Por qué fracasan los países (18 page)

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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

BOOK: Por qué fracasan los países
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La Revolución gloriosa limitó el poder del rey y del ejecutivo, y devolvió al Parlamento el poder para determinar las instituciones económicas. Al mismo tiempo, abrió el sistema político a una amplia muestra representativa de la sociedad, que fue capaz de ejercer una influencia considerable sobre la manera de funcionar del Estado. La Revolución gloriosa fue la base para la creación de una sociedad plural, que se desarrolló a partir de un proceso de centralización político que también la aceleró. Creó el primer conjunto de instituciones políticas inclusivas del mundo.

En consecuencia, las instituciones económicas también empezaron a ser más inclusivas. Ni la esclavitud ni las estrictas limitaciones económicas del período medieval feudal, como la servidumbre, existían en la Inglaterra de principios del siglo
XVII
. Sin embargo, había muchas restricciones respecto a las actividades económicas que podía realizar una persona. Tanto la economía nacional como la internacional estaban ahogadas por los monopolios. El Estado recaudaba impuestos de forma arbitraria y manipulaba el sistema jurídico. La mayor parte de la tierra estaba sujeta a formas arcaicas de derechos de propiedad que hacían que fuera imposible de vender y muy arriesgado invertir en ella.

Este panorama cambió tras la Revolución gloriosa. El gobierno adoptó una serie de instituciones económicas que proporcionaron incentivos para la inversión, el comercio y la innovación. Impuso firmemente derechos de propiedad, lo que incluía las patentes que concedían derechos de propiedad a las ideas, con lo que proporcionaba un gran estímulo a la innovación. Protegía la ley y el orden. La aplicación de la ley inglesa a todos los ciudadanos no tenía precedentes históricos. Se puso fin a los impuestos arbitrarios y se abolieron los monopolios prácticamente por completo. El Estado inglés fomentaba intensamente las actividades mercantiles y procuraba impulsar la industria nacional, no solamente eliminando obstáculos para la ampliación de la actividad industrial, sino también prestando toda la potencia de la marina inglesa para defender los intereses mercantiles. Al racionalizar los derechos de propiedad, facilitó la construcción de infraestructuras, sobre todo de carreteras, canales y, más adelante, vías férreas, que demostrarían ser cruciales para el desarrollo industrial.

Estas bases cambiaron decididamente los incentivos para todas las personas e impulsaron los motores de la prosperidad, allanando el camino para la revolución industrial. En primer lugar, la revolución industrial dependía de que los grandes avances tecnológicos explotaran la base de conocimiento que había acumulado Europa durante los siglos pasados. Era una ruptura radical con el pasado, posibilitada por la investigación científica y el talento de individuos únicos. Toda la fuerza de esta revolución procedía del mercado que creó oportunidades rentables para que se desarrollaran y aplicaran las tecnologías. Fue la naturaleza inclusiva de los mercados lo que permitió que las personas asignaran su talento a las líneas de negocio adecuadas. También se basaba en la educación y las habilidades, ya que fue el nivel relativamente elevado de estudios —como mínimo, según los cánones de la época— lo que permitió que aparecieran emprendedores con la visión para emplear las nuevas tecnologías en sus negocios y encontrar trabajadores que tuvieran las habilidades para utilizarlas.

No es casualidad que la revolución industrial empezara en Inglaterra unas cuantas décadas después de la Revolución gloriosa. Grandes inventores como James Watt (perfeccionador de la máquina de vapor), Richard Trevithick (constructor de la primera locomotora de vapor), Richard Arkwright (inventor del torno de hilar de agua) o Isambard Kingdom Brunel (creador de varios barcos de vapor revolucionarios) fueron capaces de aprovechar las oportunidades económicas generadas por sus ideas, confiaban en que sus derechos de propiedad fueran respetados y tenían acceso a mercados en los que sus innovaciones se pudieron utilizar y vender provechosamente. En 1775, justo después de haber renovado la patente de su máquina de vapor, que llamó «máquina de fuego», James Watt escribió a su padre:

 

Querido padre:

Tras una serie de varias y violentas oposiciones, por fin tengo una ley parlamentaria que me concede la propiedad de mi nueva máquina de fuego a mí y a mis concesionarios, en toda Gran Bretaña y las plantaciones durante los veinticinco próximos años, que espero que sean muy beneficiosos para mí, puesto que ya existe una demanda considerable de esta máquina.

 

Esta carta revela dos cosas. La primera es que Watt estaba motivado por las oportunidades de mercado que esperaba, por la «demanda considerable» en Gran Bretaña y sus plantaciones, las colonias inglesas de ultramar. La segunda muestra cómo fue capaz de influir en el Parlamento para conseguir lo que quería dado que daba respuesta al interés de individuos e innovadores.

Los avances tecnológicos, el impulso de los negocios para ampliar e invertir y el uso eficiente de habilidades y talento fueron posibles gracias a las instituciones económicas inclusivas que desarrolló Inglaterra. Éstas, a su vez, se fundaron en sus instituciones políticas inclusivas.

Inglaterra desarrolló esas instituciones políticas inclusivas a causa de dos factores. Primero, había instituciones políticas, que incluían a un Estado centralizado, que le permitieron dar el siguiente paso radical (de hecho, sin precedentes) hacia las instituciones inclusivas con el comienzo de la Revolución gloriosa. A pesar de que este factor distinguiera a Inglaterra de gran parte del mundo, no la diferenciaba significativamente del resto de los países de Europa occidental como Francia y España. El segundo factor revestía mayor importancia. Los acontecimientos que condujeron a la Revolución gloriosa forjaron una coalición amplia y poderosa capaz de imponer limitaciones duraderas al poder de la monarquía y al ejecutivo, que se vieron obligados a permanecer abiertos a las demandas de esta coalición. De este modo, se sentaron las bases para las instituciones políticas plurales, que entonces permitieron el desarrollo de instituciones económicas que respaldarían la primera revolución industrial.

 

 

Pequeñas diferencias que importan

 

La desigualdad mundial aumentó notablemente con la revolución industrial británica, o inglesa, porque solamente algunas partes del mundo adoptaron las innovaciones y las nuevas tecnologías que desarrollaron hombres como Arkwright y Watt, y otros muchos posteriormente. La respuesta de los países a aquella ola de tecnologías, que determinó si languidecerían en la pobreza o lograrían un crecimiento económico sostenido, se debía, en gran parte, a los distintos caminos históricos de sus instituciones. A mediados del siglo
XVIII
, ya existían diferencias notables entre las instituciones políticas y económicas de todo el mundo. Pero ¿de dónde procedían esas diferencias?

Las instituciones políticas inglesas se dirigían a un pluralismo mucho mayor en 1688, en comparación con sus homólogas en Francia y España, pero, cien años antes, en 1588, las diferencias eran prácticamente inexistentes. Los tres países estaban gobernados por monarcas relativamente absolutistas: Isabel I en Inglaterra, Felipe II en España y Enrique II en Francia. Las tres luchaban contra asambleas de ciudadanos (el Parlamento en Inglaterra, las Cortes en España y los Estados Generales en Francia) que demandaban más derechos y control sobre la monarquía. Todas estas asambleas tenían distintos poderes y ámbitos. Por ejemplo, el Parlamento inglés y las Cortes españolas tenían poderes para recaudar impuestos, pero los Estados Generales, no. En España, era un asunto poco importante, porque, a partir de 1492, la Corona española tenía un vasto imperio americano y se beneficiaba intensamente del oro y la plata que encontraba allí. En Inglaterra, la situación era distinta. Isabel I era mucho menos independiente desde el punto de vista financiero, así que tenía que pedir al Parlamento que recaudara más impuestos. A cambio, el Parlamento exigía concesiones, sobre todo, restricciones al derecho de Isabel I a crear monopolios. Fue un conflicto que el Parlamento ganó poco a poco. En España, las Cortes perdieron un conflicto similar. El comercio no solamente se monopolizó, sino que fue monopolizado por la monarquía española.

Estas diferencias, que al principio parecían pequeñas, empezaron a importar mucho en el siglo
XVII
. A pesar de que América había sido descubierta en 1492 y Vasco de Gama había llegado a la India rodeando el cabo de Buena Esperanza, en el extremo sur de África, en 1498, hubo que esperar hasta 1600 para que hubiera una enorme expansión del comercio mundial, sobre todo en el Atlántico. En 1585 comenzó la primera colonización inglesa de Norteamérica en Roanoke, lo que hoy en día es Carolina del Norte. En el año 1600, se fundó la Compañía Inglesa de las Indias Orientales. En 1602, se creó su equivalente holandesa. En 1607, la Virginia Company fundó la colonia de Jamestown. En la década de 1620, fue colonizado el Caribe, y Barbados fue ocupado en 1627. Francia también se estaba expandiendo en el Atlántico y fundó la ciudad de Quebec en 1608 como capital de la Nueva Francia, en lo que actualmente es Canadá. Las consecuencias de esta expansión económica para las instituciones fueron muy distintas en Inglaterra, España y Francia debido a pequeñas diferencias iniciales.

Isabel I y sus sucesores no podían monopolizar el comercio con América. Pero sí lo hicieron otros monarcas europeos. Así, mientras en Inglaterra, el comercio y la colonización en el Atlántico empezaron a crear un amplio grupo de comerciantes ricos poco vinculados con la Corona, no ocurrió lo mismo en España ni en Francia. Los comerciantes ingleses no aceptaban el control real y exigían cambios en las instituciones políticas y la restricción de las prerrogativas reales. Tuvieron un papel crítico en la guerra civil inglesa y en la Revolución gloriosa. Hubo conflictos similares por doquier. Por ejemplo, los reyes franceses se enfrentaron a la rebelión de la Fronda entre 1648 y 1652. La diferencia fue que en Inglaterra era mucho más probable que los que se oponían al absolutismo triunfaran, porque eran relativamente ricos y más numerosos que los contrarios al absolutismo en España y Francia.

Los caminos divergentes de las sociedades inglesa, francesa y española en el siglo
XVII
ilustran la importancia de la interacción de pequeñas diferencias institucionales con coyunturas críticas. Durante las coyunturas críticas, un gran acontecimiento o una confluencia de factores perturba el equilibrio existente de poder político o económico en una nación. Esto puede afectar solamente a un único país, como la muerte del presidente Mao Zedong en 1976, que, al principio, creó una coyuntura crítica solamente para la China comunista. Sin embargo, a menudo, las coyunturas críticas afectan a un grupo de sociedades, del mismo modo que, por ejemplo, la colonización y, posteriormente, la descolonización, afectaron a la mayor parte del mundo.

Estas coyunturas críticas son importantes porque existen enormes obstáculos contra las mejoras graduales, debido a la sinergia entre instituciones políticas y económicas extractivas y el apoyo que se prestan entre sí. La persistencia de este bucle de retroalimentación crea un círculo vicioso. Quienes se benefician del statu quo son ricos y están bien organizados, y pueden luchar eficientemente contra los grandes problemas que les arrebatarán sus privilegios económicos y su poder político.

Una vez que se produce una coyuntura crítica, las pequeñas diferencias que importan son las desigualdades institucionales iniciales que activan respuestas muy distintas. Por esa razón, las diferencias institucionales relativamente pequeñas en Inglaterra, Francia y España condujeron a caminos de desarrollo fundamentalmente distintos. Los caminos fueron resultado de la coyuntura crítica creada por las oportunidades económicas que representó el comercio atlántico para los europeos.

Aunque las pequeñas diferencias institucionales importen mucho durante las coyunturas críticas, no todas son pequeñas y, naturalmente, las más grandes conducen a modelos todavía más divergentes durante esas coyunturas. A pesar de que las desigualdades institucionales entre Inglaterra y Francia fueran pequeñas en 1588, las que había entre Europa occidental y oriental eran mucho mayores. En la parte occidental, Estados fuertemente centralizados como Inglaterra, Francia y España tenían instituciones constitucionales latentes (el Parlamento inglés, los Estados Generales en Francia y las Cortes españolas). Además, había similitudes subyacentes en las instituciones económicas, como la inexistencia de servidumbre.

 

 

Europa oriental era muy distinta. Por ejemplo, el reino de Polonia-Lituania estaba dominado por una clase de élite, denominada
szlachta
, tan poderosa que incluso había introducido la elección de los reyes. No se trataba del control absoluto como en la Francia de Luis XIV, el Rey Sol, sino del absolutismo de una élite, que igualmente tenía instituciones políticas extractivas. Los
szlachta
gobernaron una sociedad en su mayoría rural cuyos siervos no tenían libertad de movimiento ni oportunidades económicas. Más al este, el emperador ruso Pedro el Grande también estaba consolidando un absolutismo mucho más intenso y extractivo de lo que incluso Luis XIV podía conseguir. En el mapa 8 se ofrece una forma sencilla de ver el alcance de la divergencia entre Europa occidental y oriental a principios del siglo
XIX
. Señala los países que todavía tenían servidumbre en el año 1800. Los países pintados de oscuro, la tenían, y los que muestran un color claro, no. Europa oriental está oscura y la occidental, clara.

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