—No es que se puedan hacer muchas cosas con trigo, arroz y judías —dijo Kevin, de forma muy acertada.
La mayoría de los desayunos consistían en granos de trigo integral puestos a remojo la noche anterior y calentados antes de servirlos, y rebanadas de pan de trigo recién hecho untadas con un poco de mantequilla reconstituida, manteca de cacahuete y, en ocasiones, mermelada. En días alternos tomaban tortitas, copos de avena o papilla de maicena. Las comidas consistían normalmente en sandwiches de manteca de cacahuete rehidratada y sopa, o simplemente en un plato de arroz cocinado al vapor. Las cenas eran más variadas. Cenaban estofados, filetes de venado o alce, guisados, platos con arroz, verduras deshidratadas, frutas, verduras y carnes enlatadas. Durante el verano disponían de verduras frescas como lechugas, coles lombardas y tomates.
Durante el inicio del invierno, Mary preparaba fuentes de ensalada de repollo que conservaba al aire libre, en el porche norte. Cada invierno, cuando el repollo se acababa (normalmente el día de Año Nuevo, un día triste), Mary plantaba alfalfa o alubias para así tener verduras frescas hasta la primavera. Kevin, que se había convertido en el cocinero oficial, consiguió con sus originales platos convertir una dieta insulsa en algo más agradable al paladar. A menudo comían animales recién cazados, como venado, alce, faisán y codorniz. Todas las presas que mataban durante los meses cálidos eran comidas inmediatamente, o bien enlatadas o acecinadas.
Kevin sacaba la mayoría de sus recetas de dos libros:
Saca partido a los alimentos básicos
y
La enciclopedia de la vida en el campo,
de Carla Emery. Ambos fueron una referencia de incalculable valor. Kevin solía encargarse de la cena. Cuando Kevin no estaba al mando, lo sustituían Margie, Mary, Dan y Dell. Los cuatro solían preparar el desayuno y la comida. Margie se encargaba del pan, por lo que empezaron a llamarla «el hada del pan». Además, también horneaba la mayoría de las tartas y pasteles. Dell, que era muy golosa, se encargaba de preparar los dulces. Su favorito eran las
molasses taffee.
Dan preparaba casi todos los platos de carne, como los filetes de venado, los asados y las empanadas. También cocinaba muchos platos de arroz, como arroz al estilo mexicano o arroz pilaf. Mary hacía la mayoría de las conservas y sopas de carne y salsas. Doug Carlton, autodeclarado cocinero manazas, ayudaba haciendo el trabajo de carnicero, limpiando las presas grandes y preparando la cecina y el pemmican.
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Pese a que era bastante monótona, se trataba de una dieta muy nutritiva. Dan Fong, Lon y Margie, los únicos miembros regordetes de la milicia, adelgazaron considerablemente. Rose, que estaba flaca incluso antes de llegar al refugio, perdió cinco kilos mientras se recuperaba de su herida de bala. Pronto cogió peso, sin embargo. Unos pocos meses después, Jeff reparó en que Rose no estaba comiendo bien y en que había empezado a perder peso de nuevo. Gracias al empeño conjunto de T. K., que la aconsejaba regularmente, y de Jeff, que insistía en que repitiera en casi todas las comidas, Rose pronto volvió a su peso normal. Los demás miembros del grupo mantuvieron el peso que tenían antes del colapso. Algunos, como Todd y Mike, tuvieron que hacer un par de nuevos agujeros en el cinturón; sin embargo, seguían pesando lo mismo que siempre. Atribuyeron esto a la mayor cantidad de ejercicio que hacían. La grasa estaba siendo sustituida por músculo.
A finales de la segunda primavera tras el colapso, Mary dirigió la tarea de sembrar un gran huerto. Todo el mundo aportó su granito de arena. Empezaron por arar toda la parcela con el arado del tractor. A continuación, con una hoz pesada de jardinería, acabaron de deshacer los terrones de suelo y de arar las zonas cercanas a la valla y a las esquinas, donde el tractor no podía llegar. Repasaron luego con la hoz todo el huerto, deshaciendo aún más el suelo. Utilizaron la gran pila de abono que habían amontonado para abonar el terreno. Mary, ayudada por Dan, Doug y Della, empezó por plantar los cultivos tempraneros: patatas en gran cantidad, nabos, remolacha, rábanos y maíz.
Al mismo tiempo plantaron los cultivos más delicados en cajones vivero. Estos cajones estaban hechos a partir de los viejos marcos de las ventanas de la casa que Todd había guardado cuando las reemplazaron por las de doble cristal. Allí cultivaron melones, calabazas, tomates y pepinos. Después del 20 de mayo, trasplantaron estos semilleros desde los cajones al huerto. Plantaron los cultivos a intervalos de dos semanas para tener así un suministro continuo de verduras durante el final del verano. Los dos primeros cultivos de maíz fueron en el interior de la valla, mientras que los tres últimos los plantaron en una pequeña parcela fuera del huerto principal. Gracias a los vigilantes ojos de los que estaban de guardia en el puesto de observación y de Shona, los ciervos de la zona solo pudieron hacerse con unas pocas espigas de maíz.
En uno de los extremos del jardín, Mary mantenía un pequeño huerto de hierbas, con propósito tanto culinario como medicinal. Antes incluso del colapso ya había pensado en que la reserva de medicinas y vitaminas acabaría por gastarse o caducar, así que plantó ese huerto por anticipado. Sus principales guías fueron
El herbario medicinal completo,
de Penelope Ody
Cómo curar cualquier enfermedad,
de Huida Clarke y
Diez hierbas esenciales,
de Lalitha Thomas. Mary pasó horas leyendo y releyendo estos libros y haciendo listas con las semillas y esquejes que quería conseguir. Cada verano ampliaba el herbario, expandiendo así la plantación y añadiendo una mayor variedad de hierbas. Una de las más importantes eran las flores de equinácea. La equinácea, también conocida como flor cónica de la pradera, tenía fama de ser un potente antibiótico natural. Mary tenía una amiga al otro lado de la ciudad que criaba cabras y que fue la que le recomendó cultivarla. Su amiga la usaba para tratar con ella las infecciones de su ganado.
Dos años antes del inicio del colapso, Todd había construido una nueva valla de mayor tamaño para el huerto. La valla medía doce metros por cuarenta; a lo largo de ella y a intervalos de trece metros instaló tres grifos anticongelantes Merrill. Como tenía por costumbre, Todd se exprimió los sesos para conseguir que la valla fuese a prueba de ciervos. Para las esquinas compró postes de madera de quince por veinte centímetros y tres metros y medio de largo, mientras que los intermedios eran de diez por diez centímetros. El primer metro de cada poste iba enterrado en un enorme agujero relleno de cemento. Entre los postes, Todd colocó dos paneles de malla rígida, uno encima del otro. Además, los cubrió con alambre de espino. Una vez completa, la valla medía más de dos metros y medio de alto, más que suficiente para evitar que un ciervo la saltara. Para impedir el paso de las plagas de campo más pequeñas, Todd cubrió la parte inferior de la valla con alambre de gallinero.
Las puertas del huerto eran dobles y medían dos metros con setenta centímetros; normalmente, cuando entraban o salían del huerto, solo abrían una de las dos mitades. Sin embargo, si era necesario entrar con el tractor, se podían abrir ambas puertas.
La mayoría de las semillas las sacaban de los paquetes envasados al vacío que todos los miembros del grupo habían almacenado. Pese a que tenían varios años, gracias a su empaquetado y a que las habían conservado en sótanos frescos, la mayoría germinaron sin problemas. Siguiendo el consejo de Mary, seleccionaron solo semillas no híbridas para el programa de almacenamiento.
La ventaja de la semilla no híbrida es que generación tras generación sigue produciendo plantas de línea pura. Pese a que las variedades híbridas a menudo producen más cantidad, no producen semillas fiables al cabo de dos generaciones. La otra fuente de semillas eran las que guardaban de los cultivos del año anterior. Como estas también germinaban bien, Mary convirtió la obligación de guardar todas las semillas posibles de las frutas que producían cada verano en un procedimiento operativo estándar.
El huerto, la parcela de maíz y los manzanos que había fuera se convirtieron en un irresistible reclamo para los ciervos de la zona. T. K. se convirtió en el principal proveedor de carne del refugio. Con la caída de las primeras sombras del atardecer solía apostarse para cazar. En verano se situaba a la orilla del huerto de maíz. En invierno lo hacía en una plataforma que había construido en un pino ponderosa cerca del límite este de la propiedad. Bajo la tarima colocaba un terrón de sal para atraer a los ciervos. Para ahorrar munición y no hacer mucho ruido cazaba con su arco. Raramente fallaba. La única pega era que los ciervos no morían inmediatamente como solía ocurrir cuando recibían un disparo de rifle. A no ser que T. K. tuviera mucha suerte, aparte de puntería, y acertara en una arteria principal o en la columna del animal, este corría cientos de metros antes de sucumbir por la pérdida de sangre, lo que significaba que debía cargar toda esa distancia con el animal de vuelta al refugio para despiezarlo y conservarlo. Arrastrar un ciervo adulto colina arriba o con mal tiempo era una verdadera faena.
La vasta experiencia como granjera de Margie resultó ser de un valor incalculable. Fue Margie la que enseñó al grupo a utilizar el método de cultivo del cavado doble, la técnica del cultivo asociado, y a plantar caléndulas alrededor de los cultivos. Las caléndulas, explicó, mantienen alejados a una gran variedad de roedores dañinos para el huerto.
Uno de los mayores problemas del huerto eran los pájaros. Los Gray no habían tomado la precaución de cubrir la parcela con redes protectoras, así que ahora, durante la peor parte de la temporada de aves, se veían obligados a tener que destinar algunos valiosos efectivos a la vigilancia del huerto. Normalmente los encargados de montar guardia iban armados o bien con el rifle de aire comprimido calibre.177 de Todd, de marca El Gamo, o bien con el Feinwerkbau 124 calibre.22 de Mike. Tanto T. K. como Mike preferían usar sus tirachinas Wrist Rocket, ya que habían desarrollado una puntería verdaderamente mortífera con ellos. Acostumbrados a no desaprovechar nada, los pájaros más grandes abatidos durante la defensa del huerto eran incluidos en el menú veraniego.
Las tareas de cultivo dominaban las primaveras y los inicios del verano, mientras que a mediados de este era el momento de talar árboles y almacenar leña. Al final del verano llegaban días de actividad frenética. Además de las tareas habituales de vigilancia, se sumaban las de cosechado y conservación de los frutos del huerto. Afortunadamente habían ido almacenando un gran número de tarros de cristal, tapas, anillos de goma y parafina desde mucho antes del colapso. El método más usado para elaborar las conservas fue el del baño María, el preferido por Mary. Margie, al contrario, era partidaria del envasado a presión. Mary, que consideraba que aquello parecía muy peligroso, se mantuvo bien alejada de la labor de envasado al vacío.
El grupo había adquirido enormes cantidades de material para envasado de alimentos, mucho más de lo estrictamente necesario. Mary solía señalar el hecho de que en la mayoría de escenarios de supervivencia resultarían muy útiles para realizar trueques. Lo que más adquirieron con tal propósito fueron las tapas y la parafina.
Además de envasándolos, conservaron por deshidratación muchos alimentos. Unos pocos fueron puestos en vinagre o en salazón. Como Todd y Mary no habían conseguido comprar un deshidratador antes del colapso, se vieron obligados a fabricar uno ellos mismos. Lo construyeron Dan y Lon, siguiendo las instrucciones de un número atrasado de
The Mother Earth News.
Tenía un diseño simple. Una bombilla eléctrica proporcionaba calor de baja intensidad a una caja de madera con estantes con capacidad para una docena de bandejas. Las bandejas estaban hechas a partir de viejos cajones de fruta, y estaban cubiertas por una película de plástico. Pese a que no era tan sofisticado como los deshidratadores comerciales, con sus controles termostáticos y sus extractores de aire, el suyo funcionaba bien, aunque lento.
Como la electricidad escaseaba en el refugio, Lon y Dan construyeron un deshidratador solar para complementar el modelo eléctrico. Este aprovechaba los soleados días del verano en Palouse. Consistía en un gran marco de madera cubierto por el cristal de una ventana. Incluía un par de portezuelas en el frente, y estantes como para treinta bandejas.
Una de las cosas buenas de la granja de los Gray era su gran número de frutales y nogales. La mayoría de estos árboles estaban ya bien crecidos. Algunos de los manzanos tenían más de medio siglo y seguían la mar de sanos. Para cubrirse las espaldas, Todd y Mary empezaron a plantar árboles jóvenes nada más se mudaron a la granja. Los árboles venían de un criadero en las afueras de Lewiston. Los Gray resistieron la tentación de plantar las semillas de la fruta producida por sus propios árboles, pues sabían que la probabilidad de que crecieran árboles productivos era muy reducida.
Todd y Mary estaban especialmente arrepentidos de no haber podido comprar ganado para la granja. Con toda la actividad requerida para preparar el refugio no tuvieron tiempo de poblar la granja antes de que estallara el colapso. El ganado hubiera servido como fuente de comida, de ayuda física y fertilizante para el huerto, así como de medio de transporte. También habría ayudado a eliminar las malas hierbas que empezaban a invadir el terreno del refugio. Cuando Mary señaló este contratiempo, Todd dijo:
—En fin, después de visto, todo el mundo es listo.
Pusieron en lo alto de la lista de prioridades para el futuro, para cuando al fin se desarrollara una economía basada en el intercambio, el intentar conseguir ganado mediante trueques. Mary confeccionó una lista de «ganado soñado» con los animales que pensó que el grupo podía necesitar y que sus dieciséis hectáreas de terreno podrían mantener. Hizo la lista como guía para futuras adquisiciones. Incluía una vaca de Jersey, un asno y cinco caballos de montar. Mary también quería conseguir unos pocos conejos, cabras, patos y ovejas y criarlos para que produjeran carne, leche, huevos, lana, plumas, plumón y cuero. También hubiera incluido un par de caballos de tiro, pero se dio cuenta de que esos animales ya eran escasos incluso antes del colapso. Pese a que con toda probabilidad se criarían en mayor número en el futuro, las probabilidades de conseguir dos en los próximos años eran muy remotas.