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Authors: Diane Duane

Tags: #Ciencia ficción

Por prescripción facultativa (33 page)

BOOK: Por prescripción facultativa
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—Hmm —fue el único comentario de Kirk, mientras pensaba en la cantidad de veces que él había deseado hacer precisamente eso. Sin embargo, él había soportado una buena cantidad de ese decir-de-todo de McCoy, y se le ocurrió que incluso un klingon podía sentirse impresionado por ello—. Parece haber funcionado.

Volvió a inclinarse sobre la consola del timón y tocó un control aquí y otro allá. Sulu le observaba con creciente interés.

—Eso es —dijo Kirk—. Mantenga esa instrucción en suspenso. Puede que tengamos oportunidad de utilizarla. ¿Scotty?

—Está preparada, capitán.

—Bien. Señor Sulu, factor hiperespacial cuatro, ahora. No pierda de vista los cambios del eje Z. Quiero subir directamente hacia arriba, como un turboascensor volante.

—¡Sí, señor!

La nave salió disparada.

—Volvamos a modo visual —ordenó Kirk.

La pantalla permaneció vacía durante un instante… y luego volvió a llenarse con la imagen de la nave de Orión, a bastante distancia detrás de ellos por el momento, que avanzaba quizá a factor dos.

—No les llevará mucho tiempo ponerse a la misma velocidad que nosotros. Dejémosles que piensen que pretendemos escapar —decidió Kirk.

Durante alrededor de diez segundos, la situación no cambió. Luego, lentamente, la nave pirata comenzó a aproximarse a la
Enterprise
.

—Scotty —dijo Kirk—, emplea usted la nueva configuración de combustible, ¿no es cierto?

—Por el momento. —Scotty se volvió desde su consola con expresión algo preocupada—. Existen algunos problemas con eso; yo no lo emplearía durante mucho tiempo, no más de una hora. Después deberemos buscar alguna otra cosa que dé los mismos resultados; por ahora volamos alrededor del 110 por ciento del rendimiento normal de los motores. Puedo llegar a factor ocho… durante períodos muy breves.

—Tomo nota. De todas formas, podríamos llegar a necesitar ese factor ocho, así que si ha de hacer algo especial en los motores para prepararlos, hágalo ahora. Tengo intención de descubrir qué tiene a su disposición nuestro amigo, por lo que a motores se refiere.

Scotty suspiró y masculló algo, tras lo cual se volvió hacia su consola y se puso a realizar ajustes. Scotty siempre protestaba cuando uno exigía de sus máquinas un rendimiento máximo; pero, por otra parte, también se quejaba cuando uno no lo hacía… así que no cabía sino pasar por alto algunos refunfuños ocasionales.

—Por cierto, Bones —comentó Kirk—, respecto a ese grupo de descenso klingon que desapareció, ¿sabe qué buscaban?

—Estoy más interesado en saber si han vuelto sanos y salvos —replicó Bones.

—Lo han hecho. Eso creo. Al menos, yo les vi marcharse. En cualquier caso, a que no imagina lo que buscaban.

McCoy le miró y negó con la cabeza.

—Ni la más remota idea.

—La forma vegetal de la anchoa.

—¿Qué?

Kirk le habló de la salsa
tabekh
. Al oír aquello, McCoy asintió con un movimiento de cabeza.

—Sí —le dijo—, he oído hablar de eso. Sin embargo, no creo que a usted le interese probarla.

—¿Por qué no?

—Uno de sus ingredientes es el arsénico.

Kirk parpadeó.

—Aparentemente, les gusta el sabor amargo —continuó Bones—. Además, los arsénicos son bastante importantes en la dieta de los klingon. Pueden sufrir horribles deficiencias de arsénico si no se andan con cuidado, especialmente en las situaciones de estrés…

—Bones —le interrumpió Kirk—, gracias. Sulu, ¿qué tal le va a nuestro amigo?

—Acelera a factor cuatro. No hay nadie más en el hiperespacio, de momento.

—Bien. Factor cinco, señor Sulu. Acelere a medida que lo hagan ellos.

—Sí, señor.

Observaron cómo los de Orión se ponían lentamente a la misma velocidad que ellos.

—No está mal para ser un material de tipo corriente —comentó Kirk con expresión pensativa—, pero de todas formas me gustaría averiguar cómo lo obtienen. Se supone que no le vendemos material a nadie que pueda entregárselo a los piratas de Orión, pero, por otro lado, deduzco que ingeniar y falsificar certificados de finalidad de uso es un juego muy, muy antiguo.

—Aumentamos a factor seis, capitán.

—Toma nota de ello. Nos siguen de forma descarada, ¿verdad?

Permaneció sentado en su sillón y los observó, mientras pensaba. Una parte de su cerebro advirtió lo bien que se sentía. Era mejor llevar a cabo las batallas espaciales por la mañana, si había que meterse en ello. Pero, no… ya era casi el anochecer, ¿o no?… para él, al menos. Resultaba extraño que su cuerpo se sintiera tan fresco y su mente tan despierta como si fuera de mañana. Le echó una breve mirada al ;at. Iba a tener muchísimas preguntas que formularle, más tarde…

—Igualan nuestra velocidad de factor seis, capitán —informó Sulu.

—Bien. Ahora imprimamos una bonita aceleración gradual, señor Sulu. Manténgala regular. Y vigile el curso. Si viramos demasiado pronto estropearíamos la sincronización.

—Ya le tengo la vista encima, señor.

Todos contemplaban la pantalla. La nave pirata se les aproximaba cada vez más, de manera constante… y de pronto estuvo un poco más cerca que antes, con un repentino impulso hacia delante, continuo.

—¡Rápido, Sulu, factor siete!

—Hecho, señor…

La
Enterprise
también se lanzó hacia delante. «Espera —se dijo Kirk—. Lo que necesitamos de momento es velocidad. No durante mucho tiempo más. Pero déjate ver un poco más…»

—Factor siete —anunció Sulu—. ¿Más, señor? —preguntó, porque la nave pirata continuaba acortando distancias.

«Al menos deben ir a factor nueve», pensó Kirk.

—Inicie el giro… no nos interesa alejarnos demasiado del sistema. Aumente a factor ocho.

—Ay de mí —dijo Scotty desde su terminal.

—No será por mucho rato, Scotty, se lo prometo —le tranquilizó Kirk—. Sólo unos instantes. Luego saldremos del hiperespacio y dejaremos que las cosas se calmen, aunque no para los piratas. —Dirigió una mirada ceñuda hacia la nave de Orión.

Tras de ellos, los piratas se aproximaban más.

—Ha alcanzado una velocidad de ocho coma cinco, capitán —informó Sulu.

—Suba a nueve coma cinco. Durante un minuto. Luego desacelere a factor cuatro, bruscamente, y salga del hiperespacio. Debemos igualar nuestra anterior velocidad intrínseca. Uhura, comunicación interna.

Ella asintió.

—A todos los tripulantes, aquí el capitán. —¿Fue un leve suspiro de alivio el que recorrió a los tripulantes del puente? ¿O sólo a McCoy?—. Estamos a punto de realizar una maniobra de reducción repentina de la velocidad dentro del hiperespacio —anunció Kirk—. Ya saben que eso a veces hace que el sistema de gravedad artificial fluctúe. Si tienen en la mano una taza de café, bébansela. La maniobra no debería requerir más de un minuto. Cuando hayamos acabado, les informaremos de ello. Kirk fuera.

Se repantigó en el asiento central y observó a los piratas que se aproximaban cada vez más y más. «Hacedlo así —pensó—. Pegaos a nuestra cola. Cuanto más cerca, mejor.» La maniobra de salto de vector que tenía intención de llevar a cabo en aquellos momentos había sido inventada por los pilotos de los aviones de despegue vertical en una de las antiguas guerras terrícolas; era tan eficaz, y junto con otros de sus inventos les habían hecho tan mortíferos, que los pilotos del otro bando insistían a menudo en que habían sido derribados por vectores del mismo nivel de vuelo, cuando algún otro aparato era el autor de la hazaña.

«Veremos si todavía funciona…», pensó Kirk. Hasta el momento, tenía buen aspecto. Quizá los piratas nunca habían oído hablar de ello, porque corrían alegremente pegados a la cola de la
Enterprise
.

—En cualquier momento nos dispararán —comentó Kirk.

Como si esperaran aquel comentario, el fuego blanco salió disparado de la nave pirata. Sulu lo esquivó antes de que Kirk pudiera decir una sola palabra. No fue nada espectacular, a aquella velocidad no se necesitaba demasiado; incluso la más ligera desviación a babor o estribor podía cambiar la posición de una nave en miles de millas. El primer disparo erró limpiamente, pero la nave de Orión insistió nuevamente; el problema de Sulu era la necesidad de mantener un curso específico; no podía desviarse demasiado del mismo sin correr el riesgo de salir al lugar equivocado del espacio real, lejos de sus aliados.

Los piratas dispararon una y otra vez, Sulu se desplazó hacia los lados y arriba y abajo, mientras Kirk se aferraba a los brazos del sillón de mando e intentaba que no se le notara el nerviosismo. Un buen disparo a aquella velocidad y estarían tan muertos que no se enterarían absolutamente de nada hasta que Dios les tocara el hombro y les pidiera la documentación. Detrás del capitán, Scotty mascullaba con tono de infelicidad ante su terminal.

—¿Qué tal van las cosas, señor Scott? —inquirió Kirk.

—De momento mantengo las cosas en buenas condiciones —replicó Scotty—, pero no puedo decir cuánto podrá durar. La nave no está hecha para esto, realmente no…

—Recibido. Mantenga esas buenas condiciones durante sólo unos segundos más. He oído hablar de los desgarradores de escudos con que están equipadas esas cosas y no quiero que las empleen con nosotros… a esta velocidad, sólo la energía rebotada haría pedazos la nave. Sulu…

—Cerca del punto de salida, capitán. Ya lo tenemos en pantalla.

—No le quite la vista de encima y realice la cuenta atrás.

—Catorce —dijo Chekov, mientras la nave pirata se les aproximaba más y otro rayo fásico salía disparado hacia ellos. Uno les rozó y la
Enterprise
se sacudió lateralmente como un caballo picado por una avispa.

—Sulu… —preguntó Kirk.

—Pura suerte, capitán.

—¡Ellos y nosotros, los dos!

—… once, diez, nueve…

—Intercomunicación, Uhura. A toda la tripulación, desaceleración de velocidad hiperespacial en ocho segundos… ¡prepárense! Fuera…

—… seis, cinco, cuatro…

La nave volvió a estremecerse, esta vez con mayor fuerza.

—Hemos perdido el escudo número seis —informó Spock—. Cubrimos con el cinco y el siete…

—… dos, uno…

A Kirk le dio un vuelco el estómago cuando la gravedad artificial, fiel a las formas, se volvió loca. Ni siquiera Scotty había sido capaz de hacer nada al respecto. A una desaceleración desde velocidades tan altas como aquélla, las prioridades del escudo se centraban en el mantenimiento de la integridad estructural de la nave, y la gravedad sufría como resultado de ello. La gravedad volvió a la normalidad y enloqueció nuevamente. Los tripulantes se aferraban a sus terminales y no las soltaban. McCoy, junto a Kirk, parecía un poco tenso; era una expresión que Kirk había visto anteriormente en las personas que intentaban controlar las alteraciones cardíacas. Las suyas le causaban algunos problemas, pero en aquel momento no tenía tiempo para atenderlas. La pantalla mostraba la nave pirata que pasaba junto a ellos a factor nueve mientras clavaba los talones en el tejido del espacio y aminoraba, aminoraba. Los motores hiperespaciales aullaron. Ni siquiera Scotty podía conseguir que aquello les gustara.

—¡Factor ocho, siete, seis… cuatro!

—¡Ahora! —ordenó Kirk.

Sulu le quitó el control de la nave al piloto automático y realizó la salida del hiperespacio por sí mismo, sólo para asegurarse. La nave retumbó y resonó alrededor de ellos al salir del hiperespacio, mientras continuaba la desaceleración.

—Visión táctica…

La pantalla mostró cuatro luces rojas pequeñas, reunidas delante de ellos… que aparentemente se aproximaban a toda velocidad, aunque era la
Enterprise
la que avanzaba.

—Uno —contó Kirk en voz baja—, dos, tres…

Por delante de ellos, la nave pirata salió del hiperespacio y fue a parar directamente al centro del grupo de klingon que la aguardaban.

—Señor Sulu —ordenó Kirk—, fuego a discreción. Señor Chekov, active la intervención que introduje en la terminal.

Los rayos fásicos alcanzaron a la nave pirata desde cinco direcciones diferentes. Sus escudos quedaron desactivados.

—Visión de cerca —pidió Kirk, aferrado al asiento con todas sus fuerzas. Si la sincronización de aquello salía mal, darían la vuelta para realizar otra pasada…

La nave pirata llenaba la totalidad de la pantalla. Sus escudos se activaron durante un momento y volvieron a caer. Los rayos fásicos de las naves klingon la golpeaban a máxima potencia por cuatro lados y la
Enterprise
, por el quinto. Algo más la golpeó: una cosa pequeña que llegó como un rayo salido de la nada, un pequeño trozo de metal de no más de una tonelada de masa… pero acelerada a casi la mitad de la velocidad de la luz. La boya de comunicaciones se estrelló contra la parte central de la nave. Ningún blindaje habría podido hacer nada para detenerla a semejante velocidad. Se enterró en el flanco de la nave pirata, y un gigantesco penacho de fuego y plateada atmósfera que se congelaba al entrar en contacto con el espacio salió disparado del costado de metal.

—Esa batería de sensores, allí —dijo Kirk, señalándola—.Desintégrenla.

Sin molestarse siquiera en aguardar a que la computadora de puntería le ofreciera un blanco seguro, Sulu apuntó y disparó. La lustrosa instalación colocada en el extremo de la nave pirata estalló en una nube de plasma.

—Con eso basta —declaró Kirk—. Dejemos que desaceleren.

—Los klingon les siguen, capitán —informó Chekov.

Kirk dejó escapar un largo suspiro. Sin duda, tenían viejas cuentas que ajustar; los piratas de Orión habían hecho presa en sus planetas durante más tiempo del que ellos eran capaces de tolerar. Tal vez pensaban que dejar escapar aquella nave sería una señal de debilidad por su parte, una invitación a mayores destrucciones.

Volvió la cabeza por encima del hombro para mirar a Uhura.

—Envíeles a Kaiev y las otras naves un mensaje para decirles que la estrategia ha sido nuestra y que reclamamos el derecho de disponer de la nave pirata —le ordenó.

Uhura asintió con la cabeza.

—Eso sí que lo aceptan, capitán —informó pasado un momento—, pero Kaiev quiere hablar con el comandante McCoy.

Kirk se volvió hacia McCoy y le sonrió.

—¿Quiere recibir la llamada aquí, Bones? ¿O en la enfermería?

—En la enfermería, por favor —replicó McCoy—; pero, Uhura, dígale que en este momento estoy ocupado, que le llamaré yo más tarde.

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