Objetivo 4 (38 page)

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Authors: German Castro Caycedo

BOOK: Objetivo 4
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El objetivo se nos alcanzó a ir, el borracho ya había salido del juego y concluimos que en ese momento ya no contábamos con Inteligencia puntual para sostener la operación y nos retiramos.

RAÚL (Oficial superior)

Veníamos trabajando sobre este objetivo desde tiempo atrás. Los Comandos Antiterroristas hicimos varias operaciones de asalto aéreo llegando en helicópteros sobre áreas ya determinadas, con indicaciones muy puntuales, muchas veces apoyados por comandos de Operaciones Especiales, la unidad donde nosotros habíamos sido instructores.

Buena parte de esas operaciones se habían realizado entre el Golfo de Urabá y los limites con Panamá, otra zona dominada por el bandido y en la que también se sentía a gusto.

Allí el problema de las operaciones helicoportadas era que, primero éste hombre como bandido de alta peligrosidad tenía muchos oídos y muchos ojos en diferentes puntos de la geografía dominada por el como los de los controladores aéreos en los aeropuertos de la región, los de algunos miembros de la misma Fuerza Pública, los de gente de la región, campesinos, ganaderos. De manera que cualquier movimiento de la Policía se lo reportaban de forma inmediata.

Por este motivo, resultaba casi imposible lograr la captura mediante una operación en helicóptero porque siempre los Black Hawk y los UH60, se escuchan más o menos dos minutos antes de que lleguen al blanco.

Dos minutos en aquellas zonas selváticas, con ríos, con cañadas, representan mucho tiempo para huir. Además, ellos ya tienen sus rutas de escape determinadas.

Son gente sagaz y por eso, cuando llegábamos, encontrábamos la comida caliente, las camas revolcadas, la ropa a un lado y también sus juguetes sexuales. Estos bandidos generalmente son depravados y este, como Los Mellizos, utilizaba no solamente diversos aparatos sino que en sus escondites encontrábamos ropa negra para sadomasoquismo, antifaces, chalecos, látigos, esposas… Con su dinero tienen acceso a modelos y a reinitas prepago, pero también a mujeres, como dicen, comunes y silvestres.

ANDRES (Analista)

Sabíamos que Mario se estaba acostando con una de las guardaespaldas. Sexta mujer conocida, pero sexta de turno. Como dicen, entretención de un par de días.

¿Qué sucedió?

Coincidiendo con la reunión, el ejército hizo una operación en la sierra, cruzaron por una senda cercana a la cabaña en construcción y, desde luego se generó un sobresalto del demonio, Mario se alejó un tanto de las bandidas, incluida la diva, y una noche cogió su mula y se perdió.

A raíz de aquello, ellas se emborracharon:

—El Viejo ya no está.

—El Viejo se marchó.

—Dijeron que se fue para los lados de Panamá.

Y nosotros: "¿Se fue?"

Consultamos a través de varias fuentes, y sí, señor: "Se fue". Lo perdimos. Allí ya no estaba Catalina, la Gómela.

La había sacado del lugar unos quince días antes y ella terminó en Medellín.

Lo cierto es que nuevamente perdimos el rastro del objetivo cuando estábamos a punto de operar.

RAUL (Oficial superior)

Las cosas parecieron recobrar posibilidades un poco más tarde, cuando unas personas fueron a nuestra base y nos dieron una probable ubicación de Mario: nuestro bandido continuaba en la zona del Golfo de Urabá costado occidental.

Esa legión en bien conocida por nosotros y sabíamos de antemano que la topografía era inhóspita: selva cerrada, terreno inundable, pantanos, ciénagas, inmensos charcos en las zonas bajas y escarpado en cuanto uno se acerca al límite con Panamá en un punto llamado Palo de las Letras.

Comenzamos por hacer nuevos reconocimientos desde el aire y reclutar ciertas fuentes para que nos sirvieran como guías una vez penetráramos en la zona. Con nuestros equipos y la tecnología con que contamos podemos llegar a cualquier sitio, pero es importante tener conocedores que dominen la región, sobre todo para evitar el cruce por lugares poblados.

Llevábamos más o menos una semana en la planeación y definitivamente la gente de Inteligencia logró confirmar que el bandido se hallaba en ese sector del Golfo, y pese a las dificultades o, digamos, a las características especiales del terreno, a nosotros nos parecía una maravilla porque nos facilitaba muchísimo nuestro accionar de comandos.

Comenzamos a estudiar nuevamente nuestros archivos de imágenes, cartas del terreno, estudios topográficos y en un reconocimiento de campo que hicimos en la nueva zona comprobamos que allí se tenía la facilidad de las comunicaciones: había dos repetidoras controladas por algunas instituciones del Estado y sabíamos que algunos de sus miembros recibían bonificaciones de la banda criminal. Eso es malo, pero a la vez bueno para nosotros.

Bueno porque se facilitaban las comunicaciones, pero malo porque los bandidos también se beneficiaban. Entonces empezamos a buscar una alternativa para contrarrestar la situación.

Con ingenieros de la Policía instalamos una red propia, que se demoró más o menos un mes en comenzar a operar al máximo y enviamos expertos a las diferentes estaciones locales donde instalaron repetidores, desde luego cumpliendo aparentes actividades de Policía corriente.

Una vez instalada aquella red y gracias a reuniones con personas relativamente cercanas al objetivo, más o menos confirmamos y reconfirmamos la zona aproximada por la que ahora se movía el bandido. Desde luego, no había unas coordenadas exactas.

El jefe tomó la decisión de combatirlo de manera frontal. Una vez culminó el trabajo previo fueron comprometidos varias unidades como el Comando de Operaciones Especiales, la Dirección Antinarcóticos con su servicio aéreo y con los Hombres Jungla, la Dirección de Inteligencia con sus equipos de señales y la Dirección de Investigación Criminal por la parte investigativa y el área de operaciones especiales. Todos, cuerpos élite de gran experiencia.

Nos trasladamos a Medellín, base inicial de operaciones, pues ahora contábamos con tres puntos, ya no al occidente sino en el costado opuesto del Golfo, hasta los cuales, al parecer, se había movido el bandido.

El principal era un campamento en lo alto de una serranía a unos dos mil doscientos metros sobre el nivel del mar y los otros dos a menor altitud: un par de fincas, una muy cerca de la costa y otra en el talud de la serranía.

La operación fue planificada en tres fases: la primera, un asalto inicial a los tres puntos ya determinados, en la cual se calculaba que tendríamos solamente un cincuenta por ciento de probabilidades de éxito, puesto que los helicópteros se escuchan de lejos en aquellas soledades y porque la información con que contábamos no era exactamente muy puntual.

Segunda fase: se iba a determinar un cuadrante de más o menos, quince por diez kilómetros, donde estaban emplazadas las bases de nuestras comunicaciones. Ese iba a ser saturado en las partes altas, tanto haciendo bloqueos en las vías de acceso como por los corredores de movilidad, con la intención de presionar al bandido para que en sus movimientos cometiera algún error.

La tercera era muy lógica: una vez el objetivo cometiera el error haríamos una infiltración para llegarle hasta el sitio donde se encontrara.

Bueno, se lanzó la primera fase desde la ciudad de Medellín a bordo de varios helicópteros: dos se dirigían al punto principal, un campamento de los bandidos en un lugar más o menos determinado, y otros hacia una de las fincas en la zona de la costa. Los restantes buscarían la cabaña en el talud de la montaña.

Cada nave iba acompañada por dos helicópteros medianos. Se hizo la operación, tuvimos un contacto en la zona del campamento en la serranía y allí encontramos una serie de caletas o escondites para guardar cosas, túneles con ropas del bandido, muebles rústicos con la comida que frecuentemente él consumía, pero no lo alcanzamos allí.

Sin embargo, capturamos a tres personas que pertenecían a su esquema de seguridad y confirmamos que efectivamente el tipo sí había estado allí, pero por el sonido de los helicópteros había escapado.

De inmediato se llevó gente hasta la casa de recreo cerca de la costa y a la del talud de la montaña, una finca, más de campesinos que de recreo. Estábamos descartando posibilidades.

Desde luego el mayor esfuerzo se hizo en la casa de la serranía, donde además de los tres hombres capturados se incautó armamento y una computadora con información valiosa para las aéreas judicial y de inteligencia.

CARLOS (Analista)

La escapada del bandido nos afectó un tanto porque ahora no sabíamos a dónde recurrir de forma inmediata. Es cierto, teníamos a Nelson, el mensajero, pero él no decía nada Teníamos también a Lentejo, el sobrino de la mujer, pero tampoco hablaba. ¿Qué hacíamos?

Bueno, pues finalmente logramos comunicamos con Cuca, que una mañana resolvió abrir la boca:

—Me va a llamar el Viejo.

Pero el Viejo no mandó por Cuca sino por los carpinteros que se habían quedado en el cerro construyendo la cabaña. Ellos decían que Mario no era mala persona. A toda la gente del sector le mandó construir pequeñas cabañas de madera, buscando que vivieran un poco mejor. Esa era una forma de ganar su confianza y lograr que lo protegieran.

Los carpinteros ya habían construido varias y finalizaba diciembre, de manera que Mario le dijo a uno de ellos:

—Recojan sus herramientas, los necesito en otro lugar.

Ellos bajaron a las inmediaciones del Golfo y esperaron un nuevo aviso.

Bueno, pues casi al mismo tiempo apareció otro personaje que resultó importante para nosotros. Le decían Serafín y venía a cumplir las funciones de Nelson, el de las cartas.

Desde luego, Serafín era parecido a Nelson: se comunicaba por diferentes medios, cambiaba todos los días de sitio antes de dormir, algunas veces lo encontrábamos, otras no lo ubicábamos por ningún lado, era muy sigiloso. Sin embargo, siempre llegaba a Necoclí.

Serafín ubico allí a uno de los carpinteros y le dijo que había llegado el momento para el viaje. Luego llamo a la mama y le conto que se iba para "el otro lado", es decir, a la orilla opuesta del Golfo, Durante varios días salía, supuestamente se embarcaba en un bote y navegaba hasta Acandí. En los primeros viajes, pasó primero a uno de los carpinteros y luego al otro.

—Don Mario esta allá—le dijo al primero.

Nosotros iniciamos entonces otro proceso. Teníamos que tratar de enganchar nuevamente a los bandidos y tres semanas después o algo así, logramos hacer contacto con algunos y así fueron apareciendo más personajes de cuento: Pirarocú, Clavocaido, La Sapa, Guacamayo, el Mello, Vegueta, Repollo...

Supuestamente estaban construyendo allí una cabaña más; nos conectamos con una de las bandidas que habían trabajado para Mario y luego con cuatro personas más, y efectivamente confirmamos que el objetivo se encontraba en inmediaciones de Acandí hacia la frontera con Panamá.

ANDRÉS (Analista)

Por Inteligencia sabíamos que Mario tenía una casa en Acandí, donde anteriormente se refugiaba su hermano, el paramilitar conocido como el Alemán: refugio sobre un islote en un mar muy agresivo y ruidoso al chocar contra los acantilados, especialmente en las horas de la tarde.

Desde luego, pensamos que si el objetivo llegaba a ese punto no buscaría la casa del hermano, pero una de nuestras teorías era que tenía que moverse muy cerca de allí; lo más probable era que saliera por esos lados a beber y a organizar rumbas.

CARLOS (Analista)

Nuevamente el interrogante era cómo llegarle al punto y entonces Ismael dijo:

—Mandemos gente a Acandí, eso es playa, fin de año, excusión, turistas.

Envió a varias parejas de muchachos, ellos recorrieron el jugar y lo memorizaron casa por casa, rincón por rincón, igual los alrededores hasta donde les permitían ir en plan de turismo y además, recorrieron otros paraísos más al norte llamados Zapzurro, Capurganá, Cabo Tiburón...

Antes que a ellos, el jefe había enviado a una de las muchachas de nuestro grupo, también como turista, y ella había identificado las lanchas de una empresa que utilizaban los bandidos para moverse de una orilla a la otra en pleno Golfo.

Una de las instrucciones que llevaban los turistas era verificar todo lo que se moviera en esas lanchas, qué rutas cubrían, entre cuáles puntos exactos se movían, dónde fondeaban, pero nos mató el que en esa orilla no operaba señal y no se podían comunicar con nosotros.

Sin embargo, la chica navegó hasta el pequeño puerto de Capurganá, al norte de Acandí, y allí encontró señal De ese punto me llamaba:

—Tío, ¿qué hay? Aquí están llegando los peces.

—Ubique a Macancan, que debe ser un negro, alto fornido. El llega a la playa con alguna frecuencia a recoger cosas.

—¿Negro? ¿Fornido? Aquí hay cualquier cantidad. Todos son negros. A todos los veo fornidos.

Dentro de los controles establecimos que los bandidos estaban utilizando comunicaciones a través de radio de dos metros, y ya teníamos localizado a Cuca, el que se movía más cerca del objetivo. Por radio le decían Bogotá Tres.

Eso nos imponía enviar un escáner, es decir, un radio para escuchar frecuencias de dos metros, pero ¿cómo íbamos a hacer para camuflarlo? Se trataba de un radio pequeño, sí, pero las antenas eran grandes.

Bueno, pues otros de nuestros muchachos lo llevaron. Aunque eran técnicos electrónicos se presentaron como empleados de una firma de comunicaciones muy conocida y dijeron que su misión era verificar la señal que emitía una antena instalada en el lugar.

Cuando llegaron allá se presentaron:

—Ella es una ingeniera y él, otro ingeniero. Vienen a mejorar las comunicaciones.

—Perfecto.

En ese momento los turistas ya habían ubicado a Bogotá Tres, es decir a Cuca, el que se movía más cerca del objetivo. Una vez localizadas varias personas, un veintitrés de diciembre enviaron uno de los aviones y los ubicó a todos en la playa, formando una "U" en torno a un punto:

—¿Mario?

Yo decía "Imposible, ese man qué va a estar en la playa. ¿Cómo diablos va a estar Mario bronceándose?".

—No. Mario les dio permiso a sus bandidos, pero él no debe estar ahí —respondió Andrés.

Los bandidos fueron ubicados más o menos a las diez de la mañana, los helicópteros despegaron a las once y los aviones se elevaron a eso de las dos de la tarde en Cartagena de Indias, un sitio realmente apartado, pero ideal para no despertar suspicacias. El vuelo hasta Acandí se demoraba cerca de dos horas.

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