Objetivo 4 (32 page)

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Authors: German Castro Caycedo

BOOK: Objetivo 4
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Grillo es el compañero del francotirador del grupo de comandos.

—¿Que hay?

—Empezamos a controlar a la negra de la canción, y como a las tres horas apareció un señor con cuatro guardaespaldas. En este momento está en la casa. Llegó con un perro.

Cuando se nos escapó del peaje Pablo Arauca, a uno de sus guardaespaldas le habíamos decomisado varias memorias de computadora y una cámara fotográfica. Entre aquellas fotos había una de uno de Los Mellizos bañándose en una piscina y otra en la que aparecía con la cocinera y con un perro. —¿De qué color es el perro?

—Negro. Ese perro está a los pies de mi mayor.

Era un perro juguetón, le dio vuelta a la casa, los olfateó y se fue hasta donde se hallaba el jefe del comando y se quedó mirándolo en silencio. Luego se echó a sus pies.

Él le decía "Váyase, váyase", pero el animal no se movía de allí.

Pasados unos veinte minutos, Grillo se volvió a comunicar y le preguntamos:

—¿El hombre tiene ropa camuflada?

—Sí, claro, camuflado del desierto.

—Ese es Víctor, el segundo Mellizo. Dígale al oficial que ese es el objetivo. Es el de ropa camuflada amarillenta. Que procedan.

Nosotros nos fuimos para el aeropuerto de Medellín donde teníamos nuestra base, abordamos un helicóptero y simultáneamente empezó el operativo.

RAÚL (Comando)

Me había reunido con mis jefes y ellos me mostraron una serie de fotografías de fincas por la zona de Tarazá, pero las coordenadas con que contábamos en aquel momento eran aproximadas.

En las fotografías se veían la casa de una finca muy sencilla a veinte metros de una laguna y más allá un cobertizo con dos cuatrimotos. En aquel punto debía estar uno de los Mellizos.

Organicé la operación y salimos de Medellín con mi gente en una volqueta conducida por uno de nuestros hombres y en dos camionetas, pero por la premura, en esa ocasión no pudimos ir previamente hasta el lugar, estudiarlo y confirmar las coordenadas.

Íbamos de civil con los equipos guardados en maletas, llegamos a Caucasia, pasamos por allí y más adelante encontramos una manifestación de campesinos, una muchedumbre, y frente a ella, Policía Antimotines.

Desde luego, se trataba de que ni la Policía local supiera que nosotros nos encontrábamos allá, y, además, teníamos la preocupación de que no nos fueran a detener porque revisarían las maletas y encontrarían el armamento, los equipos optrónicos y demás.

Reportamos al jefe lo del paro y la presencia de policía ejército y me dijeron que de todas maneras cruzáramos.

Sigan adelante y piensen en que van a inventar en caso de.

Continuamos por la vía principal con la buena suerte de que nunca nos detuvieron porque había mucha congestión de vehículos, pasamos incluso por donde estaba el escuadrón Móvil Antidisturbios y allí casualmente reconocí a un compañero y tuve que esconderme. El sabe en qué trabajo. No pensaba que me fuera a vender, nada por el estilo, simplemente que, por ejemplo, me saludara y los demás policías podrían preguntarle quién era yo.

Por fin cruzamos aquel sitio a eso de las once de la mañana, llevando aquellas coordenadas que me habían suministrado y estaba buscando un punto apropiado por dónde iniciar la infiltración.

Por causa del paro había muchos vehículos en la vía y a eso de la una de la tarde llegamos hasta un punto paralelo a la coordenada, pero como en pleno día no podíamos echar pie a tierra, para matar el tiempo nos tocó ir hasta Planeta Rica, un pueblo en Córdoba, otro departamento, y regresar de allí para llegar finalmente al punto clave a eso de las diez de la noche.

En el viaje de ida había visto aquel sitio, pues se trata de una zona con muchas fincas y casas de recreo, y allí localicé un par de viviendas situadas cada una sobre una colina, pero las puertas de acceso estaban juntas.

Por cerca de uno de los costados del lugar de entrada habíamos visto una corriente de agua y una ruta de acceso propicia, de manera que cuando regresamos en la noche nos detuvimos.

Aunque el paro continuaba, ahora el flujo de vehículos era menor. Las camionetas que nos acompañaban marchaban una adelante y otra detrás del camión, distantes unos seiscientos metros para que nos indicaran en qué momento la vía estaba desierta para poder bajarnos.

En aquella zona el terreno es despejado y muy ondulado y hay una pequeña vegetación pero en las orillas del cuerpo de agua: un terreno similar al de la casa de la piscina y del búnker de donde se nos había escapado el bandido la última vez.

Pensando en el objetivo, en línea recta debíamos estar a cuatro kilómetros, pero para acceder a aquel lugar duramos seis días, por el tipo de terreno que debíamos atravesar: teníamos que bordear pantanos y cañadas, pues estábamos en lo más intenso de la época de lluvias, mucho invierno, terrenos inundados: atravesábamos grandes tramos con el agua al pecho, en otras zonas caminos de herradura convertidos en masas de lodo. Era muy difícil avanzar.

La misma noche de nuestra llegada habíamos comenzado la travesía por una región con haciendas y fincas ganaderas, y desde luego con una gran población de perros. Los perros lo huelen a uno a un kilómetro o un poco más. En esos casos, utilizamos un Motoman SDA-10 para acallarlos desde la distancia.

Caminábamos marcando rutas. Unos quinientos metros adelante iban dos comandos de reconocimiento relativamente livianos ayudándose con dispositivos Point Grey Bumblebee II que duplican la capacidad de sus ojos, en busca de las mejores rutas, y los demás avanzábamos con nuestros visores nocturnos, dándoles tiempo para que constataran que no se encontraban obstáculos que nos obligaran a regresar.

A los seis días llegamos a la coordenada que nos habían suministrado inicialmente, pero en aquel punto no encontramos nada. Allí lo que hayamos fue un peladero con vegetación en los costados. No había viviendas, no había cercas, no había nada. Se presumía que en aquel punto debería estar la casa de una de las fotografías.

Llame al jefe, le conté la situación y me dijo que esperáramos allí mientras coordinaba un vuelo de reconocimiento.

Según la época, aquella noche el cielo también estaba cubierto de nubes y, abajo, una niebla densa subía a partir de la vegetación. El vuelo se había realizado para ubicarnos, aunque ellos tenían las coordenadas que les reportábamos, y nosotros unos equipos de destellos para que nos ubicaran. Gracias a ese intercambio de señales hicimos cálculos y ya supimos exactamente por dónde íbamos.

Al día siguiente se realizó otro vuelo para localizar al objetivo, un día también lluvioso, cielo aparatoso, niebla, pero dijeron que después de varios giros, de pronto apareció un hueco en las nubes y a través de él vieron la casa. Repitieron el giro y ya no. Ya se habían cerrado las nubes.

Nosotros los escuchábamos y eso nos iba sirviendo de orientación, de manera que ya con el objetivo rectificado y la guía por el ruido de la aeronave, la noche siguiente volvimos a caminar.

En aquel momento llevábamos seis días en el terreno, recorriendo entre dos y tres kilómetros diarios por las noches a través de la vegetación, lo que supone mucha dificultad para avanzar, por el terreno blando, por los pantanos, por la lluvia... Desde luego esa lluvia evitaba que fuéramos detectados, pues el ruido que uno pueda causar es mucho menor que en cualquier otra situación.

De todas maneras, habíamos rectificado la orientación y caminamos una noche completa, pero aún así, no alcanzamos a llegar al punto. Tuvimos que dejar correr un día y una noche más.

En adelante avanzamos por las cercanías de un camino. A partir de allí envié tres equipos de dos hombres cada uno con el fin de observar la zona. Marchaban más o menos un kilómetro alejados unos de los otros. Ellos no habían visto la fotografía y se la describí: una casa así y asá al lado de una laguna, un cobertizo con dos cuatrimotos.

Regresaron más tarde. Solamente habían encontrado hondonadas y matorrales y seguimos caminando por terreno escarpado y pasos tan difíciles por la capa de barro que nos hacia resbalar y caer.

Subiendo hicimos altos porque nos cansábamos por el peso en las espaldas y hacíamos observaciones de seguridad a las nueve, a las tres, a las seis, es decir, a los costados y a las espaldas de la formación: tomábamos agua y descansábamos dos, tres minutos y continuábamos.

Una vez en la parte más alta de la colina avanzamos unos metros y nos detuvimos. Fui hasta uno de los extremos, observé alrededor, miré a través de unos visores infrarrojos y más allá vi la misma imagen que me habían mostrado antes de partir: la casa, el lago, el cobertizo, las cuatrimotos.

Nos dividimos en tres equipos. En ese punto que era el más alto se quedaron el francotirador y el observador, es decir, otro comando con una mira especial.

El fusil de francotirador es más poderoso, un calibre más grande y una mira tan potente, casi como toda la optronica que utilizamos. Optronicos son equipos sensibles como visores, miras, apuntadores etcétera. Los manos libres de nuestros radios también son especiales.

En esos casos la labor del observador es prestarle seguridad al francotirador mientras está haciendo su trabajo, el francotirador permanece absolutamente pendiente del objetivo, puede durar horas mirando hacia un mismo punto y el acompañante vigila el entorno con visores especiales.

Bueno pues deje al binomio sobre la colina y los demás bajamos y nos colocamos uno al costado norte, el otro al costado oriental de la casa, es decir a las doce y a las tres, separados trescientos cincuenta metros más o menos. Sin embargo, todos teníamos visual sobre la vivienda.

Esa noche, allí no había perros ni caballos. No había nada. Silencio. Tampoco se veía nada.

A eso de las siete de la mañana salió una cocinera negra, envuelta en una toalla roja amarrada al pecho, con moña alta y cantando a todo pulmón algo así como Seré tu amante bandidooo.

A esa hora yo estaba en mi turno de seguridad y los compañeros descansaban. En estos casos todos hacemos lo mismo así uno sea el comandante. Es que ya trabajando hay mucha hermandad: por ejemplo, nosotros llevamos catorce años hombro a hombro. Anteriormente éramos instructores de Operaciones Especiales y cuando se creó este cuerpo de Bandas Criminales, me traje a la gente de mi confianza. Es que en un equipo como el nuestro debe haber mucha cohesión. Además, en él, cada uno tiene una responsabilidad individual, fruto de su gran experiencia.

Bueno, detrás de la cocinera salieron dos hombres corpulentos con pinta de bandidos y nosotros continuamos pendientes de la aparición del objetivo. Sin embargo, transcurrió el tiempo y no ocurrió nada más. La cocinera continuaba cantando a gritos. Nosotros estábamos como a unos cincuenta metros de la casa observando fijamente y el resto a unos trescientos cincuenta metros en línea recta: un triángulo alrededor de la construcción. La cocinera llamó a los dos tipos a desayunar, ellos comieron y salieron en las cuatrimotos. El resto del día la única persona que permaneció en la casa fue ella y al atardecer llegó gente a caballo, en otras motos y cuatrimotos, armados, pero entre ellos no apareció el objetivo.

En ese momento, mi jefe se comunicó una vez más:

—Espere el tiempo que sea. Hasta que no lo vea, no es suyo. De todas maneras, la presencia de la cocinera nos confirmaba la cercanía del objetivo.

Bueno, pues empezó un completo ir y venir de aquellas personas, todas armadas, como dije, en caballos, en cuatrimotos y en motocicletas. Siempre en parejas o tríos. Nunca se veía a uno solo recorriendo alguno de los caminos que llegaban hasta la casa. Estaban como patrullando, como trayendo y llevando mensajes.

El sitio donde yo estaba era también una cañada con bastante vegetación y en el fondo una corriente de agua. Nuestros jefes se comunicaban con mucha frecuencia. Estaban ansiosos.

Otro factor que teníamos en cuenta era que el objetivo debía asomarse acompañado por un perro labrador negro.

Corrió un tiempo corto, de pronto escuchamos voces y llegaron tres caballos y sus jinetes con fusiles y pistolas. Se acercaron a la casa, desmontaron, amarraron los caballos cerca de las motos y detrás de ellos aparecieron dos más, esta vez, también en motos.

Reporté aquellos movimientos, alerté a mi gente, pues, es cierto, teníamos visual sobre la casa, pero no sobre los caminos que llegaban hasta allí.

Estábamos muy concentrados y de un momento a otro apareció un perro labrador negro, pero apareció allí, prácticamente encima de nosotros. Esperamos a que ladrara pero no lo hizo y en lugar de abrir la jeta se me abalanzó encima en plan de juego. Yo lo empujaba y él movía la cola. Estaba feliz. Me imagino que como nos vio armados y él se había acostumbrado a andar con gente armada, tal vez creyó que éramos de los mismos. O por lo menos, para él era normal ver gente con fusiles y pistolas.

Cuando escuchamos voces más cerca, vimos por fin al objetivo a siete metros de nosotros. Venía trotando suave con dos personas a su lado. Tenía puesto un pantalón camuflado del desierto, botas de desierto, sin camiseta. Los otros dos con pantalones y camisas normales.

Lo vi muy cerca y, claro, lo identifiqué, pero el perro continuaba encima de mí. Lo empujaba para que se fuera de allí pero él se acercaba más y más a nosotros. Creía que estábamos jugando con él.

En aquel momento le comuniqué a nuestros jefes que estaba viendo al Mellizo a pocos metros pero qué el perro continuaba jugando encima de mí.

—¿Está seguro de que es el objetivo? —preguntaron.

—Sí. Claro que es él.

—Tiene luz verde para actuar

—Perfecto.

En ese momento no sabíamos las posiciones de las demás personas que habían llegado, de manera que debía comunicarme primero con mi gente para acordar la forma cómo íbamos a actuar.

Nosotros ya tenemos unos protocolos establecidos según cada situación, pero en estas cosas como tan puntuales hay que ser muy fino en el detalle pues están de por medio nuestras vidas y las de ellos. Claro, nuestra seguridad por encima de cualquier cosa.

Bueno, llegó el objetivo y se detuvo frente a la casa. A las nueve había un gimnasio multifuerza, varios aparatos en uno y el Mellizo empezó a hacer ejercicios. Me comuniqué con mi gente:

—¿Qué están viendo?

Había dos tipos en tal parte, había uno sentado en tal lado, otro con la cocinera detrás de la casa...

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