Objetivo 4 (40 page)

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Authors: German Castro Caycedo

BOOK: Objetivo 4
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Pero el hombre de la noviecita escondía un celular y cuando llegaban a un sitio nuevo, lo primero que hacía era esconderlo en alguna parte boscosa y por las noches se escapaba y llamaba a la mujer. Gran detonante para iniciar nuestras acciones.

Las coordenadas que obteníamos estaban en tiempo real, pero la demora para llegar al punto nos perjudicaba: debíamos ir caminando durante las noches, infiltrados en una zona supremamente ondulada, difícil de recorrer y eso tomaba cierto tiempo, de manera que cuando llegábamos, los bandidos ya se habían movido.

Así duramos otro par de días, es decir, llevábamos nueve jornadas, varias comunicaciones largas del hombre con la mujer aquella y tres cambios de escondite del bandido.

El día diez despegó el avión, ubicó a Camilo y nuestro jefe sonrió:

—Esta vez sí no se nos escapa. Le voy a ubicar en ese punto a quinientos hombres —dijo.

Hizo alistar helicópteros, Hombres Jungla, comandos del Grupo Antiterrorista y un grupo del Escuadrón Móvil de Carabineros.

El avión había sobrevolado el lugar cinco días antes, pero el de la operación amaneció con un tiempo pésimo, nubes cerradas y un cielo tan aparatoso que no permitía que despegara buscando ubicar el blanco con absoluta precisión.

Bueno, de todas maneras esto coincidió con la Semana Santa, igual que cuando cayeron Los Mellizos, y como eran días festivos, con ese pretexto nuestro jefe anunció que saldríamos a descansar.

Pero los que iban en plan de "descanso" realmente partieron hacia la zona de la operación. Nuestro jefe no olvidaba la filtración en La Cenizosa, de manera que si alguien sospechaba de nuestro propósito, esta vez lo habíamos puesto fuera del juega

Se cumplieron los planes y los hombres cayeron cerca de la cabaña en construcción y, claro, allí no encontraron nada, pero uno de los helicópteros que volaba como apoyo dio un giro y vio a cinco personas que corrían, se ocultaban en la vegetación y ametralló el lugar.

Justo en ese momento me llamó el jefe Ismael:

—Se nos escapó el objetivo —pero casi al mismo tiempo habló Camilo:

—Mamita, casi nos agarran. Nos ametrallaron, la cocinera va herida y nosotros avanzamos con el Viejo, que ni siquiera alcanzó a ponerse un pantalón. Va en pantalonera... Vamos corriendo. Chao, mi vida. Yo estoy bien.

Los jefes habían comenzado a mover a la gente que tenían en el área y además, hicieron venir de Medellín a los comandos que faltaban y empezaron a hacerle un cerco.

ISMAEL (Coronel)

Mario andaba con ocho escoltas. Empezamos a controlar a uno de ellos porque siguiendo instrucciones del bandido, llamó a la enfermera para que regresara, pero sucede que ella, a su vez, le había dado ese número al informante estrella.

Era un avance grande para nosotros porque de los ocho guardaespaldas a este le gustaba hablar, y a hablar demasiado y decir cosas muy gráficas, y algunas veces, digamos, bastante rudas es que todas las noches se comunicaba con su novia y jugaban al sexo a través del teléfono.

Colombia tiene millones de celulares, digámoslo, y en ese momento cazar a uno de los ocho que andaban con el objetivo era una lotería.

Ante el cerco cada vez más apretado, el objetivo pensó que por algún lado había filtración y se separó de los escoltas. Ellos se abrieron por diferentes sendas y dentro de nuestros anillos de seguridad empezamos a encontrar gente caminando, pero como no tenían órdenes de captura... De todas maneras confirmamos que se estaban retirando y él había quedado solo. Nuestro paso fue no dejarle entrar ni comida, ni, desde luego, gente.

Teníamos bloqueada la zona y el hombre andaba para arriba y para abajo, finalmente logró salirse de nuestro cerco y a eso de las seis de la tarde se encontró con una patrulla de Hombres Jungla:

—¿Usted para dónde va?

—Allí, para mi casa.

—¿Cómo se llama?

—Fulano de Tal —un nombre falso.

Iba en pantaloneta con unas botas de caucho. Parecía un hombre de la zona.

—Bueno, siga.

LIBARDO (Inteligencia)

En el sitio al que llegamos esta vez, el bandido tenía dos casas pequeñas: una eran la cocina y el baño, construcciones en madera con un toldo negro de plástico encima. A los lados les ponían plantas. Es decir, la jungla, pero él no dormía allí.

Al frente había un bosque y en lo alto de la colina el objetivo instalaba una pequeña carpa; en otra, un par de bandidos, y al frente, en un cerro más alto, permanecía el resto de sus hombres bajo una tercera carpa.

Ahora muestro hombre se estaba dando una paliza en plan de vagabundo.

El día que llegamos era un Jueves Santo y se les quedó allí, a punto de preparar un pargo rojo grandísimo que habían pescado sus secuaces para que almorzara.

Del escondite a la casa había túneles, pero también un desfiladero y al parecer se escapó por allí en pantaloneta.

De los siete u ocho escoltas cogimos a siete. Pero un poco después entendimos que el bandido había caído exactamente dentro del área que habíamos calculado.

CARLOS (Analista)

Nuestro trabajo fue concentramos cuanto más pudimos en la parte técnica para informarles a los mandos dónde podía estar el objetivo.

De todas maneras había gente cercana a Mario y gente de aquel pueblo llamado Manuel Cuello que teníamos controlada y esperábamos a que alguien nos diera una luz sobre el paradero del bandido:

Esa luz nos la dio el hombre que manejaba las mulas en ese lugar:

—Por aquí bajó uno de los escoltas del Viejo —dijo, y empezó a explicar por dónde iba y cómo eran los movimientos que hacían en ese momento algunos de los bandidos.

Nosotros les informábamos a los jefes y ellos iban moviendo a los comandos y a los helicópteros.

Estando en eso, Guacamayo, el cabecilla de esa zona, pidió que le tuvieran listos un cepillo de dientes, crema, una cuchilla de afeitar y un par de tijeras.

Le informamos al jefe que al parecer Guacamayo lo iba a proteger, y la esposa de Guacamayo comentó más tarde:

—Toca prepararle la comida y a él le gusta el pavo. Voy a hacerle un almuerzo bien cargado para que se fortalezca. Guacamayo le respondió:

—Bien. Prepárele eso mientras voy a recogerlo.

Deberían ser las diez de la mañana del día siguiente, el tipo andaba buscando qué comer y nuestra gente detrás de él con los comandos, los Hombres Jungla, los helicópteros...

Continuamos midiendo los pasos de varías personas y durante el tiempo que duró la operación les estuvimos informando a los jefes de forma inmediata y con detalles cuanto sucedía en la zona.

RAÚL (Jefe de comandos)

Bueno, a esa altura me llamó nuestro jefe y me indicó una nueva coordenada, porque el tipo se habia movido una vez mas y nos fuimos en busca de aquel punto. Por aire movian gente para que los bandidos vierna movimiento permanente. Se trataba de crear una sensacion se zozobra.

Nosotros nos movilizabamos a pie y luego de caminar unas cuants horas, me llamo nuevamente el jefey dijo que me necesitaba urgentemente en el puesto de mando que ahora estaba en el puerto de Turbo.

Le di nuestras coordenadas, esa misma noche nos recogieron en un helicoptero, fuimos con mi equipo y alli el jefe me dijo que estaba preocupado proque habian sabido que, segun los hombres de seguridad de Mario, la mamá estaba de recluta.

Muy bien, la mamá era el tal Mario… Pero ¿de recluta? ¿Qué era de recluta?

En ese momento creímos posible que al bandido algún organismo del Estado le estuviera ayudando y de pronto iban a sacarlo de la zona, según conversaciones de funcionarios oficiales que se mostraban muy preocupados por la situación en la zona.

Por este motivo se crearon nuevas alertas y más controles, pero de forma coincidencial, por eso de la suerte, digo yo, el hombre de la noviecita la volvió a llamar y le hablo de un punto a cuatro horas caminando de donde nos encontrábamos.

La orden fue cortar con lo que estábamos haciendo y encaminarnos hacia aquel blanco. Así lo hicimos.

Cuatro horas después llegamos al sitio. La coordenada pegaba exactamente en una zona boscosa a espaldas de la casa de una finca. Llegamos a eso de las doce de la noche, pero la finca estaba abandonada y como vi que el bosque era muy frondoso y físicamente no estábamos en nuestras mejores condiciones, tomé la decisión de dejar dos equipos emplazados en los costados de la casa y otro se dedicó a buscar con un sistema de rastreo en zigzag y establecí unos horarios.

Nos dividimos en dos equipos: uno debía quedarse en un punto mientras el otro se iba moviendo. Luego nos relevábamos para poder cubrir toda aquella zona que realmente era bastante complicada por la vegetación, la topografía, zonas inundadas.

En aquella región no hay electricidad por inhóspita, pero nos ayudábamos con nuestros equipos para visión nocturna y a eso de las tres de la mañana uno de mis hombres me informó por radio que a un costado del sitio donde nos encontrábamos, más o menos a un kilómetro, prendían y apagaban una luz.

Estos equipos son muy sensibles a cualquier luminosidad y los destellos se hacen muy evidentes, de manera que le ordené a uno de los equipos que se acercara al punto y nos informara qué observaban. Los demás continuamos con nuestra búsqueda.

Seguíamos con nuestro zigzag y a eso de las cuatro y media de la mañana me informaron que había una cuatrimoto pintada de camuflaje frente a la puerta de una pequeña casa.

—Es un alto al pie de una corriente de agua que va al mar. Desde aquí se ve el mar —dijo uno de los muchachos.

Les pedí que se acercaran de la manera más sigilosa posible y me informaran si había algún movimiento, qué más veían, si había animales, personas, otros objetos ajenos al campo.

Así lo hicieron y luego de una inspección por los alrededores informaron que no habían visto nada más, que no escuchaban nada fuera de la cuatrimoto en los alrededores de la casa.

—Permanezcan en el sitio mientras nosotros terminamos el zigzag —respondí.

A eso de las seis y media de la mañana me llamó el jefe. Lo escuché muy desmotivado. Dijo que reuniera a la gente pues habían tomado la decisión de cancelar la misión porque ya llevábamos casi once días y el desgaste era muy visible y el consumo de combustible de aviones, helicópteros y vehículos a esas alturas era difícil de coordinar. Los helicópteros tienen funciones adicionales y a esas alturas todo el mundo estaba presionando porque necesitaba a su gente.

ISMAEL (Coronel)

Una vez se alejó del puesto de control de los Hombres Jungla que lo habían interrogado, el hombre avanzó y se ubicó en la mitad de los dos anillos: el nuestro y el suyo, descendió hasta la base de una colina y se refugió en alguna casa de Las Mercedes. Así se llama esa zona.

Desde allí le dijo a uno de sus bandidos que se hallaba por fuera de nuestro cerco:

—Ayúdeme, estoy de recluta.

¿De recluta? Estoy de... ¿Re-clu-ta?

Bueno, pues avanzó, entró a otra finca en el mismo sector y allí empezaron a planear con un bandido cómo lo iban a sacar, vestido de mujer, vestido de soldado, en un caballo, en una lancha. Nosotros lo teníamos controlado.

Mario se separó del bandido, el bandido se alejó y un poco más adelante vio otro control de la Policía y antes de llegar inició un rodeo para escapar del retén y continuó bajando a grandes pasos.

En ese momento, Antonio, nuestro jefe, dijo:

—Necesitamos capturar a esa persona. Viene de hablar con el objetivo.

Nosotros estábamos retirados del segundo retén unos diez minutos por tierra, hicimos prender el helicóptero y tratamos de llegar a aquel control, pero nadie tenía visores nocturnos aparte del piloto y el copiloto, de manera que el hombre cruzó por detrás de nuestra base.

Ante aquella imposibilidad enviamos a Eduardo, un oficial superior, con una patrulla a localizarlo. Eran las doce y media de la noche y quien anduviera caminando por allí, a ese había que capturarlo.

Eduardo rastreó la zona un par de horas pero no lo encontró.

CARLOS (Analista)

En ese transcurso de tiempo apareció Vegueta, una de las fichas del narcotráfico. Le ordenaron trasladarse a Manuel Cuello:

—Usted tiene que sacar al Viejo.

En ese momento teníamos controlados a Repollo, al Mello y a Guacamayo, que manejaban esa zona.

El Mello esperó a Vegueta y le dijo:

—Encárguese de ubicar una lancha con dos tanques de combustible, porque la idea es que auxilie al Viejo, que anda totalmente rodeado. No hay por dónde más sacarlo, no hay por dónde echarle una mano a ese man. Lo único que nos queda es sacado de aquí.

Por su parte, Guacamayo se entrevistó con otros bandidos, esperaron cierto tiempo y finalmente llegó Tito, hablaron largo pero no precisaron dónde se hallaba Mario.

En un momento dado, el jefe Ismael llamó del mismo teléfono público en Manuel Cuello y le dijimos que ese era el que utilizaba la esposa de Guacamayo. Era un punto de referencia muy importante para nosotros:

—Desde donde usted nos está llamando, ojo, desde ahí exactamente era de donde le estaban mandando comida y algunos víveres a Mario.

En ese momento íbamos a cumplir dos años buscando al delincuente.

Justamente después de aquella llamada conocimos a Rufino, que empezó a pedir algunos medicamentos para el Viejo, y dijimos:

—Este tipo está cerca del bandido porque habla desde la cabina telefónica.

Posteriormente sobrevoló el avión y ubicó a Rufino, a Guacamayo y a la esposa de Guacamayo. Todos se encontraban en la misma área de la cabina.

Una vez lo informamos, los comandos siguieron avanzando y tratando de cerrar el cerco en torno a ese sitio.

CARLOS (Analista)

Antonio, nuestro jefe, me dijo:

—Esté pendiente porque en este momento los bandidos tienen que tocarse. Les vamos a dejar "un regalo" en tal finca. El regalo eran Raúl y sus comandos.

Ellos se movieron con su gente hacia una casa que les parecía sospechosa. Al mediodía se elevó un avión plataforma y detectó a una mula cargada y a una camioneta con el motor prendido, sentado en ella un sujeto y al frente dos guardaespaldas.

Por la noche repitieron la operación y lo único que localizaron fue a la mula pero descargada. La camioneta se había marchado, y dijimos:

—No importa. Por ahí tiene que estar el man.

FELIPE (Oficial superior)

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