eso había que hacer efectivo el control aragonés sobre la Occitania francesa, y alguien no estaba dispuesto a aceptarlo: el conde de Tolosa.

Los territorios del condado de Barcelona en Francia eran Provenza, Millau, Rouergue, Guevaudan y Montpellier; para entendernos, toda la Francia mediterránea. Alfonso II no había recibido estas tierras en herencia; su padre, Ramón Berenguer IV, las había legado a su otro hijo, llamado también Ramón Berenguer, pero éste fue asesinado por agentes del conde de Tolosa. ¿Y por qué quería el conde de Tolosa matar a Ramón Berenguer? Para entenderlo hay que recordar cómo estaba la Francia de entonces: dividida entre, por un lado, los territorios de los Plantagenet, reyes de Inglaterra, y por otro las posesiones de los francos con Luis VII. La casa de Barcelona era aliada de los ingleses; la de Tolosa, aliada de los francos. De manera que la hostilidad entre tolosanos y catalanes era reflejo de la guerra a muerte entre ingleses y francos.Y por eso los tolosanos mataron a Ramón Berenguer. La cuestión que se le planteaba ahora a Alfonso II era qué hacer para mantener bajo su control la Provenza. De momento designó a otro hermano suyo, Sancho, para recomponer la situación, pero pronto vio que no era una buena idea.Y así fue como el rey de Aragón decidió tomar él mismo las riendas.

De resultas de todos estos movimientos, Alfonso II de Aragón se encuentra al frente de un vasto espacio político que, sin embargo, se caracteriza por una tremenda heterogeneidad. Desde los puntos de vista político, social, económico y cultural, pocas cosas unen a Aragón con Cataluña y menos con la Provenza. Se trata en realidad de espacios dis tintos que el rey ha de gobernar con criterios también distintos. No hay un «estado occitánico», porque no podía haberlo. Pero Alfonso sí intentará que exista algo semejante a un «imperio» en la Occitania: un espacio único bajo un único soberano —él—, regido por leyes distintas en cada caso. Dicen que de aquí arranca la tradición confederal de catalanes y aragoneses, y su gusto por las soluciones políticas heterogéneas. Será o no verdad, pero el hecho es que eso, lo heterogéneo, es lo que mejor define la realidad de la corona de Aragón en este momento de la historia.

Ésta es, sin duda, la gran época de Alfonso II de Aragón: los trovadores cantan sus virtudes y el joven rey aragonés se convierte, para los poetas del momento, en espejo de soberanos.Ya hemos visto aquí cuánto le gustaba a Alfonso el mundo de los trovadores.Y muchos de éstos se acogieron a la generosidad del rey de Aragón como voces permanentes de su corte. Pero, ojo, porque las virtudes que los trovadores glosan en Alfonso II son exactamente las que ya están perdiendo vigencia en el espacio político de Occidente: el espíritu de la caballería, el medioevo idealizado de las relaciones feudales y los castillos y las cortes de amor. Un mundo que tenía ya poco que ver con la realidad que empezaba a surgir en las propias tierras y, sobre todo, en las propias aguas de Aragón.

¿Cuál era ese mundo nuevo que surgía en la corona? Fundamentalmente, el mundo comercial de los puertos y los barcos mercantes. Es la época en la que se define ya por entero la proyección mediterránea de Aragón, que iba a alcanzar su apogeo en los siglos siguientes. Barcelona se convierte en el gran centro económico del espacio occitano.Y el mar tiene sus propios caminos: necesariamente aparecen en el horizonte los puntos clave de las Baleares, Valencia y la isla de Cerdeña como destinos naturales de la vida comercial. Las Baleares, ya lo hemos visto, estaban en manos musulmanas, pero con buenas relaciones con Aragón después de la refriega entre almorávides y almohades.Valencia seguía bajo el control almohade, pero Cerdeña, tierra abierta para los navegantes, empezaba a ser objeto de maniobras sin fin. ¿Quiénes maniobraban? Los genoveses, los pisanos y… los catalanes. Una familia respaldada por Barcelona, la Casa de Bas, terminará haciéndose con el control de Cerdeña.

En estos tiempos la vida comercial es prácticamente inseparable de la guerra. Mientras los barcos de Aragón empiezan a dibujar sus primeras grandes rutas comerciales, que les llevarán a Bizancio, los italianos multi plican los gestos de hostilidad. Su principal objetivo es la Costa Azul, donde Génova quiere frenar la expansión aragonesa. Así los genoveses levantan una fortaleza en Mónaco y amenazan la plaza clave de Niza.

El paisaje no tarda en convertirse en un avispero. Alfonso II de Aragón cuenta, en principio, con el poderoso apoyo de Enrique II de Inglaterra, pero éste desaparece en 1189, y su sucesor, Ricardo Corazón de León, largamente enfrentado con su padre, demostrará no ser un tipo de fiar: abandonó el gobierno de sus posesiones francesas y se concentró en las cruzadas, que era lo que de verdad le preocupaba. Con esos cambios en el aliado inglés, la posición aragonesa se vio súbitamente privada de uno de sus fundamentales apoyos.Y atención a este asunto, porque iba a repercutir de manera determinante en el equilibrio de poder entre los reinos cristianos: donde había concordias nacerán discordias, y así la vieja alianza entre Castilla y Aragón se convertirá en hostilidad; y al revés, donde había discordias nacerán concordias, y así la enemistad entre Aragón y Navarra se convertirá en alianza. Pero esto ya lo explicaremos en su momento.

Quedémonos con una imagen: la corte de Alfonso II de Aragón a la altura de 1188, llena de trovadores que cantan las glorias de un soberano cuya huella, cabalgando sobre el Pirineo, se extiende desde los llanos de Daroca y las sierras de Teruel hasta las montañas de Provenza. Al sur, el Mediterráneo, y al norte, las grandes apuestas de la política europea. Aragón era en cierto modo el ombligo del mundo. El sueño occitánico no saldrá adelante, pero su sugestión iba a seguir gravitando durante muchos años más en tierras de Barcelona y Zaragoza.Y en el centro de ese sueño estaba Alfonso II, el Rey Trovador.

La difícil sucesión de Fernando II de León

Fernando II de León murió en el año de Nuestro Señor de 1188. Los últimos años de su reinado habían sido un sinvivir entre la escasez de recursos económicos, los conflictos con castellanos y portugueses y, por supuesto, la amenaza permanente del islam. Pero hubo algo que todavía ensombreció más el paisaje de estos últimos años de Fernando II: la cuestión sucesoria. ¿Qué pasó?

En medio encontramos a una mujer: doña Urraca López de Haro, hija de los señores de Vizcaya y última esposa del rey Fernando. El rey había designado un heredero: Alfonso, hijo de su anterior matrimonio con otra Urraca, la de Portugal. Pero esta nueva Urraca, la de Vizcaya, trató de desplazar al heredero para imponer a su hijo Sancho. La ambición de la última reina llevará al Reino de León al borde mismo del colapso.

¿Quién era esta mujer? Una dama muy importante. Los Haro eran un notable linaje castellano que gobernaba el señorío de Vizcaya. Urraca era hija de Diego López 1 de Haro y de una nieta de Álvar Fáñez, nada menos. Además, la familia poseía vínculos de parentesco en Galicia. A la altura de 1175, cuando Urraca tenía quince años, se concertó su matrimonio con el magnate Nuño Meléndez. Así la joven dama pasaba del mundo de Castilla al mundo de León. Debía de ser una mujer hermosa y de atractiva personalidad. Lo suficiente para que en un momento determinado, allá por 1180, el rey Fernando, que acababa de enviudar de Teresa, se quedara prendado de ella. Urraca se convirtió en amante del rey.Y la vida de nuestra protagonista cambió para siempre.

No fue una relación efimera. En 1182 la pareja tuvo un hijo, García, que murió dos años después. En 1184 tuvieron un segundo hijo, Alfonso, igualmente muerto en la niñez.Y en 1186 les nació un tercer hijo, Sancho, el único que sobrevivió. Un año después de haber nacido Sancho, nuestra dama enviudó, y Fernando y Urraca López de Haro contrajeron por fin matrimonio. Así Urraca se convirtió en reina.

El rey de León que llegaba a este matrimonio invernal era un hombre de cincuenta años, cansado y enfermo, que veía cada vez más cerca la muerte. La reina, Urraca, una mujer que aún no había cumplido los treinta años, con toda la energía que le faltaba a su marido. Y Urraca concentra esa energía en un objetivo muy concreto: que la corona de León sea para su hijo Sancho, y no para el heredero Alfonso, el hijo de la portuguesa. ¿Con qué argumento? Con éste: como Alfonso es hijo de un matrimonio ilegítimo, anulado por Roma, su derecho a la corona es inferior al de Sancho.

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