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Authors: Diane Duane

Tags: #Ciencia ficción

Por prescripción facultativa (34 page)

BOOK: Por prescripción facultativa
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—¿Debo continuar, capitán? —inquirió Sulu.

—No. Desacelere y deténgase.

—Sí, señor —respondió Sulu con voz ligeramente perpleja. Todos permanecieron sentados frente a la pantalla; observaron cómo la nave pirata aminoraba la marcha, observaron cómo comenzaba a estremecerse.

—A bordo de la nave pirata se produce una gran descompresión explosiva, capitán —informó Chekov—. Los sistemas de armamentos y motores están apagados.

—No lo están tanto como van a estarlo —dijo Kirk con un toque de severidad.

En la pantalla, vieron a los klingon que se aproximaron a la nave pirata, la anclaron mediante rayos tractores y comenzaron a tirar de ella para detenerla.

Kirk observó y esperó. Cuando la nave de Orión se hubo detenido completamente, a unos cien mil kilómetros de distancia, el capitán de la
Enterprise
se volvió para mirar al gigantesco bloque de piedra que aparentemente estaba sentado ante las puertas del turboascensor.

—Ahora, señor —le dijo.

Y nada cambió excepto la pantalla… que de pronto les mostró a no más de cinco kilómetros de la nave pirata y las klingon que la retenían.

Todas las cabezas de los tripulantes del puente se volvieron a mirar al ;at, y luego al capitán. Kirk sonrió muy levemente. «No sé si los piratas han podido verlo, pero dejemos que los klingon lo rumien y se pregunten cómo lo hemos hecho. Creo que las cosas estarán más tranquilas a lo largo de las fronteras entre la Federación y el imperio durante algún tiempo.»

El capitán de la
Enterprise
miró la nave pirata durante un momento.

—Señor Sulu, ¿están preparados los cañones fásicos? —preguntó luego.

—Sí, capitán —replicó el interpelado, muy rápidamente. —Jim…

Kirk sabía lo que McCoy estaba a punto de decir, antes de que lo dijera.

—Bones —comenzó—, ésos son asesinos, muchas veces asesinos. Han asesinado en este planeta y en los que nosotros protegemos, y en los que lo hacen los klingon. No creo que entiendan un golpe en la mano a estas alturas. Esa gente es para mí cien veces más ajena que los ornae, los lahit o cualquiera que conozca.

McCoy se limitó a mirarle y proferir un suspiro. —Usted manda, capitán —le dijo.

Kirk miró la nave para escoger el punto mejor y más rápido.

«Son del tronco de los homínidos —le dijo su memoria, insólitamente clara—. La mayoría de los homínidos han tenido ancestros que cazaban y mataban para vivir. El hábito está en nuestros genes. Es difícil de romper.»

Continuó sentado y en silencio.

«Pero en el caso de estos… ¡Necesitan que los maten, si alguien lo ha necesitado alguna vez!» Aquella noche de fuego, excesivamente vívida, los gritos y los seres abrasados, volvían a acompañarle. «Son terroristas, pura y simplemente. Se han ganado su muerte.»

—Sulu… —dijo.

—¿Señor?

Kirk respiró profunda y largamente y luego dejó escapar el aire.

—Quémeles todos los motores menos uno, el de menor potencia. No tiene sentido dejar que mueran todos de viejos antes de regresar al Saco de Carbón con la noticia. Y fúndales todas las bocas y portillas de armamento. Uhura, ¿funcionan los comunicadores de los piratas?

—Capto algunos débiles mensajes internos de la nave —replicó ella.

—¿Puede hacer entrar en esa red una transmisión?

—Desde luego.

—Comience ahora, entonces. Nave de Orión, ésta es la
USS Enterprise
. Les damos las gracias por la agradable persecución, pero, como han podido ver por nuestra última maniobra, ya no necesitamos ese tipo de compañía. En casos de menor importancia, disponemos ahora de la capacidad de desplazar nuestras naves, y partes de la misma, incluidas las armas que hemos utilizado contra ustedes, sin recurrir a los motores normales de impulsión o a la velocidad hiperespacial. El nuevo dispositivo de reemplazamiento instantáneo estará dentro de poco instalado en todas las naves de la Federación. Vamos a permitir que su nave regrese al puerto de origen para que puedan llevarle la noticia al resto de los suyos. Mientras tanto, les aconsejamos seriamente que permanezcan fuera de nuestro espacio… incluida esta zona, que a partir de este momento está protegida por la Federación gracias a un tratado recién establecido con las tres especies del planeta. —Las cabezas de los tripulantes se volvieron para mirarle cuando oyeron aquello, pero de momento Kirk hizo caso omiso de ellos—. Ahora pueden marcharse.
Enterprise
fuera.

En el puente se oyeron aplausos. Sulu no participó de ellos; daba fin al último de los diversos disparos delicados y diestros, que destruían exactamente lo que debían y nada más.

—Nos llega un mensaje de disconformidad de la comandante de la fuerza de operaciones klingon, señor —anunció Uhura—. Dicen que están decepcionados con usted.

Kirk sonrió al oír aquello.

—Respóndales: «Lo siento, sólo soy un ser humano» —replicó él—. Y dígales que deben dejar a la nave pirata tranquila durante su camino de regreso… a menos que quieran que aparezcamos de la nada encima de ellos.

Ella asintió con la cabeza y se volvió hacia el panel de comunicaciones. Kirk recorrió el puente con la mirada.

—¿Algún daño debido a todas esas sacudidas?

—No, señor —respondió Scotty—. Todo está bien. —Le dio unos golpecitos cariñosos a su terminal—. Construimos estas mozas para que duren.

Kirk miró al ;at.

—Señor —le dijo—, le doy las gracias.

—¿Volveré a verle mañana por la mañana? —inquirió el interpelado.

—Cuente con ello.

—Así lo haré.

Y sencillamente desapareció.

—Me gustaría acompañarle —comentó McCoy. —Claro, Bones. No hay problema. Pero ¿no debe hacer usted una llamada?

—La verdad es que… —McCoy se encaminó hacia las puertas del turboascensor.

—Ah, por cierto, Bones…

—¿Mmmm?

—Queda usted relevado.

—Maldición, ya lo creo —replicó el médico, y las puertas del turboascensor se cerraron ante él.

—¿Qué demonios hacen todos ustedes aquí? —gritó alegremente McCoy al entrar con paso vivo en la enfermería—. ¡Ya les dije que mejoraran y se largaran de aquí! Morrison, ¿está usted de vuelta una vez más? Le alimentamos demasiado bien.

—Doctor —le dijo Lia—, tengo estos informes para que los firme…

—¡Ah, maravilloso, traiga eso aquí…!

Le quitó la libreta de la mano, sacó a la pantalla los formularios y firmó cada uno de ellos con cariño, artísticamente, con gran deleite. Ella cogió la libreta de vuelta cuando hubo acabado.

—¿Se encuentra bien? —le preguntó la muchacha con tono de sospecha—. Puedo leer su firma.

—¿Qué le sucede? Yo adoro los formularios. Y si quiere que escriba una prescripción, también será legible —replicó alegremente mientras se encaminaba hacia su oficina—.Debo hacer una llamada. Si alguien me necesita, estaré aquí mismo.

Durante uno o dos minutos permaneció sentado mirando las paredes de su oficina. No tenían pantalla alguna, excepto la que mostraba los órganos internos del ser humano, y no se veía pistola alguna. Nada de armas, ni escudos, sólo su propia, estúpida y querida terminal de computadora.

«Bienaventuranza.»

Tendió la mano hacia su intercomunicador.

—Puente —dijo—. Uhura, póngame en contacto con el comandante Kaiev, si es tan amable.

—No hay ningún problema, doctor. ¿Visual?

—Por favor.

Pasado un momento, la pantalla se encendió y en ella apareció el rostro de Kaiev. El klingon parecía bastante sorprendido… cosa que no era de extrañar.

—MakKhoi —comenzó—, esperaba que quisiera hablar conmigo antes de su partida.

—No creo que vayamos a marcharnos de inmediato —le respondió el médico—. Hay tiempo para eso. Pero Kaiev, quería disculparme por haberle mentido.

—¿Sobre eso de que había matado al capitán? —El klingon se echó a reír—. ¡Fue una buena mentira! Sin embargo, es una lástima que no fuera verdad. Pero no se sienta mal. Algún día comandará usted su propia nave. ¡Y lo hará bien!

—¡Ah, no, no lo haré! —exclamó McCoy—. Kaiev, yo soy un médico. No siento interés ninguno por el mando.

Kaiev le miró fijamente.

McCoy se encogió de hombros.

—Es la verdad —le aseguró—. Lamento si le he decepcionado.

—Si todos los médicos son tan hábiles en el mando como lo es usted, tengo que acordarme de matar al mío —reflexionó Kaiev.

—Puede que le interese hacer eso en cualquier caso —comentó McCoy, con un tono algo seco—, después de la forma en que ha desatendido su salud. No, no quería decir eso. Pero puede que le hiciera bien que lo amenazara un poco. No se cuida… y es posible que sea algo intencionado. Sabe Dios lo que hará con sus tripulantes.

Kaiev asintió con aire pensativo.

—Quizá. Pero, MakKhoi… una pregunta…

—Pregunte.

Kaiev miró en torno de sí para comprobar que nadie le observaba.

—Con esa nueva arma, sin duda no tenía nada que temer, ni siquiera ante cuatro naves más. Podría haberlas destruido todas.

McCoy se limitó a sonreír.

—Pero dialogó con nosotros como si fuese usted más débil. Eso no tiene ningún sentido.

—Tampoco lo tenía volarlos en pedazos cuando tenía la posibilidad de hacerlo —replicó McCoy—. No es más que una parte de la condición humana… esta semana, en cualquier caso. Tampoco usted hizo en todos los casos lo sensato, Kaiev. Quizá la gente como usted y yo seamos la tendencia futura. Nuestros pueblos todavía pueden trabajar juntos.

Kaiev le miró con expresión meditativa.

—Imposible —dijo luego con alegre desdén.

—Bueno, en cualquier caso —continuó McCoy—, quizá me permita hacerle una revisión antes de marcharse, así podrá tener una buena base para comparar los resultados de su propio médico. Como un gesto de respeto… de un comandante Kaiev asintió con la cabeza.

—Buscaré el tiempo necesario para ello. —Y la pantalla se apagó.

McCoy se repantigó en su asiento y sonrió.

11

DIARIO DEL CAPITÁN. Suplemento. James T. Kirk al mando… otra vez.

La situación a bordo de la Enterprise se ha calmado un poco durante el día pasado. El personal que había estado asignado con prioridad a los estudios lingüísticos —o, alternativamente, a buscarme a mí—, ha regresado ahora a las tareas de investigación científica de las pautas evolutivas y la historia, extremadamente extrañas, de 1212 Muscae IV. El señor Spock estima que deberemos permanecer durante al menos un mes para completar la recopilación de los datos más básicos y entregarles a los miembros del departamento científico de la Flota Estelar la información suficiente para que comiencen a formular las preguntas correctas acerca de este planeta. En cuanto a mí, no puedo decir que me moleste quedarme quieto durante algún tiempo.

He mantenido conversaciones con el maestro de los ;at, referentes a la exacta redacción y acuerdos del tratado que será firmado por nosotros y las tres especies de Cagada de Mosca. El maestro de los ;at no tiene ningún problema en que sea ése el nombre que figure en el tratado. Puesto que las tres especies le dan al planeta un nombre distinto, probablemente eso simplificará las cosas. El Maestro no desea que la Federación tenga una base permanente instalada en el planeta… dice que eso sería «una transgresión de su jurisdicción», una frase que espero que eventualmente me explique.

Las tres naves klingon que llegaron para ayudar a la Ekkava durante mi… ausencia ya se han marchado. La Ekkava permanece aquí, a petición del Maestro de los ;at. En términos generales, las relaciones que hemos mantenido aquí con los klingon han sido insólitamente cordiales y amistosas, tanto es así que a veces siento la tentación de pellizcarme. No estoy en condiciones de decir si eso puede atribuirse a los efectos de haber luchado del mismo lado que los klingon, o a alguna otra razón. Ciertamente, la superficie de este planeta es un lugar insólitamente sereno, y tanto los klingon como los tripulantes de la Enterprise lo encuentran relajante. Los grupos de permiso hace ya bastante que están bajando; no hay prisa ninguna, ni razón para que una buena parte de la tripulación no se tome unas vacaciones.

Las comunicaciones adjuntas de la Flota Estelar dejan bastante claro que se ha producido algún tipo de reestructuración organizativa dentro de la Flota, gracias a la cual Delacroix ha sido apartado de nuestro caso. De todas formas, a ese caballero le pusieron a cargo de nosotros sin proporcionarle la debida información. Se lo han quitado de las manos, y el historial de McCoy continúa sin tacha, excepto por aquella vez en la que robó un cadáver.

El doctor parece haber sobrevivido a una experiencia tremendamente difícil y penosa, con problemas, pero también con gallardía. Lo más apropiado es recomendarle para que le otorguen una condecoración, aunque sospecho que la Flota Estelar se negará a ello porque creen que hacerlo así alentaría a otros a intentar meterse en situaciones semejantes mediante la manipulación. Pero con condecoración o sin ella, McCoy se ha conducido de manera espléndida. No puedo decir que volvería a ponerle voluntariamente en la misma situación, aunque resulta alentador saber que el sentido común del doctor McCoy le acompañó en el puente de la misma forma que lo hace en la enfermería.

Volveré a visitar el planeta y prepararé el terreno para las futuras negociaciones con los ornae, los lahit y los ;at. Hay muchísimas preguntas que formular, el Maestro ha sido ilimitadamente servicial, especialmente con los problemas de lingüística y modismos, que siempre constituyen un tropiezo. Al menos tenemos respuestas para algunas de las preguntas con las que llegamos aquí, aunque ciertas respuestas son confusas y requerirán largos y cuidadosos estudios para llegar a comprenderlas… si es que alguna vez llegamos a ello.

—¿Qué clase de chinche es ésa? —inquirió McCoy, que señalaba hacia arriba.

—Doctor —le dijo Spock pacientemente—, sus inexactitudes se hacen evidentes. Una «chinche» es específicamente un miembro del orden…

—No me refiero a una chinche «chinche» —le interrumpió McCoy.

La criatura de brillantes colores que señalaba se posó en una rama que estaba muy por encima de sus cabezas y les miró fijamente con unos destellantes ojillos como chispas de fuego.

—No tiene nombre, me temo —les dijo el ;at—. Vuela; es brillante; busca determinados tipos de árboles para polinizarlos. Es lo único que puedo decirles de él.

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