Objetivo 4 (36 page)

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Authors: German Castro Caycedo

BOOK: Objetivo 4
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Luego iniciamos el estudio de algunos documentos que había contra él por el delito de narcotráfico y nos apoyamos en unas líneas —aportadas por varias fuentes— buscando llegar a Darío Úsuga, alias Mauricio, y a Juan de Dios Úsuga, Giovanni.

Después de muchos intentos, en un primer momento llegamos a una mujer a quien le decían Camila, encargada de manejar las finanzas de Mauricio, pero trabajándola supimos que, además, era amante de uno de los guardaespaldas del bandido y por ahí empezamos ya a acercarnos a la estructura. Es que los primeros controles fueron muy vagos, gente que les servía como transportadora, que les hacia favores, pero realmente no formaban parte de la organización como tal.

Yo estaba en el Centro de Operaciones en Bogotá y el primer contacto con la banda fue a través de Camila, ubicada en Urabá. En ese momento nuestros recursos eran limitados, tanto en personal como en medios porque se estaban trabajando simultáneamente otros objetivos de alto valor.

Gracias a ella tuvimos acceso a otros cabecillas bajo el mando de los Úsuga como Nicolás, Darío, Tubo... Bueno, en un momento dado nosotros llegamos a conocer la estructura de forma parcial, y por eso no aparecía Mario. Es que hasta ahora todo empezaba y terminaba en los hermanos Úsuga.

Le dimos varias vueltas al caso tratando de subir en la escala, a buscar el vínculo que tenía Mauricio o que tenía Giovanni con Mario y no lo encontrábamos, entre otras cosas porque Mario nunca aparecía.

Después de casi un año de haber trabajado en esto llegué a pensar que ese man no existía, o no estaba en el país, y definitivamente no me explicaba qué sucedía con él. Es que yo empezaba a controlar al que estaba más arriba en aquel momento, trabajaba buscando sus vínculos y siempre terminaba en un techo que era Mauricio.

Ya a mediados del año siguiente vi que era necesario replantear el trabajo hasta que de pronto apareció una pequeña luz: un guardaespaldas le dijo a Giovanni:

—Le mandaron un casete para que lo escuche.

—¿Que manda decir?

—Que bien, que sigan así, que es importante que continuemos con el control de la zona —pero no se supo por dónde lo había enviada Simplemente apareció el casete.

Eso nos confirmó que sí, que sí existía la cabeza de la banda y la información que manejábamos en ese momento era que el líder se llamaba Mario, pero... Es que nosotros, hasta no ver no creer. Sabíamos que era él pero durante el primer año nunca supimos que alguien le dijera Mario sino el Viejo.

Entonces, después de analizar una vez más las cosas y volver a intentarlo a partir de aquella luz comprobamos de forma definitiva que sí, que realmente había alguien por encima de Mauricio.

Una tarde, uno de los mensajeros dijo: —Mandó decir la Vieja que prendan los radios de HF.

Luego todo siguió igual y hable con Antonio, nuestro jefe, y le dije:

—No hallo nada, no se mas, ayúdeme.

Ya había terminado el capítulo de Los Mellizos y el jefe entró a orientarme y me envió a Carlos, otro analista para que trabajara conmigo. Bienvenido. Es un hombre de gran experiencia. Es que... El trabajo de Inteligencia no puede tener el menor viso de egoísmo y hay momentos en los cuales uno debe aceptar que, hasta cierto punto, existen límites, que uno no está viendo más adelante.

Carlos preguntó qué había y le hice un recuento formal de la historia: tengo a los hermanos Úsuga que se hacen llamar Mauricio y Giovanni. Manejan la parte financiera y de narcotráfico...

Pero nuestro trabajo no consistía en manejar la estructura a través de diez, quince personas de la base. El objetivo era claro: buscar la captura de Mario.

Con Carlos empezamos nuevamente.

CARLOS (Analista)

Entré un mes de junio, un año después del comienzo del caso, y empezamos por evaluar la información que se tenía, apoyados en la experiencia del trabajo con las otras bandas, y dije:

—Tratemos de buscar a una persona cercana a Mario.

Los controles continuaron igual sobre Mauricio y Giovanni, pero empezamos a darnos cuenta de que ellos dos utilizaban a una persona a quien mandaban llamar temprano, o le decían:

—Llégueme esta noche y sale mañana temprano.

Esa persona respondía:

—Hágame un favor: ténganme listas las grabaciones o las cartas y nosotros vamos a recibirlas.

En ese momento, aunque ya teníamos una referencia suya al mensajero no lo veíamos como la persona más allegada al objetivo. Más bien lo catalogábamos como una ficha, digamos, un poco lejana: "Entréguenme el casete o entréguenme la carta"

Sin embargo, cuando lo analizamos mejor encontramos que se trataba de una persona muy, muy sigilosa, extremadamente cuidadosa en todo: no hacía comentarios, tenía varios medios de comunicación y nunca utilizaba palabras como patrón, señor, jefe, absolutamente nada de eso.

Y el asunto era más difícil porque este hombre se comunicaba hoy por un lado, mañana por otro y, claro, nadie tenía una referencia más o menos estable para localizarlo. Lo llamaban Nelson.

Desde luego sabíamos que estaba en el Golfo y notamos que la persona detrás de él era alguien que tenía el poder para controlar a Giovanni y a Mauricio: un man realmente importante, por lo cual estuvimos detrás de Nelson unos cuatro meses: hombre muy complicado, ya le digo. No sabíamos nada de su esposa, no sabíamos nada de su mamá, no sabíamos del papá, no teníamos idea de quién era él.

De todas maneras empezamos a tenderle un círculo a través de las menciones que algunas veces se hacían de él, a pesar de que se perdía dos días, tres días, de pronto no volvía, aparecía por cualquier lado y lo único que decía era:

—Les mandó saludes. Les llevo una carta suya —y volvía a desaparecer una semana, una semana y media.

Sin embargo, habló con otro sujeto y le dijo:

—Voy para allá.

Y nosotros coincidimos: hay que enganchar a ese sujeto. ¿Por qué le avisó que iba para allá si el día anterior había recogido CD, cartas y mensajes?

Bueno, luego de varios días de trabajo establecimos que "Voy para allá", significaba, voy para donde está la cabeza de la banda. Y el que había respondido la llamada era alguien de la base, una persona, digamos, del décimo nivel que más tarde supimos se trataba de Repollo.

Al día siguiente a las cuatro de la mañana, Nelson llamó a Repollo y le preguntó:

—¿Está listo?

Iba conduciendo un carro y tenía que estar dirigiéndose hacia el jefe de la banda. Día de celebración porque luego de cuatro meses encontrábamos algo más o menos concreto.

Repollo se encontraba en una finca en el área del Golfo de Urabá. Él le daba acceso a Nelson. Pero encima de aquel se movía una serie de personajes que no habíamos conocido antes y más tarde encontramos que su superior era un cabecilla a quien le decían Guacamayo.

Guacamayo controlaba una zona llamada Manuel Cuello en la banda oriental del Golfo.

Cuando nos dimos cuenta de estas cosas, apareció el Cabezón, un viejito de esos que no le generan a nadie sospechas, y en un análisis verificamos que había personas más importantes como Repollo, que le cumplía órdenes a Guacamayo.

Al viejito Cabezón le decían: "Traiga las mulas" o "Necesito comprar comestibles..."

"Sí, claro. Arriba necesitan esto... Arriba necesitan aquello...".

El viejito también le obedecía a Guacamayo y a medida que íbamos desenredando aquel ovillo sentíamos que estábamos acercándonos a la cima.

Parece sencillo, pero a los dos meses de trabajo en torno a esta fauna encontramos que Cabezón era la persona que le llegaba a alguien importante, aunque en ese momento no sabíamos de quién se trataba.

Ahora: ¿por qué mulas? Con seguridad se movían en alguna zona escarpada y era necesario trepar.

Nelson seguía anunciando CD, cartas, pero primero pedía acceso a Repollo. Él a un tal Mello y este respondía:

—Tranquilo que ya viene para acá el Cabezón.

Efectivamente el Cabezón —el viejito— bajaba de algún lugar recogía a Nelson y se perdían.

La rutina nos llevó pronto a una conclusión sencilla: el mensajero efectivamente estaba llegando hasta donde se encontraba Mario, pero el problema era que Cerro Azul, así se llama el lugar, es muy extenso y la antena que nos daba acceso de sonido estaba en otra montaña llamada Yoky.

Bueno, ya sabíamos que el objetivo estaba allí, que existía, pero ¿exactamente en qué punto? Nuestro dilema era cómo llegarle y eso creo que fue lo más difícil de nuestro trabajo.

Bueno, pues hubo un momento en que el Cabezón le dijo a Nelson:

—Tráigame a dos personas que necesito. Son ese par de carpinteros que hay en la última calle del pueblo, dígales que tienen que venir a trabajarle al Viejo. Pero no es la semana entrante, ni mañana. No. Es hoy mismo.

Efectivamente, los carpinteros subieron, pero no les permitieron utilizar teléfonos celulares, ni teléfono fijo en alguna cabina cercana, ni nada de comunicaciones.

No obstante, hay una parte crítica en los seres humanos que son los sentimientos hacia sus familias y los manes subieron, se ubicaron en el sitio —era la misma antena—, pero una tarde se alejaron del punto por algo de su trabajo y se comunicaron con las familias. Comentaban que ya habían hablado con el Viejo y que ahora comenzaban a construir una cabaña.

La segunda vez, el carpintero estaba hablando con su esposa y de pronto se alteró:

—Llegó el Viejo, llegó el Viejo —y se calló.

Empezaron a subir madera, herramientas, utensilios en las mulas de Cabezón y nuestro jefe Ismael mandó un avión plataforma y comprobó que efectivamente en el cerro habían aplanado la cima y allí ya se encontraban la madera, algunas columnas, algunas vigas y una mula. Habíamos localizado el sitio. En ese momento llevábamos un poco más de un año de actividad.

Como complemento fueron enviadas parejas de Inteligencia a cada uno de los pueblos y lugares importantes para nosotros.

ANDRÉS (Analista)

Ahora teníamos tres frentes de trabajo. Uno, el que los bandidos llamaban la parte "militar"; otro, la cabaña, y el tercero, el círculo familiar de algunos de ellos.

Bueno, la historia es que una mañana, los de la cabaña empezaron a organizar algo:

—Que compren un ponqué, ojalá sea negro, que compren platos, cubiertos, suban vino, busquen al cura.

Y por el lado de los "militares", Giovanni le dijo a uno de sus hombres:

—Que compren un pantalón talla tal, y una camisa XL.

—¿De qué clase?

—Camisa blanca y pantalón elegante. Así los quieren.

Luego supimos que estaban subiendo a un cura y a más bandidos: alguien se iba a casar. Pero el cura no quería ir porque pensaba que lo iban a matar. Entonces lo secuestraron: lo agarraron dos manes, lo subieron a una moto, más adelante lo pasaron a una mula:

—P’alante, hermano. ¿Cómo que no va?

—¿Para dónde me llevan? Dios y Señor mío...

—Para un matrimonio y no joda más.

Efectivamente, uno de los Úsuga, el tal Mauricio, dijo más tarde:

—Yo voy a ser el padrino.

¿Quién se iba a casar? Pensamos que el Viejo.

En efecto, el tipo se casó esa misma tarde con una mujer joven, mucho menor que él, de unos veinticinco años, y el bandido de unos cuarenta y siete. A esta la quería más que a las otras cuatro, pues luego supimos que tenía cinco, conocidas.

Esta se llamaba Catalina y le decían la Gómela —por joven—, pero con las anteriores había tenido únicamente hijas y la Gómela le había dado un niño.

Bueno, pues la tal Gómela fue la que hizo la faena:

—Usted se casa conmigo, hermano. Se casa o se casa —le dijo una noche del mes de noviembre y él respondió que sí, que bueno:

—Perfecto, traiga al cura —respondió.

Y ella:

—Sí, que traigan a un cura, un ponqué, ropa decente para este hombre, que venga Giovanni, que llamen a Mauricio... Ah. Y me traen un mariachi, necesito meterle música a esta joda.

Nosotros teníamos comunicación con Gloria, la mamá de la Gómela, y ella mencionó un par de días antes que su niña se iba a casar con el Viejo, que se iba a preparar, que la niña iba a manejar al tipo porque a ellas no se les podía escapar.

Luego le dijo a la Gómela:

—Hija, me invita al matrimonio. Yo tengo que ver eso.

Desde luego, nosotros ya teníamos el antecedente, pero cuando lo del ponqué negro y el mariachi y "la joda", la muchacha no le avisó a la mamá porque, después supimos, tuvieron lo que llaman un pálpito, es decir, un presentimiento:

—Es una vieja bruja —había dicho el Viejo, y se lo creyeron.

Después del matrimonio, la Gómela le narró la historia y "la vieja bruja" comenzó a llorar.

—Pero ¿fue una fiesta normal? —preguntó.

—Sí, mami, pero de blanco. De-blan-co.

Había bajado al pueblo principal en la costa del Golfo, consiguió una costurera y, claro, "tela, tijeras y aguja, pero todo en silencio", según le contaba a su mamá.

Una vez le llevaron el traje hasta la montaña y los zapatos y esas cosas, organizó la rumba un sábado a las seis de la mañana y a las seis de la tarde el Viejo ya estaba arreglado.

—Venga, mijo, arrodíllese y jura, no joda —le había dicho cuando llegó el cura.

Como eso lo organizó la muchacha en cuestión de horas, Antonio, nuestro jefe, no alcanzó a ordenar el envío de un avión, ni gente. Nada.

CARLOS (Analista)

¿Cómo llegamos a "la vieja bruja", a la Gómela y a esos nuevos ejemplares?

Bueno, pues resulta que Nelson, el hombre de las cartas y los CD, era el único de nuestros contactos con acceso al objetivo. El otro era Santiago, un primo de la Gómela: le decían Lentejo, lo localizamos y él nos dio la ubicación de "la vieja bruja".

El cuento es que Nelson se comunicaba mucho con Lentejo y como este era primo de la muchacha, él le llevaba las razones del objetivo. Así penetramos a dos de los círculos un poco más altos de la banda.

Lentejo se encargaba de pagarle la mensualidad a la mamá de la muchacha, para no volverle a decir "vieja bruja", le pagaba la mensualidad a la Gómela, les pagaba a las hijas del Viejo y a las cuatro mujeres que hacían cola detrás de la Gómela.

Nelson le entregaba el dinero, le hacia la lista y Lentejo, el primo, viajaba a los puertos de Cartagena, Barranquilla, luego a Medellín, y cumplía con su tarea.

Bueno, pues hasta ese momento no supimos que alguien le dijera ‘Don’ Mario, pero con el casamiento confirmamos que ni era un misterio, ni tampoco había duda. Él era el Viejo.

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