Objetivo 4 (20 page)

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Authors: German Castro Caycedo

BOOK: Objetivo 4
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Entonces alguien resolvió calificarlos como Grupos emergentes y a los periodistas les pareció una maravilla describir un nuevo país. Ahora las primicias de la radio y los especiales de televisión y los grandes titulares, repetían: "Sí. Grupos emergentes. En Colombia ya no hay paramilitares".

Más allá de la explosión de exclusivas periodísticas y de notas editoriales y de la abundancia de comentarios en la televisión, el general Óscar Naranjo, entonces a cargo de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía, analizó el fenómeno y les dijo a sus hombres:

Aquí está ocurriendo algo. No creo que las Autodefensas vayan a entregar a sus grupos. Es necesario obtener información más amplia.

Fueron enviados entonces agentes de Inteligencia a diferentes zonas del país, especialmente al sur y al norte de Colombia. Una comisión fue a Cúcuta, otra a Pasto, otra a los Llanos Orientales...

Efectivamente, la Dirección de Inteligencia de la Policía descifró la operación de los narcotraficantes que aparecieron inicialmente como Las Águilas Negras, y un cúmulo de información posterior procedente de todo el país comenzó a fluir a la Dirección General de la Policía, ahora en cabeza del general Óscar Naranjo.

Como consecuencia, él ordenó conformar un grupo élite, síntesis de los cuerpos élite de la Policía, que llamó Bacrim:

Bandas Criminales, pata hacerle frente a la estructura que se estaba presentando públicamente. En aquel momento, realmente se desconocía si se trataba de los mismos grupos paramilitares o de bandidos que se beneficiaban del clima creado por la nueva ley.

Tres meses después surgió el teniente retirado del Ejército que le dio su versión del fenómeno a la Policía. Aunque temeroso por su vida, él se había entregado primero a la Fiscalía, Aquella institución se comunicó con la Policía, varios oficiales superiores lo entrevistaron y finalmente les fue entregado. Luego de las primeras conclusiones surgidas de sus confesiones, la cúpula de la Policía encontró una maniobra oculta y agentes de Inteligencia del nuevo grupo élite se ocuparon del fenómeno, inicialmente con la ayuda del teniente Rivera.

Él dijo, por ejemplo, que un paramilitar llamado Macaco tenía siete frentes. En cuanto al fenómeno, contó que se había reunido con cabezas del paramilitarismo como Guillermo Pérez Alzate, alias Pablo Sevillano, y su hermano, alias Julián Bolívar, y Habían hecho un pacto secreto, firmado también por él en nombre de Macaco. Más tarde el documento fue entregado a las autoridades.

En él acordaron que Pablo Sevillano dejaría para sí la zona de Nariño, en la frontera con el Ecuador, Macaco con sus grupos cubriría la zona de Pereira y parte de los Andes en el centro del país, y el sur de Bolívar en la zona meridional del Caribe...

Meta y Vichada, al oriente, en las llanuras de la Orinoquia, serían de un tal Báez...

Según el documento, en aquella reunión pactaron también entregar los bloques paramilitares en las regiones en las cuales operaban, pero de forma silenciosa nombrarían a gente de su confianza para que los manejara una vez les fueran cambiados los nombres. La finalidad obvia era dedicarse al narcotráfico bajo la careta del paramilitarismo.

Dentro de aquel proceso se negociaron estructuras como las de Hernán Giraldo y Jorge Cuarenta, quienes les vendieron una parte de su organización a dos narcotraficantes conocidos como Los Mellizos, un par de bandidos en ascenso que crecieron hasta hacerse muy grandes. Sus nombres: Miguel Angel y Víctor Mejía Muñera.

Ellos pasaron entonces a controlar parte del sur y el occidente de Colombia, y en el norte, la zona de Santa Marta, La Guajira, el sur de Magdalena, el sur del Cesar, es decir, el acceso al mar Caribe y a Venezuela.

En aquel momento Los Mellizos se ponían la máscara de paramilitares y junto con otros cabecillas se asentaron en Santa Fe de Ralito, una zona de desmovilización en contacto con funcionarios del Estado, donde fingían la entrega de sus frentes, aunque realmente se hallaban en la cúpula del narcotráfico.

Sin embargo, Vicente Castaño —hermano de Carlos, la cabeza visible de los paramilitares enemigos de la guerrilla— les dio la orden a Los Mellizos de retirarse de Santa Fe y ponerse al frente de la gran estructura que habían comprado.

A partir de allí Los Mellizos pasaron a la clandestinidad y se ubicaron en la Sierra Nevada de Santa Marta, un lugar muy estratégico y de difícil acceso, y ocuparon el territorio que habían controlado hasta ese momento los paramilitares Hernán Giraldo y Jorge Cuarenta; la banda reapareció con el nombre de Los Nevados.

La Sierra Nevada de Santa Marta es una colosal pirámide montañosa en plena costa Caribe, más antigua que los Andes y de mayor altitud que el pico más elevado de esta cordillera.

Sus bases emergen del océano y suben hasta cerca de seis mil metros de altitud: nieves perpetuas y más abajo lagos de origen glaciar en plena zona tropical. A medida que se desciende se van encontrando todos los climas, desde el frío intenso hasta el ardiente, según las altitudes. Invierno y verano simultáneos y permanentes. Aquella es la formación montañosa litoral más alta del mundo.

La Policía empezó a acopiar información en todo el país y entendió perfectamente "que el fenómeno de cambiarles de nombre a los frentes era el síntoma de una burla al país y decidió atacarlos en sus mismos territorios", explicó un oficial.

ISMAEL (Oficial superior)

Inicialmente la orden del general Naranjo fue atacar a Las Águilas Negras, el primer grupo que había aparecido: ellos secuestraban, mataban, le cobraban "impuestos" a la población, torturaban y desterraban a la gente del campo y de los centros urbanos. Habían comenzado en Norte de Santander, en la frontera con Venezuela.

La información acopiada nos mostró que un tal Macaco tenía siete frentes, justo en los mismos sitios en que estaban apareciendo los nuevos grupos. La orden fue actuar con prontitud.

Con el grupo de Bandas Criminales empezamos a trabajar con fiscales permanentes que nos fueron asignados, y realizamos todo un proceso de judicialización a partir de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía porque estando allí, nadie iba a saber en qué nos encontrábamos.

Una vez empezamos a formalizar y se allegaron las pruebas judiciales, los fiscales asignados empezaron a dictar órdenes de captura que fueron dirigidas a toda la estructura de Macaco.

Por el lado de Meta y Vichada, llanura oriental del país, una organización con unos trescientos hombres manejaba toda la región en drogas, en cultivos, en comercialización, pero finalmente fue golpeada de forma contundente.

Después pasamos a Nariño, al sur, frontera con el Ecuador, donde también se golpeó a la pandilla de un tal Pablo Sevillano, llamada Organización Nueva Generación (ONG). Allí fueron capturados los cabecillas, el secretario político, el financiero, en una palabra, toda el ala ejecutiva de la banda. Luego los atacamos en Norte de Santander y el sur de Bolívar en el Caribe, donde ahora empezaban a llamarse Libertadores del Sur.

Ante el ataque sobre Macaco, entonces el bandido con más fuerza, Los Mellizos se desplazaron hacia el norte y el oriente del país.

A Macaco lo capturamos finalmente en Medellín junto con sus cabecillas, que entregaron armamento sofisticado, fusiles AK47, M60, Punto Cincuenta, pistolas, rockets. A partir de ahí quedó huérfana la banda que operaba en aquella región del Caribe.

Aprovechando la situación, gente de Los Mellizos tomó contacto con los mandos medios de aquellas pandillas, negociaron y los mismos paramilitares continuaron agrupados en el frente ahora llamado Los Nevados, cuyos jefes pasaron a ser ellos.

Los Mellizos ampliaban su territorio de forma acelerada. Ahora lo único que les faltaba por sumar era la península de La Guajira en el extremo oriental de la costa, área de Pablo Angola, un delincuente con quien llegaron a otra negociación, y así ampliaron su espectro a lo ancho del Caribe.

Cuando terminamos con Macaco, hoy extraditado a Estados Unidos, Los Mellizos, Miguel Ángel Mejía Muñera, alias Pablo Arauca, y Víctor Mejía Muñera, eran los bandidos que más terreno controlaban, pues, además de comprarles frentes a los paramilitares, se habían tomado varios sectores donde la policía había entrado con anticipación a capturar.

En ese momento Los Mellizos estaban muy fuertes en sus territorios, muy concentrados en su tarea, todo lo que se movía en miles de kilómetros llevaba su visto bueno y en su sitio estratégico en las cumbres de la Sierra Nevada contaban con la sumisión de los frentes paramilitares que ellos habían comprado.

Nuestra prioridad entonces fueron Los Mellizos, que por la extensión de los territorios que controlaban se estaban convirtiendo en un problema para el Estado. Se ordenó una comisión a la zona de la Sierra y sus alrededores al mando de Sebastián, un oficial superior. Él salió hacia el sector con su gente.

Luego de varios meses y gracias a una labor espectacular con base en el reconocimiento de la extensa zona, en trabajo de inteligencia, en observación, en seguimientos, en interceptaciones, localizamos el escondite de Los Mellizos en plena Sierra Nevada.

El punto estaba situado en una cúspide conocida como Machete Pelao, desde donde los bandidos podían vigilar cualquier movimiento para entrar o salir de la Sierra; dominaban también el mar Caribe y, desde luego, las embarcaciones que se movían en millas y millas a la redonda.

Para llegar hasta allá es necesario entrar por un lugar llamado Guachaca, sobre la vía principal de la zona que bordea la costa Caribe.

Guachaca arriba son unas tres horas en carro. Un sector muy extenso y muy controlado por ellos, hasta el punto de que cuando la Policía se acercaba, era monitoreada, seguida y vigilada.

Según las informaciones de Sebastián, se trataba de una zona muy difícil pues además de la topografía y de la red de comunicaciones con que contaban los delincuentes, prácticamente toda la población de la zona, gente amenazada o no amenazada, les daba aviso, dadas las condiciones que les imponía el vivir dentro de un territorio paramilitar.

SEBASTIÁN (Oficial superior)

Ya en el lugar, nos dividimos en dos equipos: el mío y otro cuya base fue un hotel de cinco estrellas en el sector de Guachaca, por donde uno comienza a subir a la Sierra Nevada.

Allí instalamos a una pareja de ingenieros contratistas, una chica y un muchacho de Inteligencia, apoyados por equipos electrónicos móviles, a través de los cuales captaban las señales, los movimientos y la ubicación de los bandidos, gracias a un trabajo parecido al de la brújula, que en nuestro lenguaje llamamos "analistas".

Lo primero que comprobamos fue que desde la misma ciudad de Santa Marta la red de Los Mellizos les reportaba a los de la Sierra la descripción, el número de la matrícula, la marca, el modelo y la cantidad de ocupantes de cualquier camioneta o carro que se dirigiera a esa zona, si para ellos parecía sospechoso. Y si pensaban que se trataba de la ley llegaban hasta hacerlo detener.

Pero también ejercían una modalidad de espionaje sobre los puestos de policía en todos sus retenes, de manera que tenían el control casi absoluto de aquella zona, además de una situación todavía más complicada: había mucha Fuerza Pública asociada con ellos.

En nuestras operaciones no actuamos con miembros de la Fuerza Pública de la región, a menos que ciertas situaciones estratégicas lo requieran. En ese caso se utiliza a la Policía, pero ellos no saben en qué estamos, ni saben que se hallan trabajando para nosotros.

Los muchachos del hotel de cinco estrellas lo controlaban todo y trabajaban con gran eficiencia, informando generalmente en tiempos reales, a pesar del peligro de hallarse en el epicentro de una zona tan amenazada como aquella.

Años atrás, cuando el tal Hernán Giraldo era el jefe de los paramilitares en la región, su gente detectó a un grupo de policías de Antinarcóticos en ese mismo hotel. Horas más tarde los secuestraron, se robaron sus equipos y luego los desaparecieron a ellos.

Sin embargo, nuestros muchachos trabajaron solos y con un perfil supremamente bajo por espacio de tres meses en el mismo lugar.

Para poder entrevistarme con ellos tenía que armar una familia con niños o contratar muchachas para ir de paseo a la piscina y encontrarnos luego en la playa, o entrar escondido en sus habitaciones. Algunas veces hacíamos ir a alguno de ellos hasta Santa Marta y nos reuníamos en sitios reservados en un centro comercial.

Es que, desde luego, el hotel de Guachaca tenía el control de los bandidos. Todos los que iban a hacerles antesala a Los Mellizos, llámese narcotráfico, llámese bandidaje en general, llegaban a ese sitio. Allí dejaban sus carros y más tarde los recogían en otros vehículos de la organización, los trasladaban montaña arriba a un punto avanzado donde cogían mulas y continuaban hasta un segundo lugar. A partir de ahí caminaban o se transportaban en mototaxis que se mueven mucho por esa región.

Nosotros también trabajábamos en la salida hacia Santa Marta y le anunciábamos a la pareja quién se dirigía hacia allá, de manera que ellos controlaban la llegada de los carros y nos la reportaban. Alguien que se movía con frecuencia por aquel lugar era un bandido con poder y gran peligrosidad llamado Orlando Villa Zapata, alias la Mona, mano derecha de Los Mellizos o, por lo menos, de uno de ellos. A esa altura aún no lo sabíamos con precisión.

La Mona tenía cuatro cédulas de identidad originales de la Registraduria Nacional, o sea que se movía sin ningún problema y nos tenía tan locos como Los Mellizos porque llevaba encima siete órdenes de captura, incluso una por una matanza en el sur del país. Sin embargo, se movía libremente por el territorio nacional.

Bueno, pues la gente que llegaba allí tenía que dejar en el hotel todos los celulares apagados antes de salir hacia la Sierra, pero nosotros teníamos coordinados a los analistas, a los controles en un peaje de la vía principal, a todo lo que íbamos organizando en el área.

Al poco tiempo de llegar, conseguimos como informante a un mototaxista y, según él, para llegar a los sitios que ocupaba el Mellizo de forma temporal debía hacer recorridos especiales porque se trataba de algo más de quince viviendas.

Generalmente atendía en cinco diferentes pero nunca en donde él dormía. Hasta esos sitios subían los mototaxistas de la organización.

Aquella es una región en la que siempre han vivido en la ilegalidad, siempre ha sido una región atacada por la violencia, por influencia de grupos armados como la guerrilla, como los paramilitares —que Los Mellizos compraron por cinco millones de dólares— y que ahora nosotros calificamos como bandas criminales.

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