Por qué fracasan los países (13 page)

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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

BOOK: Por qué fracasan los países
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El nivel de vida de los habitantes de Corea del Sur es similar al de la población de Portugal y España. En el norte, en la denominada República Popular Democrática de Corea, o Corea del Norte, el nivel de vida es parecido al de un país subsahariano, alrededor de una décima parte del nivel de vida medio en Corea del Sur. La salud de los norcoreanos es aún peor; el norcoreano medio tiene una esperanza de vida diez años menor que la de sus primos al sur del paralelo 38. En el mapa 7 se ilustra la increíble brecha económica que existe entre los dos países. Muestra la intensidad de la luz de noche captada con imágenes por satélite. Corea del Norte está prácticamente a oscuras debido a la falta de electricidad, mientras que Corea del Sur luce resplandeciente.

 

 

Estas diferencias tan marcadas son recientes. De hecho, no existían antes del final de la segunda guerra mundial. Sin embargo, después de 1945, los distintos gobiernos del norte y del sur adoptaron maneras muy diferentes de organizar sus economías. Corea del Sur estaba dirigida, y sus incipientes instituciones políticas y económicas estaban perfiladas, por el anticomunista Syngman Rhee, que estudió en Harvard y Princeton, y contaba con el apoyo significativo de Estados Unidos. Rhee fue elegido presidente en 1948. Forjada en medio de la guerra de Corea y contra la amenaza del comunismo que se extendía al sur del paralelo 38, Corea del Sur no era una democracia. Tanto Rhee como su sucesor, el general Park Chung Hee, tan famoso como él, pasaron a la historia como presidentes autoritarios. Ambos gobernaron una economía de mercado en la que se reconocía la propiedad privada y, después de 1961, Park, de hecho, apoyó con todas sus fuerzas el rápido crecimiento económico, canalizando los créditos y subsidios a las empresas prósperas.

La situación al norte del paralelo 38 era distinta. Kim Il Sung, líder de los partisanos comunistas antijaponeses durante la segunda guerra mundial, se autoproclamó dictador en 1947 y, con la ayuda de la Unión Soviética, introdujo una forma estricta de economía planificada central que formaba parte del denominado sistema Juche. Se prohibieron la propiedad privada y los mercados. También se restringieron las libertades, no solamente en el mercado, sino en todas las esferas de la vida, excepto las de aquellos que formaban parte de la pequeña élite gobernante de Kim Il Sung y, posteriormente, de su hijo y sucesor Kim Jong Il.

No es de extrañar que la fortuna económica de Corea del Sur y Corea del Norte fuera tan increíblemente distinta. La economía planificada de Kim Il Sung y el sistema Juche pronto demostraron ser un desastre. No se dispone de estadísticas detalladas de este país, ya que es un Estado cuando menos hermético. De todas formas, las pruebas disponibles confirman lo que sabemos de las hambrunas recurrentes con demasiada frecuencia: no solamente la producción industrial no despegó, sino que la productividad agrícola de Corea del Norte se desplomó. Al no existir la propiedad privada, pocas personas tenían incentivos para invertir o para esforzarse en aumentar o mantener la productividad. El régimen represivo y sofocante era hostil a la innovación y a la adopción de nuevas tecnologías. Kim Il Sung, Kim Jong Il y sus secuaces no tenían ninguna intención de reformar el sistema ni de introducir la propiedad privada, los mercados, los contratos privados, ni de cambiar las instituciones políticas y económicas. Corea del Norte continúa estancada económicamente.

Mientras tanto, en el sur, las instituciones económicas fomentaban la inversión y el comercio. Los políticos de Corea del Sur invirtieron en educación, con lo que lograron alcanzar unos índices elevados de alfabetización y escolarización. Las empresas de Corea del Sur no tardaron en aprovechar aquella población relativamente formada, mientras que las políticas fomentaban la inversión, la industrialización, las exportaciones y la transferencia de tecnología. Corea del Sur se convirtió rápidamente en una de las «economías milagrosas» del este asiático, uno de los países con un crecimiento más rápido del mundo.

A finales de los años noventa, en solamente medio siglo, el desarrollo de Corea del Sur y el estancamiento de Corea del Norte condujeron a una brecha que se multiplicó por diez entre las dos mitades de aquel país que estuvo unido en el pasado. Imaginemos qué diferencia puede llegar a haber después de doscientos años. El desastre económico de Corea del Norte, que condujo a la muerte por inanición de millones de personas, frente al éxito económico de Corea del Sur, resulta increíble: ni la cultura, ni la geografía ni la ignorancia pueden explicar los caminos divergentes que tomaron Corea del Norte y Corea del Sur. Para alcanzar una respuesta, debemos analizar las instituciones.

 

 

Instituciones económicas extractivas e inclusivas

 

El éxito económico de los países difiere debido a las diferencias entre sus instituciones, a las reglas que influyen en cómo funciona la economía y a los incentivos que motivan a las personas. Imaginemos a los adolescentes de Corea del Norte y de Corea del Sur y lo que esperan de la vida. Los de Corea del Norte crecen en la pobreza, sin iniciativa empresarial, ni creatividad ni una educación adecuada para prepararlos para el trabajo cualificado. Gran parte de la educación que reciben en la escuela es pura propaganda, destinada a dar apoyo a la legitimidad del régimen, hay pocos libros, y ya no digamos ordenadores. Al acabar los estudios, todos deben pasar diez años en el ejército. Estos adolescentes saben que no podrán ser propietarios, ni crear una empresa ni ser más prósperos, aunque mucha gente se dedica ilegalmente a actividades económicas privadas para ganarse la vida. También saben que no tendrán acceso a los mercados en los que puedan utilizar sus habilidades o sus ingresos para comprar los productos que necesitan y desean. Ni siquiera saben con certeza el tipo de derechos humanos que tendrán.

En cambio, los de Corea del Sur reciben una buena educación y tienen incentivos que los animan a esforzarse y a destacar en la profesión elegida. Este país posee una economía de mercado basada en la propiedad privada. Los adolescentes de Corea del Sur saben que, si tienen éxito como emprendedores o trabajadores, un día podrán disfrutar de las ganancias obtenidas de sus inversiones y esfuerzos; pueden mejorar su nivel de vida y comprar coches, casas y atención sanitaria.

En Corea del Sur, el Estado apoya la actividad económica, por lo que los emprendedores pueden pedir préstamos a los bancos y a los mercados financieros, las empresas extranjeras pueden asociarse con firmas surcoreanas y la población puede conseguir hipotecas para comprar casas. En el sur, en general, uno es libre de crear la empresa que quiera. En Corea del Norte, no. En Corea del Sur, uno puede contratar trabajadores, vender productos o servicios y gastar el dinero en el mercado como quiera. En Corea del Norte, solamente hay mercados negros. Estas reglas distintas son las instituciones bajo las que viven los norcoreanos y los surcoreanos.

Las instituciones económicas inclusivas, como las de Corea del Sur o las de Estados Unidos, posibilitan y fomentan la participación de la gran mayoría de las personas en actividades económicas que aprovechan mejor su talento y sus habilidades y permiten que cada individuo pueda elegir lo que desea. Para ser inclusivas, las instituciones económicas deben ofrecer seguridad de la propiedad privada, un sistema jurídico imparcial y servicios públicos que proporcionen igualdad de condiciones en los que las personas puedan realizar intercambios y firmar contratos; además de permitir la entrada de nuevas empresas y dejar que cada persona elija la profesión a la que se quiere dedicar.

El contraste entre Corea del Sur y Corea del Norte y entre Estados Unidos y América Latina ilustra un principio general. Las instituciones económicas inclusivas fomentan la actividad económica, el aumento de la productividad y la prosperidad económica. Garantizar el derecho a tener propiedad privada es crucial, ya que solamente quienes disfruten de este derecho estarán dispuestos a invertir y aumentar la productividad. Una persona de negocios que teme que su producción sea robada, expropiada o absorbida totalmente por los impuestos tendrá pocos incentivos para trabajar, y muchos menos incentivos aún para llevar a cabo inversiones o innovaciones. Es imprescindible que la mayoría de los integrantes de la sociedad puedan disfrutar de estos derechos.

En 1680, el gobierno inglés hizo un censo de la población de su colonia antillana de Barbados. Los datos revelaron que, de la población total de la isla, de alrededor de sesenta mil personas, casi treinta y nueve mil eran esclavos africanos propiedad del tercio restante de la población. De hecho, casi todos pertenecían a los ciento setenta y cinco propietarios de plantaciones de caña de azúcar más grandes, que también poseían casi todas las tierras. Aquellos grandes hacendados tenían derechos de propiedad seguros, que hacían que se respetaran tanto sus tierras como el derecho a tener sus esclavos. Si un propietario deseaba vender esclavos a otro, podía hacerlo y esperar que un tribunal hiciera respetar aquella venta o cualquier otro contrato que él firmara. ¿Por qué? Pues porque, de los cuarenta jueces y jueces de paz de la isla, veintinueve eran grandes propietarios de plantaciones. Y también lo eran los ocho oficiales militares de mayor rango. A pesar de que la élite de la isla tenía derechos de propiedad y contratos bien definidos, seguros y de obligado cumplimiento, Barbados no disponía de instituciones económicas inclusivas, ya que dos tercios de la población eran esclavos sin acceso a educación ni oportunidades económicas, y sin capacidad ni incentivos para utilizar su talento ni su habilidad. Las instituciones económicas inclusivas implican la existencia de derechos de propiedad seguros y oportunidades económicas no solamente para la élite, sino también para la mayor parte de la sociedad.

Los derechos de propiedad seguros, las leyes, los servicios públicos y la libertad de contratación e intercambio recaen en el Estado, la institución con capacidad coercitiva para imponer el orden, luchar contra el robo y el fraude y hacer que se cumplan los contratos entre particulares. Para que funcione bien, la sociedad también necesita otros servicios públicos: red de carreteras y de transportes para poder trasladar las mercancías; infraestructuras públicas para que pueda florecer la actividad económica, y algún tipo de regulación básica para impedir el fraude y las malas conductas. A pesar de que muchos de estos servicios públicos los pueden ofrecer los mercados y los particulares, el grado de coordinación necesario para hacerlo a gran escala suele ser exclusivo de una autoridad central. Por lo tanto, el Estado está inexorablemente entrelazado con las instituciones económicas, como responsable de la ley y el orden, de garantizar la propiedad privada y los contratos y, a menudo, como proveedor clave de servicios públicos. Las instituciones económicas inclusivas necesitan al Estado y lo utilizan.

Las instituciones económicas de Corea del Norte o de la América Latina colonial (la mita, la encomienda o el repartimiento descritos anteriormente) no tienen estas propiedades. La propiedad privada no existe en Corea del Norte. En la América Latina colonial existía la propiedad privada para los españoles, pero la propiedad de los pueblos indígenas era muy insegura. En ninguno de estos tipos de sociedades era posible que la amplia mayoría de la población tomara las decisiones económicas que quería, sino que estaba sujeta a la coacción en masa. En ninguno de estos tipos de sociedad se utilizaba el poder del Estado para proporcionar servicios públicos clave que fomentaran la prosperidad. En Corea del Norte, el Estado construyó un sistema educativo para inculcar propaganda, pero fue incapaz de impedir la hambruna. En la América Latina colonial, el Estado se concentró en coaccionar a los pueblos indígenas. En ninguno de estos tipos de sociedad había igualdad de oportunidades ni un sistema legal imparcial. En Corea del Norte, el sistema legal es un brazo del Partido Comunista en el poder, y en América Latina, fue una herramienta de discriminación contra la mayor parte del pueblo. Denominamos instituciones económicas extractivas a las que tienen propiedades opuestas a las instituciones inclusivas. Son extractivas porque tienen como objetivo extraer rentas y riqueza de un subconjunto de la sociedad para beneficiar a un subconjunto distinto.

 

 

Motores de prosperidad

 

Las instituciones económicas inclusivas crean mercados inclusivos, que no solamente dan a las personas libertad para ejercer la profesión que mejor se adapte a su talento, sino que también proporcionan igualdad de condiciones que les dé la oportunidad de hacerlo. Quienes tengan buenas ideas, serán capaces de crear empresas, los trabajadores tenderán a ejercer actividades en las que su productividad sea mayor y las empresas menos eficientes serán sustituidas por las más eficientes. Comparemos cómo eligen las personas sus profesiones en mercados inclusivos frente a Perú y Bolivia en la época colonial, donde, bajo la mita, muchos fueron forzados a trabajar en las minas de plata y mercurio, sin tener en cuenta sus habilidades ni si querían hacerlo. Los mercados inclusivos no son únicamente mercados libres. Barbados, en el siglo
XVII
, también tenía mercados. Sin embargo, de la misma forma que todos, excepto la reducida élite de propietarios de plantaciones, carecían de derechos de propiedad, sus mercados, lejos de ser inclusivos —los mercados de esclavos, de hecho—, fueron una parte de las instituciones económicas que coaccionaban sistemáticamente a la mayoría de la población y le hurtaban la capacidad de elegir su profesión y cómo utilizar su talento.

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